Parte I
Respuesta al Sr. Blondet que, de forma arrogante a osado confutar mis pruebas acerca de la inexistencia de Jesùs, portando como documentaciòn los hechos contradictorios reportados en los cuatros evangelios canònicos.
Señor Blondet.
Considerando la obtusidad a la cuales son constrictas los creyentes que sostienen la propia verdad solo por una convicciòn de fè, quiero darle amistosamente una mano, para que pueda darse cuenta de quien es verdaderamente el Jesùs que usted tanto defiende para que sea tomado como un ejemplo de seguir para obtener la perfecciòn.
Siempre esperando un dèbate pùblico, puede portar con usted el su amigo Messori. Le enviò un pequeño elenco de historicos y psiquiatras que, libres de todo tipo de presion intelectual, se son expresado de Cristo usando exclusivament la razòn y el sentido:
<<Jesùs ha estado un pillo, mentiroso, seductore, presumido, justamente crucificado. El pretendìa ser el hijo de Dios. Hacìa el hipòcrita clavado en la cruz como habìa meritado y ha muerto victima de su locura, perverso, detestable traidor, que viniendo al mundo a portado todo tipo de malvacidad, infelicidad, ruina y una monstruosidad inimaginable>> (Berriot –“Atheisme ed atheistes au XVI siecle en france”-Parìs 1580)
<<Jesùs fuè persuadido de su nobleza y de su raza (Asmonea) y de la maravilla que acompañaba su nacimiento. Estas ideas influenciaròn su ambiciòn y poco a poco terminaron por hacerlo creer que de verdad era destinado a ejecutar un grande rolo en su paìs. Con la posibilidad que nuestro aventurero sea arrivado a creerse llamado del divino y diseñado de los profetas para ser el reformadore, el jefe, el Mesìa de Israel. En pocas palabras èl era un visionario y encontro personas simples que creyeron en su exaltaciòn. Este hombre fuè un fanàtico considerado realmente un inspirado del cielo, un enviado en su naciòn, en pocas palabras un Mesìa, que para sostener su misiòn divina no ha tenido ningùn escrupulo para emplear fraude adaptas a obtener un suceso en un paìs necesitado de milagros>>. Dietrich von Holbac- “Histoire critique de Jesus-Christ>>. Parìs 1767).
<<Jesùs se ha mostrado como un gran visionario que se autodeclara como venido del aire, portado en una nube del cielo y rodeado de angèles, para despertar los muertos y tener un juicio universal. Ningùn hombre sano de mente y de corazòn habìa tenido un lenguaje como el que el IV evangelio recita de boca de Jesùs>>. (Straus D.F. –“Das Leben Jesu bearbeite” –Tubingen 1936).
<<Si Jesùs es considerado como un sabio que realiza su misiòn de rabino, habemos encontrado su sabidurìa defectuosa de ser portada a judicarlo completamente del todo patròn de su razòn. Un hombre tal no merece la gloria que se le atribuye. Si se establece que la hipòtesis que Jesùs, por una alucinaciòn, oyendo hablar continuamente de la llegada del Mesìa prometido de los patriarcas y de los profetas que es peor todavìa. El rabino Jesùs desciende todavìa màs en nuestra apreciaciòn y no somos dispuestos a renderle tributo y homenaje a un alucinado. Hombres tales son frecuentes en la historia, he visto uno de este tipo que creyendose ser profeta correva con la punta del pies sobre los muros de Jerusalen>>. Micron J. “Vie de Jesùs”- Parìs 1886.
La grandeza mesianica llevò a Jesùs al delirio. Obsesionado de su intensa visiòn interior, arrivò poco a poco a la locura. El patìbulo le ahorra la demencia totale. El presentaba una actividad extraordinaria de la imaginaciòn de conducirlo a la alucinaciòn. Despuès de haber anunciado la llegada del Mesìa, asì como tantos profetas hebreos contemporaneo, Jesùs se convinciò que era èl el Mesìa, el Cristo, y con una gran fè en su misiòn y en la virtud secreta que esta le concedeva se convence de poder cumplir prodigios, de resucitar los muertos, de comandar los vientos. El desvanecimiento progresivo de la consiencia de su personalidad despuès de la revelaciòn que hizo a sus discìpulos a los piès del Hermon, hasta el dìa que en presencia de Caifa y Pilato, èl declarò abiertamente que el Mesìa, es por lo tanto, el Rey de los Judìos.
La ambiguedad de su respuesta a la pregunta que le hicieron, la atenciòn que èl pone a disimular sus sentimientos y a tenerse en guardia, el su mudismo en cuanto se siente en aprietos de sus enemigos, los sacerdotes y teòlogos, este mezcullo de violencia ardiente y de instintiva prudencia, de habilidad consumada e inconsciente, aparecerà en los màs altos niveles.
Si marìa y sus hermanos los hubieseron reportado en la casa del Nazareth, y tenido bajo control, el profeta galileo, tal vez, habìa terminado sus dìas en cualquier seminterrado de la casa paterna encadenado como el endemoniado de Cesara. El era una alienado de atar.
Jesùs se entretiene con demonios y se le ve rodeado de bestias salvajes y de angeles celestiales. Un dìa ve a Satanàs caer del cielo como un rayo. Estas son alucinaciones. Cuando en medio a su grupo de Galileos, èl hace en Jerusalen la entrada rumorosa y teatrale que conocemos, cuando en los campos de Jerusalen, un dìa que venìa de Bethania y sentìa hambre èl se acercò a una planta de figo cubierta de hojas y la maldijo porque no tenìa frutos, aùn sabiendo que no era la estaciòn del figo, cuando hizo una media revoluciòn en uno de los patìos del templo en la hora que normalmente se realizan los mercados; en fin, cuando se jacto en voz alta que habrìa destruido el templo y habrìa reconstruìdo otro en tres dìas, Jesùs demostrò señales de un estado mental irrecuperable.
Lo que dà a estos actos un caracter indiscutible de locura no es la violencia, màs bien la absurdidad. (Soury J. Jèsu et les Evangiles. Paris 187
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