El fútbol, deporte nacional por excelencia, es capaz de unir sentimientos y costumbres de lo más enfrentadas. No importa clase social, nacionalidad, raza, ingresos mensuales, ni nada que se le parezca, cuando tu equipo hace un gol, cuando el diez tira una increíble pared, un caño, o cuando el tanque de área define de palomita contra tu clásico rival. Esa sensación de igualdad que brinda la pelota hace que la participación de todos los sectores sociales sea día a día mayor. Logrando así atrapar una atención masiva mucho antes y bastante después de la hora y media que dura un partido.

La vitalidad social que ha adquirido lo transformó en un foco de atención y de análisis para escritores, filósofos y por supuesto artistas. Pero la relación entre el fútbol y el arte no nace desde ahí. Es difícil precisar cuándo la palabra fútbol se relacionó por primera vez con el arte, pero es correcto afirmar que la unió se potenció desde que Pelé, Maradona y otras tantos talentos en menor escala se encargaron de demostrar que este juego es en realidad una maravillosa expresión artística.

Curiosa unión si las hay. En un comienzo se pensó que ambas cosas no podían ir de la mano, pero el tiempo demostró lo contrario. Desde hace un par de años, los jugadores del deporte más popular de nuestro país cambiaron las actividades de su tiempo libre. Muchos de ellos utilizan sus horas fuera de las canchas para poder expresar sus dotes artísticas. Están los que escriben, los que pintan, los que hacen música. Pero no sólo el mundo del fútbol hizo incursión en el arte, el proceso también se dio a la inversa. Una de las uniones más importantes tuvo lugar en el Mundial de Italia 1990. Ahí líricos como los españoles Plácido Domingo y José Carreras y el italiano Luciano Pavarotti se juntaron por primera vez en un escenario e interpretaron un inolvidable concierto la última noche del campeonato. Este acontecimiento es casi una tradición en la actualidad.

Sin embargo, entre el deporte y el arte no hubo un relación constante. No fue así en otras épocas. Basta con recordar el arte de la antigüedad clásica y el interés de los artistas por los jugadores. El hecho de que el fútbol alcanzara su momento de mayor brillantez en la segunda mitad del siglo pasado es quizás la causa de la relativamente escasa presencia en obras de importancia.
No hay Goyas ni Picassos que rindan culto a la pelota, pero no se discute que entre el arte y el deporte de las gambetas, hay (por decirlo de alguna manera) una atracción especial.