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Tema: HERMOSOS pasajes de LA BIBLIA que SIEMPRE me han inspirado ...

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    Última edición por DANIEL777; 24/06/2013 a las 21:21

  2. #102
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    Predeterminado Re: HERMOSOS pasajes de LA BIBLIA que SIEMPRE me han inspirado ...

    Cita Iniciado por Emeric Ver mensaje
    Si nuevos foristas desean aportar sus pasajes favoritos de la Biblia, pues, adelante.

    Saludos.

    PARÁBOLA DEL SEMBRADOR (Mt. 13:1-23; Mc. 4:1-20; Lc. 8:4-15), EN SU TEXTO ORIGINAL.



    ...............Pedro, diligentemente, separa la barca de la orilla unos pocos metros, de modo que la voz de Jesús sea oída por todos y que haya un espacio entre el auditorio y Él............

    DICE JESÚS:

    Escuchad, y quizás entenderéis mejor cómo de una misma acción pueden surgir diversos frutos.

    Salió un sembrador a sembrar. Sus tierras eran muchas y de distintos tipos. Algunas de ellas las había heredado de su padre; en éstas, su falta de atención había permitido la proliferación de plantas espinosas. Otras eran adquiridas; las había comprado a una persona descuidada y las había dejado como estaban.

    Otras estaban atravesadas por caminos, porque el hombre era un comodón y no quería hacer mucho recorrido para ir de un lugar a otro. En fin, había algunas, las más cercanas a la casa, que había cuidado, para que el aspecto de delante de su casa fuera agradable; éstas tierras estaban bien limpias de cantos, de espinos, de malas hierbas, etc.

    Pues bien, el hombre cogió su saquito de trigo de simiente, el de mejor calidad, y empezó a sembrar. La simiente cayó en el terreno bueno, esponjoso, arado, limpio, abonado, de las tierras cercanas a la casa. Cayó en las tierras cortadas por esos caminos más o menos anchos que las fragmentaban hasta la saciedad y que, además, eran fuente de despreciable polvo árido para la tierra fértil.

    Otras semillas cayeron en las tierras en que la ineptitud del hombre había dejado proliferar los espinos; el arado, ahora, los había arrastrado a su paso y parecía que ya no hubiera, pero seguían estando, porque sólo el fuego, la radical destrucción de las malas plantas, les impide volver a nacer.

    La última semilla cayó en los campos comprados poco antes, en esos campos que el sembrador había dejado como estaban cuando los adquirió, sin roturarlos profundamente, sin levantar todas las piedras que estaban hundidas en la tierra y que formaban un pavimento duro en que no podían prender las tiernas raíces. Una vez esparcida por los campos toda la simiente, volvió a su casa y dijo: "¡Bien!, ¡bien!, ahora no hay sino que esperar a la cosecha".

    Y se regocijaba al ver con el paso de los meses, primero germinar bien espeso el trigo en las tierras que estaban delante de su casa, luego crecer - ¡oh, qué suave alfombra! - y producir espiga - ¡qué mar! - y dorarse y cantar su hosanna al sol entrechocándose las espigas. El hombre decía: "Como estas tierras serán todas las demás. Preparemos la hoz y los graneros.
    ¡Cuánto pan! ¡Cuánto oro!", y exultaba de gozo. Segó el trigo de las parcelas más cercanas y luego pasó a las tierras que había heredado de su padre y que había dejado abandonadas. Al verlas se quedó de piedra.

    Mucho trigo había nacido, porque eran buenas parcelas, y la tierra, bonificada por su padre, era rica y fértil. Pero esta misma fertilidad había actuado en las plantas espinosas - arrastradas por el arado pero aún vivas -, que habían renacido creando un verdadero techo de híspidos ramajes de espinos, a cuyo través sólo algunas escasas espigas de trigo habían podido emerger, con lo cual casi todo había quedado ahogado.

    El hombre dijo: "Con estas parcelas he sido negligente, pero en otras no había espinos; irá mejor la cosa". Y pasó a las tierras que había comprado recientemente. Su estupor pasó a ser dolor: delgadas hojas de trigo, ya resecas, yacían, como heno seco, diseminadas por todas partes.
    Heno seco. "¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible!", se lamentaba el hombre. "¡Pues si aquí no hay espinos y el trigo era el mismo! Y había nacido bien compacto y hermoso: se ve por las hojas, bien formadas y numerosas. ¿Por qué, entonces, todo ha muerto sin formar espiga?".

    Y, con dolor, se puso a excavar en el suelo para ver si encontraba nidos de topos u otros flagelos. No había ni insectos ni roedores. ¡Ah, pero, cuántas piedras, cuántas piedras! Estas parcelas estaban, literalmente hablando, pavimentadas con lascas de piedra; era engañosa la poca tierra que las cubría.
    ¡Ah, si hubiera hincado profundamente el arado a su debido tiempo! ¡Ah, si hubiera excavado antes de aceptar esas tierras y comprarlas como buenas! ¡Ah, si, al menos, una vez cometido el error de adquirir lo que se le ofrecía sin asegurarse de su calidad, lo hubiera bonificado a fuerza de brazos! Pero ya era demasiado tarde. Inútil plañirse.

    El hombre se enderezó, desanimado, y fue a ver los campos cortados por los caminos que él mismo, buscando la comodidad, había trazado... Y se rasgó las vestiduras del dolor. Aquí no había nada, absolutamente nada. La tierra oscura del campo estaba cubierta por un leve estrato de polvo blanco. El hombre se desplomó gimiendo: "Pero aquí, ¿por qué? Aquí no hay ni espinos ni piedras, porque estos campos son nuestros; mi abuelo, mi padre, yo, los hemos tenido siempre y durante muchos lustros los hemos hecho producir y han sido fértiles.

    Yo he abierto los caminos; habré quitado espacio a las parcelas, pero ello no puede haberlas hecho tan improductivas...". Estaba llorando cuando un nutrido conjunto de pájaros, que con frenesí se lanzaban de los senderos a la tierra de labor y de ésta a los senderos, para buscar, buscar, buscar semillas, semillas, semillas... le dieron la respuesta a su dolor: esta tierra se había convertido en una red de caminos, a cuyos bordes habían ido a parar granos de trigo, atrayendo así a muchos pájaros, los cuales primero se habían comido los granos que habían caído en el camino y luego lo que había caído dentro, hasta el último grano.

    De esta forma, la simiente, igual para todas las parcelas, había producido, en unas, cien, en otras, sesenta o treinta o nada. El que tenga oídos para oír que oiga. La semilla es la Palabra, que es igual para todos; los lugares donde cae la simiente son vuestros corazones. Que cada cual lo aplique y lo comprenda. La paz sea con vosotros

    ------------------

    (estando en casa de Pedro, le preguntan los apostoles)

    ...............Las parábolas sirven para hacer comprender la comparación, pero nosotros comprendemos que su espíritu supera la comparación. -¿Por qué les hablas en parábolas?

    -Porque a ellos no se les concede entender más de lo que explico. A vosotros se os tiene que dar mucho más, porque vosotros, mis apóstoles, debéis conocer el misterio; por tanto, se os concede entender los misterios del Reino de los Cielos. Por esto os digo: "Preguntad, si no comprendéis el espíritu de la parábola".

    Vosotros dais todo, y todo se os debe dar, para que a vuestra vez podáis dar todo. Vosotros dais todo a Dios: afectos, tiempo, intereses, libertad, vida. Y Dios os da todo, para compensaros y haceros capaces de dar todo en nombre de Dios a quienes vienen después de vosotros. De este modo, a quien ha dado le será dado, y con abundancia; pero, a quien sólo ha dado parcialmente o no ha dado en absoluto, le será incluso quitado lo que tenga.

    Les hablo en parábolas para que viendo vean sólo lo que les ilumina su voluntad de seguir a Dios; para que oyendo - con la misma voluntad de adhesión - oigan y comprendan. ¡Vosotros veis! Muchos oyen mi palabra, pocos se adhieren a Dios; es incompleta la buena voluntad de sus espíritus.

    En ellos se cumple la profecía de Isaías: "Oiréis con los oídos pero no comprenderéis, miraréis con los ojos pero no veréis". Porque este pueblo tiene un corazón insensible; sus oídos son duros y han cerrado los ojos para no oír y para no ver, para no comprender con el corazón y no convertirse para que los cure. ¡Pero, dichosos vosotros por vuestros ojos que ven, por vuestros oídos que oyen, por vuestra buena voluntad!

    En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron y oír lo que vosotros oís pero no lo oyeron. Se consumieron en el deseo de comprender el misterio de las palabras, pero, apagada la luz de la profecía, las palabras permanecieron como carbones apagados, incluso para el santo que las había recibido.
    Sólo Dios se devela a sí mismo.

    Cuando su luz se retira, terminada su intención de iluminar el misterio, la incapacidad de comprender envuelve - como las vendas de una momia - la regia verdad de la palabra recibida. Por esto te he dicho esta mañana: "Un día volverás a encontrar todo lo que te he dado". Ahora no puedes retenerlo. Pero tiempo llegará en que recibirás la luz, no sólo por un instante sino en un inseparable desposorio del Espíritu eterno con el tuyo,.............

    Escuchad ahora el espíritu de la parábola.

    Tenemos cuatro tipos de campos: los fértiles, los espinosos, los pedregosos y los que están llenos de senderos. Tenemos también cuatro tipos de espíritus.

    Por una parte, están los espíritus honestos, los espíritus de buena voluntad, preparados por esta misma buena voluntad y por la obra buena de un apóstol, de un "verdadero" apóstol. Porque hay apóstoles que tienen el nombre pero no el espíritu de apóstoles: su efecto sobre las voluntades que se están formando es más mortífero que los propios pájaros, espinos y piedras; con sus intransigencias, prisas, reprensiones y amenazas, trastocan todo, de tal forma, que alejan para siempre de Dios.

    Hay otros que, al contrario, por regar continuamente benevolencia desfasada, ajan la semilla en un terreno demasiado blando. Enervan, con su enervamiento, las almas que están bajo su custodia. Mas refirámonos a los verdaderos apóstoles, es decir, a los espejos límpidos de Dios: son paternos, misericordiosos, pacientes, y, al mismo tiempo, fuertes como su Señor.

    Pues bien, los espíritus preparados por éstos y por la propia voluntad se pueden comparar a los campos fértiles, exentos de piedras y zarzas, limpios de malas hierbas y cizaña; en ellos prospera la palabra de Dios; cada palabra - una semilla - produce una macolla y luego espigas maduras, y da en unos casos el cien, en otros el sesenta, en otros el treinta por ciento. ¿Entre los que me siguen hay de éstos? Sin duda. Y serán santos. Los hay de todas las castas, de todos los países, incluso gentiles hay (que darán también el cien por ciento por su buena voluntad; por ella únicamente, o también, además de por ella, por la de un apóstol o discípulo que me los prepara).

    Los campos espinosos son aquellos en que la indolencia ha dejado penetrar espinosas marañas de intereses personales que ahogan la buena semilla. Es necesaria siempre una vigilancia sobre uno mismo; siempre, siempre... Nunca decir: "¡Ya estoy formado, he recibido ya la semilla, puedo estar tranquilo porque daré semilla de vida eterna!". Es necesaria siempre una vigilancia: la lucha entre el Bien y el Mal es continua.

    ¿Alguna vez os habéis parado a observar una colonia de hormigas que se establece en una casa? Ya se las ve junto al hogar. La mujer ya no vuelve a dejar alimentos allí sino que los pone encima de la mesa; mas el olfato de las hormigas examina el aire y asaltan la mesa.

    La mujer pone los alimentos en el aparador, pero ellas pasan adentro a través de la cerradura. Entonces la mujer cuelga del techo esos alimentos, pero las hormigas recorren un largo camino por paredes y viguetas, bajan por la cuerda y comen. Entonces la mujer las quema, las envenena... y se queda tranquila creyendo que las ha destruido. ¡Ah, si no vigila, qué sorpresa! Ya salen las otras nuevas que han nacido... y vuelta a empeza r. Esto durante el tiempo que dura la vida.

    Es necesario vigilarse para extirpar las plantas malas desde el primer momento en que aparecen; si no, harán un techo de zarzas y ahogarán el trigo. Los cuidados mundanos, el engaño de las riquezas, crean la maraña, ahogan la planta de la semilla de Dios y no dejan que llegue a hacerse espiga.

    ¿Y las tierras pedregosas?... ¡Cuántas hay en Israel!... Son las que pertenecen a los "hijos de las leyes" .....Estas tierras no tienen la piedra única del Testimonio(10 mandamientos); no, la piedra de la Ley, sino el pedregal de las pequeñas, pobres, humanas leyes creadas por los hombres(613 preceptos); muchas, tantas, que con su peso han reducido a lascas incluso la piedra de la Ley. Se trata de un deterioro que impide completamente la radicación de las semillas. La raíz no tiene ya alimento. No hay tierra, no hay sustancia.

    El agua, estancándose sobre el suelo de piedras, pudre; el sol se pone al rojo en esas piedras y quema las plantas tiernas. Son los espíritus de los que en lugar de la sencilla doctrina de Dios ponen complicadas doctrinas humanas. Reciben mi palabra hasta incluso con alegría; momentáneamente se sienten impresionados y seducidos por ella; pero luego... Sería necesario tener el heroísmo de trabajar duro para limpiar el campo, el espíritu y la mente de todo el pedregal de los oradores vacíos.

    Entonces la semilla echaría raíz y se haría una fuerte macolla. Sin embargo, así no es nada. Es suficiente un temor a represalias humanas, es suficiente la reflexión: "¿Y luego?, ¿qué respuesta voy a recibir de los poderosos?", para que la pobre semilla, carente de alimento, languidezca.

    Es suficiente con que todo el pedregal se remueva con el sonido vano de los centenares de preceptos que han reemplazado al Precepto, para que el hombre perezca con la semilla recibida... Israel está lleno de ello. Esto explica por qué el ir a Dios está en razón inversa del poder humano.

    Por último, las tierras surcadas de caminos, polvorientas, desnudas. Las de los mundanos, las de los egoístas. Su comodidad es su ley; su fin, gozar. No trabajar, sino vivir en la indolencia, reír, comer... En ellos reina el espíritu del mundo.

    El polvo de la mundanidad recubre el terreno y éste se hace arenoso. Los pájaros, o sea, el producto de su molicie, se lanzan hacia esos mil senderos que han sido abiertos para hacer más fácil la vida; luego el espíritu del mundo, o sea, el Maligno, picotea y destruye todas las semillas caídas en este terreno abierto a toda sensualidad y ligereza.

    PARÁBOLA ORIGINAL, FALTAN ALGUNOS VERSÍCULOS EN LOS EVANGELIOS.

    ----------------------- (Dn.12.10)
    Última edición por DANIEL777; 24/06/2013 a las 21:54

  3. #103
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    Predeterminado Re: HERMOSOS pasajes de LA BIBLIA que SIEMPRE me han inspirado ...

    Cita Iniciado por José-1970 Ver mensaje
    Fragmento de Proverbios 2:

    6 Porque Jehová da la sabiduría,
    Y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia.

    7 El provee de sana sabiduría a los rectos;
    Es escudo a los que caminan rectamente.

    8 Es el que guarda las veredas del juicio,
    Y preserva el camino de sus santos.
    PARÁBOLA DEL RICO INSENSATO ( Lc. 12:13-53), EN SU TEXTO ORIGINAL.



    ...............(Un escriba que escuchaba a Jesús dice)
    -¿Entonces debo destruir lo que tengo, despojando a los míos de lo suyo?


    DICE JESÚS:

    -No. Dios te ha dado unos bienes. Haz que sirvan a la Justicia y sírvete de ellos con justicia. O sea, socorre con esos bienes a tu familia: es un deber; trata con humanidad a los siervos: es caridad; favorece a los pobres; ofrece tu ayuda para aliviar las necesidades de los discípulos pobres. Obrando así, tus riquezas no te serán motivo de tropiezo; antes bien, te servirán de ayuda.

    Luego, dirigiéndose a todos, dice:
    -En verdad os digo que puede correr el mismo riesgo de perder el Cielo por amor a las riquezas hasta el más pobre de mis discípulos, sacerdote mío, si falta a la justicia haciendo pactos con el rico. El rico y malvado intentará muchas veces seduciros con donativos para teneros de su parte y para que consintáis su modo de vivir y su pecado. Y habrá ministros míos que cedan a la tentación de los donativos. No debe ser así.

    Aprended del Bautista. Poseía, sin ser ni juez ni magistrado, la perfección de ambos indicada por el Deuteronomio: "No harás acepción de personas, no aceptarás donativos, que ciegan los ojos de los prudentes y alteran las palabras de los justos". Demasiadas veces el hombre deja embotar el filo de la espada de la justicia con el oro que un pecador extiende encima. No, no debe ser así.

    Sabed ser pobres, sabed saber morir, pero no pactéis nunca con el pecado; ni siquiera con la disculpa de usar el oro en pro de los pobres. Es oro maldito, no les acarrearía ningún bien; es oro de pacto infame. Sois constituidos discípulos para ser maestros, médicos y redentores. ¿Qué seríais si os hicierais aprobadores del mal por interés? Maestros de mala ciencia, médicos que quitan la vida al enfermo, cooperadores en la ruina de los corazones, en vez de redentores.

    Uno de entre la multitud se abre paso y dice:
    -No soy discípulo, pero te admiro. Responde, pues, a esta pregunta: ¿puede uno retener el dinero de otro?

    -No, hombre; es hurto, igual que quitarle la bolsa a un viandante.

    -¿También cuando es dinero de la familia?

    -También. No es justo que una persona se apropie del dinero de la comunidad.

    -Entonces, Maestro, ven a Abelmaín, en el camino de Damasco, manda a mi hermano que reparta conmigo la herencia de nuestro padre, muerto sin haber dejado escrita palabra alguna. Se ha quedado con toda. Considera, además, que somos gemelos, nacidos de un primer y único parto. Tengo, pues, los mismos derechos que él.

    Jesús lo mira y dice:
    -Es una triste situación. Está claro que tu hermano no se está comportando bien. De todas formas, lo único que puedo hacer es orar por ti, y, más aún, por él, para que se convierta: y puedo ir a tu ciudad a evangelizar y así tocar su corazón. No me pesa el camino, si puedo poner paz entre vosotros.

    El hombre salta encolerizado:
    -¿Y para qué me sirven tus palabras? ¡Mucho más que palabras hace falta en este caso!

    -Pero no me has dicho que le ordene a tu hermano que...

    -Mandar no es evangelizar. La orden siempre va unida a una amenaza. Amenázalo con hacerle algún mal a su físico, si no me da lo mío. Puedes hacerlo. De la misma forma que devuelves la salud, puedes inducir la enfermedad.

    -Hombre, he venido a convertir, no a herir. Si tienes fe en mis palabras hallarás paz.

    -¿Qué palabras?

    -Te he dicho que oraré por ti y por tu hermano, para consuelo tuyo y conversión suya.

    -¡Cuentos! ¡Cuentos! No soy tan simplón como para creer en ellos. Ven y ordena.

    Jesús, cuya actitud era mansa y paciente, adquiere un aspecto majestuoso y severo. Se yergue -antes estaba un poco curvado hacia este hombre bajo y corpulento y encendido de ira- y dice:

    -¿Hombre, ¿quién me ha constituido juez y árbitro entre vosotros? Ninguno. De todas formas, para zanjar una división entre dos hermanos, había aceptado ir para ejercer mi misión de pacificador y redentor. Si hubieras creído en mis palabras, al regreso a Abelmaín habrías encontrado ya convertido a tu hermano. No sabes creer, y no se te dará el milagro.

    Si hubieras podido ser el primero en hacerte con el tesoro, te habrías quedado con él y le habrías dejado sin nada a tu hermano; porque, en verdad, de la misma forma que habéis nacido gemelos, tenéis gemelas las pasiones, y tanto tú como tu hermano tenéis un solo amor: el oro, una sola fe: el oro. Quédate, pues, con tu fe. Adiós.

    El hombre se marcha maldiciendo a Jesús, con escándalo de todos, que querrían darle un escarmiento.
    Pero El se opone. Dice:
    -Dejad que se marche. ¿Por qué queréis mancharos las manos pegando a un hombre brutal? Yo perdono porque está poseído por el demonio del oro que lo pervierte. Perdonad también vosotros. Oremos, más bien, por este infeliz, para que vuelva a ser un hombre de alma adornada de libertad.

    -Es cierto. Su avaricia le ha puesto incluso una cara horrenda. ¿Has visto? - se preguntan unos a otros los discípulos y la gente que estaba cerca del avaro.

    -¡Es verdad! ¡Es verdad! No parecía el mismo de antes.
    -Sí. Y luego, cuando ha rechazado al Maestro -y que casi le ha pegado mientras lo maldecía-, su cara era de demonio.

    -Un demonio tentador. Estaba tentando al Maestro a la maldad.

    -Escuchad - dice Jesús - Verdaderamente las alteraciones del alma se reflejan en la cara. Es como si el demonio aflorase a la superficie de la persona poseída. Pocos son los que son demonios y no dejan ver eso que en realidad son, o con hechos o con el aspecto. Y estos pocos son los perfectos en el mal, los perfectamente poseídos.

    Por el contrario, el rostro del justo es siempre hermoso, aunque físicamente sea deforme, por una belleza sobrenatural que se expande de dentro afuera; siendo así que -y no es una forma de hablar, sino cosas reales- observamos en quien está incontaminado de vicios una frescura incluso en su carne. El alma está en nosotros y nos abraza por completo.
    Y el hedor de un alma corrompida corrompe también el cuerpo, mientras que el perfume de un alma pura preserva. El alma corrompida impulsa a la carne a pecados obscenos, y éstos aviejan y deforman; el alma pura impulsa a la carne a una vida pura, y ello conserva la lozanía y comunica majestuosidad.

    Haced que en vosotros permanezca la juventud pura del espíritu, o que resucite si la perdisteis, y estad atentos a guardaros de todo apetito desenfrenado, tanto de sensualidad como de poder. La vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posee; ni ésta ni mucho menos la otra, la eterna.

    Depende de su forma de vivir. Y, con la vida, la felicidad en esta tierra y en el Cielo. Porque el vicioso no se siente nunca feliz, realmente feliz; pero el virtuoso siempre, con una felicidad celeste, aunque sea pobre y esté solo. Ni siquiera la muerte impresiona al virtuoso, porque no siente culpas ni remordimientos que le hagan temer el encuentro con Dios, ni añoranzas de lo que deja en esta tierra
    . Él sabe que en el Cielo está su tesoro, de forma que, como quien va a recibir la herencia que le corresponde -herencia santa además-, se encamina dichoso y diligente al encuentro de la muerte, que le abre las puertas de aquel Reino en que está su tesoro.

    Empezad inmediatamente a acumular vuestro tesoro. Ya desde la juventud los que sois jóvenes. Trabajad incansablemente, vosotros ancianos, que por la edad tenéis más cercana la muerte; y, puesto que la muerte es plazo ignorado, y frecuentemente sucede que fallece antes el niño que el anciano, no aplacéis el trabajo de haceros un tesoro de virtudes y buenas obras en la otra vida, para que no os llegue la muerte sin que hayáis acumulado un tesoro de méritos en el Cielo. Hay muchos que dicen: "¡Soy joven y fuerte! Por ahora gozaré en la tierra. Más adelante me convertiré". ¡Gran error!

    Escuchad esta parábola.
    Un hombre rico había obtenido mucho fruto de sus campos. Verdaderamente una cosecha portentosa. Entonces se puso a contemplar, dichoso, toda esta exuberancia que se acumulaba en sus campos y en sus eras y que no cabía en los graneros; tanto que ocupaba improvisados cobertizos y hasta habitaciones de la casa. Y dijo: "He trabajado como un esclavo, pero la tierra no me ha defraudado. He trabajado por diez cosechas. Ahora quiero descansar otros tantos años.

    ¿Cómo haré para dejar bien acondicionada toda esta recolección? No quiero vender una parte, porque me autoobligaría a trabajar para cosechar otra vez el año que viene. Ya sé: voy a derruir mis graneros y voy a hacer otros más grandes, de forma que quepa todo lo cosechado y todos mis bienes; luego diré a mi alma: “¡Oh, alma mía, tienes acumulados bienes para muchos años. Descansa, pues. Come, bebe, goza"'.

    Éste, como muchos, confundía el cuerpo con el alma, mezclaba lo sagrado con lo profano; porque la verdad es que en las comilonas y el ocio el alma no goza antes bien, languidece. Éste también, como muchos tras la primera buena cosecha en los campos del bien, se paraba, pareciéndole que había hecho todo.

    ¿No sabéis que cuando se pone la mano en el arado es necesario perseverar, uno, diez, cien años, todo lo que dure la vida, porque detenerse es delito hacia uno mismo? Efectivamente, uno se niega una gloria mayor. ¿Y no sabéis que es retroceder? En efecto, quien se para, generalmente, no sólo no sigue adelante, sino que se vuelve para atrás.

    El tesoro del Cielo tiene que aumentar año tras año para ser bueno; porque, si es cierto que la Misericordia será benigna con quien tuvo pocos años para atesorar, cierto es también que no será cómplice de los perezosos que, disponiendo de larga vida, hacen poco. Es un tesoro en continuo aumento. Si no, deja de ser fructífero para hacerse pasivo, y ello va en detrimento de una inmediata paz del Cielo.

    Dios dijo al necio: "Hombre necio, que confundes el cuerpo y los bienes de la tierra con lo que es espíritu y de una gracia de Dios te procuras un daño: has de saber que esta misma noche se te pedirá el alma y te será arrebatada, y el cuerpo yacerá inerte. ¿De quién va a ser cuanto has preparado? ¿Podrás llevártelo contigo? No. Dejarás la tierra y vendrás a mi presencia desnudo de terrenas recolecciones y de obras espirituales, y serás pobre en la otra vida.

    Mejor hubiera sido para ti hacer con tus cosechas obras de misericordia para el prójimo y para ti mismo, pues siendo misericordioso con los demás lo hubieras sido también con tu alma; y, en vez de nutrir pensamientos ociosos, cultivar actividades que te hubieran acarreado un honesto provecho para tu cuerpo y grandes méritos para tu alma, hasta que Yo te hubiera llamado". Y el hombre murió durante la noche y fue severamente juzgado. En verdad os digo que esto es lo que le sucede a quien atesora para sí y no se enriquece ante los ojos de Dios.

    Ahora marchaos, y haced tesoro con la doctrina que se os da. La paz sea con vosotros.

    Jesús bendice y se retira con apóstoles y discípulos a una espesura del bosque para comer y descansar. Mientras comen, continúa la lección de antes, repitiendo un tema del que ya ha hablado en varias ocasiones a los apóstoles, ....

    -Creed – dice - que sólo hay que preocuparse de este enriquecimiento en virtud. Estad atentos, además, a que vuestra preocupación no sea nunca ansiosa, inquieta. El bien es enemigo de las inquietudes, de los miedos, de las prisas; todas estas cosas denotan demasiado todavía la avaricia, la rivalidad, la humana desconfianza.

    Que vuestro trabajo sea constante, esperanzado, pacífico; sin arranques bruscos ni bruscas detenciones, como hacen los asnos silvestres (que ninguno que esté en su sano juicio los usa para recorrer seguro camino). Pacíficos en las victorias, pacíficos en las derrotas.

    El dolor por un error cometido, que os entristece porque con él habéis contrariado a Dios, debe ser también pacífico, debe sentir el alivio de la humildad y la confianza. El abatimiento, el odio hacia uno mismo es siempre síntoma de soberbia y de falta de confianza.

    El humilde sabe que es un pobre hombre sujeto a las miserias de la carne, que algunas veces triunfa; el humilde tiene confianza no tanto en sí mismo cuanto en Dios, y mantiene la calma incluso en las graves derrotas, diciendo: "Perdóname, Padre. Sé que conoces mi debilidad que a veces me domina. Sientes compasión de mí, lo creo. Confío firmemente en que me vas a ayudar, incluso más que antes, en el futuro, a pesar de que te satisfaga tan poco". No os mostréis apáticos ni avaros respecto a los bienes de Dios. Dad la sabiduría y virtud que tengáis. Sed laboriosos en el espíritu, como los hombres lo son para las cosas de la carne.

    Y, respecto a la carne, no imitéis a los del mundo que siempre tiemblan por su futuro, por el miedo de que les falte lo superfluo, de que les venga una enfermedad o la muerte, de que los enemigos los puedan perjudicar, etc. Dios sabe de qué tenéis necesidad. No temáis, por tanto, por vuestro mañana. Vivid libres de los miedos, que pesan más que las cadenas de los galeotes.

    (CONTINÚA) (Dn.12.10)

  4. #104
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    Predeterminado Re: HERMOSOS pasajes de LA BIBLIA que SIEMPRE me han inspirado ...

    (CONTINUACIÓN)

    No os afanéis por vuestra vida, ni por la comida, la bebida o el vestido. La vida del espíritu vale más que la del cuerpo, y el cuerpo más que el vestido, porque vivís con el cuerpo, no con el vestido; y con la mortificación del cuerpo ayudáis al espíritu a conseguir la vida eterna. Dios sabe hasta cuándo dejaros el alma en el cuerpo; hasta esa hora os dará lo necesario.

    Si se lo da a los cuervos, animales impuros que se alimentan de cadáveres y que tienen su razón de existir precisamente en esta función suya de eliminar sustancias en putrefacción, ¿no os lo va a da a vosotros? Ellos no tienen despensas ni graneros, y Dios los nutre igualmente. Vosotros sois hombres, no cuervos.

    Además, los presentes sois la flor y nata de los hombres, porque sois los discípulos del Maestro, los evangelizadores del mundo, los siervos de Dios. ¿Vais a pensar que Dios, que cuida el muguete, cuyo único trabajo es el de perfumar, adorando, y lo hace crecer y lo viste con vestidura tan hermosa como jamás tuviera Salomón, puede descuidaros, incluso en lo relativo a vuestro vestido? Vosotros sí que no podéis añadir ni un diente a las bocas desdentadas, ni alargar una pulgada a una pierna contraída, ni volver aguda la pupila empañada.

    No siendo capaces de estas cosas, ¿vais a pensar que podéis repeler miseria y enfermedad, hacer brotar del polvo frutos? No podéis. Pero no seáis gente de poca fe. Tendréis siempre lo necesario. No os entristezcáis como la gente del mundo, que se desvive por conseguir cosas de que gozar. Vosotros tenéis a vuestro Padre, que conoce vuestras necesidades. Debéis sólo buscar el Reino de Dios y su justicia. Sea éste vuestro primer interés. Todo lo demás se os dará por añadidura.

    No temáis, vosotros de mi pequeño rebaño. Mi Padre se ha complacido en llamaros al Reino para que poseáis este Reino. Podéis, por tanto, aspirar a él y ayudar al Padre con vuestra buena voluntad y santa laboriosidad. Vended vuestros bienes, distribuidlos en limosna, si estáis solos. Dejad a los vuestros la provisión para el viaje de vuestro abandono de la casa por seguirme a mí, porque justo es no dejar sin pan a los hijos o esposas.

    Y si no podéis, por este motivo, sacrificar las riquez as pecuniarias, sacrificad las riquezas de afecto, que son también monedas, valoradas por Dios por lo que son: oro más puro que ningún otro, perlas más preciosas que las que se arrebatan a los mares, rubíes más singulares que los de las entrañas de la tierra.

    Porque renunciar a la familia por mí es caridad más perfecta que oro sin un solo átomo impuro, es perla hecha de llanto, rubí hecho de sangre que rezuma por la herida del corazón, desgarrado por la separación del padre y de la madre, de la esposa y de los hijos. Estas bolsas no merman, este tesoro no se devalúa jamás. Los ladrones no se introducen en el Cielo, la carcoma no come lo que en él se deposita.

    Tened el Cielo en el corazón y el corazón en el Cielo junto a vuestro tesoro. Porque el corazón, en el bueno y en el malo, está donde lo que consideráis amado tesoro vuestro. Por tanto, de la misma forma que el corazón está donde el tesoro (en el Cielo), el tesoro está donde el corazón (es decir, en vosotros); es más, el tesoro está en el corazón, y, con el tesoro de los santos, está, en el corazón, el Cielo de los santos.

    Estad siempre preparados, como quien va a emprender un viaje o espera a su amo. Vosotros sois siervos del Amo-Dios. En cualquier momento os puede llamar a su presencia, o venir a vosotros. Estad, pues, siempre preparados para ir, o a rendirle honor, ceñida la cintura con cinturón de viaje y de trabajo, con las lámparas encendidas en vuestras manos.
    Al salir de una fiesta nupcial con uno que os haya precedido en los Cielos y en la consagración a Dios en la tierra, El puede recordarse de vosotros, que estáis esperando; y puede decir: "Vamos donde Esteban, o donde Juan, o Santiago y Pedro". Y Dios es rápido para venir, o para decir: "Ven". Por tanto, estad preparados para abrirle la puerta cuando llegue; o para salir, si os llama.

    Bienaventurados los siervos a quienes encuentre en vela el Amo cuando llegue. En verdad os digo que, para recompensarlos por la fiel espera, se ceñirá el vestido, los sentará a la mesa y se pondrá a servirlos. Puede llegar a la primera vigilia, o a la segunda, o a la tercera… no lo sabéis. Por tanto, estad siempre vigilantes. ¡Dichosos vosotros, si estáis así y así os encuentra el Amo! No os engañéis diciendo: "¡Hay tiempo! Esta noche no viene". Sería un mal para vosotros No sabéis.

    Si uno supiera cuándo viene el ladrón, no dejaría sin guardia la casa para que el malhechor pudiera forzar la puerta y las arcas. Estad preparados también vosotros, porque, cuando menos os lo penséis, vendrá el Hijo del hombre y dirá: "Es la hora"».

    Pedro, que incluso se ha olvidado de terminar su comida por escuchar al Señor, viendo que Jesús calla, pregunta:
    -¿Esto que dices es para nosotros o para todos?

    -Para vosotros y para todos; pero más para vosotros, porque vosotros sois como administradores puestos por el Amo al frente de los siervos, y tenéis doble obligación de estar preparados: por vosotros como administradores y por vosotros como simples fieles. ¿Cómo debe ser el administrador al que el amo ha colocado al frente de sus domésticos para dar a cada uno, a su tiempo, la debida porción? Debe ser avisado y fiel. Para cumplir su propio deber, para hacer cumplir a los subordinados el deber que ellos tienen. Si no, saldrían perjudicados los intereses del amo, que paga para que el administrador actúe haciendo las veces de él y vele por sus intereses en su ausencia.

    Dichoso el siervo al que el amo, al volver a su casa, encuentre obrando con fidelidad, diligencia y justicia. En verdad os digo que lo hará administrador de otras propiedades, de todas sus propiedades, descansando y exultando en su corazón por la seguridad que ese siervo le da. Mas si ese siervo dice: "¡Ah! ¡Bien! El amo está muy lejos y me ha escrito que tardará en volver.
    Por tanto, puedo hacer lo que me parezca, y luego, cuando calcule que esté próximo a regresar, tomaré las medidas oportunas". Y empieza a comer y a beber hasta emborracharse, y a dar órdenes de borracho, y -ante la oposición a cumplirlas, por no perjudicar al amo, por parte de los siervos buenos subordinados a él- empieza a pegar a los siervos y a las siervas hasta hacerlos enfermar y languidecer.

    Y se siente feliz y dice: "Por fin saboreo lo que significa ser jefe y ser temido por todos". ¿Qué le sucederá? Le sucederá que llegará el amo cuando menos se lo espere, quizás incluso sorprendiéndolo en el momento en que está robando dinero o sobornando a alguno de los siervos más débiles; entonces, os digo que el amo lo quitará del puesto de administrador, y lo cancelará incluso de las filas de sus siervos, porque no es lícito mantener a los infieles y traidores entre los honestos; y tanto mayor será su castigo cuanto más lo quiso y lo instruyó su amo.

    Porque el que conoce más la voluntad y el pensamiento de su amo más obligado está a cumplirlo con exactitud. Si no hace como su amo le ha dicho (ampliamente, como a ningún otro), recibirá muchos bastonazos. Sin embargo, el que, como siervo menor, sabe poco, y yerra creyendo actuar correctamente, recibirá un castigo menor.

    A quien mucho se le dio mucho le será pedido. Mucho tendrá que restituir aquel a quien mucho se le confió. Porque hasta del alma de un niño de una hora se pedirá cuenta a mis administradores.

    Mi elección no es fresco reposo en un soto florido. He venido a traer fuego a la tierra; ¿qué puedo desear, sino que arda? Por eso me fatigo, como quiero que os fatiguéis vosotros hasta la muerte y hasta que la tierra toda sea una hoguera de celeste fuego. Debo ser bautizado con un bautismo. ¡Cuán angustiado viviré hasta que se cumpla! ¿No os preguntáis por qué? Porque por él os podré hacer portadores del Fuego, fermento activo en todas y contra todas las capas sociales, para fundirlas en una única cosa: el rebaño de Cristo.

    ¿Creéis que he venido a poner paz en la tierra?, ¿según los modos de ver de la tierra? No. Todo lo contrario: discordia y separación. Porque, de ahora en adelante, mientras toda la tierra no sea un único rebaño, de cinco que haya en una casa, dos estarán contra tres, y el padre estará contra el hijo y el hijo contra el padre, y la madre contra las hijas, y éstas contra aquélla, y las suegras y nueras tendrán un motivo más para no entenderse, porque habrá labios que hablen un lenguaje nuevo, y será
    como una Babel; porque una profunda agitación estremecerá el reino de los afectos humanos y sobrehumanos.

    Mas luego vendrá la hora en que todo se unificará en una lengua nueva que hablarán todos los salvados por el Nazareno, y se depurarán las aguas de los sentimientos, irán al fondo las escorias y brillarán en la superficie las límpidas ondas de los lagos celestes.

    Verdaderamente, servirme no es descansar, según el significado que el hombre da a esta palabra; es necesario ser héroes, infatigables. Mas os digo que al final será Jesús, siempre Jesús, el que se ceñirá el vestido para serviros, y luego se sentará con vosotros a un banquete eterno, y todo cansancio y dolor serán olvidados.
    Ahora, dado que ninguno nos ha vuelto a buscar, vamos al lago. ..........


    PARÁBOLA ORIGINAL, FALTAN ALGUNOS VERSÍCULOS EN EL EVANGELIO DE LUCAS.

    ----------------------- (Dn.12.10)

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    Predeterminado Re: HERMOSOS pasajes de LA BIBLIA que SIEMPRE me han inspirado ...

    Cita Iniciado por Emeric Ver mensaje
    Tráenos pasajes bíblicos que te gustan ...


    PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO (Lc. 15.11) EN SU TEXTO ORIGINAL.


    DICE JESÚS:


    Escuchad. Se trata de una hermosa parábola que os guiará con su luz en muchos casos.

    Un hombre tenía dos hijos. El mayor era serio, trabajador, inclinado al afecto, obediente. El segundo era más inteligente que el mayor - el cual realmente era un poco tardo y se dejaba guiar para no tener que esforzarse en decidir por sí -, si bien era rebelde, distraído, amante del lujo y el placer, gastador, ocioso.

    La inteligencia es un gran don de Dios, pero debe ser usado con sabiduría; si no, es como ciertas medicinas, que, si se usan mal, en vez de curar matan. Su padre - estaba en su derecho y cumplía su deber - le instaba para que viviera con más sensatez. Mas no obtenía ningún resultado, aparte del de recibir contestaciones y de que el hijo se solidificara más en sus torcidas ideas.

    Finalmente, un día, tras una discusión más acalorada que las precedentes, el hijo menor dijo: "Dame la parte de los bienes que me corresponde; así ya no tendré que oír ni tus reprensiones ni las quejas de mi hermano; a cada uno lo suyo y se acabó".

    "Piensa - respondió el padre - que dentro de poco te quedarás sin nada; ¿qué harás entonces? Ten en cuenta que no me voy a comportar con injusticia para favorecerte y que no voy a ***** ni un céntimo de la parte de tu hermano para dártelo a ti".

    -No te pediré nada, puedes estar seguro; dame mi parte.

    El padre encargó la valoración de las tierras y de los objetos preciosos, y, viendo que dinero y joyas sumaban lo que las tierras, dio al mayor los campos y las viñas, hatos de ganado y olivos, y al menor el dinero y las joyas.

    El más joven lo vendió inmediatamente, transformando así todo en dinero. Hecho esto, pasados pocos días, se marchó a un país lejano. Allí vivió como un gran señor, despilfarrando todo lo que tenía en todo tipo de juergas, haciéndose pasar por el hijo de un rey (pues se avergonzaba de decir: "soy un aldeano"), con lo cual renegaba de su padre.
    Festines, amigos y amigas, vestidos, vino, juego... vida disoluta... Pronto vio mermar sus fondos y aproximársele la pobreza; además, para agravar la pobreza, se abatió sobre la región una gran carestía, con lo cual se agotaron los pocos fondos que le quedaban.

    Habría podido volver con su padre, pero, como era soberbio, no quiso. Se dirigió entonces a un hombre rico de la región, que había sido amigo suyo en los buenos tiempos, y le suplicó: `Acuérdate de cuando gozaste de mi riqueza, acógeme como siervo tuyo".
    ¡Daos cuenta de lo necio que es el hombre!: prefiere someterse al látigo de un patrón antes que decir a un padre: "¡Perdón, reconozco mi error!"

    Aquel joven había aprendido muchas cosas inútiles con su despierta inteligencia, pero no había querido aprender lo que dice el Libro del Eclesiástico: "Qué infame es el que abandona a su padre!, ¡cuánto maldice Dios a quien angustia el corazón de su madre!". Era inteligente, pero no sabio.

    Aquel hombre a quien se había dirigido, como paga de lo mucho que había recibido del joven necio, lo puso a cuidar los cerdos (estaban en una región pagana y había muchos cerdos); le encargó de llevar las piaras a sus pastos. El joven, todo sucio, andrajoso, maloliente, hambriento - la comida escaseaba para todos los siervos y especialmente para los ínfimos (él, porquerizo, extranjero, escarnecido estaba entre los ínfimos) -, veía que los cerdos se saciaban de bellotas, y suspiraba: "¡Si al menos pudiera llenar mi estómago de estos frutos! ¡Pero son demasiado amargos! Ni siquiera el hambre me los hace apetecer!".

    Y lloraba al pensar en los ricos festines de sátrapa, que poco tiempo antes celebraba entre risas, canciones, bailes... y también en la honrada y bien provista mesa de su casa, ahora lejana y en cómo su padre dividía para todos imparcialmente, reservándose para sí siempre la parte menor, contento de ver en sus hijos un sano apetito... y pensaba también en la parte que aquel hombre justo reservaba para los siervos; y suspiraba: "Los peones que trabajan para mi padre, incluso los ínfimos, tienen pan en abundancia.., y yo aquí me estoy muriendo de hambre...". Siguió un largo y trabajoso proceso de reflexión, un largo combate para estrangular a la soberbia...

    Por fin llegó el día en que, renacido en humildad y sabiduría, se alzó y dijo: "¡Iré donde mi padre! Es una necedad este orgullo que me tiene apresado. ¿Orgullo por qué? ¿Por qué ha de seguir sufriendo mi cuerpo, y más aún mi corazón, pudiendo obtener perdón y consuelo? Iré donde mi padre. Ya está decidido. ¿Que qué le voy a decir? ¡Pues lo que me ha nacido aquí dentro, en esta abyección, entre esta inmundicia, por las dentelladas del hambre!

    Le diré: “Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti, ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; trátame, pues, como al último de tus peones... pero déjame estar bajo tu techo. Que yo te vea pasar...” No podré decirle: “...porque te quiero”. No lo creería. Se lo dirá mi vida. Él lo comprenderá, y antes de morir me volverá a bendecir... ¡Sí, lo espero, porque mi padre me quiere!".

    Habiendo decidido esto, cuando regresó al atardecer al pueblo, se despidió del patrón y se puso en camino hacia su casa, mendigando... Ya ve los campos paternos, ya la casa... y a su padre, dirigiendo el trabajo de los hombres... ¡Oh, está más viejo y más delgado, por el dolor, pero sigue emanando bondad!... ¡Ah, el transgresor, al ver el deterioro que había causado, se detuvo atemorizado!

    Pero el padre, volviendo la mirada, lo vio... ¡Ah, fue corriendo a su encuentro, pues todavía estaba lejos; se llegó a él, le echó los brazos al cuello, lo besó! El padre fue el único que lo reconoció, que vio en ese mendigo abatido a su hijo, y fue el único que tuvo hacia él un movimiento de amor.

    El hijo, abarcado por esos brazos, con la cabeza apoyada en el hombro paterno, susurró sollozando: "Padre, deja que me postre a tus pies". "¡No, hijo mío, a mis pies no; reclina tu cabeza en este pecho mío que tanto ha sufrido por tu ausencia y necesita revivir sintiendo tu calor!".

    El hijo, llorando más fuerte, dijo: "¡Padre mío, he pecado contra el Cielo y contra ti, ya no soy digno de que me llames hijo; permíteme vivir con tus siervos, bajo tu techo; que pueda verte y comer tu pan y servirte y aspirar tu respiro: con cada uno de los bocados de tu pan, con cada movimiento de tu respiración, mi corazón, harto corrompido ahora, se reformará, y yo me haré honesto...!".

    Pero el padre, sin dejar de abrazarlo, lo condujo a donde estaban los siervos, que se habían arremolinado a distancia a observar lo que sucedía, y les dijo: "Rápido , traed el vestido mejor, palanganas con agua perfumada; lavadlo, perfumadlo, vestidlo, ponedle calzado nuevo y un anillo en el dedo. Luego, tomad un ternero cebado, matadlo, y preparad un banquete. Porque este hijo mío había muerto y ahora ha resucitado, lo había perdido y ha sido hallado.

    Quiero que encuentre de nuevo su sencillo amor de cuando era niño; mi amor y la fiesta de la casa por su regreso se lo deben dar. Debe comprender que sigue siendo para mí el amado hijo último en nacer, como era en su ya lejana infancia, cuando caminaba a mi lado alegrándome con su sonrisa y con sus balbuceos". Y así lo hicieron los siervos.

    El hijo mayor estaba en el campo. No supo nada de lo sucedido hasta su regreso. Al anochecer, de vuelta al hogar, vio que la casa estaba radiante de luces, y oyó que de ella provenían música y rumor de danzas. Llamó a uno de la servidumbre, que corría atareado, y le dijo: "¿Qué sucede?". El siervo respondió: "Ha vuelto tu hermano”. Tu padre ha mandado matar el ternero cebado porque ha recuperad a su hijo, y sano, curado de su grave mal. Y ha ordenado celebrar un banquete. Sólo faltas tú para que empiece la fiesta".

    Mas el hijo primogénito montó en cólera, porque le parecía una injusticia el que se hiciera tanta fiesta por el menor, el cual, además de ser el menor, había sido malo; y no quiso entrar; no sólo eso, sino que quería alejarse de la casa.

    Advirtieron al padre de lo que estaba sucediendo. Se apresuró a salir, siguió al hijo y le dio alcance. Trató de convencerlo y le rogó que no amargase su gozo. Pero el primogénito respondió a su padre "¿Cómo quieres que no me altere? Estás actuando injustamente con tu primogénito, lo estás despreciando. Desde que he podido empezar a trabajar, hace ya muchos años, te he servido. No he transgredido nunca ninguna disposición tuya, no he contrariado tan siquiera un deseo tuyo; he estado siempre a tu lado, y te he amado por dos para que sanara la llaga que te había producido mi hermano... Y no me has dado ni siquiera un cabritillo para que lo disfrutara con mis amigos. Sin embargo, a este que te ha ofendido, que te ha abandonado, haragán y gastador, y que vuelve ahora traído por el hambre, haces los honores y matas para él el mejor ternero.
    ¿Vale la pena, entonces, ser trabajador y abstenerse de los vicios? ¡No has actuado correctamente conmigo!".

    Entonces dijo el padre, estrechándolo contra su pecho: "¡Oh, hijo mío, ¿cómo puedes creer que no te quiero, por el hecho de que no haya extendido sobre tus obras un velo de fiesta? Tus obras son de por sí santas. Por tus obras te alaba el mundo. Sin embargo, este hermano tuyo necesita que su imagen, ante el mundo y ante sí mismo, sea restaurada.

    ¿Acaso crees que no te quiero por el hecho de que no te recompense visiblemente? Durante todo el día, en cada movimiento de mi respiración, en cada pensamiento, te tengo presente en mi corazón; cada instante que pasa yo te bendigo. Tienes el premio continuo de estar siempre conmigo. Todo lo mío es tuyo... Era justo hacer un banquete, celebrar una fiesta, por este hermano tuyo que había muerto y ha resucitado para el Bien; que se había extraviado y ha sido restituido a nuestro amor". Y el primogénito cedió.

    Lo mismo, amigos míos, sucede en la Casa del Padre. Todo aquel que se vea como el hijo menor de la parábola piense igualmente que si le imita en su retorno al Padre, el Padre le dirá: "No te arrojes a mis pies. Reclina tu cabeza sobre este corazón mío que ha sufrido por tu ausencia y que ahora goza con tu regreso". El que esté en la condición del hijo primogénito, sin culpa ante el Padre, que no se muestre celoso de la alegría paterna; antes bien, se una a ella amando a su hermano redimido. He dicho.


    TEXTO ORIGINAL, ALGUNOS VERSÍCULOS FALTAN EN EL EVANGELIO DE LUCAS

    ------------------------ (Dn. 12.10)
    Última edición por DANIEL777; 25/06/2013 a las 01:24

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    Predeterminado Re: HERMOSOS pasajes de LA BIBLIA que SIEMPRE me han inspirado ...

    PARÁBOLA DEL MAYORDOMO INFIEL ( Lc. 16:1-1, EN SU TEXTO ORIGINAL.

    DICE JESUS:

    .................¿Cómo salvarse entonces? ¿Cómo hacer que sirva todo para la salvación, incluso lo que proviene de la Corrupción, que ha mostrado los metales y las gemas como instrumentos de riqueza, que ha encendido ansias de poder y apetitos carnales? ¿No podrá entonces el hombre - que, por muy pobre que sea, siempre puede pecar deseando inmoderadamente el oro, los cargos, la mujer, haciéndose a veces ladrón de estas cosas para poseer lo que el rico tenía -, no podrá entonces el hombre, sea pobre o sea rico, salvarse nunca? Sí puede. ¿Cómo? Aprovechando la abundancia para el Bien, aprovechando la miseria para el Bien.

    El pobre que no envidia, que no impreca ni atenta contra lo que a otros pertenece, sino que se conforma con lo que tiene, ése, aprovecha su humilde condición para obtener de ella santidad futura. En verdad, la mayoría de los pobres lo sabe hacer. Menos lo saben hacer los ricos, para los cuales la riqueza es una continua trampa de Satanás, de la ternaria concupiscencia.

    Mas oíd una parábola, y veréis que también los ricos pueden salvarse a pesar de ser ricos, o reparar sus pasados errores con un buen uso de las riquezas, aunque hayan sido adquiridas mal. Porque Dios, el Bonísimo, deja siempre muchos medios a sus hijos para que se salven.

    Había, pues, un rico que tenía un administrador. Algunos, enemigos de éste porque envidiaban el buen puesto que tenía, o muy amigos del rico y por tanto, celosos de su bienestar, acusaron al administrador ante su jefe. "Disipa tus bienes. Se queda con una parte. No se preocupa de que produzcan. ¡Ten cuidado! ¡Defiéndete!".

    El rico, oídas estas repetidas acusaciones, ordenó al administrador que compareciera ante él. Y le dijo: "Me han dicho de ti esto y aquello. ¿Cómo es que has actuado así? Ríndeme cuentas de tu administración porque ya no te permito que sigas llevándola. No puedo fiarme de ti ni puedo dar un ejemplo de injusticia y de excesiva condescendencia que induciría a los consiervos a actuar como tú has obrado. Ve y regresa mañana con todas las escrituras, para que las examine y vea cuál es la situación de mis bienes, antes de confiarlos a un nuevo administrador".

    Y despidió al administrador, que se marchó pensativo diciendo para sí: "¿Y ahora? ¿Cómo me las voy a arreglar ahora que el amo me quita la administración? No tengo ahorros porque, convencido como estaba que no me iban a pillar, dilapidaba en mis placeres todo lo que distraía. Entrar como labrador, y además subordinado, no me hace ninguna gracia, porque ya no tengo costumbre de trabajar y siento el peso de las juergas. Pedir limosna me hace menos gracia todavía. ¡Demasiada humillación!
    ¿Qué voy a hacer?".

    Pensando y pensando, encontró la manera de salir de la penosa situación. Dijo: "¡Ya sé! Con el mismo medio con que me he asegurado una buena vida hasta ahora, en el futuro me voy a asegurar amigos que me reciban, por agradecimiento, cuando ya no tenga la administración. Quien hace favores tiene siempre amigos. Vamos, pues, a hacer favores para recibirlos; inmediatamente además, antes de que la noticia se difunda y sea demasiado tarde".

    Y fue a casa de los distintos deudores de su amo. Dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi jefe, por la suma que te prestó en la primavera de hace tres años?".

    El interlocutor respondió: "Cien barriles de aceite por la suma y los intereses".

    "¡Vaya, hombre, pobrecillo! ¡Tú que estás tan cargado de prole, afligido por enfermedades de tus hijos, tener que dar tanto!... ¿Pero no te dio por un valor de treinta barriles?".

    "Sí. Pero tenía urgente necesidad, y me dijo: "Yo te lo doy. Pero con la condición de que me devuelvas todo lo que esta suma te produzca en tres años". Ha producido por un valor de cien barriles. Tengo que entregarlos''.

    « ¡Pero hombre, es usura! No, no. Él es rico, y a ti poco te falta para pasar hambre. El tiene poca familia; tú, mucha. Escribe que te ha producido por valor de cincuenta barriles y despreocúpate ya de ello. Yo juraré que es verdad, y tú tendrás bienestar".

    « ¿No me traicionarás, no? ¿Si viene a saberlo?".

    « ¡Pero hombre!... Yo soy el administrador, y lo que juro es sagrado. Haz lo que te digo y vive feliz".

    El hombre escribió, entregó y dijo: "¡Bendito seas, amigo y salvador mío! ¿Cómo pagarte esto?".

    "¡Con nada! Esto significa que si por ti sufriera algún daño y me echaran, me recibirías por agradecimiento". "¡Hombre claro! ¡Claro! Puedes contar con ello".

    El administrador fue a casa de otro deudor, y mantuvo más o menos la misma conversación. Éste tenía que devolver cien fanegas de trigo porque durante tres años la sequía había destruido sus cereales y había tenido que pedir al rico para dar de comer a la familia.

    "¡No hombre, no te preocupes de doblar lo que te dio! ¡Negar el trigo! ¡Exigir el doble a uno que tiene hambre e hijos, mientras que su trigo se agorgoja en los graneros por sobreabundancia! Escribe ochenta fanegas".

    "¿Pero si se acuerda de que me dio veinte, y veinte y luego diez?". "¿Cómo se va a acordar? Te las di yo, y yo no quiero acordarme. Hazlo así. Haz como te digo y arregla tu situación. ¡Hace falta justicia entre pobres y ricos! Por mi parte, si fuera yo el patrón, hubiera pedido sólo las cincuenta, y quizás las perdonase incluso".

    "Tú eres bueno. ¡Si fueran todos como tú! Recuerda que ésta es una casa amiga para ti".

    El administrador fue a ver a otros, usando el mismo método, manifestándose dispuesto a sufrir para subsanar las cosas con justicia. Y le llovieron bendiciones y ofertas de ayuda.

    Despreocupado ya respecto al futuro, fue tranquilo a ver a su jefe, el cual, por su parte, había estado siguiendo los pasos del administrador y había descubierto su juego. Y, no obstante, lo alabó diciendo: "Tu acción no es buena. No te alabo por ella. Pero debo alabarte por tu sagacidad. En verdad, en verdad los hijos del siglo son más astutos que los hijos de la luz".

    Y Yo os digo también lo que dijo el rico: "El fraude no es una cosa bonita y nunca alabaré por él a ninguno. Pero os exhorto a ser, al menos en cuanto hijos del siglo, astutos con los medios del siglo, para darles un uso como monedas para entrar en el Reino de la Luz". O sea, con las riquezas terrenas, medios injustos en la repartición y usados para alcanzar un bienestar transitorio que no tiene valor en el Reino eterno, haceos amigos que os abran las puertas de él.

    Haced el bien con los medios de que disponéis, restituid lo que vosotros, u otros de vuestra familia, hayáis tomado sin derecho, separaos del apego enfermo y culpable hacia las riquezas. Y todas estas cosas serán como amigos que, en la hora de la muerte, os abrirán las puertas eternas y os recibirán en las moradas bienaventuradas.

    ¿Cómo podéis exigir que Dios os dé sus bienes paradisíacos, si veis que no sabéis hacer buen uso ni siquiera de los bienes terrenos? ¿Pretendéis que, suponiendo un imposible, admita en la Jerusalén celeste elementos disipadores? No, nunca. Allá arriba se vivirá con caridad y con generosidad y justicia. Todos para Uno y todos para todos. La comunión de los santos es sociedad activa y honesta, es sociedad santa. Y ninguno que haya mostrado ser injusto e infiel puede entrar en ella.

    No digáis: "Pero allá arriba seremos fieles y justos, porque tendremos todo sin sujeción a temor alguno". No. El que es infiel en lo poco sería infiel aunque poseyera el Todo, y quien es injusto en lo poco es injusto en lo mucho. Dios no confía las verdaderas riquezas al que en la prueba terrena muestra que no sabe hacer uso de las riquezas terrenas. ¿Cómo podrá Dios confiaros un día en el Cielo la misión de ser espíritus auxiliadores de vuestros hermanos de la Tierra, cuando habéis mostrado que arrebatar y robar, o conservar con avidez, es vuestra prerrogativa? Por eso os negará vuestro tesoro, el que había conservado para vosotros; y se lo dará a aquellos que supieron ser astutos en la Tierra usando incluso lo injusto y malsano en obras que lo hacían justo y sano.


    Ningún siervo puede servir a dos señores. Porque será de uno de los dos u odiará a uno de los dos. Los dos señores que el hombre puede elegir son Dios o la Ganancia, Pero, si quiere ser del primero no puede ponerse los distintivos, seguir las voces, usar los medios del segundo».

    Una voz se alza del grupo de los esenios:
    -El hombre no es libre para elegir. Está obligado a seguir un destino. Y no se diga que éste está distribuido sin sabiduría. Es lo contrario: la Mente perfecta ha establecido, como propio designio perfecto, el número de los que serán dignos de los Cielos. Los otros inútilmente se esfuerzan en serlo. Así es. No puede ser de otra forma. De la misma manera que uno, saliendo de casa, puede encontrar la muerte a causa de una piedra desprendida de la cornisa, y otro, en el corazón de una batalla, se puede salvar hasta de la más pequeña herida, igualmente el que quiere salvarse, pero no está escrito que se haya de salvar, lo único que hará será pecar incluso sin saberlo, porque su condenación está ya designada.

    -No, hombre. No es así. Y cambia de idea. Pensando así haces una grave injuria al Señor.

    -¿Por qué? Demuéstramelo y me enmendaré.

    -Porque tú, diciendo esto, admites mentalmente que Dios es injusto hacia sus criaturas. Él las ha creado de igual modo y con un mismo amor. Él es un Padre. Perfecto en su paternidad, como en todas las cosas. ¿Cómo puede entonces hacer distinciones y maldecir a un hombre cuando es concebido y es un inocente embrión, maldecirlo desde cuando es incapaz de pecar?

    -Para resarcirse de la ofensa recibida del hombre.

    -No. ¡Dios no se resarce así! No se conformaría con un mísero sacrificio como éste, de un injusto y forzado sacrificio. La culpa contra Dios sólo la puede quitar el Dios hecho Hombre. Él será el Expiador. No éste o aquel hombre. ¡Ojalá hubiera sido posible que Yo tuviera que quitar sólo la culpa original! ¡Que la Tierra no hubiera tenido ningún Caín, ningún Lámek, ningún pervertido sodomita, ningún homicida, ladrón, fornicador, adúltero, blasfemo, ninguno sin amor a sus padres, ningún perjuro, y así sucesivamente! Mas, de cada uno de estos pecados el pecador, y no Dios, es culpable y autor. Dios ha dejado libertad a sus hijos de elegir el Bien o el Mal.

    -¡No hizo bien! - grita un escriba - ¡Nos ha tentado sobremodo!. Sabiendo que éramos débiles, ignorantes, gente corrompida, nos puso en la tentación. Ello es o imprudencia o maldad. Tú que eres justo deberás convenir en que digo una verdad.

    -Dices una mentira para tentarme. Dios había dado a Adán y Eva todos los consejos. ¿Y de qué sirvió?

    -Hizo mal también entonces. No debía haber puesto el árbol, la tentación, en el Jardín.

    -¿Y entonces dónde está el mérito del hombre?

    -Hubiera prescindido del mérito. Hubiera vivido sin mérito propio, sólo por mérito de Dios.

    -Te quieren tentar, Maestro. Deja a esas serpientes. Escúchanos a nosotros, que vivimos en continencia y meditación - grita de nuevo el esenio.

    -Sí, vivís así. Pero malamente. ¿Por qué no vivir así santamente?

    El esenio no responde a esta pregunta, sino que pregunta:
    -De la misma forma que me has dado una razón convincente sobre el libre arbitrio, y la voy a meditar sin animosidad, esperando poder aceptarla, dime ahora: ¿Crees realmente en una resurrección de la carne y en una vida de los espíritus completados por ella?

    -¿Tú crees que Dios va poner fin así, sin más, a la vida del hombre?

    -Pero el alma... Dado que el premio la hace dichosa, ¿para qué sirve hacer resucitar la materia? ¿Va a aumentar eso el gozo de los santos?

    -Nada aumentará el gozo que un santo tendrá cuando posea a Dios. 0 sea, sólo una cosa lo aumentará en el último Día:
    el saber que el pecado ya no existe. ¿Y no te parece justo que, de la misma forma que durante este día carne y alma estuvieron unidas en la lucha por poseer el Cielo, en el Día eterno carne y alma estén unidas para gozar del premio? ¿No estás convencido de esto? ¿Y entonces por qué vives en continencia y meditación?

    -Para... para ser más plenamente hombre, señor por encima de los otros animales, que obedecen a los instintos sin freno; y para ser superior a la mayor parte de los hombres, que están embadurnados de animalidad, a pesar de ostentar filacterias y fimbrias, y fórmulas, y amplias vestiduras, y se llaman "los apartados".

    -¡Anatema! Los fariseos, recibido de lleno el flechazo, que hace murmurar aprobadora a la multitud, se retuercen y gritan como endemoniados.
    -¡Nos está insultando, Maestro! Tú conoces nuestra santidad. Defiéndenos - gritan gesticulando.

    Jesús responde:
    -También él conoce vuestra hipocresía. Las vestiduras no corresponden a la santidad. Mereced las alabanzas y entonces podré hablar. Pero a ti, esenio, te respondo que te sacrificas por demasiado poco. ¿Por qué? ¿Por quién? ¿Por cuánto? Por una alabanza humana. Por un cuerpo mortal. Por un tiempo rápido como vuelo de halcón. Eleva tu sacrificio. Cree en el Dios verdadero, en la bienaventurada resurrección, en la voluntad libre del hombre. Vive como asceta. Pero por estas razones sobrenaturales. Y con la carne resucitada gozarás de la eterna alegría.

    -¡Es tarde! ¡Soy viejo! Quizás he malgastado mi vida estando en una secta de error... ¡Ya nada!...

    -No. ¡Nunca es demasiado tarde para quien quiere el bien! Oíd, vosotros pecadores, vosotros que estáis en errores, vosotros, cualquiera que sea vuestro pasado. Arrepentíos. Venid a la Misericordia. Os abre los brazos. Os indica el camino. Yo soy fuente pura, fuente vital. Alejad de vosotros las cosas que os han descarriado hasta este momento.
    (CONTINÚA) (Dn.12.10)

  7. #107
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    Predeterminado Re: HERMOSOS pasajes de LA BIBLIA que SIEMPRE me han inspirado ...

    (CONTINUACIÓN)
    Venid desnudos al lavacro. Revestíos de luz. Renaced. ¿Habéis robado como salteadores de caminos, o elegante y astutamente en las transacciones y administraciones? Venid. ¿Habéis tenido vicios o pasiones impuras? Venid. ¿Habéis sido opresores? Venid. Venid. Arrepentíos. Venid al amor y a la paz. Dejad que el amor de Dios pueda derramarse sobre vosotros. Consolad este amor acongojado por vuestra resistencia, por vuestro miedo, por vuestra vacilación. Os lo ruego en nombre del Padre mío y vuestro. Venid a la Vida y a la Verdad, y tendréis la vida eterna.

    Un hombre de la muchedumbre grita:
    -¡Yo soy rico y pecador! ¿Qué debo hacer para ir?

    -Renuncia a todo por amor a Dios y por amor a tu alma.
    Los fariseos murmuran y satirizan a Jesús como «vendedor de cosas ilusorias y de herejías», como «pecador que pasa por santo», y le advierten que los herejes son siempre herejes, y que eso son los esenios. Dicen que las conversiones repentinas no son sino exaltaciones momentáneas y que el impuro seguirá siéndolo siempre, el ladrón ladrón, el homicida homicida, para terminar diciendo que sólo ellos, que viven en santidad perfecta, tienen el derecho al Cielo y a la predicación.

    -Era un día feliz. Una siembra de santidad caía en los corazones. Mi amor, nutrido por el beso de Dios, daba a las semillas vida. El Hijo del hombre se sentía feliz de santificar... Vosotros me amargáis el día. Pero no importa. Yo os digo - y si no soy dulce la culpa es vuestra -, Yo os digo que sois de esos que se muestran justos, o tratan de hacerlo, a los ojos de los hombres, pero que no lo son. Dios conoce vuestros corazones. Lo que es grande a los ojos de los hombres es abominable ante la inmensidad y perfección de Dios.

    Vosotros citáis la Ley antigua. ¿Por qué, entonces, no la vivís? Modificáis para ventaja vuestra la Ley, cargándola con pesos que os producen una ventaja. ¿Por qué, entonces, no dejáis que Yo la modifique en favor de estos pequeños, quitándole todas las fórmulas y sutilezas cargosas, inútiles, de los preceptos que habéis establecido vosotros, tales y tantos que la Ley esencial desaparece bajo ellos y muere ahogada? Yo siento compasión de estas turbas, de estas almas que buscan respiro en la Religión y encuentran un nudo corredizo; que buscan el amor y encuentran el terror...

    No. ¡Venid, pequeños de Israel! ¡La Ley es amor! ¡Dios es amor! Esto digo a los que vosotros atemorizáis. La Ley severa y los profetas amenazadores que me han anunciado sin lograr mantener distanciado el pecado, a pesar de los gritos de su profetismo angustioso, llegan hasta Juan. De Juan en adelante viene el Reino de Dios, el Reino del amor.

    Y digo a los humildes: "Entrad en él. Es para vosotros". Y todos los que tienen buena voluntad se esfuerzan en entrar. Pero, para los que no quieren agachar la cabeza, golpearse el pecho, decir: "He pecado", no habrá Reino. Está escrito: "Circuncidad vuestro corazón y no endurezcáis más vuestra cerviz".

    Esta tierra vio el prodigio de Eliseo, que hizo dulces las aguas amargas echando en ellas la sal. ¿Y Yo no echo la sal de la Sabiduría en vuestros corazones? ¿Y entonces por qué sois inferiores al agua y no cambiáis vuestro espíritu? Añadid a vuestras fórmulas mi sal y tendrán un nuevo sabor, porque volverán a dar a la Ley la primitiva fuerza. En vosotros, los más necesitados, antes que en ningún otro.

    ¿Decís que cambio la Ley? No. No mintáis. Devuelvo a la Ley su primitiva forma, que vosotros habéis alterado. Porque es una Ley que durará cuanto dure la Tierra, y antes desaparecerán el cielo y la tierra que uno solo de sus elementos constitutivos o de sus consejos.

    Y si la cambiáis, por satisfacer vuestro gusto, y entráis en sutilezas buscando escapatorias a vuestras culpas, sabed que ello no es beneficioso. ¡No es beneficioso, Samuel! ¡No es beneficioso, Isaías! Permanentemente está escrito: "No cometas adulterio", y Yo completo: "Quien despide a su esposa para tomar otra es adúltero, y quien se casa con una mujer repudiada por su marido es adúltero, porque sólo la muerte puede dividir lo que Dios ha unido".

    Pero las palabras duras son para los pecadores impenitentes. Los que han pecado pero se afligen desconsoladamente por haberlo hecho, sepan, crean que Dios es Bondad, y se acerquen a Aquel que absuelve, perdona y admite a la Vida. Salid de aquí con esta certeza. Esparcidla en los corazones. Predicad la misericordia que os da la paz bendiciéndoos en el nombre del Señor.

    La gente empieza a marcharse del lugar, lentamente (bien porque el sendero es estrecho, bien porque Jesús los atrae), pero dejan el lugar...
    Se quedan con Jesús los apóstoles. A su vez se ponen en marcha, y van hablando. Buscan sombra caminando al lado de un pequeño bosquecillo de tamarices de desordenadas frondas. Pero dentro hay un esenio. El que ha hablado con Jesús. Se está quitando sus vestiduras blancas.

    Pedro, que va delante de todos, lleno de estupor al ver que el hombre se queda sólo con el calzón corto, se echa a correr hacia el grupo diciendo:
    -¡Maestro! ¡Un loco! El que hablaba contigo, el esenio. Se ha desnudado y llora y suspira. No podemos ir allí.

    Pero el hombre, delgado, con poblada barba, su cuerpo completamente desnudo a excepción del calzón corto y las sandalias, ya sale de la espesura del bosquete y viene hacia Jesús llorando y golpeándose el pecho. Se arrodilla:

    -Yo soy el curado milagrosamente en el corazón. Me has curado el espíritu. Obedezco tu palabra. Tomo nuevo vestido, de luz, dejando todo pensamiento que fuera para mí vestido de error. Me separo para meditar sobre el Dios verdadero, para obtener vida y resurrección. ¿Es suficiente? Dame el nuevo nombre y un lugar donde vivir de ti y de tus palabras.

    -¡Está loco! ¡No sabemos hacerlo nosotros que oímos tantas! Y él... por un solo discurso... - comentan entre sí los apóstoles.

    Pero el hombre, que lo oye, dice:
    -¿Queréis poner límites a Dios? Él me ha quebrantado el corazón para darme un espíritu libre. ¡Señor!... - suplica con los brazos extendidos hacia Jesús.

    -Sí. Llámate Elías y sé fuego. Aquel monte está lleno de cavernas. Ve a él, y cuando sientas temblar la tierra por un tremendo terremoto, sal y busca a los siervos del Señor para unirte a ellos. Habrás nacido de nuevo, para ser siervo tú también. Ve.

    El hombre le besa los pies, se alza y se pone en camino.

    -¿Pero va así desnudo? - preguntan asombrados.
    -Dadle un manto, un cuchillo, yesca y eslabón, y un pan. Caminará hoy y mañana, y luego se retirará en oración al lugar donde estuvimos nosotros. El Padre se ocupará de su hijo.

    Andrés y Juan se echan a correr y le dan alcance cuando ya está para desaparecer tras un recodo. Vuelven diciendo:
    -Lo ha cogido. Le hemos indicado también el lugar donde estábamos. ¡Qué conquista tan inesperada, Señor!

    -Dios hace germinar flores hasta en las rocas. También en los desiertos de los corazones hace surgir espíritus de voluntad para consuelo mío. Ahora vamos hacia Jericó. Nos alojaremos en alguna casa del campo.



    PARÁBOLA ORIGINAL, FALTAN ALGUNOS VERSÍCULOS EN EL EVANGELIO DE LUCAS.

    -----------------------(Dn.12.10)
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    PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO ( Lc. 10:25-37), EN SU TEXTO ORIGINAL.


    .........un doctor de la Ley, que estaba sentado escuchando seriamente bajo el pórtico, se alza y se le pone delante para preguntarle:
    -Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Has respondido a los otros, respóndeme también a mí.


    -¿Por qué quieres tentarme? ¿Por qué quieres mentir? ¿Esperas que diga algo disconforme con la Ley por el hecho de que añado a la Ley conceptos más luminosos y perfectos? ¿Qué está escrito en la Ley? ¡Responde! ¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley?

    -Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu inteligencia. Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

    -Bueno, has respondido bien; haz eso y obtendrás la vida eterna.

    -¿Y quién es mi prójimo? El mundo está lleno de gente buena y mala, conocida y desconocida, amiga y enemiga de Israel. ¿Cuál es mi prójimo?

    -Un hombre, bajando de Jerusalén a Jericó, en uno de los pasos estrechos de las montañas, se topó con unos ladrones. Éstos lo hirieron cruelmente, lo despojaron de todo cuanto llevaba, incluso de sus vestidos, y lo dejaron más muerto que vivo en el borde del camino.

    Pasó por ese mismo camino un sacerdote que había terminado su turno en el Templo. ¡Todavía perfumado de los inciensos del Santo! ¡Debería haber tenido también el alma perfumada de bondad sobrenatural y de amor, pues que había estado en la Casa de Dios, casi en contacto con el Altísimo!

    Este sacerdote tenía prisa de volver a su casa. Miró, pues, hacia el herido y no se detuvo. Pasó ligero de largo y dejó al desdichado en la cuneta.
    Luego, un levita. ¿Contaminarse, teniendo que servir en el Templo? ¡De ninguna manera! Recogió su vestido para que no se manchase de sangre, lanzó una mirada huidiza hacia el hombre que gemía en medio de su sangre y aceleró el paso en dirección a Jerusalén, hacia el Templo.

    El tercero que pasó, viniendo de Samaria, en dirección al vado, fue un samaritano. Vio la sangre, se detuvo, descubrió la presencia del herido en el crepúsculo que ya se iba espesando; se apeó del burro, se acercó al herido, lo confortó con un trago de vino generoso, desgarró su manto para hacer vendas, le lavó las heridas con vinagre, se las ungió con aceite, se las vendó con amor; luego cargó al herido sobre su jumento, guió con cautela al animal, sujetando al mismo tiempo al herido y confortándolo con buenas palabras, sin preocuparse del cansancio, sin enfado por el hecho de que el herido fuera de nacionalidad judía. Cuando llegó a la ciudad, lo llevó a una posada y lo veló toda la noche. Al alba, viéndolo mejorado, lo dejó en manos del posadero, a quien pagó con antelación unos denarios y dijo: "Cuídalo como si se tratara de mí mismo. A mi regreso te daré lo que hayas gastado de más, y con medida generosa, si haces bien las cosas". Y se marchó.


    Doctor de la Ley, respóndeme: ¿Quién de estos tres fue "prójimo" del que se topó con los ladrones? ¿Acaso el sacerdote? ¿Acaso el levita? ¿No lo fue, más bien, el samaritano, que no se preguntó quién era el herido, porque estaba herido, o si hacía mal en socorrerlo perdiendo tiempo y dinero y arriesgándose a ser acusado de haberlo herido él?

    El doctor de la Ley respondió:
    -Fue "prójimo" éste, porque tuvo misericordia.
    -Haz tú lo mismo, y amarás al prójimo y a Dios en el prójimo y merecerás la vida eterna.

    PARÁBOLA ORIGINAL, FALTAN ALGUNOS VERSÍCULOS EN EL EVANGELIO DE LUCAS.

    -----------------------(Dn.12.10)
    Última edición por DANIEL777; 25/06/2013 a las 19:36

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    Predeterminado Re: HERMOSOS pasajes de LA BIBLIA que SIEMPRE me han inspirado ...

    PARÁBOLA DEL FARISEO Y EL PUBLICANO ( Lc. 18:9-14), EN SU TEXTO ORIGINAL.

    DICE JESÚS:

    Oíd esta parábola para que comprendáis cuáles son las cosas que tienen valor ante los ojos de Dios. La parábola os enseñará a corregir en vosotros un pensamiento no bueno que hay en muchos corazones. La mayoría de los hombres se juzgan por sí mismos, y, dado que sólo uno de cada mil es verdaderamente humilde, sucede que el hombre se juzga perfecto, sólo él perfecto, mientras que en el prójimo nota multitud de pecados.

    Un día dos hombres que habían ido a Jerusalén para unos asuntos subieron al Templo, como es conforme a todo buen israelita cada vez que pone pie en la Ciudad Santa. Uno era un fariseo; el otro, un publicano. El primero había venido para cobrar el arriendo de algunos almacenes y para hacer las cuentas con sus administradores, que vivían en las cercanías de la ciudad.

    El otro, para imponer los impuestos recaudados y para invocar piedad en nombre de una viuda que no podía pagar lo que había sido tasado por la barca y las redes, porque la pesca -pescaba el hijo mayor- le era apenas suficiente para dar de comer a sus muchos otros hijos.

    El fariseo, antes de subir al Templo, había ido a ver a los arrendatarios de los almacenes. Habiendo dado una ojeada a éstos y habiendo visto que estaban llenos de productos y de compradores, se había complacido en sí mismo y luego había llamado a uno de los arrendatarios de un lugar y le había dicho:

    -Veo que tus compraventas van bien.

    -Sí, por gracia de Dios. Estoy contento de mi trabajo. He podido aumentar las mercancías y espero aumentarlas aún más. He mejorado el lugar, y el año que viene no tendré los gastos de mostradores y estanterías y por tanto, ganaré más".

    -¡Bien! ¡Bien! ¡Me alegro! ¿Cuánto pagas tú por este lugar?

    -Cien didracmas al mes. Es caro, pero la ubicación es buena...

    -Tú lo has dicho. La ubicación es buena. Por tanto, te doblo el arriendo.

    -¡Pero señor! - exclamó el comerciante - ¡De esta manera me quitas todas las ganancias!

    -Es justo. ¿Acaso tengo que enriquecerte a ti? ¿Con lo mío? Enseguida. O me das dos mil cuatrocientos didracmas, inmediatamente, o te echo y me quedo con la mercancía. El lugar es mío y hago de él lo que quiero.
    Esto hizo con el primero, y lo mismo con el segundo y el tercero de sus arrendatarios, doblando a cada uno de ellos el precio, sordo a todas las súplicas. Y porque el tercero, cargado de hijos, quiso oponer resistencia, llamó a la guardia, hizo poner los sigilos de incautación y echó afuera al desdichado.

    Luego, en su palacio, examinó los registros de los administradores y encontró el modo de castigarlos por negligentes y se incautó de la parte con la que, con derecho, se habían quedado.

    Uno tenía un hijo moribundo y por la gran cantidad de gastos había vendido una parte de su aceite para pagar las medicinas. No tenía, pues, qué dar al detestable amo. -Ten piedad de mí, señor. Mi pobre hijo está para morir. Luego haré trabajos extraordinarios para resarcirte de lo que te parece justo. Pero ahora, tú mismo puedes comprenderlo, no puedo.

    -¿Que no puedes? Te voy a mostrar si puedes o no puedes.
    -Y, yendo con el pobre administrador a la almazara, lo privó incluso del resto de aceite que el hombre se había reservado para la mísera comida y para alimentar la lámpara que le permitía velar a su hijo durante la noche.

    El publicano, por su parte, habiendo ido a su superior y habiendo entregado los impuestos recaudados, recibió esta respuesta:

    -¡Pero aquí faltan trescientos setenta ases! ¿Cómo es eso?

    -Bien, ahora te lo explico. En la ciudad hay una viuda con siete hijos. Sólo el primero está en edad de trabajar. Pero no puede alejarse de la orilla con la barca, porque sus brazos son débiles todavía para el remo y la vela, y no puede pagar a un mozo de barca. Estando cerca de la orilla, pesca poco, y el pescado apenas es suficiente para matar el hambre de aquellas ocho infelices personas. No he tenido corazón para exigir el impuesto.

    -Comprendo. Pero la ley es ley. ¡Ay si se viniera a saber que la ley es compasiva! Todos encontrarían razones para no pagar. Que el jovencito cambie de oficio y venda la barca, si no pueden pagar.

    -Es su pan futuro... y es el recuerdo del padre.

    -Comprendo. Pero no se puede transigir.

    -De acuerdo, pero yo no puedo quitar a ocho infelices su único bien. Yo te pago los trescientos setenta ases.

    Hechas estas cosas, los dos subieron al Templo. Pasando junto al gazofilacio, el fariseo, ostentosamente, sacó de su pecho una voluminosa bolsa y la sacudió en el Tesoro, hasta la última moneda. En esa bolsa estaban las monedas tomadas de más a los comerciantes y lo que había sacado del aceite arrebatado al administrador y vendido inmediatamente a un mercader.

    El publicano, por el contrario, separó lo que necesitaba para regresar a su lugar y echó un puñadito de monedas. El uno y el otro dieron, por tanto, cuanto tenían. Es más, aparentemente, el más generoso fue el fariseo, porque dio hasta la ultima moneda que llevaba consigo. Pero hay que pensar que en su palacio tenía otras monedas y créditos abiertos con ricos cambistas.

    Luego fueron ante el Señor. El fariseo, delante del todo, junto al límite del atrio de los hebreos, hacia el Santo; el publicano se quedó en el fondo, casi debajo de la bóveda que llevaba al patio de las Mujeres, y tenía agachada la cabeza, aplastado por el pensamiento de su miseria respecto a la Perfección divina. Y oraban los dos.

    El fariseo, bien erguido, casi insolente, como si fuera el amo del lugar y fuera él el que se dignara agasajar a un visitante,
    decía:

    -Ve que he venido a venerarte en esta Casa que es nuestra gloria. He venido a pesar de sentir que estás en mí, porque soy justo. Sé que lo soy. De todas formas, y aun sabiendo que lo soy sólo por mérito mío, te doy las gracias, como está estipulado por la ley, por lo que soy. Yo no soy codicioso, injusto, adúltero, pecador como ese publicano que ha echado al mismo tiempo que yo un puñadito de monedas en el Tesoro.

    Yo, Tú lo has visto, te he dado todo lo que llevaba conmigo. Ese avaro, sin embargo, ha hecho dos partes y a ti te ha dado la menor. La otra, seguro, la guardará para juergas y mujeres. Pero yo soy puro. Yo no me contamino. Yo soy puro y justo, ayuno dos veces a la semana, pago los diezmos de cuanto poseo. Sí, soy un hombre puro, justo y bendito, porque soy santo. Recuerda esto, Señor.

    El publicano, desde su lejano rincón, sin atreverse a levantar la mirada hacia las preciosas puertas del hecol y, dándose golpes de pecho, oraba así:

    -Señor, no soy digno de estar en este lugar. Pero Tú eres justo y santo, y me lo concedes una vez más porque sabes que el hombre es pecador y que si no se acerca a ti se transforma en un demonio. ¡Oh, mi Señor! Yo quisiera honrarte noche y día y tengo que ser esclavo de mi trabajo durante muchas horas, un trabajo rudo que me deprime, porque produce dolor a mi prójimo, que es más infeliz que yo.

    Pero tengo que obedecer a mis superiores, porque es mi pan. Haz, Dios mío, que sepa dulcificar el deber hacia mis superiores con la caridad hacia mis pobres hermanos, para que en mi trabajo no encuentre mi condena. Todos los trabajos son santos, si se ejercen con caridad. Ten tu caridad siempre presente en mi corazón para que yo, miserable como soy, sepa compadecerme de los que están sujetos a mí, como Tú te compadeces de mí, gran pecador.

    Habría querido honrarte más, Señor. Tú lo sabes. Pero he pensado que apartar el dinero destinado al Templo para aliviar ocho corazones infelices fuera mejor que echarlo en el gazofilacio y luego hacer verter lágrimas de desolación a ocho inocentes infelices. Pero, si me he equivocado, házmelo comprender, oh Señor, y yo te daré hasta la última moneda, y volveré al pueblo a pie mendigando un pan. Hazme comprender tu justicia. Ten piedad de mí, Señor, porque soy un gran pecador.

    Ésta es la parábola. En verdad, en verdad os digo que mientras que el fariseo salió del Templo con un nuevo pecado, añadido a los que había cometido antes de subir al Moria, el publicano salió de allí justificado, y la bendición de Dios lo acompañó a su casa y en ella permaneció.

    Porque él había sido humilde y misericordioso, y sus acciones habían sido aún más santas que sus palabras. Por el contrario, el fariseo sólo de palabra y externamente era bueno, mientras que en su interior era como un diablo y hacía obras de diablo por soberbia y dureza de corazón, y Dios, por eso, lo aborrecía.

    Quien se ensalza será, siempre, antes o después, humillado; si no aquí, en la otra vida. Y quien se humilla será ensalzado, especialmente arriba, en el Cielo, donde se ven las acciones de los hombres en su verdadera verdad.



    PARÁBOLA ORIGINAL, FALTAN ALGUNOS VERSÍCULOS EN EL EVANGELIO DE LUCAS.

    ----------------------- (Dn.12.10)
    Última edición por DANIEL777; 25/06/2013 a las 19:59

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    PARÁBOLA DE LOS DOS DEUDORES ( Mt. 18:23-35), EN SU TEXTO ORIGINAL.



    DICE JESÚS:

    Un rey quiso hacer cuentas con sus súbditos. Los llamó, pues, uno a uno, empezando por los que estaban más arriba. Vino uno que le debía diez mil talentos. Pero este súbdito no tenía con qué pagar el anticipo que el rey le había prestado para que se construyera la casa y adquiriese todo tipo de cosas que necesitara, porque verdaderamente no había administrado -por muchos motivos, más o menos justos- solícitamente la suma que había recibido para estas cosas.

    El rey-amo, indignado por la holgazanería de su súbdito y por la falta a su palabra, ordenó que fueran vendidos él, su mujer, sus hijos y cuanto poseía, hasta que quedase saldada la deuda. Pero el súbdito se echó a los pies del rey, y, llorando y suplicando, le rogaba: "Déjame marcharme. Ten un poco de paciencia y te devolveré todo lo que te debo, hasta el último denario".

    El rey, movido a compasión por tanto dolor -era un rey bueno-, no sólo aceptó esto, sino que, habiendo sabido que entre las causas de la poca diligencia y de no pagar había también enfermedades, llegó incluso a condonarle la deuda.

    El súbdito se marchó contento. Pero, saliendo de allí, encontró en el camino a otro súbdito, un pobre súbdito al que había prestado cien denarios tomados de los diez mil talentos que había recibido del rey.
    Convencido de gozar del favor regio, creyó todo lícito, así que cogió al infeliz por el cuello y le dijo: "Devuélveme inmediatamente lo que me debes".

    Inútil fue que el hombre, llorando, se postrase a besarle los pies gimiendo: "Ten piedad de mí, que estoy viviendo muchas desgracias. Ten un poco de paciencia todavía, y te devolveré todo, hasta el último centavo". El súbdito, inmisericorde, llamó a los soldados e hizo que el infeliz fuera encarcelado para que se decidiera a pagar, so pena de perder la libertad o incluso la vida.

    La cosa se vino a saber ampliamente entre los amigos del desdichado, los cuales, llenos de tristeza, fueron a referirlo al rey y amo. Éste, conocido el hecho, ordenó que fuera conducido a su presencia el servidor despiadado. Mirándolo severamente, dijo: "Siervo inicuo, te había ayudado para que te hicieras misericordioso, para que consiguieras incluso una riqueza; luego te he ayudado condonándote la deuda por la que tanto implorabas que tuviera paciencia.

    Tú no has tenido piedad de un semejante tuyo, mientras que yo, que soy rey había tenido mucha piedad de ti. ¿Por qué no has hecho lo que yo hice contigo?". Y lo entregó, indignado, a los carceleros, para que lo retuvieran hasta que pagase todo, diciendo: "De la misma forma que no tuvo piedad de uno que le debía muy poco, cuando yo, que soy rey, había tenido mucha piedad de él, de la misma forma no halle piedad en mí".

    Esto hará también mi Padre con vosotros, si sois despiadados con vuestros hermanos; si, habiendo recibido tanto de Dios, os cargáis de
    culpas más que un fiel. Recordad que tenéis más obligación de evitar el pecado que ningún otro. Recordad que Dios os anticipa un gran tesoro, pero que quiere que le rindáis cuentas de él. Recordad que ninguno como vosotros debe saber practicar amor y perdón.

    No seáis siervos que queráis mucho para vosotros y luego no deis nada a quien os pide. El comportamiento que tengáis será el que recibiréis. Y se os pedirá cuenta del comportamiento de los demás que hayan sido impulsados al bien o al mal por vuestro ejemplo.

    ¡Si sois santificadores, recibiréis verdaderamente una gloria grandísima en el Cielo! Pero, de la misma forma, si sois corruptores, o simplemente holgazanes en santificar, seréis duramente castigados.



    PARÁBOLA ORIGINAL, FALTAN ALGUNOS VERSÍCULOS EN EL EVANGELIO DE MATEO.

    ----------------------- (Dn.12.10)
    Última edición por DANIEL777; 26/06/2013 a las 21:41

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    Predeterminado Re: HERMOSOS pasajes de LA BIBLIA que SIEMPRE me han inspirado ...

    PARÁBOLA DE LAS DIEZ VÍRGENES ( Mt. 25:1-13), EN SU TEXTO ORIGINAL.



    DICE JESÚS:


    El Reino de los cielos es la casa de las nupcias celebradas entre Dios y las almas. El momento de la entrada, es el día de los esponsales.

    Ahora bien, escuchad. Entre nosotros existe la costumbre de que vírgenes acompañan al esposo que llega, para llevarlo entre lámparas y cantos a la casa nupcial junto con su hermosa esposa. Cuando el cortejo sale de la casa de la novia, que velada y emocionada se dirige a su lugar de reina, a una casa que no es suya, pero desde el momento en que con su esposo se convierte en una sola carne, se hace suya, el cortejo de vírgenes, que son generalmente amigas de ella, corre al encuentro de ambos, para rodearlos con un anillo de luces.

    Sucede, pues, que en un pueblo se celebraron unos esponsales. Mientras los novios con sus padres y amigos se alegraban en la casa de la novia, fueron diez vírgenes a su lugar, al vestíbulo de la casa del novio, prontas a salir a su encuentro cuando el lejano rumor de tambores y cánticos les advirtiese que los novios habían salido de la casa de la novia para venir a la del novio. El convite en la casa de los esponsales se prolongaba, y la noche cubrió todo.

    Las vírgenes, vosotros lo sabéis, tienen siempre las lámparas encendidas para no perder tiempo cuando llega el momento. Ahora bien, entre esas diez vírgenes de lámparas encendidas y que aluzaban bien, cinco eran sagaces y cinco necias. Las sagaces, llenas de buen sentido, se habían provisto de pequeños vasos llenos de aceite para poder alimentar sus lámparas por si la espera se prolongase más de lo previsto, entre tanto que las necias se habían limitado a llenar tan sólo sus lámparas.

    Pasó una hora, pasó otra. Bellas conversaciones, historietas, chascarrillos animaron la espera, pero después no supieron decir otra cosa, ni hacer nada y fastidiadas o bien cansadas las diez jovencillas se sentaron cómodamente, con sus lámparas encendidas junto a ellas, y poco a poco se durmieron. Llegó la media noche, y se oyó un grito: "Llega el novio, salid a encontrarlo". Las diez jovencillas se levantaron al oírlo, tomaron sus velos y las guirnaldas, se arreglaron y corrieron a la mesa donde estaban las lámparas.

    Cinco de ellas estaban ya casi apagadas... el pabilo, sin tener más aceite, echaba humo o chispazos cada vez más débiles, que se apagaría al punto con el menor soplo de aire; entre tanto que las otras cinco lámparas, a las que les habían puesto más aceite antes de dormirse las más sagaces, conservaban aún una fuerte llama, la que se encendió todavía más con el aceite que le echaron.

    "¡Oh!" con voz suplicante dijeron las necias, "dadnos un poco de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se pueden apagar tan sólo con moverlas. ¡Las vuestras están muy hermosas!..." Pero las sagaces respondieron: Afuera sopla el viento nocturno y cae el rocío a gotas gruesas. Nunca es suficiente el aceite para sostener una llama fuerte que pueda resistir a los vientos y a la humedad. Si os damos, nos podrá suceder que nuestra luz se debilite. Y ¡sería muy triste el cortejo de las vírgenes sin la danza de la llama!

    Id pronto al tendero más cercano. Rogad, llamad, hacedlo que se levante para que os dé aceite". Y las necias, deprisa, arrebujando el velo, manchándose los vestidos, perdiendo las guirnaldas en el chocar entre sí y en el correr, siguieron el consejo de sus compañeras.

    Y mientras iban a comprar el aceite, sucedió que del fondo de la calle aparecieron el novio y la novia. Las cinco vírgenes, que tenían las lámparas encendidas, corrieron a su encuentro, y en medio de ellas los novios entraron en casa para finalizar la ceremonia, después de que las vírgenes hubiesen acompañado finalmente a la novia hasta la habitación nupcial.

    Se cerró la entrada después de que hubieron pasado los novios, y quien estaba afuera se quedó allá. Y esto sucedió también a las cinco necias, que llegadas con el aceite, encontraron la puerta cerrada e inútilmente llamaron, lastimándose las manos, y con gemidos decían: "Señor, Señor, ¡ábrenos! Somos del cortejo de las bodas. Somos las vírgenes propiciatorias, escogidas para traer honra y fortuna a tu tálamo".

    Pero el novio desde arriba de la casa, dejando por un momento a sus invitados íntimos, que le acompañaban, mientras la novia entraba en la habitación nupcial, les dijo: "En verdad os digo que ni os conozco. No sé quienes sois. Vuestras caras alegres no estuvieron junto a mi amada. Sois unas mentirosas. Y por esto quedaos fuera de la casa de las bodas". Y las cinco necias llorando, se fueron por las calles oscuras con sus lámparas que para nada les servían, con los vestidos arrugados, y los velos quitados, las guirnaldas deshechas o perdidas...

    .Y ahora escuchad el sentido que se encierra en esta parábola. Os dije al principio que el Reino de los cielos es la casa de los esponsales celebrados entre Dios y las almas. A las nupcias celestiales son llamados todos los fieles, porque Dios ama a todos sus hijos. Quién antes, quién después se encuentra en el momento de las nupcias, tiene una gran suerte.

    Pero escuchad todavía más. Sabéis cómo las doncellas tienen por honor y suerte el que las llamen para ser esclavas de la esposa. Apliquemos a nosotros los personajes y entenderemos mejor. El novio es Dios. La novia el alma de un justo que, pasado el tiempo de su noviazgo en la casa del Padre, o sea bajo la tutela de la doctrina de Dios y bajo su obediencia, viviendo según su justicia, es llevada a la casa del Esposo para las nupcias.

    Las esclavas vírgenes, son almas de los fieles que, tratan de llegar a este honor por medio de la santidad, de igual manera que la novia fue escogida por el novio por sus virtudes. Su vestido es blanco, limpio, y fresco con velos blancos y coronas de flores. Tienen las lámparas encendidas en la mano. Las lámparas están bien limpias. El pabilo se alimenta con mucho aceite y del mejor para que no oliera mal..

    Vestido blanco. La justicia que se practica de todo corazón proporciona un vestido cándido y pronto llegará el día en que lo será en grado incomparable, sin el recuerdo de mancha alguna; de una candidez sobrenatural, de un candor angélico.

    Vestido limpio. Es necesario conservar siempre limpio el vestido con humildad, pues es muy fácil empañar la pureza del corazón. Y quien no es limpio de corazón no puede ver a Dios. La humildad es como el agua que lava. El humilde cae pronto en la cuenta, porque sus ojos no están empañados con los humos del orgullo para no ver que su vestido se ha manchado. Corre a su Señor y le dice: "He quitado la limpieza a mi corazón. Lloro por quererme limpiar, a tus pies lloro. Tú, Sol mío, ¡emblanquece con tu perdón benigno, con tu amor paternal, mi vestido!"

    Vestido fresco. ¡Oh, frescura de corazón! Los niños la tienen por una gracia de Dios. Los justos la tienen por don de Dios y voluntad propia. Los santos la tienen por don de Dios, y por voluntad que llegó al heroísmo. Y los pecadores de alma hecha jirones, quemada, envenenada, manchada, ¿no podrán jamás tener un alma fresca? Sí pueden tenerla.

    Empiezan desde el momento en que se miran con horror; la aumentan cuando deciden cambiar de vida, la perfeccionan cuando con la penitencia se lavan, se desintoxican, ponen en orden su pobre alma; con la ayuda de Dios, que socorre a quienes se lo piden, y con su propia voluntad, llevada al heroísmo mucho mayor, porque no tiene necesidad de defender lo que tienen, sino de reconstruir lo que han destruido.

    Por esto deben trabajar, dos, tres y siete veces más. Finalmente con una penitencia que debe durar, con una penitencia que no tiene compasión por el yo que fue pecador, vuelven a dar al alma una nueva frescura infantil que es embellecida con la experiencia que los hace capaces de enseñar a los demás, pues en otro tiempo ellos fueron pecadores.

    Velos blancos. ¡La humildad! Ya he dicho: "Cuando oréis o hagáis penitencia, haced de tal modo que el mundo no os vea". En los libros Sapienciales está escrito: "No está bien revelar el secreto del Rey". La humildad es el velo cándido que se pone para cubrir el bien que se hace, y el bien que Dios concede. No gloria por el amor de privilegio que Dios concede, ni gloria humana necia, el don sería quitado al punto sino un cántico interno del corazón dirigido a Dios: "Mi alma te engrandece, oh Señor... porque has vuelto tu mirada a la inutilidad de tu sierva". "

    Jesús se detiene un momento y mira a su Madre que se pone roja bajo el velo y se inclina, como para componer los cabellos del niño que está sentado a sus pies, pero en realidad para ocultar el emocionante recuerdo...

    "Coronada de flores. El alma debe tejerse su guirnalda diaria con actos virtuosos, porque delante del Altísimo, no deben haber cosas marchitas, ni ajadas. He dicho, diaria. Porque el alma no sabe cuándo Dios-Esposo puede aparecer y decirle "ven". Por esto es menester nunca cansarse en renovar las guirnaldas. No tengáis miedo. Las flores no se marchitan. Las flores de las coronas virtuosas no se ajan. El ángel de Dios, que cada uno tiene a su lado, recoge estas guirnaldas diarias y las lleva al cielo. Y allí servirán de trono al nuevo bienaventurado cuando entre como una novia a la casa nupcial.

    Lámparas encendidas. Son para honrar al Esposo y para que sirvan de guía en el camino. ¡Cuán radiante es la fe, y qué amiga tan dulce es! Produce una llama brillante como una estrella, una llama que ríe porque tiene seguridad en su certeza, una llama que hace luminoso aún al instrumento que la lleva. Aun el cuerpo del hombre alimentado de fe, parece ya desde la tierra, que es más luminoso y espiritual, inmune de un marchitamiento tempranero.

    Pues quien cree que se gobierna con las palabras y mandamientos de Dios para llegar a poseerlo, a El que es su fin, y por esto huye de cualquier corrupción, no tiene turbaciones, miedos, remordimientos, no está obligado a un esfuerzo para acordarse de sus mentiras o para esconder sus malas acciones, y se conserva bello y joven con la incorrupción de santo.

    Una carne y una sangre, una inteligencia y un corazón limpio de cualquier clase de lujuria para tener consigo el aceite de la fe, para alumbrar sin humo. Una voluntad constante de alimentar siempre esta luz. La vida diaria, con sus desilusiones, experiencias, contactos, tentaciones, discrepancias, tienden a disminuir la fe. No. No debe de suceder. Id diariamente a las fuentes del oloroso aceite, del aceite de la sabiduría, del aceite de Dios.

    Lámpara que tiene poco aceite, puede, apagarla el viento más débil, puede apagarla el rocío de la noche. La noche... la hora de las tinieblas, del pecado, de las tentaciones llega a todos. Es la noche para el alma. Pero si está llena y colmada de fe, el viento del mundo no puede apagar su llama, ni las tinieblas de la sensualidad.

    En fin, vigilancia, vigilancia, vigilancia. Quien se confía imprudentemente y dice: "Dios me socorrerá a tiempo, mientras tengo luz en mí", quien se duerme en lugar de velar, o se duerme sin lo necesario para levantarse al punto a la primera llamada, quien espera hasta el último momento proveerse del aceite de la fe, o de un pabilo fuerte de buena voluntad, incurre en el peligro de quedarse fuera cuando llegue el esposo. Vigilad, pues, con prudencia, con constancia, con pureza, con esperanza, para estar siempre prontos a cuando llame Dios, porque en realidad no sabéis cuando llegaré a él.

    Queridos discípulos míos, no quiero que tengáis miedo de Dios, sino más bien fe en su bondad. Ya sea los que os quedáis, como los que os vais, pensad que, si hiciereis lo que hicieron las vírgenes sabias, seréis llamados no sólo a hacer cortejo al Esposo, sino como la doncella Ester, que se convirtió en Reina en lugar de Vasti, seréis elegidos y escogidos para que vuestras almas tengan al Esposo que "encontró en vosotros toda gracia y favor en grado supremo". Os bendigo a quienes partís. Llevad en vosotros y llevad a vuestros compañeros estas palabras mías. La paz del Señor sea siempre con vosotros".


    PARÁBOLA ORIGINAL, FALTAN ALGUNOS VERSÍCULOS EN EL EVANGELIO DE MATEO.

    ----------------------- (Dn.12.10)

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