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Tema: Obedecer las Reglas

  1. #1
    Forero Experto
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    04 jul, 04
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    Predeterminado Obedecer las Reglas

    Cuando yo era un niño, en mi casa me enseñaron a honrar dos reglas sagradas:

    Regla N° 1: En esta casa las reglas no se discuten.

    Regla N° 2: En esta casa se debe respetar a papá y mamá.
    Y esta regla se cumplía en ese estricto orden. Una exigencia de mamá, que nadie discutía... Ni siquiera papá. Astuta la vieja, porque así nos mantenía a raya con la simple amenaza: "Ya van a ver cuando llegue papá".
    El respeto por la autoridad de papá (desde luego, otorgada y sostenida graciosamente por mi mamá) era razón suficiente para cumplir las reglas.
    Las reglas me contenían, me ordenaban y me protegían. Me contenían al darme un horizonte para que mi mirada no se perdiera en la nada, me protegían porque podía apoyarme en ellas dado que eran sólidas. Y me ordenaban porque es bueno saber a qué atenerse. De lo contrario, uno tiene la sensación de abismo, abandono y ausencia.
    Las reglas a cumplir eran fáciles, claras, memorables y tan reales y consistentes como "lavarse las manos antes de sentarse a la mesa" o "escuchar cuando los mayores hablan".
    Había otro detalle, las mismas personas que me imponían las reglas eran las mismas que las cumplían a rajatabla y se encargaban de que todos los de la casa las cumplieran. No había diferencias. Éramos todos iguales ante la Sagrada Ley Casera.
    Sin embargo, y no lo dude, muchas veces desafié "las reglas" mediante el sano y excitante proceso de la "travesura" que me permitía acercarme al borde del universo familiar y conocer exactamente los límites. Siempre era descubierto, denunciado y castigado apropiadamente.
    La travesura y el castigo pertenecían a un mismo sabio proceso que me permitía mantener intacta mi salud mental. No había culpables sin castigo y no había castigo sin culpables.
    El castigo era una salida terapéutica y elegante para todos, pues alejaba el rencor y trasquilaba a los privilegios. Por lo tanto las travesuras no eran acumulativas. Tampoco existía el dos por uno. A tal travesura tal castigo. Nunca me amenazaron con algo que no estuvieran dispuestos y preparados a cumplir.
    Así fue en mi casa. Y así se suponía que era más allá de la esquina de mi casa. Pero no. Me enseñaron bien, pero estaba todo mal. Lenta y dolorosamente comprobé que más allá de la esquina de mi casa había "travesuras" sin "castigo", y una enorme cantidad de "reglas" que no se cumplían, porque el que las cumple es simplemente un estúpido.
    El mundo al cual me arrojaron sin anestesia estaba patas arriba. Conocí algo que, desde mi ingenuidad, nunca pude digerir, pero siempre me lo tuve que comer: la impunidad.
    En mi casa no había impunidad. En mi casa había justicia, justicia simple, clara, e inmediata. Pero también había piedad. Justicia, porque "el que las hace las paga". Piedad, porque uno cumplía la condena estipulada y era dispensado, y su dignidad quedaba intacta y en pie. Al rincón, por tanto tiempo, y listo... Y ni un minuto más, y ni un minuto menos. Por otra parte, uno tenía la convicción de que sería atrapado tarde o temprano, así que había que pensar muy bien antes de sacar los pies del plato.
    Las reglas eran claras. Los castigos eran claros. Así fue en mi casa. Y así creí que sería en la vida. Pero me equivoqué. Hoy debo reconocer que en mi casa de la infancia había algo que hacía la diferencia, y hacía que todo funcionara. En mi casa había una "Tercera Regla" no escrita y, como todas las reglas no escritas, tenía la fuerza de un precepto sagrado. Esta fue la regla de oro que presidía el comportamiento de mi casa:

    Regla N° 3: No sea insolente.
    Usted puede romper una regla, es su riesgo, pero si alguien le llama la atención, o es atrapado, no sea arrogante e insolente, tenga el coraje de aceptarlo y hacerse responsable, además de hacer todo lo necesario para enmendarlo. Pisar el césped, cruzar por la mitad de la cuadra, pasar semáforos en rojo, tirar papeles al piso, fumar en lugares prohibidos, etc. La insolencia de romper la regla, sentirse un listo, e insultar, ultrajar y denigrar al que responsablemente intenta advertirle o hacerla respetar. Así no hay remedio.
    La insolencia está compuesta de petulancia, descaro y desvergüenza. La insolencia hace un culto de cuatro principios:
    -Pretendemos saberlo todo, Tenemos razón en todo hasta morir, No escuchamos, Tu me importas solamente si me sirves.
    Seguramente muchos podemos pensar que ésas eran también las reglas en nuestras casas
    Tanta gente lo puede confirmar que podemos llegar a la conclusión que somos una inmensa mayoría. Y entonces surge la pregunta obligada, si somos tantos, ¿Por qué nos acostumbramos tan fácilmente a los atropellos de los insolentes? La respuesta es casi siempre la misma: PORQUE ES MÁS CÓMODO, y uno se acostumbra a cualquier cosa, para no tener que hacerse responsable. Porque hacerse responsable es tomar un compromiso y comprometerse es aceptar el riesgo de ser rechazado, criticado o sancionado.
    No tire papeles en la calle. Si ve un papel tirado, levántelo y tírelo en un bote de basura.
    Si no hay un bote de basura, llévelo con usted hasta que lo encuentre. Si ve a alguien tirando un papel en la calle, simplemente levántelo usted. No va a pasar mucho tiempo en que seamos varios para levantar un mismo papel.
    Si es peatón, cruce por donde corresponde y respete los semáforos, aunque no pase ningún vehículo, quédese parado y respete la regla. Si es un automovilista respete los semáforos, y respete los derechos del peatón.
    Todo esto parece muy tonto, pero no lo crea, es el único modo de comenzar a desprendernos de nuestra proverbial INSOLENCIA. La insolencia colectiva tiene un solo antídoto, la responsabilidad individual. Si todos somos capaces de entender y hacer esto, seremos capaces de hacer cualquier cosa. Porque hay que aprender a hacerlo todos los días. Ése es el desafío. Los insolentes tienen éxito porque son insolentes todos los días, todo el tiempo.
    Nuestros paises está condenado bajo esta situación a menos que aprendamos a cargar con la disciplina y las reglas que nos imponen; o cargaremos y viviremos con las consecuencias.

  2. #2
    Forero Experto
    Fecha de ingreso
    06 ene, 03
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    1,332

    Predeterminado Re: Obedecer las Reglas

    todo tiene un limite.

    es obvio que para vivir en armonia se deben seguir las reglas pero si se esta somertido a ellas uno jamas podra superarse y terminara convirtiendose en exactamente lo mismo que sus padres.

    por ejemplo: si siguiera al pie de la letra esa orden de "no sea insolente" y "se debe respetar a mama y a papa" jamas me abria atrevido a salirme de mi casa y formar mi propia vida, la cual hoy por hoy es mas que respetada que mis padres, ya que vieron que al no seguir sus reglas pude superarme y hacer cosas por mi cuenta que ellos jamas abrian podido darme.
    Soy el vampiro Spike. Soy inmortal. Mas o menos.


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