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Tema: La historia de Pablo. 1

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    Predeterminado La historia de Pablo. 1

    El Cristo de las epístolas paulinas


    "Pues si de Cristo se predica que ha resucitado de los muertos, ¿Cómo
    entre vosotros dicen algunos que no hay resurrección de los muertos?
    Si la resurrección de los muertos no se da, tampoco Cristo resucitó.
    Y si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, vana nuestra
    fe. Seremos falsos testigos de Dios, porque contra Dios testificamos
    que ha resucitado a Cristo, a quien no resucitó, si en verdad los
    muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, ni Cristo
    resucitó; y si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe, aún estáis en
    vuestros pecados. Y hasta los que murieron en Cristo perecieron. Si
    sólo mirando a esta vida tenemos la esperanza puesta en Cristo, somos
    los más miserables de todos los hombres." (I Corintios 15, 12 y ss)

    El cometido de nuestro trabajo no es la figura de Pablo, sino la de
    Jesús. A pesar de ello es imposible pretender no hablar de Pablo,
    porque este persona, si existió, o el que se hizo pasar por él, fue
    la que escribió los documentos más antiguos acerca del Cristo, el que
    luego más tarde se convertiría en Jesús de Nazaret. Pablo no ideó
    solo la primitiva historia del Cristo (ni siquiera fue obra suya,
    como sostienen muchos), sino que ésta surgió de reuniones de judíos
    desilusionados con la religión judía y la tardanza del Mesías
    prometido. De he hecho, en las epístolas podemos ver que Pablo cita a
    varios personas que también predicaban, como por ejemplo Apolo o
    Cefas. Y parece ser que pronto esas reuniones de judíos dieron lugar
    a dos facciones, la encabezada por Pablo y la encabezada por
    Santiago, presunto hermano de Jesús. Estas dos facciones tenían
    objetivos distintos, pues la de Santiago limitaba el evangelio
    exclusivamente a los judíos o a los gentiles que se sometieran a la
    ley de Moisés, mientras que la de Pablo pretendía extender el
    cristianismo por toda la gentilidad. De la facción de Santiago
    tenemos noticias a través del testimonio de Pablo en sus cartas,
    especialmente Gálatas. También en los evangelios canónicos quedaron
    restos de sentencias de la facción de Santiago, que no fueron
    eliminadas por los monjes copistas en los tiempos del Concílio de
    Nicea.

    Pablo desconoce el Jesús de los evangelios canónicos. Siempre habla
    de Jesucristo o el Cristo, pero nunca de Jesús de Nazaret. No tiene
    en mente todo lo que años más tarde narraron los evangelistas
    referente a la vida de Jesús de Nazaret en Palestina. Tampoco sabía a
    ciencia cierta cuándo murió Jesús ni cómo. Los datos que conoce del
    Cristo los extrae de la lectura del Antiguo Testamento. Interpreta
    las profecías acerca del Mesías, Cristo en griego, y confunde al
    varón de dolores de Isaías con ese mismo Mesías, llegando a la
    conclusión de que ese Mesías tuvo que morir. En ningún lugar del
    libro de Isaías se afirma que el varón de dolores o siervo tenga que
    resucitar; tampoco en el Antiguo Testamento se dice que tenga que
    resucitar el Mesías. Pero Pablo tenía a mano las religiones
    mistéricas, abundantes y comunes en su época, en las que hijos de
    dioses volvían victoriosos de la muerte. Pablo no tuvo más que
    combinar estas dos ideas religiosas tan distintas y hasta cierto
    punto irreconciliables, la de un Mesías prometido y la de un hijo de
    un dios que muriera y resutara, para dar origen al cristianismo
    primitivo.

    Earl Doherty afirma que el Cristo de Pablo es un Cristo cósmico o
    mitológico, que realmente no pasó por la tierra, sino que actuó en un
    universo paralelo sin mezclarse con los hombres. Nosotros no
    compartimos esta teoría. Por el contrario pensamos que Pablo sí creía
    que el Cristo había pasado por la tierra, que había sido de carne y
    hueso, pero que no había hecho nada de lo que cuentan los evangelios.
    Para Pablo lo único que hizo el Cristo fue morir a manos de alguien
    desconocido como sacrificio perfecto para limpiar la falta cometida
    por Adán y heredada por todos los hombres y resucitar de entre los
    muertos ganando de esta manera el título de Hijo de Dios.

    Los defensores de la tradición cristiana, los creyentes en
    definitiva, afirman que el silencio de Pablo acerca de la vida de
    Jesús narrada en los evangelios, no responde a un desconocimiento por
    parte del Apóstol, sino a una falta de interés por relatarla. A lo
    largo de este trabajo intentaremos rebatir este argumento.

    Un personaje llamado Pablo

    Vamos a construir una pequeña biografía de Pablo sirviéndonos de lo
    que nos cuenta él mismo en sus epístolas, las consideradas auténticas
    por los estudiosos, y los datos que nos da Lucas, datos muy dudosos,
    en sus Hechos de los Apóstoles. Los datos que aporta Lucas para
    nosotros no tienen ningún valor histórico. La tradición considera a
    Lucas, autor de un evangelio canónico y de los Hechos de los
    apóstoles, como el querido médico de Colosenses 4, 14, carta, por
    cierto, de autoría incierta. Pero como veremos, el relato de Lucas en
    sus Hechos de los Apóstoles dista tanto de lo que afirma el propio
    Pablo en sus cartas, que llegamos a la conclusión de que este Lucas
    ni siquiera conoció a Pablo. En cambio, pensamos que algo de médico
    sí que tenía, porque se dedica a amputar, coser, y curar las
    enfermedades o contradicciones que encontró en las cartas de Pablo y
    en los evangelios precedentes al suyo. Así que expondremos los datos
    que contiene la obra de Lucas, pero no les daremos ningún crédito.

    Estos son los primeros datos personales que encontramos sobre Pablo
    en sus epístolas:


    "Circuncidado al octavo día, de la raza de Israel, de la tribu de
    Benajamín, hebreo hijo de hebreos, y según la ley fariseo, y por el
    celo de ella perseguidor de la Iglesia; según la justicia de la Ley
    irreprensible." (Filipenses 3, 5 y ss)

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  2. #2
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    Predeterminado La historia de Pablo. 2

    Pablo es un judío fariseo que confiesa que en un tiempo pasado fue
    perseguidor de los cristianos. Es curioso porque en ninguna de sus
    cartas dedica ni una sola línea a pedir perdón a la comunidad
    cristiana por sus atrocidades cometidas. Es más, cuando fue a conocer
    a los Apóstoles, discípulos de Jesús, éstos no le echaron en cara
    para nada su pasado según el relato que hace el propio Pablo, que no
    el que da Lucas.

    Lucas en Hechos 9, 1 nos da su nombre hebreo: Saulo. Este nombre no
    aparece para nada en las cartas de Pablo. En 9, 11 así mismo nos
    cuenta que era de Tarso, ciudad al este de Asia menor.

    El mismo Pablo nos cuenta en Gálatas 4, 13 que padeció una enfermedad
    que podía causar repulsión entre la gente. En II Corintios 12, 7
    alude a sus efectos metafóricamente:


    "Por lo cual, para que yo no me engría, fueme dado un aguijón de
    carne, un ángel de Satanás, que me abofetea para que no me engría."

    No sabemos a ciencia cierta de qué enfermedad se trata, aunque
    algunos han sostenido que podría ser una epilepsia. Pero además Pablo
    confiesa que tiene alucinaciones, lo que nos llevaría a pensar que
    era un esquizofrénico:


    "Sé de un hombre en Cristo (se refiere a sí mismo evidentemente) que
    hace catorce años -si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo
    tampoco lo sé, Dios lo sabe- fue arrebatado hasta el tercer cielo; y
    sé que este hombre -si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé,
    Dios lo sabe- fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que
    el hombre no puede decir." (II Corintios 12, 2 y ss)

    Es difícil distinguir con seguridad si son alucinaciones o
    simplemente Pablo habla metafóricamente. Suficientes antecedentes
    tenía Pablo para utilizar semejantes metáforas. Ya Parménides de
    Elea, filósofo griego del siglo V a. C. de la Italia meridional,
    afirmaba en su famoso poema "Sobre la naturaleza" que en un carro
    tirado por yeguas logró llegar a la divinidad para que ésta le
    contara acerca del Ser y del no Ser. El discurso de la diosa era en
    verdad inefable, tanto que de los fragmentos conservados todavía los
    estudiosos sacan hipótesis sobre lo que quiso decir Parménides. Pero
    no sólo Parménides y Pablo viajaron al paraíso, sino que otro chamán
    famoso, Pitágoras, también hizo esto mismo. El chamanismo griego
    tiene su origen en las estepas rusas. Los chamanes eran curanderos y
    se caracterizaban por su actitud espiritual frente a la vida. Habían
    recibido una formación religiosa profunda y controlaban su vida con
    diversas medidas como el ayuno, la soledad o las técnicas para
    control del cuerpo. Los chamanes tenían la capacidad de entrar en
    trance logrando así que su espíritu abandonase su cuerpo y viajara a
    lugares donde obtenía sabiduría que el común de los mortales no tenía
    a su alcance. También tenían capacidad profética y curativa. En el
    mundo griego el chamanismo supuso un fuerte cambio cultural, pues en
    los poemas arcaicos de Homero, es la divinidad la que acude al hombre
    en sueños, mientras que los chamanes tienen la capacidad de entrar en
    el ámbito privado de la divinidad y allí escuchar sus secretos, tal y
    como nos cuenta Pablo. Los griegos entraron en contacto con el
    chamanismo cuando colonizaron el Mar Negro en el siglo VII a. C. Es
    entonces cuando surgen los grandes chamanes griegos, como el citado
    Pitágoras, del que se decía que escribía poemas sobre la muerte y
    resurreción del niño Dioniso pero los firmaba con el nombre de Orfeo.
    Pero hay más chamanes griegos: Abarís tenía la capacidad de vivir sin
    alimento, según cuenta la leyenda. Era la encarnación del dios Apolo
    Hiperbóreo y su alma viajaba. Como reformador religioso y purificador
    fue capaz de aplacar un mal que atormentaba a la ciudad de Atenas. En
    Esparta fundó un templo en honor de Koré donde se llevaban a cabo
    procedimientos catárticos de limpieza espiritual. Era lo que los
    griegos llamaban un hombre divino. Aristeas de Proconeso tenía la
    facultad de la bilocación, o estar al mismo tiempo en dos lugares
    distintos. Escribió varios poemas religiosos. Ermotimo de Clazomenas
    era capaz de liberar su alma para viajar a regiones desconocidas.
    Cuenta la leyenda que en uno de esos viajes espirituales quedando su
    cuerpo abandonado, sus enemigos aprovecharon para quemarlo. Su
    espíritu errante terminó encarnándose en Pitágoras. Epiménides es sin
    duda el más interesante. Fue un personaje histórico, que existió de
    verdad. Era un profesional de la catarsis, tanto que limpió a la
    ciudad de Atenas a causa de la violación del derecho de asilo.
    Epiménides era un teólogo cretense que tenía fama de milagrero y del
    cual tenemos noticias de que escribió una cosmogonía órfica, es decir
    un poema religioso que trataba sobre el origen del mundo desde la
    perspectiva de la secta griega órfica. Y decimos que Epiménides es
    interesante porque precisamente en una carta atribuida a Pablo es
    citado uno de sus versos. Es decir, que en el círculo de Pablo era
    normal que los textos órficos pasaran de mano en mano. Sobre este
    asunto hablaremos más extensamente cuando tratemos acerca de la
    relación entre Pablo y el orfismo. Pablo estaba profundamente
    impresionado por el chamanismo griego, hasta tal punto que confiesa
    que creyó tener una experiencia igual a la que Parménides cuenta en
    su poema.

    Pablo se presenta a sí mismo como apóstol en Gálatas 1, 1:


    "Pablo, apóstol no de hombres ni por hombres, sino por Jesucristo y
    por Dios Padre, que le resucitó de entre los muertos..."

    Pablo se autodenomina apóstol, pero como él afirma no gracias a los
    hombres, sino a Jesucristo y a Dios. La palabra apóstol significa en
    griego enviado. Pablo cree que su misión es difundir el evangelio del
    Cristo, o de Dios en muchas otras ocasiones. Veamos lo que nos
    continúa diciendo en Gálatas 1, 11:


    "Porque os hago saber, hermanos, que el evangelio por mí predicado no
    es de los hombres, pues yo no lo recibí ni aprendí de los hombres,
    sino por revelación de Jesucristo."

    Hay que esclarecer qué entiende Pablo por revelación. En I Corintios
    9, 1 nos cuenta lo siguiente:


    "¿No soy libre yo? ¿No soy apóstol? ¿No he visto a Jesús nuestro
    Señor?"

    Es decir, que Pablo ha tenido un contacto directo con Jesús, y lo ha
    visto corporalmente. Sin embargo, Pablo no da datos concretos en sus
    cartas acerca de su contacto con Jesucristo. Simplemente afirma que
    se le ha aparecido y que le ha mandado evangelizar a las gentes:

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  3. #3
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    Predeterminado La historia de Pablo. 3

    "Antes al contrario, cuando vieron (los jefes de la Iglesia de
    Jerusalén) que se me había confiado el evangelio de la incircuncisión
    (es decir, destinado a los gentiles), como a Pedro el de la
    circuncisión (destinado a los judíos), pues el que obró en Pedro para
    el apostolado de la circuncisión, obró también en mí para el de los
    gentiles, Santiago, Cefas y Juan, que pasan por ser las columnas,
    reconocieron la gracia a mí dada, y nos dieron a mí y a Bernabé la
    mano en señal de comunión, para que nosotros nos dirigiésemos a los
    gentiles y ellos a los circuncisos." (Gálatas 2, 7 y ss)

    Por Filipenses 1, 7 sabemos que sufrió prisión a causa de predicar el
    evangelio a los gentiles.

    Pablo en I Corintios 15, 5 y ss nos da una pequeña relación de las
    apariciones de Jesús después de su muerte: primero se apareció a
    Pedro, luego a los doce. Tras ellos a más de quinientos hermanos de
    los cuales dice que todavía están muchos vivos. Luego se apareció a
    Santiago, y después a todos los apóstoles. Finalmente afirma que se
    le apareció a él. Esta sucesión de apariciones entra en contradicción
    con las contadas por los cuatro evangelios canónicos. Además, Pablo
    afirma que después de aparecerse a Pedro se apareció a los doce,
    aunque el evangelio de Mateo cuente que Judas se ahorcó después de
    entregar a Jesús quedando sólo once apóstoles. Toda esta información
    puede ser una interpolación ajena al texto original como veremos más
    adelante.

    Hemos visto que Pablo afirma que Jesucristo se le apareció
    corporalmente, pues lo vio, le nombró apóstol y le encomendó predicar
    el evangelio a los gentiles. En cambio, al comienzo de las dos cartas
    a los corintios, sostiene que es apóstol por la voluntad de Dios y no
    de Cristo. Hay muchos indicios para sospechar que en la mente de
    Pablo Dios y Jesucristo no son la misma persona.

    Sea como fuere, Pablo no habla del lugar donde se le apareció
    Jesucristo, ni lo que estaba haciendo en ese momento, ni siquiera
    alude a alguna de las palabras que le dirigió Jesucristo. Será Lucas
    en sus Hechos de los apóstoles el que nos dé todos estos datos. Hay
    que recordar que la epístola a los Gálatas, en la que Pablo nos habla
    de que Jesucristo le encomendó predicar a los gentiles data
    aproximadamente del año 56, y que los Hechos de Lucas seguramente
    fueron escritos después del año 90. Es decir, que hay entre ambos
    documentos más de treinta años de diferencia. Esto es lo que nos
    cuenta Lucas:


    "Cuando estaba de camino, sucedió que, al acercarse a Damasco, se vio
    de repente rodeado de una luz del cielo; y al caer a tierra, oyó una
    voz que decía: Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues? Él contestó:
    ¿Quién eres, Señor? y Él: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
    Levántate y entra en la ciudad y se te dirá lo que has de hacer."
    (Hechos de los apóstoles 9, 3 y ss.)

    Según Lucas, Pablo iba a Damasco a detener a cristianos y una luz del
    cielo le hizo caer a tierra. Pablo no vio a nadie, sólo una luz. De
    hecho sólo oye una voz. En Hechos 9, 7 se afirma que los acompañantes
    de Pablo oyeron la voz pero no vieron a nadie. Como vimos
    anteriormente, Pablo en sus epístolas afirma que lo vio
    corporalmente. Pero más adelante en el relato de Lucas, en Hechos 9,
    17, ya se nos cuenta que sí se le había aparecido Jesús
    corporalmente. La misma afirmación encontramos en 9, 27. Pero es que
    Pablo, una vez que se levanta se da cuenta que está ciego; y en
    Damasco permanece tres días sin ver, comer ni beber. En 9, 10
    encontramos que Jesús manda a un discípulo llamado Ananías para que
    le haga recobrar la vista a Pablo. Ananías responde que Pablo es un
    perseguidor de cristianos, pero entonces Jesús le dice que es su
    elegido para llevar su nombre a los gentiles. Es decir, que se lo
    dice a Ananías, y no a Pablo, el cual está en Damasco ciego y sin
    comer ni beber esperando a que alguien le saque de esa situación.
    Vimos también que en las cartas paulinas se afirmaba que Jesucristo
    personalmente le dio a Pablo la orden de predicar a los gentiles.
    Pero en el relato de Lucas es Ananías el que le transmite la orden de
    Jesús al que había visto en visión. Pero lo más extraño de todo es
    que en el evangelio de Mateo Jesús da la orden explícita a los
    apóstoles de que no se dirijan a los gentiles, sino exclusivamente a
    los judíos:


    "A estos doce los envió Jesús, haciéndoles las siguientes
    recomendaciones: No vayáis a los gentiles ni penetréis en ciudad de
    samaritanos; id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel,
    y en vuestro camino predicad diciendo: El reino de Dios se acerca."
    (Mateo 10, 5)

    Así que lo que Jesús en vida prohibió a los apóstoles, ahora se lo
    manda a Pablo, y no directamente, sino a través de Ananías.
    Recordemos las propias palabras de Pablo en Gálatas 1, 1: Pablo,
    apóstol no de hombres ni por hombres, sino por Jesucristo y por Dios
    Padre... Pero acabamos de ver que el que le dio la orden de
    evangelizar a los gentiles fue Ananías, del que no hay la más mínima
    sospecha de que sea un hombre. Vemos que el relato de Lucas no se
    adecúa a las palabras del propio Pablo. También vimos en Gálatas 1,
    11 la siguiente afirmación: que el evangelio por mí predicado no es
    de hombres, pues yo no lo recibí ni aprendí de los hombres, sino por
    revelación de Jesucristo. Pablo habla de que recibió un evangelio, o
    buena noticia, y además que lo aprendió directamente de Jesucristo,
    lo cual implica un tiempo o proceso. En el relato de Lucas esto es
    imposible porque en 9, 18 vemos que después de que Ananías le
    comunique a Pablo lo que le dijo recobra la vista automáticamente y
    se bautiza, y tras pasar unos días con los discípulos de Damasco
    empezó a predicar por las sinagogas que Jesús era Hijo de Dios. No
    hay ningún proceso de aprendizaje. Finalmente, añadamos que Pablo nos
    dice en Filipenses 3, 9 que lo dejó todo por amor a Cristo, pero no
    porque una luz le cegara en Damasco y una voz le preguntara por qué
    le perseguía.

    Nos cuenta Lucas que como Pablo confundía a los judíos, éstos
    resolvieron matarle. Pero Pablo escapó de Damasco descolgándose por
    una ventana mediante una espuerta (Hechos 9, 23 y ss). Pablo
    referiéndose a este episodio da nombres concretos y no cita a los
    judíos como colectividad:


    "En Damasco, el etnarca del rey Aretas puso guardias en la ciudad de
    los damascenos para prenderme, y por una ventana, en una espuerta,
    fui descolgado por el muro y escapé a sus manos." (II Corintios 11,
    32)

    En ell relato de Lucas observamos antisemitismo, pues acusa a los
    judíos en general de querer matar a Pablo. El testimonio del Propio
    Pablo es más mesurado, pues sólo se refiere al rey Aretas como
    culpable de su huida apresurada de Damasco. Según Lucas, tras huir de
    esa manera Pablo se dirigió a Jerusalén de la mano de Bernabé y fue
    presentado a los apóstoles, que aunque al principio temieron por su
    pasado, terminaron aceptándolo por lo que Bernabé les relató de sus
    predicaciones en Damasco. Pero las palabras de Pablo acerca de cómo
    sucedieron los hechos contradicen el testimonio de Lucas:


    "...no subí a Jerusalén a los apóstoles que eran antes de mí, sino
    que partí para la Arabia y de nuevo volví a Damasco. Luego, pasados
    tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas, a cuyo lado
    permanecí quince días. A ninguno otro de los apóstoles vi, si no fue
    a Santiago, el hermano del Señor. En esto que os escribo, os declaro
    ante Dios que no miento." (Gálatas 1, 17 y ss)

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  4. #4
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    Predeterminado La historia de Pablo. 4

    Pablo no fue a Jerusalén después de su estancia en Damasco. Prefirió
    antes que conocer a los apóstoles irse a Arabia y volverse de nuevo a
    Damasco, ciudad en la que no dice que tuviera lugar lo de la
    aparición de Jesús, ni la orden de Ananías ni su ceguera milagrosa.
    Tuvieron que pasar tres años, los cuales Lucas omite de su relato
    pues según él tras huir de Damasco se fue a Jerusalén directamente,
    para que Pablo se decidiera a ir a conocer a Cefas a Jerusalén, sin
    ser acompañado por Bernabé pues Pablo no lo cita. Además afirma que a
    ningún otro apóstol vio, sino sólo a Santiago, el hermano de Jesús,
    mientras que en el relato de Lucas se nos dice que fue aceptado por
    los apóstoles en general (Hechos 9, 27). El relato del propio Pablo,
    jurado ante Dios, tiene muchas discrepancias con lo que nos cuenta
    Lucas en sus Hechos de los apóstoles. Como podemos inferir de lo
    anteriormente expuesto, Lucas no conoció a Pablo, aunque la tradición
    cristiana afirme que era discípulo de Pedro y Pablo. No lo pudo
    conocer porque de la comparación entre los relatos de Lucas y Pablo
    encontramos grandes contradicciones. Lucas intentó completar las
    lagunas que estaban presentes en las cartas de Pablo, y para ello
    echó mano de su propio imaginación sin importarle que contradijera en
    muchas ocasiones las propias palabras de Pablo.

    Pablo en Gálatas 2, 1 afirma que a los catorce años volvió a
    Jerusalén acompañado esta vez sí de Bernabé y Tito para presentarles
    a los apóstoles su evangelio dirigido a los gentiles. A Santiago, a
    Cefas y a Juan, que según Pablo pasaban por ser las columnas (Gálatas
    2, 9), les pareció muy bien lo que les presentó Pablo. Pero tras este
    encuentro amistoso tuvo lugar el conflicto de Antioquía por el que el
    cristianismo primitivo se mostró como la lucha de dos facciones
    opuestas e irreconciliabes.

    El conflicto de Antioquía o la madeja de Ariadna

    Como vimos en la biografía de Pablo, éste nos contaba en Gálatas,
    contradiciendo a Lucas, que tras su estancia en Damasco no fue
    directamente a conocer a los Apóstoles, sino que después de tres años
    marchó a Jerusalén a conocer a Cefas, estando con él quince días. En
    esta estancia únicamente conoció a Santiago, hermano del Señor, pero
    a ninguno de los otros Apóstoles tuvo la oportunidad de ver; de sus
    propias palabras deducimos que tampoco tuvo mucho interés en
    conocerlos (Gálatas 1, 17). No quiso conocer a Tomás, aquel que dudó
    y metió sus dedos en los costados de Jesús. No buscó a Mateo, el
    recaudador de impuestos convertido por Jesús, al cual arrancó de las
    manos de los pecadores en aquella famosa cena. Se olvidó de Andrés,
    el hermano de Simón Pedro, del que el evangelista Juan nos cuenta que
    en un principio era discípulo de Juan el Bautista, el que era la
    encarnación de Elías. Tampoco preguntó por Juan, el discípulo amado
    de Jesús, el que cariñosamente reclinó su cabeza en el seno del Señor
    durante la última cena y acogió a María en su casa después de la
    muerte de su maestro. De la madre de Jesús tampoco parece que se
    acordara Pablo en su visita a Jerusalén. Pablo no mostró el más
    mínimo interés en conocer a estas personalidades, que más tarde
    serían figuras claves en la narración de los evangelios. Algunos
    exegetas afirman que también es un misterio el por qué Pablo no nos
    cuenta que visitara los lugares sagrados como el cenáculo donde tuvo
    lugar la última cena, el monte de los olivos o el Calvario. Toda esta
    falta de interés de Pablo en conocer lo anteriormente citado lleva a
    muchas personas a afirmar que simplemente no conocía ni tenía noticia
    ni de los hechos llevados a cabo por los Apóstoles y María, ni tenía
    idea de la existencia de los lugares sagrados de Jerusalén. Muchos
    afirmarán: Pablo no conoció a Jesús, ni asistió a los hechos de su
    vida y por eso no conocía todo lo anterior... Pero hay una objeción:
    ¿no se lo pudo contar Cefas? Porque recordemos que estuvo con él
    quince días. ¿No le contó que él mismo anduvo sobre el agua con la
    ayuda de Jesús? ¿Se le olvidó decirle que expulsó demonios por toda
    Palestina siguiendo las órdenes de su maestro? ¿No le comentó que el
    propio Jesús le nombró Piedra de la Iglesia y que todo lo que el
    atara en la tierra quedaría atado en el cielo? Pues parece ser que
    no, porque después de catorce años fue cuando Pablo visitó de nuevo a
    los Apóstoles en Jerusalén según sus propias palabras (tiempo más que
    considerable si pensamos que la piedra de la Iglesia, que era Pedro,
    estaba con los apóstoles en Jerusalén); pero fue no porque tuviera
    curiosidad por entablar conversación con el resto de Apóstoles que
    conocieron a Jesús personalmente a los cuales no vio en su primera y
    única visita a Cefas hacía catorce años, ni si quiera movido para
    volver a entablar con Cefas esas supuestas pláticas acerca de los
    hechos de Jesús y de los Apóstoles... sino para exponerles el
    evangelio que él predicaba a los gentiles, para que como el mismo
    Pablo afirma supiera si corría o había corrido en vano (Gálatas 2, 1
    y ss)

    Una cosa llama la atención de la narración de Pablo sobre las
    impresiones que tuvo cuando conoció a los Apóstoles en su segundo
    viaje a Jerusalén, narrado en Gálatas: la hostilidad y la desidia que
    muestra hacia sus personas.


    "De los que parecían ser algo, lo que hayan sido en otro tiempo no me
    interesa, que Dios no es aceptador de personas, éstos que
    representaban algo, nada me impusieron de más." (Gálatas 2, 6)

    A Pablo no le importa en absoluto el pasado de los apóstoles, el cual
    no le da ninguna autoridad sobre él. No le importa que fuesen
    elegidos personalmente por Jesús, ni que Santiago fuera hermano de su
    Señor. En definitiva, Pablo actúa realmente como si los apóstoles no
    hubieran conocido personalmente a Jesús, ni el tal Santiago fuera en
    realidad hermano de Jesús. Los trata como si estuvieran a su mismo
    nivel con respecto al Cristo. Incluso se deja entrever en estas
    escenas un espíritu de rivalidad. De Pedro dice lo siguiente:


    "...cuando vieron que se me había confiado el evangelio de la
    incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión, pues el que obró
    en Pedro para el apostolado de la circuncisión, obró también en mí
    para el de los gentiles..." (Gálatas 2, 7)

    Pablo afirma que Jesús obró en Pedro para el apostolado de la
    circuncisión igual que obró en él para el apostolado de la
    incircuncisión. Pone a Pedro al mismo nivel que él, y no da a
    entender que Jesús en vida le diera tal misión. Es como si a Pedro
    también se hubiera aparecido Jesucristo, como al mismo Pablo, para
    encomendarle su tarea. Realmente, una persona que leyera por primera
    vez esta carta y que no hubiera leído los evangelios, sacaría estas
    conclusiones; recordemos que esta carta de Gálatas es anterior a
    cualquier evangelio.

    sigue en 5...

  5. #5
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    Predeterminado La historia de Pablo. 5

    La narración de Pablo ha llevado a muchas personas a sostener que ni
    Cefas, ni Santiago, ni Juan conocieron a Jesús como nos cuentan los
    evangelistas. A simple vista, Cefas aparece como un iluminado, igual
    que Pablo. Era una persona que afirmaba que Jesucristo se le había
    aparecido y le había encomendado predicar el evangelio a los judíos.
    De Santiago se sospecha que no era en realidad hermano de Jesús. En
    los evangelios canónicos se cita a un Santiago como hermano de Jesús,
    pero no tiene ninguna relevancia ni se cuenta nada de su vida. Es
    más, Jesús reniega de él, así como de toda su familia en
    contraposición con sus discípulos:


    "Alguien le dijo: Tu madre y tus hermanos están fuera y desean
    hablarte. Él, respondiendo, dijo al que le hablaba: ¿Quién es mi
    madre y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano sobre sus
    discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos." (Mateo 12, 47 y
    ss)

    No es posible que este hermano de Jesús, llamado Santiago, del que
    los evangelios dan sólo su nombre, pero nunca lo citan junto a Jesús
    en ningún momento de su vida, y del que Jesús reniega afirmando que
    no tiene familia porque su familia es la que haga la voluntad de su
    Padre, sea el mismo Santiago que aparece en Gálatas. Este Santiago de
    Gálatas es nombrado por Pablo antes que Cefas (Gálatas 2, 9) como el
    jefe de la Iglesia de Jerusalén. Y en el conflicto de Antioquía
    veremos que Cefas se plegaba a sus mandatos. Así que misteriosamente
    Santiago, el hermano de Jesús, de ser un completo desconocido para
    los evangelistas los cuales no cuentan absolutamente nada de él en
    los evangelios, e incluso ser tenido en poco por el propio Jesús,
    años después de la muerte de Jesús pasó a encabezar la Iglesia de
    Jerusalén según relato Pablo en Gálatas. Esto no tiene sentido.
    Tenemos que llegar a la conclusión de que el Santiago de Gálatas no
    es el mismo Santiago que se nombra en los evangelios. Pero en Gálatas
    Pablo afirma que era hermano del Señor... La única explicación para
    este sin sentido es que el dato de que Santiago es hermano de Jesús
    sea una interpolación. Un monje copista añadió a la personalidad del
    Santiago de Gálatas el dato de que era hermano del Señor, porque se
    nombra un Santiago como hermano de Jesús en los evangelios. No es
    comprensible que Pablo sea enemigo de Santiago, siendo éste hermano
    de Jesús, su Señor.

    El conflicto de Antioquía entre Pablo, Pedro y Santiago es contado en
    Gálatas 2, 11 y ss. Esto es lo que nos cuenta el propio Pablo:


    "Pero cuando Cefas fue a Antioquía, en su misma cara le resistí,
    porque se había hecho reprensible. Pues antes de venir algunos de los
    de Santiago, comía con los gentiles; pero en cuanto aquéllos
    llegaron, se retraía y apartaba, por miedo a los de la circuncisión.
    Y consintieron con él en la misma simulación los otros judíos; tanto
    que hasta Bernabé se dejó arrastrar a su simulación. Pero, cuando yo
    vi que no caminaban rectamente según la verdad del Evangelio, dije a
    Cefas delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como gentil y no
    como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?" (Gálatas 2,
    11 y ss)

    En esta escena observamos varias cosas llamativas. Cefas se muestra
    como un hipócrita, pero no menos hipócrita que Santiago y Juan los
    cuales no pusieron ningún reparo al evangelio a los gentiles cuando
    Pablo se lo presentó (Gálatas 2, 7). También Cefas se muestra sumiso
    a Santiago. Recordemos que Pablo en Gálatas 2, 9 lo nombra después de
    Santiago. Esto no concuerda con las palabras de Jesús:


    "Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré
    mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
    Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares en la
    tierra será atado en los cielos, y cuanto desatares en la tierra será
    desatado en los cielos." (Mateo 16, 1

    Cefas no es piedra de ninguna iglesia según el relato de Pablo,
    porque se somete a los dictados y órdenes de Santiago. Incluso Pablo
    parece tener más autoridad que él. Del relato de Pablo podemos
    deducir que Jesús no le dio en vida a Cefas ninguna prerrogativa
    especial sobre los demás apóstoles. El texto evangélico en el que
    Jesús dice que es Piedra de la iglesia es una interpolación sólo
    presente en Mateo para justificar el poder del papado de la Iglesia
    Católica. Es más, como hemos dicho, hay pruebas de que Cefas no
    conoció a Jesús en vida, como ninguno de los apóstoles.

    Del conflicto de Antioquía podemos observar claramente la guerra
    abierta entre las facciones de Pablo y Santiago: cristianismo
    universal o exclusivo del mundo judío. Ciertamente Pablo tenía
    mayores expectativas, y sabía que si el cristianismo no se expandía
    moriría rápidamente. Pablo no narra ninguna reconciliación con Pedro
    y Santiago sino que de manera abrupta termina su relato del conflicto
    de Antioquía. Las dos posturas en vida de Pablo fueron
    irreconciliables.

    Todo se limitaba a si los gentiles debían someterse a la ley de
    Moisés para ser cristianos. La facción de Santiago, de origen judío,
    pensaba que sí se debían someter los gentiles a todos los preceptos
    de Moisés. Conocían muy bien el Antiguo Testamento y sabían lo que
    allí decía Yavé, el dios de Israel, y por ello querían cumplir todos
    los preceptos de la Ley:


    "Ahora, pues, Israel, guarda las leyes y mandamientos que yo te
    inculco, y ponlas por obra, para que vivas y entréis y os posesionéis
    de la tierra que os da Yavé, Dios de vuestros padres. No añadáis nada
    a lo que yo os prescribo, ni nada quitéis, sino guardad los
    mandamientos de Yavé, vuestro Dios, que yo os prescribo. [...] Cuida,
    pues, con gran cuidado no olvidarte de cuanto con tus ojos has visto
    y no dejarlo escapar de tu corazón por todos los días de tu vida;
    antes bien, enséñaselo a tus hijos y a los hijos de tus hijos."
    (Deuteronomio 4, 1 y ss; 4, 6 y ss)

    Yavé, que según muchas sectas cristianas es el mismo Jesús, en el
    Antiguo Testamento manda a Israel que observe y guarde sus leyes sin
    cambiar nada de ellas y transmitiéndolas a su descendencia para
    siempre. Recordemos aquí que Pablo antes de convertirse al
    cristianismo era un fariseo perseguidor de cristianos (Filipenses 3,
    5). El fariseísmo era una secta judía que se caracterizaba por el
    rigor y la exigencia en el cumplimiento de la Ley de Moisés. Querían
    cumplir la Ley letra por letra. Pablo en Filipenses 3, 6 dice de sí
    mismo que era según la justicia de la Ley irreprensible. Con todos
    estos datos a la vista, son incomprensibles ciertas palabras de Pablo
    acerca de la Ley de Moisés y su aplicación. Pablo, a pesar de que era
    en su pasado un fariseo acérrimo e irreprensible en cuanto a la Ley
    como él mismo informa, y a pesar de que era un excepcional hermeneuta
    de los textos del Antiguo Testamento en sus escritos afirma cosas
    como las que siguen:


    "Más yo por la misma Ley he muerto a la Ley, por vivir para Dios."
    (Gálatas 2, 19)

    Pablo niega las palabras de Yavé, el que para muchas sectas
    cristianas es también Jesús, las cuales palabras vimos anteriormente
    y que para su tiempo estaban totalmente vigentes. El argumento para
    negar los mandatos de Yavé es incoherente. Dice que ha muerto a la
    Ley por la Ley misma, y además lo hace para vivir en Dios. Es decir,
    que según Pablo cuando una persona cree en un dios lo que tiene que
    hacer para estar en total sintonía con él es hacer lo contrario de lo
    que diga ese mismo dios.

    Un ex fariseo, que dice de sí mismo que es irreprensible en cuanto a
    la justicia de la Ley nos cuenta ahora que para él la Ley ha muerto.
    Sin embargo, de los más de seiscientos mandamientos de la Ley de
    Moisés, sólo uno, la circuncisión obligatoria como pacto entre Yavé e
    Israel, es atacada por Pablo de esta manera:


    "Que ni la circuncisión es nada ni el prepucio, sino la nueva
    criatura." (Gálatas 6, 15)

    Esto entra en total contradicción con lo que dejó dicho Yavé, Padre
    de Jesús, y para algunas sectas cristianas Jesús mismo:


    "Éste es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y entre la
    descendencia después de tí: circuncidad todo varón, circuncidad la
    carne de vuestro prepucio, y ésa será la señal de mi pacto entre mí y
    vosotros. A los ocho días de nacido, todo varón será circuncidado en
    vuestra descendencia, ya sea el nacido en casa o comprado por plata a
    algún extranjero, que no es de tu estirpe. Todos, tanto los criados
    en casa como los comprados, se circuncidarán, y llevaréis en vuestra
    carne la señal de mi pacto por siempre; y el incircunciso que no
    circuncidaré la carne de su prepucio será borrado de su pueblo;
    rompió mi pacto." (Génesis 17, 10)


    sigue en 6...

  6. #6
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    Predeterminado La historia de Pablo. 6

    Si atendemos a las palabras de Yavé en el Nuevo Testamento, Pablo
    está animando a los gentiles a que sean borrados del pueblo de Dios
    rompiendo el pacto sagrado. Además afirma lo siguiente de Cristo:


    "Pues en Cristo Jesús ni vale la circuncisión ni vale el prepucio,
    sino la fe que actúa por la caridad." (Gálatas 5, 6)

    El mismo Jesús fue circuncidado al octavo día de su nacimiento como
    había mandado su padre Yavé (Lucas 2, 21). María junto con su esposo
    José, no dudaron un momento en acatar el mandamiento de circuncidar
    al niño divino cayendo, como diría Pablo, en las terribles garras de
    la maldición de la Ley.

    Tras todo lo expuesto, vamos a exponer una teoría, la cual da cierta
    luz al asunto: imagínense en el año cuarenta y tantos de nuestra era.
    Usted es un gentil (griego, romano o asiático), y un día conoce a una
    persona que le habla de un Dios salvador, el cual le va a limpiar de
    sus pecados porque ha muerto por usted. Ante esta idea le da vueltas
    a su situación: un trabajo duro de agricultor, una esposa
    insoportable, muchos hijos y deudas por todas las partes. Algo ha
    tenido que hacer mal en su vida, algún pecado habrá cometido para
    tener semejante vida. Éste dios le puede salvar y purificarle, darle
    sentido a su vida.Usted se apunta a la nueva religión que le muestra
    esa persona. Pero ésta le dice que hay un pequeño problema: es
    necesario para ser aceptado en esa comunidad y ser salvado que usted
    se deje cortar la piel que rodea el glande del pene, porque así lo
    manda Yavé que es el padre de ese dios salvador. Usted le dice: "¿un
    cuchillo me va a rebanar parte de un órgano tan sensible? ¿Sin
    anestesia, la cual todavía no se ha inventado, y con unas condiciones
    higiénicas paupérrimas?" La persona en cuestión le contesta: "todos
    los judíos lo sufren a los ocho días de haber nacido". Y usted a su
    vez replica: "¡Pero yo tengo cuarenta y nueve años! ¡Eso va a doler
    mucho! Mejor me quedo con mi querido Mitra, que también me limpia y
    no me pide que me corte nada. Gracias por todo". Esta situación que a
    muchos le parecerá grotesca seguramente sucedió muchas veces a lo
    largo de todo el Mediterráneo ya que los partidarios de Santiago y
    Cefas exigían la circuncisión de los gentiles. Por eso Pablo atacaba
    tanto la circuncisión, pues era un problema bastante serio a la hora
    de ganar prosélitos para la causa del Cristianismo.

    En la figura de Pablo hay datos que él mismo nos da que no encajan
    bien. No se entiende que un fariseo irreprensible en cuanto a la
    justicia de la Ley antes de convertirse al cristianismo diga cosas
    tan contrarias a la Ley. De ser cierto lo que afirma Pablo, el cambio
    fue brutal. Por tanto desconfiamos que Pablo fuera un judío como él
    mismo afirma. Más lígoco es que Pablo fuera un gentil más, que
    hechizado por el Cristo, comprendió que era necesario abolir la Ley,
    en concreto la circuncisión, para que los gentiles adoptaran tal
    creencia judía. Era imposible que un gentil se hiciera prosélito de
    tal religión si le exigían que se cortara una parte de su pene. Así
    se entiende la aversión que sentía Pablo ante la idea de que los
    gentiles se circuncidasen obligatoriamente como mandaba Yavé. Contra
    ningún otro precepto de la Ley mosaica Pablo lanza su acerada
    crítica: no le importa, por ejemplo, que esté escrito en el Antiguo
    Testamento que a la mujer adúltera haya que apedrearla, a pesar de
    que los evangelios cuenten que Jesús salvó a una de esta pena y
    condenó tal ley. Tampoco le importa a Pablo la obligada observancia
    del descanso en sábado, ley que Jesús en los evangelios viola
    continuamente.

    Seguramente el cristianismo judío, el que supuestamente iniciaron
    Cefas y Santiago, sería de corte mesiánico. Una parte de los judíos
    adelantaron la venida del Mesías. Cuando estos judíos heterodoxos
    empezaron a abandonar Palestina y a instalarse en Asia menor a causa
    de la destrucción de Jerusalén en la guerra entre los judíos y los
    romanos acaecida entre los años 66-70 d. C. entraron en contacto con
    los gentiles, los cuales ya tenían sus propios dioses salvadores como
    Dioniso, Mitra, Osiris, Adonis, Atis... Intercambiaron ideas y de la
    confusión se creó el Cristo de Pablo, mezcla de Mesías con dios
    salvador mistérico que moría y resucitaba. Pero el problema era la
    circuncisión, yugo demasiado pesado como para soportarlo los
    gentiles, así que los primeros cristianos se escindieron en dos
    bandos, el gentil y el judío. El cristianismo judío, debido a que
    negó la entrada a los gentiles que no se circuncidaran, terminó
    desapareciendo. El gentil persistió expandiéndose por todo el
    Mediterráneo como el fuego y terminó triunfando en el Concíleo de
    Nicea.

    Lucas seguramente leyó con desagrado la epístola a los Gálatas, donde
    era patente la hostilidad entre Pablo y los Ápóstoles de Jerusalén a
    causa de los gentiles, los cuales eran aborrecidos por los judíos.
    Como vimos, Pablo no dice para nada que Cefas y Santiago terminaran
    aceptando a los gentiles. Es más, en Filipenses 3, 2 dice Pablo lo
    siguiente:


    "Ojo a los perros, guardaos de los malos obreros, cuidado con la
    mutilación."

    Aquí Pablo utiliza la ironía, porque precisamente el apelativo de
    perros era utilizado por los judíos para referirse a los gentiles.
    Pablo les devuelve irónicamente el insulto. Los malos obreros son los
    que forman la Iglesia de Jerusalén, con Santiago y Pedro a la cabeza
    (A éste último Pablo le preguntó que por qué quería judaizar a los
    gentiles). Como hemos dicho, en los evangelios canónicos encontramos
    pasajes, sentencias o frases puestas en boca de Jesús que defienden
    la posición idiológica de lOS Apóstoles de Jerusalén. Veamos un
    pasaje muy interesante:


    "Saliendo de allí Jesús, se retiró a los términos de Tiro y Sidón.
    Una mujer cananea (es decir, gentil o no judía) de aquellos contornos
    comenzó a gritar, diciendo: Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David;
    mi hija es malamente atormentada por el demonio. Pero Él no le
    contestaba palabra. Los discípulos se le acercaron y le rogaron,
    diciendo: Despídela, pues viene gritando detrás de nosotros. Él
    respondió y dijo: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la
    casa de Israel. Más ella, acercándose, se postró ante Él, diciendo:
    ¡Señor, socórrome! Contestó Él y dijo: No es bueno tomar el pan de
    los hijos y arrojarlo a los perrillos. Más ella dijo: Cierto, Señor,
    pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa
    de sus señores. Entonces Jesús le dijo: ¡Oh mujer, grande es tu fe!
    Hágase contigo como tú quieres. Y desde aquella hora quedó curada su
    hija." (Mateo 15, 21 y ss)

    En este pasaje una mujer cananea, es decir, gentil o no judía,
    suplica a Jesús que cure a su hija, y lo único que recibe de Él es
    silencio. No le hace caso. Esto implica un desprecio considerable.
    Los apóstoles quieren echarla, porque les molesta sus gritos, y Jesús
    le parece bien esto porque le dice a la mujer que sólo ha sido
    enviado a las ovejas perdidas de Israel. No piensa curar a los
    gentiles, ni predicarles el evangelio. Aquí Jesús se muestra como un
    racista. Y lo que está haciendo ni más ni menos es exponer las ideas
    de la facción de Santiago y Pedro. Pero es que además le dice a la
    mujer cananea que no es bueno tomar el pan de los hijos y echarlo a
    los perrillos. Evidentemente los hijos son los israelitas. Jesús en
    este pasaje sólo considera sus hijos a los judíos. Los perrillos son
    los gentiles. Pero sospechamos que el texto original que salió de
    manos del Pseudo Mateo no contenía esta palabra tan cariñosa, sino
    simplemente perros. Quizás un monje copista manipulara el texto
    original porque le parecía demasiado fuerte que Jesús utilizara este
    insulto. Ahora comparemos esto con el versículo de Filipenses 3, 2
    donde Pablo llama a los que dicen que los no judíos se tienen que
    circuncidar perros. Todo cobra sentido: Los judíos llamaban a los
    gentiles perros, como el mismo Jesús afirma en el pasaje anterior. Y
    Pablo irónicamente les devuelve el insulto en Filipenses 3, 2. Esta
    epístola fue escrita entre los años 56 y 57. Así que la guerra entre
    la facción de Santiago y la de Pablo aún estaba vigente en esos años.
    Lo más llamativo del pasaje citado es que la mujer termina
    convenciendo a Jesús de que cure a su hija, porque según dice ella
    los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus
    señores. Y entonces Jesús exclama: ¡Oh mujer, grande es tu fe!
    Precisamente era la fe la que Pablo afirmaba como base de la
    salvación en contraposición a las obras de la Ley. La parte final del
    pasaje es un añadido de la facción de Pablo. En menos de cuatro
    frases vemos a Jesús cambiar de opinión a una velocidad de vértigo.
    Evidentemente debido a la manipulación que ha sufrido el texto
    original, se nos muestra a un Jesús vacilante, que cambia fácilmente
    de opinión.


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  7. #7
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    Predeterminado La historia de Pablo. 7

    Hemos comprobado con nuestros propios ojos que según Pablo, y quién
    mejor que él pues presenció estos hechos, había una confrontación
    abierta entre los Apóstoles de Jerusalén y Pablo, y también hemos
    visto que esta hostilidad duró mínimo hasta el año 56 o 57, pues en
    Filipenses Pablo se refiere a los de la facción de Jerusalén como
    perros que obligan a la circuncisión a los gentiles y en Gálatas 5,
    12 les desea incluso la mutilación. Pero Lucas nos cuenta otra cosa
    distinta. En el capítulo 11 de los Hechos de los Apóstoles, poco
    después de la conversión de Saulo nos cuenta esto:


    "Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea que también
    los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Por eso, cuando
    Pedro subió a Jerusalén, discutían con él los que eran de la
    circuncisión, diciendo: -¿Por qué has entrado en casa de hombres
    incircuncisos y has comido con ellos? Entonces comenzó Pedro a
    contarles de forma ordenada lo sucedido, diciendo: -Estaba yo en la
    ciudad de Jope orando, y tuve en éxtasis una visión: algo semejante a
    un gran lienzo suspendido por las cuatro puntas, que bajaba del cielo
    y llegaba hasta mí. Cuando fijé los ojos en él, consideré y vi
    cuadrúpedos terrestres, fieras, reptiles y aves del cielo. Y oí una
    voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. Yo dije: Señor, no;
    porque ninguna cosa común o impura entró jamás en mi boca. Entonces
    la voz me respondió del cielo por segunda vez: Lo que Dios limpió, no
    lo llames tú común. Esto se repitió tres veces, y volvió todo a ser
    llevado arriba al cielo. En aquel instante llegaron tres hombres a la
    casa donde yo estaba, enviados a mí desde Cesárea. Y el Espíritu me
    dijo que fuera con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis
    hermanos, y entramos en casa de un hombre, quien nos contó cómo había
    visto en su casa un ángel que, puesto en pie, le dijo: Envía hombres
    a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; él te
    hablará palabras por las cuales serás salvo tú y toda tu casa. Cuando
    comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos, como también
    sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el
    Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, pero vosotros
    seréis bautizados con el Espíritu Santo. Si Dios, pues, les concedió
    también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor
    Jesucristo, ¿quién era yo que pudiera estorbar a Dios? Entonces,
    oídas estas cosas, callaron y glorificaron a Dios, diciendo: -¡De
    manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para
    vida!" (Hechos de los Apóstoles 11, 1 y ss)

    El hombre a cuya casa entra Pedro era el centurión Cornelio del cual
    se habla en el capítulo anterior, es decir el diez. Así que era un
    gentil que al escuchar predicar a Pedro recibió el Espíritu Santo así
    como toda su familia. Lucas nos cuenta que es aquí cuando Pedro
    comprendió que Jesús quería salvar también a los judíos. Pero esto
    que cuenta Lucas es falso. Esta historia en la narración lucana tiene
    lugar antes de que Pablo y Bernabé fueran a Antioquía. Bernabé, según
    Lucas, se desplaza de Antioquía a Tarso, donde estaba Pablo, y de
    allí se lo lleva a Antioquía donde permanecen un año:


    "Bernabé partió a Tarso en busca de Saulo, y hallándole, le condujo a
    Antioquía, donde por espacio de un año estuvieron juntos en la
    iglesia e instruyeron a una muchedumbre numerosa, tanto que en
    Antioquía comenzaron los discípulos a llamarse cristianos." (Hechos
    de los Apóstoles 11, 25)

    Así que si hacemos caso a Lucas, para cuando Pablo y Bernabé llegaron
    a Antioquía, Pedro ya había tenido esa visión celestial del mantel
    con toda clase de alimentos, y también había visto el Espíritu Santo
    descender sobre el cinturión Cornelio. Pero entonces, ¿Por qué
    ocurrió esto que nos cuenta Pablo en Gálatas 2, 11 que ya hemos visto
    pero que volvemos a citar para mayor claridad?:


    "Pero cuando Cefas fue a Antioquía, en su misma cara le resistí,
    porque se había hecho reprensible. Pues antes de venir algunos de los
    de Santiago, comía con los gentiles; pero en cuanto aquéllos
    llegaron, se retraía y apartaba, por miedo a los de la circuncisión."

    Lucas miente según las palabras de Pablo. Pedro no vio ningún
    Espíritu Santo bajar sobre las cabezas de los gentiles; en Antioquía
    Pedro seguía siendo un racista judío fundamentalista, amante de la
    ley de Moisés. Pero este hecho desagradaba a Lucas, y por ello
    inventó la historia de Pedro y el centurión Cornelio para hacernos
    creer que en Jerusalén terminaron por aceptar a los gentiles.

    En Hechos 15, 5 vemos que de nuevo surgen problemas a causa de
    algunos alborotadores que exigen que se circunciden los gentiles. Lo
    peculiar es que los cabecillas de esos alborotadores eran Santiago,
    del que se decía que era hermano de Jesús, y Cefas, como afirma
    Pablo:


    "Pero se levantaron algunos de la secta de los fariseos que habían
    creído, los cuales decían: Es preciso que se circunciden (los
    gentiles) y mandarles guardar la Ley de Moisés."

    Lucas afirma que eran fariseos convertidos al cristianismo los que
    querían que los gentiles cumplieran la ley de Moisés. Se podría
    deducir que Cefas, Santiago y Juan eran fariseos. Pablo en Gálatas no
    se refiere a los fariseos en absoluto, pero se autodenomina
    exfariseo. Pablo culpa directamente a Santiago y a Pedro, el cual se
    dejó influir totalmente por el primero, pero no dice que eran
    fariseos: Pues antes de venir algunos de los de Santiago, comía con
    los gentiles; pero en cuanto aquéllos llegaron, se retraía por miedo
    a los de la circuncisión (Gálatas 2, 12). Pero hemos dicho que hay
    argumentos de sobra para pensar que el tal Pablo no era un judío,
    sino un gentil: el que firmó las cartas que se consideran auténticas
    de Pablo era un gentil. ¿Por qué un gentil firmó esas cartas con el
    nombre de Pablo, afirmando que era un antiguo fariseo perseguidor
    antaño de cristianos pero convertido por amor al Cristo en apóstol de
    los gentiles? Podría ser para demostrarles a esos fariseos reales que
    habían creído en el Mesías o Cristo, separándose así del judaísmo,
    que existía un tal Pablo que había sido de su secta antes y que había
    pensado como ellos pero que comprendió por revelación divina que los
    gentiles debían formar parte de la salvación. En verdad que de ser
    así las cosas, el efecto propagandístico era fabuloso: un exfariseo,
    no de aquellos fariseos convertidos al cristianismo de los cuales nos
    habla Lucas, sino un fariseo de los más intransigentes, de los que
    perseguían cristianos y los mataban se había convertido en el
    pdefensor de los gentiles y afirmaba que la circuncisión nada valía
    ya. Quizás si alguien con el pasado atribuido a ese Pablo defendiera
    las posturas y derechos de los gentiles, sobre todo el derecho a no
    ser circuncidados obligatoriamente, los cristianos judíos, los que
    habían inventado la religión y los que en un principio imponían las
    reglas, terminarían aceptando las demandas de los gentiles.

    Lucas nos cuenta que los ápóstoles y presbíteros se reunieron para
    examinar el asunto de la circuncisión y que Pedro dio un pequeño
    discurso en el que dijo estas cosas:


    "Hermanos, vosotros sabéis cómo ha mucho tiempo determinó Dios aquí
    entre vosotros que por mi boca oyesen los gentiles la palabra del
    evangelio y creyesen. Dios, que conoce los corazones, ha testificado
    en su favor, dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros y no
    haciendo diferencia alguna entre nostros y ellos, purificando con la
    fe sus corazones. Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, queriendo
    imponer sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros
    padres ni nosotros fuimos capaces de soportar? Pero por la gracia del
    Señor Jesucristo creemos ser salvos nosotros, lo mismo que ellos."
    (Hechos de los apóstoles 15, 7 y ss)

    Lucas omite totalmente el problema que tuvo Pablo y Pedro en
    Antioquía y ahora nos presenta a Pedro defendiendo las teorías
    paulinas. Primero hace decir a Pedro que Dios le encomendó predicar a
    los gentiles, cuando en Mateo 10, 5 Jesús mandó a los apóstoles todo
    lo contrario, además de que Pablo afirmó que a Pedro lo que se le
    encomendó fue el evangelio de la circuncisión, es decir el destinado
    sólo a los judíos (Gálatas 2, 7). Y después Lucas hace decir a Pedro
    que algunos tientan a Dios al querer que los gentiles guarden la ley
    de Moisés, yugo que ni sus padres ni ellos fueron capaces de
    soportar, cuando el propio Pablo en Gálatas 2, 14 le hace la
    siguiente pregunta a Cefas: ¿Por qué obligas a los gentiles a
    judaizar?. Y finalmente la afirmación con la que terminó su discurso
    Pedro según Lucas tiene muy poca verosimilitud: Por la gracia del
    Señor Jesucristo cremos ser salvos nosotros, lo mismo que ellos. De
    creer a Pablo, testigo directo de los hechos ocurridos en Antioquía,
    Cefas ni de lejos pensaba que los gentiles se iban a salvar.

    Y tras Pedro nos cuenta Lucas que tomó la palabra Santiago (Hechos
    15, 14), el cual asintió a lo que había dicho Pedro y además añadió
    lo siguiente:


    "Por lo cual es mi parecer que no se inquiete a los que de los
    gentiles se conviertan a Dios..." (Hechos 15, 19)



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  8. #8
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    Predeterminado La historia de Pablo. 8

    Nos presenta Lucas a Santiago como conforme en que los gentiles sean
    cristianos sin someterse a las leyes de Moisés, especialmente la
    circuncisión. Pero nada más lejos de la realidad, porque en la carta
    que algún cristiano de la facción de Santiago escribió bajo el nombre
    de éste defendiendo su postura leemos esto:


    "Porque quien observe la Ley, pero quebrante un solo precepto, viene
    a ser reo de todos." (Santiago 2, 10)

    El presunto Santiago, hermano del Señor, no puede ser más claro al
    respecto: el que quebrante un solo precepto de la ley quebranta
    todos, y la circunción es la alianza entre Yavé e Israel. Así que es
    imposible que Santiago pronunciara las palabras que le hace decir
    Lucas el cual intenta ocultar a toda costa que el cristianismo nació
    escindido: la facción encabezada por Santiago pensaba que el
    cristianismo sólo se debía predicar a los judíos, y que los gentiles
    que quisieran convertirse tenían que someterse a la Ley de Moisés.
    Santiago sostenía también que la salvación era por obras, es decir,
    que según el ser humano actuara conforme a la antigua Ley de Moisés
    así sería salvo. Presumiblemente el Cristo de Santiago y Cefas sería
    más judío que pagano. Tendría más de Mesías que vendría a llevar a
    cabo la obra de Yavé, que de Jesús, sacrificio perfecto que salvaría
    a la humanidad. En cambio Pablo y su grupo pensaban que el
    cristianismo moriría pronto si no se expandía por todo el mundo entre
    los gentiles. Y para lograr que el cristianismo fuera universal
    evidentemente Pablo tenía que destruir toda la Ley de Moisés,
    obstáculo para que las puertas del Cristo quedaran abiertas a las
    gentes. Y es que Pablo se sentía muy identificado con las creencias
    de esas gentes, como por ejemplo la muerte y resurreción de Dioniso o
    los grados de iniciación mitraístas. Es más, pensaba que esos
    gentiles tenían participación en la verdad del Cristo, pues en sus
    dioses mistéricos se acertaba a ver resplandores de la verdad
    revelada en el Antiguo Testamento. Así que era de justicia que los
    gentiles, cuyas religiones mistéricas ya habían vislumbrado la verdad
    divina, tuvieran conocimiento del Cristo y pudieran convertirse a Él.
    Y en contraposición a las obras de la facción de Santiago necesarias
    para ser gratos a Dios y salvarse, Pablo se inventó la justificación
    por la fe, es decir la salvación por el mero hecho de creer que el
    Cristo resucitó de los muertos, sin necesidad de circuncidarse. Pablo
    simplemente no era judío: defendía demasiado los derechos de los
    gentiles gratuitamente. Era un gentil, bastante inteligente por
    cierto. Seguro que era romano, centro mundial de ebullición de las
    religiones mistéricas de oriente en aquellos tiempos, pues Pablo
    viene del latín Paulus, que significa pequeño. Recordemos que en las
    cartas atribuidas a Pablo no se dice que antes se llamara Saulo,
    nombre judío. Esto fue otro invento de Lucas.

    A Lucas le desagradaba leer las cartas de Pablo y ver que la iglesia
    primitiva estaba tan dividida. Así que optó por pasar página y
    difundir otra historia más bonita: el nacimiento de una Iglesia
    unida. Pero la verdad, siempre obstinada, nos recuerda que la
    historia no siempre es bella. El cristianismo desde su origen fue un
    germen de discordia y disputa.

    Citemos palabras del propio Jesús defiendiendo la postura de la
    facción de Santiago y Pedro, aquellos fariseos convertidos al
    cristianismo según Lucas, por estar desesperados ante la tardanza del
    Mesías:


    "No penséis que he venido a abrogar la Ley o los Profetas; no he
    venido a abrogarla, sino a consumarla. Porque en verdad os digo que
    mientras no pasen el cielo y la tierra, ni una jota, ni una tilde
    pasará desapercibida de la Ley hasta que todo se cumpla. Si pues,
    alguno descuidase uno de esos preceptos menores y enseñare así a los
    hombres, será tenido por el menor en el reino de los cielos; pero el
    que practicare y enseñare, éste será tenido por grande en el reino de
    los cielos." (Mateo 5, 17 y ss)

    Jesús es utilizado por los partidarios de Santiago para difundir las
    ideas de esos fariseos cristianos de Lucas. Y es que Jesús habla como
    un auténtico fariseo: ni una jota, ni una tilde pasará desapercibida
    de la Ley... Y además parece que ese alguno que nombra, el cual se
    pueda dedicar a violar un solo precepto de la Ley (por ejemplo, la
    circuncisión), y encima lo enseñe a los demás y como pago sea el
    menor en el reino de los cielos, tiene un nombre: Pablo.


    sigue en 9...

  9. #9
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    Predeterminado La historia de Pablo. 9

    El Jesús que conocía Pablo

    Ahora vamos a comprobar que Pablo conocía un Cristo distinto al de
    los evangelios. Cualquiera afirmaría que tras su estancia en
    Jerusalén, fugaz por otra parte, con Pedro, éste le habría puesto al
    día de todos los hechos que presenció. Y si fue fugaz su primera
    estancia en Jerusalén, tampoco tuvo mucho interés en volver repetidas
    veces y quedarse más tiempo allí, pues Pablo volvió a Jerusalén a los
    catorce años. Es decir, que en dos ocasiones visitó a Pedro en
    Jerusalén, y sabemos que en Antioquía también estuvo con él, aunque
    peleados. Si aceptamos las teorías de los creyentes ortodoxos, Pablo
    en su cabeza contendría los evangelios que más tarde escribirían
    Marcos, Mateo, Lucas y Juan ya que en sus dos estancias en Jerusalén
    Cefás le contaría todo lo que vivió junto a Jesúcristo. Sin embargo,
    es extraño que Pablo no se animara a escribir un evangelio de la vida
    de su Señor Jesucristo. En lugar de poner por escrito
    sistemáticamente todos los hechos que le debieron relatarar los
    apóstoles de viva voz, se dedicó a escribir cartas a diversas
    iglesias de Asia y Europa, en las que en vez de hablar de episodios
    concretos de la vida de Jesús, de sus milagros, de sus enseñanzas,
    como el sermón en la montaña por ejemplo, de su Madre y Padre y de
    las injusticias que padeció, prefiere dedicarse a tratar cuestiones
    doctrinales y de moral, así como consejos varios a las diferentes
    iglesias. Su silencio sobre la vida de Jesús, relatada en los
    evangelios más tarde, fue sepulcral. Sólo se limita a afirmar que
    Jesucristo o el Cristo murió por nuestros pecados y resucitó de entre
    los muertos. Nada más. No hacía ni veinte años que Jesús había sido
    azotado casi hasta la muerte, escarnecido sin piedad, y clavado en
    una cruz en la que murió desamparado y humillado, y Pablo sólo dice
    que murió por nuestros pecados y resucitó de entre los muertos... Su
    concisión de palabras es simplemente inexplicable. Y más si pensamos
    que esas cartas que escribía estaban dirigidas gentiles, los cuales
    estaban lejos de Jerusalén y que ciertamente con dificultad
    recibirían noticias de lo acontencido a su Señor al que adoraban con
    tanta profusión. Pues Pablo tampoco sentía necesidad de darles
    noticias de lo ocurrido, ni siquiera se dignaba a glosar sus
    comentarios doctrinales haciendo alusión a algún hecho ejemplar
    llevado a cabo por Jesús o sus apóstoles. Este silencio paulino es
    explicado por los creyentes afirmando que Pablo no estaba interesado
    en contar la vida de Jesús pero que sí la conocía. Este argumento es
    absurdo. No es razonable que una persona que constantamente en sus
    cartas habla a gentiles sobre la resurrección del Cristo diciéndoles
    que tengan esperanza en él y se mantengan firmes en sus convicciones
    frente a los embates demoniacos, se abstenga de contarles sucesos de
    la vida de ese Cristo, que sin duda lo que harían sería reafirmar la
    fe de esas gentes. Los estudiosos más críticos con el cristianismo
    afirman que simplemente no lo hizo porque Pablo desconocía la vida en
    la Tierra de Jesús. No se la contó Pedro, el cual tampoco conoció a
    Jesús. Por eso Pablo habla con tanto desdén de los apóstoles, porque
    éstos no habían convivido con Jesús. No tendría sentido que Pablo
    afirmara que no le importaba el pasado de los apóstoles (Gálatas 2,
    6) si éstos en verdad hubieran conocido a Jesús en la Tierra.

    Llegados a este punto y tras hacer una afirmación tan grave, que
    Pablo no conocía la vida terrenal de Jesús contada por los evangelios
    años más tarde, muchos creyentes no creerán esta hipótesis, puesto
    que en las cartas de Pablo hay alusiones a ciertos episodios de la
    vida de Jesús. Ante esta objeción se pueden hacer dos apreciaciones.
    En primer lugar que muchos exegetas, los más serios, y los creyentes
    más progresistas consideran que no todas las cartas son de Pablo.
    Sólo son consideradas de Pablo las siguientes: I Tesalonicenses,
    Gálatas, Romanos, I y II Corintios, Filipenses y Filemón. Hay que
    decir que la más reciente es Filemón, la cual se estima que data del
    año 63 aproximadamente. El primer evangelio que conservamos es el de
    Marcos, escrito con toda seguridad no antes del año 70. Así que era
    natural que Pablo desconociera la vida terrenal de Jesús, puesto que
    todavía no había sido inventada. El resto de Cartas no escritas por
    Pablo, posiblemente fueron escritas en el ambiente que Pablo había
    frecuentado, pues el autor o autores mantienen sus mismas ideas y
    utilizan sus mismas frases prácticamente, pero repiten los mismos
    contenidos que las epístolas paulinas auténticas. En las cartas que
    son realmente de Pablo hemos detectado sólo cuatro alusiones a hechos
    narrados en los evangelios. En Colosenses y Efesios, cartas escritas
    entre los años 63 y 64 no hallamos alusiones concretas. Quizás en
    Efesios tenemos algo extraño, que comentaremos. Estas dos cartas,
    aunque no son de Pablo, también fueron escritas antes del evangelio
    de Marcos. Luego también tenemos la carta II Tesalonicenses, ejemplo
    perfecto de la manipulación que puede sufrir un texto en la
    antigüedad, pues en ella el autor que no es Pablo, afirma que la
    carta I Tesalonicenses no es de Pablo, sino de un impostor, cuando en
    realidad el impostor es él mismo (II Tesalonicenses 2, 1 y 2). En
    esta carta no hay alusiones al Jesús de los evangelios. El resto de
    cartas sí que contienen alusiones frecuentes a los evangelios, pero
    son tardías; incluso se sospechan que fueron escritas después del
    cuarto evangelio. Por eso contienen tantas alusiones, porque ya eran
    conocidos esos evangelios por los cristianos. En segundo lugar hay
    que decir que en la antigüedad una obra no se consideraba totalmente
    acabada una vez que había salido de las manos del autor. Esto nos
    parece extraño e incluso deshonesto, pero nuestras mentes
    occidentales del siglo XXI no son las de los monjes copistas de los
    primeros siglos del cristianismo. Las obras literarias se conservaban
    gracias al trabajo de los monjes en los monasterios, los cuales una
    vez que el material de escritura empezaba a estropearse, volvían a
    copiar el texto para salvarlo de la destrucción del tiempo. El
    problema es que el proceso de copia no era fiel al texto original.
    Los monjes añadían de su propia cosecha palabras, frases o párrafos
    que consideraban que al autor se le había olvidado incluir en la
    obra. Así pensaban que lo que hacían era mejorarla. Estos textos
    añadidos son los que se llaman interpolaciones. Para los estudiosos
    de los textos es muy importante descubrir cuáles son esas
    interpolaciones. De hecho, de todas las las obras de la antigüedad
    clásica, así como de las obras cristianas, los filólogos editan
    ediciones críticas, en las que se muestran a pie de página todas las
    variantes de los manuscritos conservados, y se indican los pasajes
    que son considerados como añadidos posteriores. En el Nuevo
    Testamento ocurre igual, de modo que sólo podemos proponer textos más
    acertados que otros tras considerar todas las variantes de los
    manuscritos. Así que huelga decir que es evidente que el texto del
    Nuevo Testamento que manejemos, sea cual sea la traducción, nunca
    será el texto original que salió de la mano de los autores
    neotestamentarios, puesto que ese texto que manejamos es simplemente
    una propuesta hecha por estudiosos a la vista de las diferentes
    lecturas o variantes que hay en los manuscritos. Desde luego que la
    elección entre las diferentes variantes en los manuscritos no es
    arbitraria sino que responde a criterios lógicos, como por ejemplo
    que el manuscrito más antiguo contendrá la versión más cercana al
    original, puesto que el número de manos que copiaron ese texto fue
    menor. Pero los estudiosos se enfrentan a un gran problema, pues los
    manuscritos más antiguos no van más allá del año 325 época del
    Concíleo de Nicea. En esta época convulsa se fijó la primacía de la
    secta Católica en contraposición con otras sectas como el arrianismo.
    Fueron tiempos sin duda de grandes purgas, en las que los que
    opinaban en contra de la Iglesia católica se veían condenados al
    exilio o a la muerte. Así que hay razones de peso para pensar que los
    textos fueron manipulados por el poder de aquel momento. De hecho, en
    los textos que han llegado hasta nosotros aún se adivinan esas luchas
    de ideas.


    sigue en 10...

  10. #10
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    Predeterminado La historia de Pablo. 10

    Interpolaciones: hablemos en primer lugar de los pasajes de las
    auténticas cartas de Pablo que tratan sobre hechos narrados en los
    evangelios, y que por tanto contradicen la teoría de que ni Pablo, ni
    Pedro ni ninguno de los demás apóstoles conoció a Jesús en vida.
    Nosotros sostenemos que estos pasajes son interpolaciones de los
    monjes copistas, los cuales aprovecharon un contexto para insertar
    datos que ellos ya conocían por la lectura de los evangelios.
    Seguramente echaron de menos palabras de Pablo acerca de la última
    cena. El texto en negrita es el que consideramos falso:


    "Por lo cual, amados míos, huid de la idolatría. Os hablo como a
    discretos. Sed vosotros jueces de lo que os digo: El cáliz de
    Bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo?
    Y el pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?
    Porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos
    participamos de ese único pan. Mirad al Israel carnal. ¿No participan
    del altar de los que comen de las víctimas? ¿Qué digo, pues? ¿Que las
    carnes sacrificadas a los ídolos son algo o que los ídolos son algo?
    Antes bien, digo que lo que sacrifican los gentiles, a los demonios y
    no a Dios lo sacrifican. Y no quiero yo que vosotros tengáis parte
    con los demonios. No podéis beber el cáliz del Señor y el cáliz de
    los demonios. No podéis tener parte en la mesa del Señor y en la mesa
    de los demonios. ¿O queremos provocar la ira del Señor? ¿Somos acaso
    más fuertes que Él?"(I Corintios 10, 14 y ss)

    Les proponemos ahora que hagan un pequeño experimento: vuelvan a leer
    el texto, pero esta vez sólo atendiendo al texto que no está en
    negrita. ¿Tiene sentido lo que se dice en ese texto que no está en
    negrita? Ciertamente sí: Pablo está hablando de la idolatría de los
    gentiles y la compara con la idolatría que practican los judíos, pues
    ambas culturas hacen sacrificios. El cristianismo tenía como
    principal objetivo, como la mayoría de las religiones mistéricas, el
    abolir el sacrificio tradicional e implantar otro método para
    relacionarse con Dios, pues aquél lo consideraban obsoleto.

    En la misma carta I Corintios, un poco más adelante encontramos a
    nuestro juicio otra interpolación sobre el mismo tema:


    "Al anunciaros esto que sigue, no os alabo, porque no os congregáis
    para lo mejor, sino para lo peor. En primer lugar, cuando os reunís
    como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo
    creo. Es preciso que entre vosotros haya divisiones, para que se
    pongan de manifiesto entre vosotros los que son aprobados. Cuando,
    pues, os reunís vosotros, eso no es comer la cena del Señor. Al
    comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y mientras uno
    tiene hambre, otro se embriaga. Pues qué, ¿no tenéis casas en que
    comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a
    los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os
    alabo. Yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el
    Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado
    gracias, lo partió, y dijo: «Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por
    vosotros es partido; haced esto en memoria de mí». Asimismo tomó
    también la copa, después de haber cenado, diciendo: «Esta copa es el
    nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebáis,
    en memoria de mí». Así pues, todas las veces que comáis este pan y
    bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.
    De manera que cualquiera que coma este pan o beba esta copa del Señor
    indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por
    tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan y beba de la
    copa. El que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del
    Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y
    debilitados entre vosotros, y muchos han muerto. Si, pues, nos
    examináramos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; pero siendo
    juzgados, somos castigados por el Señor para que no seamos condenados
    con el mundo. Así que, hermanos míos, cuando os reunáis a comer,
    esperaos unos a otros. Si alguno tiene hambre, que coma en su casa,
    para que no os reunáis para condenación. Las demás cosas las pondré
    en orden cuando vaya." (I Corintios 11, 17 y ss)


    Si volvemos a hacer el pequeño experimento propuesto anteriormente,
    es decir, leer lo que no está en negrita, lo que leemos es que en
    primer lugar Pablo recrimina a los corintios por tener disensiones
    entre ellos y por no esperarse a comer. Parece ser que los corintios,
    en lugar de comer en comunidad eran bastante independientes, y cada
    uno hacía su vida sin pensar en los demás. Pablo consideraba esto
    poco cristiano. Dudamos mucho que Pablo hablara aquí de ninguna cena
    del Señor. Pablo utiliza el infinitivo aoristo del verbo edo que es
    fagein, el cual significa comer. En el versículo 20 lo utiliza con un
    complemento directo que es kuriakon deipnon que en español significa
    la cena del señor. Nosotros sospechamos que este complemento directo
    no era originalmente el que aparece sino otra palabra que vendría a
    significar banquete (por ejemplo agape). Y ello lo pensamos porque el
    contexto invita a pensar más en una comida entre cristianos que en la
    conmemoración de la muerte de Jesús, que según los evangelios
    canónicos Jesús instituyó en la última cena. Veamos por ejemplo este
    pasaje en Mateo:


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