La doctrina de la Trinidad es complicada porque los hombres están más interesados en encontrar justificativas para sus propias doctrinas do que en la busca de la verdad.
Las cosas de Dios son sencillas y quien hace la confusión y la complexidad son los hombres con su innumeras religiones.
El discípulo de Jesús, Felipe, ya tenía esa misma dificultad que los religiosos de hoy tienen, pues no aceptaba la declaración de Jesús, al identificarse con el Dios Padre, diciendo: “Si mi conocieras, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora lo conocéis y los habéis visto (Juan 14:9)
Jesús se admiró por cuanto Felipe estaba con Él hacia tanto tiempo y no comprendía lo que Jesús afirmaba: “El Padre y yo UNO SOMOS” (Juan 10:30); “EL PADRE ESTÁ EN MÍ Y YO EN EL PADRE”, como dice Juan 10:38.
Si alguien intentar comprender la Trinidad solamente con ojos materiales, va ciertamente llegar a absurdos tales como concluir que el Hijo es Padre de si mismo, o que Jesús y Maria son hermanos.
Sin embargo, la solución es admitir con sencillez la integración que existe entre los ministerios del Padre, del Hijo y del Espíritu, aunque sean tres personas distintas.
Es por causa de esa integración entre los tres componentes de la Trinidad que yo he dicho anteriormente que la formula aritmética que expresa la pluralidad de Dios no es 1+1+1=3, sino 1x1x1=1.
La armonía entre el Padre, el Hijo y el Espíritu es perfecta y no hay ningún sentimiento de “superioridad” o de “diferencia” entre ellos, pues mientras el Hijo procura siempre honrar el Padre, ocurre el mismo con el Padre en relación al Hijo y el Espíritu en relación al Padre y al Hijo. Los tres actúan con perfecta cooperación en áreas distintas, pero con un solo objetivo.
En las familias terrenas tenemos también una analogía de la “igualdad” entre un padre y su hijo legítimo. Hasta la mayoridad del hijo, él es sumiso al padre, pero después de atingir la fase adulta, el hijo tiene los mismos derechos de su padre y es su heredero legal. Si el hijo tiene su propio hijo, el nieto tendrá igualmente los mismos derechos de la herencia y así sucesivamente.
Los mismos que enseñan una desigualdad (o mismo, una jerarquía) entre el Padre y el Hijo, también hacen diferencias discriminatorias entre el hombre y la mujer. Todavía, a pesar del hombre ser considerado “cabeza” no significa que es mayor que la mujer, pues una cabeza sin cuerpo es un monstruo. Los papeles del hombre y mujer son distintos pero el objetivo en la construcción de un lar harmonioso es un solo.
Desagregar la Trinidad es lo mismo que desagregar la familia. Cuando hay honra mutua entre los miembros respectivamente, los sentimientos de envidia, superioridad y antagonismos desaparecen completamente.
Oswaldo
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