Un día de estos, pero no cualquiera,
quizá me anime y te pida prestada una tarde.
Deseo contarte acerca de la insistencia de mis preguntas.
Por ejemplo:
¿por qué este año los geranios florecieron mientras
dormía?
¿Por qué me inquieta el paso de un tren y volteo la mirada creyendo
que puede llevarme el alma?
¿Qué lógica tiene que una bicicleta bajo la lluvia, no deje de
evocarme el desamparo que siento al esperarte en la ventana?
No logro comprender, para el caso, ¿ de dónde vino el viento blanco
que arrasó los viernes del calendario?
Ignoro la geografía, ¿es la cuna de los paisajes?
Quisiera saber, por ejemplo, si esta tristeza es toda mía y adónde
dejé la llave del cuarto de las sonrisas.
¿Conocerás algo de alquimia para contarme qué les pasó a esos besos
que mutaron en palabras?
Tampoco llegué a saber, en tiempo de tempestades, en qué recodo de la
noche se refugian las estrellas o ¿por qué el Tiempo está intentando
zurcirle sus heridas a la Luna?
Quizá me pida una tarde y no me pregunte nada, para recordar cómo
mirabas el cielo tal como a mi aún me gusta mirarlo.
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