¿Qué harían si un médico o un hospital pretendiera conseguir una orden judicial para ponerle una transfusión a su hijo? ¿Sería el momento de darse por vencidos y asumir que no pueden hacer nada? ¡En absoluto! Todavía es posible evitar la transfusión. Hay que prepararse de antemano para esa posibilidad. ¿Qué pueden hacer?
Para defenderse les será muy útil entender algunos principios legales que guían o moldean los criterios de los hospitales y los jueces al respecto. Un principio fundamental es que la ley no concede a los padres autoridad ilimitada de aceptar o rechazar el tratamiento médico de sus hijos. Aunque los adultos generalmente tienen el derecho de aceptar o rechazar una terapia, según sus deseos, los padres no tienen la libertad de rechazar un tratamiento que se estime necesario para el bienestar del niño, aunque el rechazo se deba a creencias religiosas sinceras.
Este principio fundamental se reflejó en el fallo que emitió el Tribunal Supremo de Estados Unidos en 1944, que decía: “Los padres pueden tener la libertad de hacerse mártires ellos mismos. No obstante, eso no significa que tengan la libertad, en iguales circunstancias, de hacer mártires a sus hijos antes de que hayan alcanzado la edad en que tengan decisión plena y legal para elegir por sí mismos”. Esta misma preocupación fundamental por la salud física y el bienestar del niño está incorporada en las leyes de protección de menores de la actualidad. Estas leyes tienen por objeto proteger a los hijos del abuso de menores, así como de la negligencia médica.
Los padres cristianos no objetan, desde luego, a que se proteja a los hijos del abuso paterno o de la negligencia. Sin embargo, las leyes sobre la negligencia y la declaración del Tribunal Supremo antes citada se suelen aplicar mal a casos que afectan a hijos de testigos de Jehová. ¿Por qué? Por un lado, los padres Testigos no tienen ninguna intención de “hacer mártires” de sus hijos. Si así fuera, ¿para qué los habrían de llevar al hospital? Por el contrario, procuran de buena gana tratamiento médico para sus hijos, pues los aman y desean que estén sanos. No obstante, creen que tienen el deber conferido por Dios de elegir de manera responsable qué tratamiento es más adecuado para sus hijos. Desean que sus problemas de salud se traten sin sangre. La terapia sin sangre no solo es más segura y mejor, sino que, aún más importante, mantiene al hijo en el favor del gran Dador de Vida, Jehová Dios.
A pesar de las ventajas de tratar sin sangre, muchos médicos y autoridades de la protección de menores consideran que la transfusión es una práctica médica normal que, en ciertas circunstancias, pudiera ser necesaria o hasta imprescindible para salvar la vida. Por ello, cuando los padres Testigos rehúsan las transfusiones que les recomiendan, pueden surgir problemas. De manera general, la ley dicta que un doctor no puede tratar a los hijos sin autorización de los padres. A fin de subsanar la falta de autorización al uso de sangre, los médicos u otros miembros del personal hospitalario quizás pidan autorización a un juez mediante una orden judicial. La pueden obtener mediante las autoridades de protección de menores o por los doctores o administradores del hospital, que actuarían para proteger al niño de una supuesta negligencia médica.
Frecuentemente las órdenes judiciales que autorizan el empleo de sangre se obtienen de manera rápida y sin apenas avisar a los padres. Los doctores, los administradores de hospitales o las autoridades de protección de menores tratan de justificar estas órdenes expeditas alegando que en las urgencias médicas no hay tiempo de informar detalladamente a los padres de lo que sucede. Sin embargo, es frecuente que los médicos admitan en las audiencias que no había verdadera urgencia y que querían la orden judicial “por si acaso”, según su opinión, fuera necesaria una transfusión. Como tutores naturales de sus hijos, ustedes tienen el derecho fundamental de saber en todo momento qué hacen los administradores del hospital o las autoridades de protección de menores que afecte a su hijo. La ley exige que, siempre que sea posible, le informen de si intentan conseguir una orden judicial y le permitan defender su postura en el tribunal.
Estos hechos legales destacan el valor de hallar un médico que quiera cooperar. Colaboren con él y, con la cooperación del Comité de Enlace con los Hospitales que les corresponda, ayúdenle a encontrar una terapia sin sangre para el problema de su hijo o busquen a otro doctor u hospital que se la dé. Ahora bien, si hay indicios de que el médico, el administrador del hospital o el funcionario de protección de menores procura una orden judicial, estén alerta y pregúntenle si planea hacerlo. A veces lo hacen en secreto, por teléfono. Si tienen la intención de ir a un tribunal, subrayen que desean que se les informe para estar presentes y explicar su postura ante el juez. (Pro. 18:17.) Si hay tiempo, suele ser conveniente pedir los servicios de un abogado. A veces el tribunal ha nombrado los abogados. Sea que tengan abogado personal o uno nombrado por el tribunal, el Departamento de Asuntos Legales de la Sociedad puede compartir con él información que le ayudará a presentar la mejor defensa que permitan las circunstancias.
Si les llevan ante el juez por su negativa a la sangre, la opinión médica de que las transfusiones son necesarias para salvar la vida del niño o mejorar su salud puede ser muy persuasiva. El juez que no esté muy al tanto de cuestiones médicas normalmente se pronunciará a favor de la experiencia del doctor. Ocurre así, sobre todo, si apenas les dan oportunidad a los padres (o si no se les da ninguna) de presentar su postura al respecto y dejan que el médico, sin nadie que lo contradiga, exponga sus afirmaciones de la “urgencia” de poner sangre. Estos métodos unilaterales no favorecen el esclarecimiento de la verdad. En realidad es muy subjetivo e incierto el asunto de cuándo y por qué razón estima un doctor que debe administrar sangre. Suele ocurrir que un médico diga que la sangre es imprescindible para salvar al niño, mientras que otro con experiencia en ese mismo problema afirme que no es necesaria para tratarlo.
¿Qué harán si un fiscal o un juez les pregunta por qué rechazan una transfusión “que puede salvar” a su hijo? Aunque la primera reacción pudiera ser explicar que creen en la resurrección y mostrar su firme confianza en que Dios lo resucitará si muere, la respuesta por sí sola quizás no logre más que convencer al juez, preocupado principalmente por la salud física del niño, de que son unos fanáticos religiosos de quienes tiene que proteger a su hijo.
El tribunal necesita saber que, aunque se niegan a recibir sangre por sus profundas convicciones religiosas, ustedes no rechazan el tratamiento médico. El juez debe saber que no son padres negligentes o que abusen de sus hijos, sino padres amorosos que desean que atiendan a su hijo. Es solo que no concuerdan con que los supuestos beneficios de la sangre sobrepasen las posibles complicaciones mortíferas, sobre todo habiendo alternativas médicas que no encierran esos riesgos.
Dependiendo de la situación, podrían comunicar al juez que, quien opina que es necesaria la sangre es un determinado doctor, pero que los médicos difieren de opinión, y por ello preferirían tener la oportunidad de buscar uno que desee atender a su hijo con los muchos métodos disponibles que no precisan sangre. Puede que entonces ya hayan localizado, con la ayuda del Comité de Enlace con los Hospitales, al médico que desee tratar a su hijo sin sangre y que quizás pueda dar, aunque sea por teléfono, un testimonio muy útil en el tribunal. Es probable que el comité de enlace pueda compartir con el juez (e incluso con el doctor que solicita la orden judicial) artículos médicos sobre la manera de solucionar sin sangre el problema médico de su hijo.
Cuando se apremia a los jueces para que emitan una orden judicial, a menudo no han examinado ni se les han recordado los muchos riesgos que encierra la sangre, entre ellos el SIDA, la hepatitis y muchas otras enfermedades. Pueden señalárselos al juez y también comunicarle que, como padres cristianos, consideran una grave infracción de la ley de Dios emplear la sangre de otra persona para mantener la vida, lo que para ustedes equivaldría a una violación. Ustedes y su hijo (si tiene edad suficiente para tener sus propias convicciones) pueden explicar que les repugna esta invasión de su cuerpo y pueden apelar al juez para que no emita una orden judicial, sino que les permita buscar tratamiento alternativo para su hijo.
Cuando se presenta una buena defensa, los jueces pueden ver con más claridad el otro lado de la cuestión, el de ustedes, padres. No están tan listos a autorizar una transfusión. En algunos casos han restringido estrictamente la libertad del médico de utilizar sangre e incluso han exigido que considere primero las alternativas, o han dado a los padres la oportunidad de buscar a otros médicos que deseen tratarle sin sangre.
Al tratar con los que procuran imponerles una transfusión de sangre, es esencial que nunca den muestras de vacilar en sus convicciones. Los jueces (y los doctores) a veces preguntan a los padres si les importaría “descargar” sobre ellos la responsabilidad por la transfusión, pues creen que así aliviarían la conciencia de los padres. Pero deben dejar claro a todos que, como padres, sienten la obligación de seguir haciendo todo lo posible por evitar la transfusión. Dios les ha dado esa responsabilidad y por tanto no es transferible.
Fuente: Suplemento "Nuestro Ministerio del Reino" Año 1992
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