Respecto del método utilizado por las ciencias sociales existen dos posturas distintas. Una es la que afirma la unidad de la ciencia y supone que la sociología ha de utilizar el mismo método que el empleado por la física, que es la más exacta de las ciencias naturales. De ahí que Auguste Comte, que adhería a esta idea, denomina primeramente a la sociología como “física social”. Mario Bunge escribió: “Las respuestas tradicionales a la cuestión de la naturaleza de la sociedad y las ciencias sociales son el naturalismo social y el idealismo. De acuerdo con el primero, la sociedad es parte de la naturaleza, mientras que el segundo sostiene que flota por encima de ésta por ser más espiritual que natural. La primera respuesta implica que los estudios sociales se incluyan dentro de las ciencias naturales, en tanto la segunda hace que pertenezcan a las humanidades” (De “Las ciencias sociales en discusión” – Editorial Sudamericana).
Existe un principio general, enunciado por Pierre Teilhard de Chardin, que pone de manifiesto la tendencia impuesta por el proceso de la evolución. En este proceso aparece, como primer eslabón, la propia materia, estudiada por la física y por la química. Esto implica que surgen primero las partículas fundamentales, que dan lugar a los átomos, moléculas, células, organismos, hasta llegar a la vida inteligente. Desde este punto de vista, existe una transición gradual desde la materia a la vida inteligente, lo que justificaría considerar a las ciencias sociales dentro del ámbito de las ciencias naturales.
El principio mencionado, denominado Ley Cósmica de Complejidad-Consciencia, implica que existe una tendencia, que progresa con el tiempo, y que está asociada tanto a un crecimiento de la complejidad de los distintos organismos como también de un aumento en el grado de consciencia que esos organismos van adquiriendo. Esta es una visión de la mayor generalidad, con una base experimental bastante aceptable, por lo que deberíamos tenerla en cuenta para darle sentido no sólo a la ciencia, sino a la propia existencia y finalidad del hombre.
Respecto del positivismo, Georg Henrik von Wright escribió: “Una de estas posiciones es la filosofía de la ciencia típicamente representada por Auguste Comte y John Stuart Mill. Es la comúnmente llamada positivismo”. “Uno de los principios del positivismo es el monismo metodológico, o la idea de la unidad del método científico por entre la diversidad de objetos temáticos de la investigación científica. Un segundo principio es la consideración de que las ciencias naturales exactas, en particular la física matemática, establecen un canon o ideal metodológico que mide el grado de desarrollo y perfección de todas las demás ciencias, incluidas las humanidades. Por último, un tercer principio consiste en una visión característica de la explicación científica. Tal explicación es «causal», en un sentido amplio. Consiste, más específicamente, en la subsunción de casos individuales bajo leyes generales hipotéticas de la naturaleza, incluida la «naturaleza humana». La actitud hacia las explicaciones finalistas, i.e., hacia los ensayos de dar razón de los hechos en términos de intenciones, fines, propósitos, conduce o bien a rechazarlas como acientíficas, o bien mostrar que, una vez debidamente depuradas de restos «animistas« o «vitalistas», vienen a transformarse en explicaciones causales” (De “Explicación y comprensión” Alianza Editorial).
Hay quienes sostienen que la ciencia debería dejar de lado cuestiones tales como la finalidad de la vida del hombre, o la finalidad del universo. Sin embargo, es posible partir del conocimiento científico básico para dar un paso deductivo (denominado conocimiento filosófico, si se prefiere) hasta llegar a conclusiones prácticas. El Principio Cósmico antes mencionado es un ejemplo de tal actitud. De ahí que no debería verse como antagónicas las posturas causalistas y finalistas, sino complementarias. Von Wright escribió: “Por lo que se refiere a sus respectivos puntos de vista sobre la explicación científica, el contraste entre ambas tradiciones es caracterizado habitualmente en los términos de explicación causal versus explicación teleológica. También se ha llamado mecanicista al primer tipo de explicación, finalista al segundo. La tradición galileana en el ámbito de la ciencia discurre a la par que el avance de la perspectiva mecanicista en los esfuerzos del hombre por explicar y predecir fenómenos, la tradición aristotélica discurre al compás de sus esfuerzos por comprender los hechos de modo teleológico o finalista”.
El sociólogo Émile Durkheim es el autor del libro titulado “Las reglas del método sociológico”, respecto del cual Susana de Luque escribe:
“En Las reglas del método sociológico”, este autor plantea una serie de normas que deben estar presentes en el proceso de investigación social. En este libro expone su concepción acerca de cómo debe ser abordado el objeto de estudio de la sociología. La primera regla que enuncia es que los hechos sociales deben ser tratados como cosas. Esto significa tratarlos en sus características externas (por ejemplo, tratar la moral de una sociedad no a través de una filosofía reflexiva acerca de estos hechos sino a través de una manifestación concreta: los códigos). Más allá de una cosificación aparente, lo interesante de esta regla es que obliga al investigador a una reflexión acerca de su particular objeto de estudio. El estudioso debe tener presente que su objeto es estudiar lo que los hechos son (consecuencias observables) y no lo que él cree que son”.
“Durkheim plantea que es necesario hacer una ciencia moral que estudie los valores y las normas con criterios de objetividad científica. Los fenómenos morales son sumamente complejos porque no se dejan ver directamente sino que hay que buscarlos en las consecuencias observables que provocan. Entre otras reglas, Durkheim también plantea que el investigador debe eliminar sistemáticamente las prenociones. Esto significa que debe negarse a utilizar categorías que no fueron definidas científicamente, a partir de la observación, y que pueden provenir del saber vulgar. Este tipo de prenociones nos alejan de un estudio objetivo de los hechos sociales” (De “La posciencia” de Esther Díaz – Editorial Biblos).
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