Estamos viendo en estos días los efectos del odio más intenso y perdurable que pueda existir, tal el caso del odio religioso.
Es evidente que la religión puede producir favorables cambios en el ser humano, pero también puede producir grandes males.
Quizás sea éste el fin de la religión tradicional, es decir, para mucha gente, la religión de la fe ciega y la irracionalidad ya es una cuestión del pasado que aún manifiesta sus efectos en muchos pueblos.
El punto de partida para la disidencia consiste en que alguien es seguidor del "Dios hecho hombre", otros son parte del "pueblo elegido", otros son seguidores del "enviado de Alá", otro es la "n-sima reencarnación de Dios".
Cuando alguien parte de la atribución de ser el poseedor de la verdad, está negando la posibilidad de que la verdad esté en los otros, por lo que se rompe el entendimiento apenas se intenta establecer.
Las religiones (o pseudoreligiones) que dividen a los seres humanos, deben dejar paso a posturas más civilizadas, compatibles con la ciencia experimental, en las que las leyes naturales, objetivas y comunes a todos los hombres, deben ser la referencia central.
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