Como toda mujer hebrea que paría, María fue
inmunda por haber parido a Jesús.
Y Este también fue
inmundo por haber tenido contacto con la sangre de
su propia circuncisión, a los 8 días de nacido.
Para los judíos, el contacto con la sangre de la placenta
contamina tanto a la madre como a su hij@. Y como toda parturienta hebrea con su hij@, tanto María como su bebé
tuvieron que ser purificados de esa inmundicia,
Lc. 2:21-24, mediante el doble sacrificio de holocausto y de
expiación para la purificación de ellos, conforme a lo dispuesto por la
Ley en
Lev. 12:1-8.
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