Varios son los supuestos filosóficos que llevan a simplificaciones excesivas llegando a soluciones fáciles de poner en práctica y fáciles de asimilar por la mayoría de los seres humanos. Entre tales simplificaciones podemos mencionar las siguientes:
a) Inexistencia del Bien y del Mal
b) Inexistencia de la verdad objetiva
c) Inexistencia de factores hereditarios
Generalmente clasificamos a las acciones humanas según los efectos que producen. Decimos que algo es bueno cuando produce efectos deseables, y malo cuando produce efectos indeseables, o mejor aún, bueno es lo que produce felicidad y malo lo que produce infelicidad. La existencia, o no, del Bien y del Mal, implica, por lo tanto, la validez, o no, de vínculos existentes entre causas y efectos.
Quienes afirman que no existe el bien y el mal, sostienen que son conceptos que cambian con las épocas, de ahí que, a cierta causa, le seguirán distintos efectos. Ello se debe a que, supuestamente, cambian las leyes naturales con el tiempo, incluso las leyes que gobiernan el comportamiento humano.
También se supone que el hombre actúa sólo por influencia del medio social, de ahí que, cambiando las ideas predominantes en la sociedad, a igual causa le seguirán distintos efectos, ya que, lo que antes se consideraba bueno, en otra época, o en otro lugar, podrá considerarse malo, y viceversa.
Hemos llegado así a la primera gran simplificación. Se trata de una simplificación por cuanto la mente de los filósofos, como la de los humanistas, no tendrá que trabajar intensamente tratando de descubrir cuál es el mejor camino hacia la felicidad, o cuál es el camino hacia el Bien, simplemente porque dicho concepto depende de las convenciones y de los acuerdos humanos. Ya la ética no existirá, ni tampoco la religión, ni la filosofía práctica, ni las teorías de la acción tendrían sentido. La educación perdería toda posibilidad de llegar a sustentarse en contenidos objetivos, a no ser por aquellos estrictamente intelectuales. El camino hacia el relativismo moral se inicia de esta forma.
Hay quienes, al adherir al relativismo moral, también adhieren al relativismo de la verdad. Así, se admite la existencia de una verdad religiosa distinta a la verdad científica y a la filosófica. Algo verdadero en religión podría ser falso en ciencia, y viceversa. Luego, los pensadores deberían dejar de preocuparse por llegar a una verdad única y objetiva, ya que ésta tampoco habría de existir. Cada individuo no sólo debería hacer lo que le viene en ganas, sino que también debería suponer, respecto del mundo real, lo que le viene en ganas.
También hay quienes afirman que existe una moral asociada a la clase social a la que se pertenece y también una mentalidad de clase, lo que anularía todo intento unificador. Así como en la India cada individuo pertenece a una casta social desde nacimiento, se afirma que en los demás países pasa algo similar, ya que los pobres, o los proletarios, nunca podrán dejar de serlo. Se ignora la existencia de la clase media, tan importante en muchos países.
El origen de estas ideas puede encontrarse, posiblemente, en una creencia básica, tal la creencia de que el hombre actúa sólo por la influencia del medio social, no existiendo ninguna influencia de aspectos hereditarios. De ahí que podríamos diseñar una sociedad ideal (comunismo, por ejemplo) y luego se le enseñaría a los niños que eso es “bueno” por definición, y “malo” lo contrario, y así se lograría un mundo feliz.
Esta es la tercera gran simplificación, la ignorancia de los aspectos hereditarios. Tal simplificación implica ignorar las leyes de la genética, una ciencia constituida no sólo por palabras, sino por hechos verificados experimentalmente. El rechazo de la genética, por parte de los jerarcas de la ex-URSS, y la aceptación de la “genética de la influencia del medio”, elaborada por Lisenko, condujo a la agricultura soviética a serios problemas.
La creencia en que el hombre actúa sólo por la influencia del medio social, hace que nadie se sienta culpable de nada, por cuanto se supone que “la culpa es del sistema (social y económico)”. Así como el adolescente se siente libre de culpa cuando el grupo al que pertenece realiza algún acto delictivo, aduciendo que él no hizo nada, sino que “fue el grupo”, el adulto adopta una actitud similar. Las ideas predominantes en la sociedad no lo hacen sentir un individuo, sino una anónima parte de un grupo que carece de ideas y de orientación.
El auge del relativismo moral tanto como el del relativismo de la verdad, está conduciendo a las sociedades actuales a niveles de crisis bastante serios. Se critica severamente a quienes tratan de “imponer” verdades sectoriales, ya que se descarta la posibilidad de que puedan ser verdades objetivas, pero no se hace ninguna crítica a los que tratan de imponer a los demás la fundamental creencia en la inexistencia del Bien, del Mal y de la Verdad.
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