EL COMANDANTE

Oskar Heinz Kusch era el amado hijo único de una familia berlinesa de clase media alta que le proporcionó una cuidada educación. El resultado fue un individuo inteligente, franco y cosmopolita: un auténtico mirlo blanco al que, ya puestos, se ha llegado a describir como guapo y atlético. A diferencia de Abel, al que podemos imaginar sin esfuerzo como currante en funciones de esforzado escalador, el amigo Oskar aparenta ser un “chico bien” de pura raza. Desgraciadamente para él, debió recibir la formación menos adecuada para la época y el país que le tocaron en suerte. Así, nos lo encontramos mediada la década de los treinta empeñado en pensar por su cuenta en plena vorágine de “pensamiento único” y, a fuer de original, como católico practicante. Su primer batacazo con el “sistema” parece haber ocurrido en 1933 a causa de su condición de “Boy Scout” (¡vaya!), cuando su grupo (la Südlegion) fue, digamos que, “absorbido” por las Juventudes Hitlerianas de las que Oskar salió por piernas al cabo de unos meses (ni tan malo, su antiguo jefe acabó en Sachsenhausen). Para algunas élites socioculturales alemanas el entorno nazi siempre tuvo un tufillo cutre y, al igual que otros, quizá Kusch intentara “aislarse” mediante una ocupación honorable y prestigiosa o, como escribe Rust, “...untouched and untouchable by the brown hordes”. El caso es que, con 19 años, Oskar ingresó en la promoción 37a de la Kriegsmarine.

En agosto de 1939 ya era A.F. y, tras realizar el curso de submarinos, en junio de 1941 tuvo el “chollo” de ser destinado al quinto U-boat más exitoso de toda la guerra, el U-103, que había de llevarse por delante 45 buques con un total de 237.596 toneladas. Durante el año y medio que permaneció a bordo, Kusch demostró su competencia a tres Comandantes fuera de serie y, en consecuencia, su “look” fue mejorando. El galón adicional de A.N. conseguido en septiembre de 1941 junto con una Cruz de Hierro de 1ª Clase y otra de 2ª obtenidas poco después le dejaron con el aspecto que se observa en la fotografía. Parece que, además de una dotación particularmente operativa, el U-103 disfrutaba de un ambiente agradable y de una Cámara de Oficiales donde se podía hablar de política sin arriesgar el cuello; en pleno periodo formativo, el bueno de Oskar debió pensar que aquel entorno “progre” y eficaz, tan acorde con lo que debía ser su propio ideario, era el modelo a alcanzar en cualquier buque. Aun navegando entre “progres” ya entonces debía estar pasándose un tanto con sus soflamas, pues consta la admonición de algún colega en el sentido de “watch his tongue”. El 8 de febrero de 1943 Kusch tomó el mando de su propio submarino, el U-154, y su “entrada en Cámara” consistió en mandar a paseo el retrato de Hitler que la presidía con el comentario añadido de que no estaban allí para practicar la idolatría. Ciertamente audaz.

Ni el U-103 ni el U-154 eran los ubicuos submarino VIIB que todos conocemos, sino tipos IXB y IXC respectivamente, unas unidades algo mayores y diseñadas para operar lejos de sus bases; tenían 76,8 mts de eslora, unas 1.100 t. de desplazamiento en superficie y entre 9.000 y 11.000 millas de autonomía a 12 nudos. La primera patrulla de Kusch se prolongó entre marzo y julio de 1943 en aguas de Sudamérica, consiguiendo averiar cuatro buques (incluyendo dos petroleros de cierto tamaño) y sobrevivir al ataque de un avión brasileño; socialmente, la cosa fue bastante peor. Una de las más ancestrales potestades del Comandante es largar a sus jóvenes oficiales puntuales rollos de temática formativo-moralizante y tendencia ultra-ortodoxa a fin de compensar la natural tendencia anárquica de tan temible colectivo. Obviamente, si el anárquico jovenzuelo resulta ser el Comandante y sus Oficiales devienen en pasmado auditorio, el sistema se desequilibra y alguien puede resultar lesionado. Según Abel, Kusch se pasó la patrulla instruyéndoles acerca del desastre que los nazis constituían para el planeta, las aparentes averías mentales del Führer, la inexistencia de la supuesta conspiración judía, la probable victoria aliada debido a sus superiores recursos y la similitud de las órdenes recibidas con las exhortaciones de un capataz de esclavos. Consideraciones morales aparte, la incontinencia verbal del muy capullo no sólo era inoportuna en términos militares, también exponía su cuello al tajo del verdugo en un sentido literal y comprometía gravemente al resto de la Cámara. Pero considerando también que de Cámara para fuera era más circunspecto, que en la tradición militar prusiana la delación entre oficiales era sacrílega y que en el arma submarina existía un compañerismo ejemplar, la cosa hubiera podido quedar así. Por desgracia, hasta los compañerismos más ejemplares necesitan cierta correspondencia.

Rust señala un par de motivos personales como posible detonante de lo que pasó y no debe andar muy equivocado: de hecho, ya pone el dedo en la llaga en subtítulo de su trabajo (“The Limits of U-boat Camaraderie”). Una de las “excentricidades” de Kusch consistía en escuchar las emisiones propagandísticas enemigas y uno de sus más graves errores en creérselas. Así, cuando los bombardeos “estratégicos” aliados arrasaron Hamburgo, el muy tonto llegó a creerse la historia de que se trataba de bombas perdidas y, en un espectacular alarde de imprudencia, defenderla ante el exasperado Abel, precisamente vecino de Hamburgo y cuya esposa e hijo, tras perder sus propiedades y salvar la vida por pelos, habían tenido que ser evacuados a una zona rural. Pero la guinda ocurrió a la llegada a Lorient cuando, tras un poco entusiasta informe de Kusch, se decidió que Abel permaneciera otra campaña como IWO a bordo del U-154 antes de concedérsele el curso de mando. Teniendo en cuenta que Comandante y Segundo eran del mismo empleo (Abel ya había ascendido a A.N. por entonces), la posición social sacrificada por Su Señoría, su superior edad, madurez, formación académica y posiblemente náutica, su mayor experiencia como Comandante y el hecho innegable de que Abel era un héroe condecorado y (a sus ojos) Kusch un potencial traidor, no es necesario elucubrar sobre los sentimientos de Ulrich.

Pero no hay mal que mil años dure; tras efectuar un segundo crucero entre el 2 de octubre y el 20 de diciembre y obtener el informe favorable de Kusch, Abel desembarcó del U-154 y fue comisionado para el curso de mando en el Báltico.