La primera limitación que imponemos a nuestra conducta proviene de nuestra propia conciencia moral.

Si esa conciencia falla, ha de ser el medio familiar el que deberá encauzarnos por el camino del bien.

Si por alguna razón éste falla, ha de ser el medio social el que debera limitar nuestra conducta.

Si aún falla esta instancia, nos quedará la última de todas: la ley humana.

De ahí que quienes piensan que las cosas andan mal porque fallan las leyes, o porque no se las hace cumplir, olvidan que la ley humana es una última instancia, y que ya han fallado previamente otras tres.

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