Son muchos los pensadores que han interpretado al cristianismo como una religión sin misterios. Ello se debe a que todos los aspectos extraños, o lógicamente incoherentes, han sido interpretados como simbologías que son sólo un medio para expresar ideas simples y profundas. Pero se acepta que son mensajes acordes a la realidad.
Esta postura se ha denominado religión natural y descarta la existencia de milagros, como intervenciones directas de Dios por las cuales interrumpe momentáneamente las leyes naturales.
¿Es posible que el cristianismo pueda ser efectivo al ser considerado como una religión natural? Para contestar esta pregunta podemos ubicarnos imaginariamente en las épocas en que Cristo predicaba y muchos de sus oyentes aceptaban sus palabras. Esos creyentes eran así denominados porque creían en la veracidad de esas palabras.
Varios de ellos no contemplaron ningún milagro, ni tampoco necesitaban hacerlo para creer en la veracidad del mensaje recibido. De ahí que, podemos decir, es posible la existencia de un cristianismo sin misterios.
Posteriormente se denominó “creyente” al que poseía determinada postura filosófica respecto del funcionamiento del mundo real. Esa creencia implicaba aceptar que Dios interrumpía sus leyes o intervenía en el mundo cuando los hombres se lo pedían.
El creyente en la palabra de Cristo es el que, generalmente, adopta una actitud ética compatible con el mensaje escuchado, mientras que el que adopta una postura filosófica determinada puede, o no, adoptar una actitud ética adecuada.
La interpretación del cristianismo como una religión natural, hará que muchos acepten su contenido ético cambiando radicalmente sus vidas. Sin embargo, las distintas Iglesias cristianas consideran tal interpretación como algo sacrílego, por lo que no es de esperar grandes cambios en la religión, al menos en lo inmediato, a pesar de la grave crisis moral que afecta a la mayoría de las sociedades de todo el mundo. Pareciera que es más importante la popularidad de Cristo que el nivel de sufrimiento de gran parte de los seres humanos.
Se supone prioritaria la actitud filosófica a la actitud ética. Esto resulta algo poco práctico, porque es muy difícil que todos los hombres adopten posturas filosóficas similares. Este fracaso evidente hace que una minoría se suponga elegida por Dios para la vida eterna, cuando lo que en realidad hacen es ahuyentar a gran parte de la población respecto de la religión ética.
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