El Viejo Roble

Era una noche tan densa y fría que hasta el propio viento buscaba refugio, filtrándose entre las rendijas de la vieja cabaña, en busca del calor que la lumbre desprendía.

El brasero consumía las astillas hechas de un viejo roble que el hacha de Teso sin piedad desgajó.

Teso, se encontraba frente a la lumbre. Su sombra se proyectaba al vaivén que producían las llamas caprichosamente zarandeadas por el viento.

Sentado frente a la vetusta mesa cubierta de mugre resinosa y hastía de cortadas acerosas, observaba un pergamino rugoso y amarillento que había encontrado en el interior ahuecado del roble.

Punzado de curiosidad asió el pergamino que a punto estuvo de ser pastos de las llamas si no se hubiese dado cuenta al echar los últimos troncos a la lumbre. Una vez en sus manos comenzó a leer, a la luz intermitente que desprendía la lumbre. Las sienes sudorosas impregnadas de aserrín, desprendían ahora gotas de sudor frío. El pergamino narraba la historia de un viejo militar cántabro que perdió los brazos en la guerra y murió empalado por la astilla de un viejo roble después de comprobar que su Dama amada le había engañado con su amor anterior: un confeso bandolero puesto en libertad.

El pergamino decía así:

“A un viejo roble en las afueras de un pueblo le rondaban los amores, las lágrimas y los deseos.

Comentaban los más viejos del lugar que sobre su base yacían enterrados, celos de amores y también dulces pecados. Su tronco, el cuál reposaba en el cruce que separa el camino del sendero, hastiado estaba de rumores, de historias y de surcos hechos de acero.

Todo comienza con el beso que dio la Dama a un confeso, éste por asaltador de caminos se encontraba preso.

Una vez cumplida su condena reencontrarse con su amada, de largos años perdida, al confeso obsesionaba, sin embargo su “Dama amada” ya se encontraba casada.

Las noches de espera eran frías, por eso la desposó, un militar de altas miras que amputados tenía sus brazos de guerras ultramarinas.

Irritables rumores, cual ecos que no perdonan, se escuchaban en todo el pueblo y recorrían de boca en boca:

La Dama y el bandolero habían sido vistos, a la luz de la luna, junto al viejo roble, cual arcaico diamante, donde tenían sus encuentros los dos amantes.

Una noche, como tantas otras, la Dama llega cansada y menguante. El viejo militar quiere asegurar sus dudas y hacia el viejo roble, raudo parte... Una vez allí, sus dudas se esfuman ya que, delatan las artes. Alrededor del viejo roble marchita está la hierba que motea lentejuelas del vestido que un día a su Dama Turenia, conocida en el pueblo por “Dama de las camelias”

le regaló galante.

El viejo militar ante tanto agravio, largo rato desesperado llora, sentado junto a la base del roble y se dice que entre lamentos comenta:

-“Amigo roble... hoy está echada mi suerte y solo tú serás testigo de este agravio que me lleva a la muerte.”-

Decidido ahorcase, difícil le resulta la tarea al no tener brazos que puedan soltar su correa... Obsesionado por darse muerte mil ideas macera. Del viejo roble sobresale una astilla lacera, decidido, se arrima al roble para hundirla en su pecho, deseoso de que su muerte acaeciera. La astilla del roble de estar alta, al militar, aunque mucho lo intenta, no llega.

-“Agáchate roble, mi muerte no desea ya más espera”- imploraba el militar, una y mil veces, con su voz carraspera.

Tanto fue el ruego, tanta la pena, del viejo militar que la historia cuenta; que el roble compasivo se hundió en la tierra y abrazó al militar atravesándole, cual puñal, su afilada astilla..., al fin la muerte del militar no fue esquiva. Seguidamente el viejo roble de lágrimas sus hojas llena.

Un viento suave mece sus ramas que impregnan la muerte serena del militar, al que se le va la vida y con ella sus penas. El último hálito de su voz carraspera fue para decir: -“ Gracias, amigo, roble de fuerte madera”-

Con el pasar de los años en el viejo roble se citaban nuevos amores, que al trazar sus iniciales advertían con sorpresa que por savia, brotaba sangre de su corteza...”

Una vez Teso hubo terminado de leer el pergamino, el miedo se apoderó de su cuerpo. Pensativo, reflexionaba sobre la trágica historia que acabada de leer ¿quién pudo meter aquel pergamino que auguraba siglos en el hueco del viejo roble? se preguntaba una y otra vez.

Cerca de donde había talado el viejo roble, se encontraba el pueblo donde él vivió antes de trasladarse a la cabaña. Su abuelo en más de una ocasión le había contado una historia similar sin embargo, el jamás creyó que fuera cierta...

Teso llevaba tiempo trabajando de leñador, viviendo solo en la cabaña y jamás había tenido miedo, sin embargo, por más que lo intentaba no lograba apartar de su cabeza la idea del viejo militar empalado por el roble.

Cansado de divagar y de no encontrar respuestas decidió acostarse, las agujas de su mugriento reloj se acercaban a la media noche.

-Ya es hora de dormir -se dijo, seguidamente se levantó de la silla y antes de partir a su habitación dirigió su mirada a la lumbre donde la vieja madera del roble poco a poco se consumía... Súbitamente, un fuerte viento se coló por la chimenea apagando casi completamente las llamas, dejando la cabaña en penumbras. Hubo un largo momento de silencio, luego se escuchó una fúnebre voz carraspera que procedía de hueco de la chimenea...

-¡Por fin, amigo roble, hoy la sangre que en ti dejé vuelve a mis venas... ¡Cuánto te he echado de menos, viejo amigo de mis penas!...Viejo roble, testigo de mi ofensa, de mis lloros, de mi suerte, de mi vida, de mi muerte... –

Luego otro momento largo de silencio, y de nuevo un repentino viento se levantó, pero esta vez a la inversa, de la chimenea hacia fuera, llevándose el pergamino, que se encontraba encima de la mesa, hasta depositarlo en las brasas, estas se avivaron de nuevo, alimentadas por el pergamino, que en apenas unos segundos quedo convertido en ceniza.

Teso, muy asustado, apenas podía creer lo que había sucedido, sin pensarlo dos veces, abandonó la cabaña lo más rápido que pudo, jurándose no volver nunca jamás.

Una vez en el pueblo, contó lo sucedido, pero nadie lo creyó.

“Teso, murió de viejo, la cabaña va muriendo abandonada pero aún sigue viviendo en el recuerdo de la gente, la leyenda aquí contada.

Así dice mi leyenda que al ser por mí contada... tal vez viva al futuro o tal vez muera quemada”