Cuando pensamos que estamos inmersos en un mundo que no fue realizado por nosotros, asociamos el nombre de Dios a ese ser imaginario que lo hizo todo. Quizás no exista una idea más simple que ésta. En cuanto a qué es Dios, existe una tendencia a imaginarlo de distintas formas. Muchos lo asocian a un ser humano, otros a la propia naturaleza, o al orden natural.
La palabra “Dios” ha sido aceptada por muchos como significativa de “Dios personal”, y protestan en cuanto alguien la utiliza para designar al propio orden natural. Sin embargo, nadie debería atribuir una significación exclusiva de dicha palabra, por cuanto con ella debemos designar tanto a un Dios personal como a un Dios inmanente al mundo y a la naturaleza. Es más cercano a nosotros un Dios que todo lo incluye, a uno que interviene ocasionalmente, o que no interviene nunca.
No menos importante que la idea de Dios es el efecto que tal idea producirá en cada uno de nosotros. La idea de Dios es, en cierta forma, un concepto que depende bastante de la actitud filosófica que adoptemos, mientras que los efectos de esa actitud se materializarán en una ética derivada de tales creencias, o de tales razonamientos al respecto.
Podemos decir que dos religiones son equivalentes en cuanto producen los mismos efectos en distintas personas. Incluso si al intercambiar, en una expresión, la palabra “Dios” por “dioses”, o por “orden natural”, se mantiene un significado similar, podemos decir que son dos estructuras lógicas idénticas. Ello se debe a que utilizamos, sin saberlo, el concepto de “caja negra”. Dentro de esa caja, de la cual conocemos ciertas propiedades, suponemos que se encuentra un Dios personal, o varios dioses especializados, o solamente la sustancia única regida por leyes naturales invariantes.
Quienes no estén familiarizados con la ciencia y con su método, desconocerán el concepto de ley natural y es posible que sigan asociando al mundo real un Dios que interviene en los fenómenos humanos y naturales. En estas personas pueden surgir dudas respecto de la existencia de tal Dios, mientras que, para quienes identifican a Dios con el orden natural, no cabe ninguna duda al respecto. De esa forma, todos los esfuerzos intelectuales se destinan a conocer la forma de dicho orden, o su aparente finalidad.
Mientras que en el ámbito de la ciencia se aceptan las teorías propuestas según que sus resultados se adapten a la realidad, y no por las características de los principios adoptados, en la religión es posible llegar a resultados éticamente aceptables partiendo de cualquiera de los tres puntos de partida mencionados (dioses, Dios personal, orden natural), si bien esta última posibilidad es la única que queda libre de contradicciones lógicas no dando lugar tampoco a conflictos.
(Sigue)
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