Parte III
El arrianismo a través de los siglos (XII y último)
El artículo anterior (BT nº 117, de fecha 04-06-04, p. 12) continúa así: nuestro libro titulado Adventismo y Jehovisno (su origen y su peculiar mensaje),[url="http://www.rincondelpoeta.com/libros/pedrodefelipe/temas.htm"] Ir al Texto [/url]
Por consiguiente, así se encuentra ahora la cuestión del arrianismo en el mundo católico:
1) Por un lado están los que creen según la doctrina del judío neoplatónico Filón, seguida y reelaborada por los dirigentes de la Iglesia durante los siglos II y III, y elevada a dogma por los concilios de Nicea y I de Constantinopla, y rematada con el absurdo del concilio de Calcedonia en el año 451, que dice que Jesús, además de haber sido engendrado por Dios en su naturaleza humana, también fue engendrado en su naturaleza divina; por lo que el Logos-Dios era Hijo de Dios antes de encarnarse, y, después de su encarnación, volvió a ser otra vez Hijo de Dios como Hombre. Esta doctrina filosófica (porque partió del filósofo Filón) y pagana (porque sólo en paganismo es donde había dioses-hijos, debido a que los dioses se engendraban unos a otros, como ya vimos en el artículo IV; y, en el artículo V, donde Teófilo de Antioquia, dice: "Teniendo, pues, Dios a su Logos inmanente en sus propias entrañas, le engendró con su propia sabiduría, emitiéndole antes de todas las cosas." ¡Qué paganismo!). Todo consiste en que Filón dijo que el Logos había sido engendrado por el Padre; después, al querer cada uno explicar cómo fue ese engendramiento (como eso era explicar algo que nunca había existido), se hartaron todos de decir errores.
2) Por otra parte, esa doctrina pagana sirvió como base a Arrio, para inventar su doctrina del unitarismo divino contra el Logos-Dios y, después, contra la divinidad de Cristo; es decir, nada más admite una sola persona en la Deidad, el Padre, que engendró al Logos (tal como dijo Filón) y, después a Jesús (como corroboró el Concilio de Calcedonia). Por consiguiente, todos los que ahora profesan el unitarismo divino, son arrianos (con diferentes nombres).
3) Por consiguiente, mientras unos siguen la doctrina pagana de Filón, otros siguen la doctrina pagana y errónea de Arrio; pero la doctrina cristiana del apóstol Juan, la única que es bíblica, quedó muerta cuando él murió; a pesar de que, como hemos visto, es muy sencilla: en el principio el Logos era Dios, cuya existencia no tiene comienzo; por tanto, nadie le engendró y, por consiguiente, no tiene padre ni madre. Después el Logos-Dios tomó la naturaleza humana por medio de la encarnación y, así, llegó a ser un hombre llamado Jesús, que tenía oculta en él la naturaleza divina del Logos; por esto era (y es), desde su encarnación, Dios y Hombre; como hombre, su padre es "el Dios" (de Juan 1:1) y su madre es María. Decimos que Jesús continúa siendo Dios y Hombre porque así lo afirma el apóstol Pablo (en contra de los TJ, que dicen que Jesús, a partir de su resurrección, sólo es un espíritu); esto dice Pablo hablando de Cristo: "[…]; porque en él habita toda la plenitud de la Divinidad corporalmente, […]." (Colosenses 2:9).
4) Por si no estuviera el asunto que hemos tratado hasta aquí suficientemente enfollonado con las doctrinas de Filón y de Arrio, y las calles llenas de predicadores del unitarismo divino, aparece ahora un nuevo filoarriano, del cual y de su condena ya hemos hablado en el artículo I. En efecto, en él, vemos que el teólogo y profesor Tamayo expresa su simpatía por Arrio, pues dice: "Recuerdo a Arrio (256-336), sacerdote piadoso, que situaba a Jesús en la máxima cercanía de Dios, pero no lo reconocía como Dios […]." Y, en su libro titulado Dios y Jesús , p. 125, se sirve de un texto bíblico que parece ser el caballo de batalla de los arrianos de todos los tiempos para mostrar que Cristo no puede ser verdadero Dios, porque él dice que es inferior a su Padre: el texto es el de Juan 14:28 (Vimos, en el artículo XI, que ese texto fue empleado por Arrio y , ahora, por los TJ), y, en parte, dice así: "[…] el Padre es mayorque yo." En esta frase, se apoyan los arrianos; pero obvian la otra frase del mismo Jesús, que dice: "Yo y el Padre somos una cosa." (Juan 10:30). Es difícil llegar leyendo al texto anterior sin haber pasado por éste; pero así de absurdos son los arrianos. No quieren reconocer que al ser, Jesús, Dios y hombre, se refiere a su humanidad en el primero de estos dos textos, y, a su divinidad, en el segundo. Esto lo hizo Jesús en más de una ocasión, para desesperación de los judíos, que no entendían nada; como cuando dice: "[…], antes que Abraham llegara a existir, yo soy. Cogieron entonces piedras para arrojárselas; […]." (Juan 8:58-59). Aquí, es eviden - te que Jesús se refiere a su existencia prehumana como el Logos- Dios, y, además, se identifica con el Dios que mandó a Moisés que fuera a Egipto, quien le dijo: "[…]. Así responderás a los hijos de Israel: Yo soy me manada a vosotros." (Éxodo 3:14). Jesús insistió en identificarse con el Yavé (el Yo soy) del Antiguo Testamento: "[…]; porque si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados." (Juan 8:24); y, en el AT, leemos: "Así habla Yavé, el rey de Israel, su redentor, Yavé de los ejércitos: Yo soy el primero y el último y no hay otro Dios fuera de mí." (Isaías 44:6); y ese Yavé se identifica con Cristo, así: "No temas, yo soy el primero y el último, el viviente, que fui muerto y ahora vivo por los siglos de los siglos, […]." (Apocalipsis 1:1. "Esto dice el primero y el ú l t i m o, que estuvo muerto y ha vuelto a la vida […]" (Apocalipsis 2:, etc. Por esto, cuando un arriano recurre a los escritos del apóstol Juan para negar la divinidad de Jesús, comete su suicidio teológico, como ha hecho el teólogo Tamayo en su libro precitado Dios y Jesús; del que se dice así: "La Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, […], considera necesario hacer algunas aclaraciones sobre la enseñanza contenida en el libro de Don Juan José Tamayo Acosta, Dios y Jesús […], selección arbitraria – no justificada – de pasajes del Nuevo Testamento con abandono expreso de otros […]. La aportación del autor no es sino una versión renovada del antiguo error arriano: negación de la divinidad de Jesucristo, presentación de Jesús como un mero hombre, […]." (ECCLESIA, 18 de enero de 2003, p. 10). Por lo visto hasta aquí, dedicamos estos sonetillos a todos los arrianos:
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