Corazón, ven y siéntate a mi lado. Es momento que hablemos y reconozcas la verdad. Sabes que no puedes mentirme porque a la razón no la puedes engañar.
Reconoce, Corazón, que lo amas... que a pesar de mis vanos intentos de disuadirte, decidiste seguir el camino de la ilusión y dejaste que te crecieran alas y volaste más allá de mi protección.
No pudiste, Corazón, disimular tu amor por él... la mirada siempre te traicionó. A lo mejor él la pudo descifrar, quizás decidió pasarla por alto o simplemente la ignoró... ¿Acaso importa Corazón? Lo esencial es que ese amor existió, que aún te hace latir con aceleración.
Puedo sentir que te duele ¿verdad Corazón? Es este dolor el que te quería evitar; más ahora dale rienda suelta: desahógate pero no sigas fingiendo que nada pasó, porque las lágrimas no te secarán, Corazón, pero la negación te traerá más opresión.
No, Corazón, cerrarte no es la mejor opción. Tienes que creer que en algún lugar hay alguien que leerá y comprenderá tu mirada, que sentirá tu latir cadencioso y añorará el sentir de tu pasión.
Más ahora debes ser fuerte y valiente, Corazón mío, debes dejarlo ir para siempre... No te pertenece, ni nunca te perteneció ni aún en tu imaginación.
¡Sólo confiesa, mi Corazón, que lo amaste sin razón!
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