Máscaras.
La mujer se afanaba por ser perfecta,
excepcional esposa,
y una madre amorosa,
de las buenas costumbres respetuosa,
y sonreía dichosa,
ante tan gran fortuna.
Eterna sonrisa de Mona Lisa,
vestía ante la sociedad su máscara,
lucía su vida de novela rosa,
había que cuidar las apariencias,
porqué así inculcáronle desde niña,
abuela, madre, hermana y tía.
Cayóse la careta de falsa felicidad,
que le hería e impedía gritar su dolor,
e imponíale un silencio atroz,
ella, no valía, su opinión no importaba,
y si era vapuleada, bien lo merecía,
porque, él así decíale cuanto le quería.
La mujer yace exánime, dejó de ser "perfecta"
luce una fúnebre mueca grotesca,
que pretendió breve, ser su última sonrisa,
con las entrañas expuestas, al fin, dejó de sufrir,
irónica forma de alcanzar su libertad.
¿Nombre? Tú, ella, yo, nosotras,
¡Qué más da! Sólo una fría cifra
que se ha de agregar a la estadística nacional,
víctimas del terror que crece y se extiende irracional,
ejercido impune: esposo, padre, hermano o desconocido,
¿Delito? Fortuito, haber nacido mujer y no varón.
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