Podemos asociar a cada persona una dimensión espacial, es decir, podemos describirla, como al espacio, mediante tres variables matemáticas: X, Y, Z. Diremos que cada hombre tiene una dimensión estética (X), una dimensión intelectual (Y) y una dimensión ética (Z). De ahí que la educación debe tratar de dar un desarrollo equilibrado de estas tres dimensiones del hombre.

Los sentimientos están asociados al comportamiento ético, y constituyen los valores más importantes del hombre. Wolfgang Goethe, para afirmar la superioridad de los sentimientos respecto del intelecto, dijo: “Lo que yo sé, todos pueden saberlo, pero el corazón es sólo mío”. En cambio, el destacado filósofo y matemático René Descartes, quizás justificando su solterío, expresó: “He preferido la verdad a la belleza”.

Podemos caracterizar a todo ser humano, incluso a todo grupo social, mediante estos tres aspectos: estético, ético e intelectual, ya que existe cierta independencia entre los mismos. Esto se debe a que existen personas de reconocida belleza exterior, pero con pocos valores éticos e intelectuales, o bien personas con reconocida belleza interior, pero con pocos atributos físicos e intelectuales, y así todas las demás posibilidades. El hombre plenamente adaptado al orden natural será el que tenga un desarrollo equilibrado de los tres aspectos.

La vida espiritual es la que caracteriza nuestra naturaleza propiamente humana y, a veces, los aspectos afectivos e intelectuales crecen como compensación a una pobre valoración estética. Así, tanto Pascal, como San Francisco, como Spinoza y como Kierkegaard poseían una salud precaria, posiblemente tendrían poco atractivo estético y los tres vivieron alrededor de los cuarenta años, pero pasan los siglos y sus atractivas personalidades siguen despertando curiosidad. Dijo François Mauriac sobre Pascal: “…al cabo de tres siglos él aún está ahí, vivo, tomando parte en nuestras disputas. Hasta sus mínimos pensamientos nos confunden, entusiasman o incomodan, pero él es comprendido al momento, desde la primera palabra, mucho mejor que en su propio tiempo…”.

Si tuviésemos que elegir una edad óptima para detener el paso del tiempo, un deportista la elegiría entre 25 o 30 años. Un científico entre 35 y 45 años, un filósofo quizás algo más, mientras que la edad óptima para quien basa su vida en sus vínculos sociales y afectivos, podrá elegir una edad mayor aún. De ahí que una valoración excesiva de la belleza física hará sentir poco feliz a quien posee una edad que excede a la del ideal respectivo. Lograr el desarrollo equilibrado de nuestras tres dimensiones equivale hacer más intensa nuestra propia vida.

Si tuviésemos que elegir al “modelo de hombre feliz”, quienes viven en la fase estética pensarán en algún millonario que vive lujosamente. En cambio, quienes viven en la fase ética e intelectual, podrán elegir una vida como la del médico Edward Jenner, quien alguna vez habrá podido decir con orgullo: “…con mi vacuna podré salvar 60 millones de vidas por siglo”, ya que esa fue la cantidad estimada de víctimas de la viruela durante el siglo XVIII. Por su obra podemos decir que era “creyente”, en el sentido religioso, aunque no sepamos cuáles eran sus pensamientos al respecto.

La evolución tecnológica y la vida moderna exigen al hombre un mínimo esfuerzo físico en sus actividades cotidianas, mientras que nuestra propia naturaleza requiere de cada uno de nosotros una actividad muscular permanente para el logro de una vida sana. El ejercicio físico y el deporte son necesarios e imprescindibles para el logro de una vida plena; fortalecen al cuerpo y prolongan la vida. Ayudan a embellecer el aspecto exterior como también han de servir para ejercitar la voluntad y la disciplina; aspectos necesarios para nuestro cotidiano vivir. John Locke escribió: “Educar es obtener un alma sana en un cuerpo sano”.

Los pueblos, como las personas, presentan características que predominan sobre las demás. Así, los romanos tenían una mentalidad práctica. Realizan, por ejemplo, 90.000 km de caminos, haciendo que los romanos representan la fase tecnológica de la humanidad. Uno de ellos dijo: “Los griegos y los egipcios hacen monumentos que no tienen utilidad práctica, mientras que Roma construye caminos y acueductos que sirven a todo el pueblo”. Por el contrario, en Grecia se acentúa la fase intelectual y científica de la humanidad, y en donde, incluso, desprecian actividades puramente prácticas. También los pueblos deberán buscar un desarrollo equilibrado entre ciencia, tecnología y religión.