Una pareja de esposos, con varios años de matrimonio, tuvo un terrible accidente, en el que ella resultó con graves quemaduras en la cara. El médico le dijo al esposo que no podía usar ninguna parte de la piel de ella para hacerle un implante, porque era demasiado delgada. Así que el esposo se ofreció a donar su propia piel para lo que fuera necesario.

Sin embargo, luego de examinarlo, el médico le advirtió al esposo que la piel que podría utilizar sólo sería la de sus glúteos. Conversaron los dos esposos y acordaron que a nadie contarían de dónde se había obtenido la piel, y le pidieron al médico que también guardara el secreto. Después de todo, éste era un asunto muy delicado.

Al término de la operación y el período de recuperación, todos quedaron muy sorprendidos con la flamante belleza de la paciente. ¡Había quedado más hermosa de lo que había sido antes! ¡Todos los amigos y familiares de ella no hacían sino elogiar su juvenil belleza!

Un día, ya en su casa, estaban solos los esposos, y ella se sintió muy emocionada con el sacrificio de él, y le dijo:

- Mi amor, quiero agradecerte por todo lo que hiciste por mí, aunque creo que jamás habrá manera de pagarte por ello.

- Vida mía -contestó él- no pienses en eso. Siento que me lo agradeces cada vez que veo a tu madre saludarte con un beso en la mejilla.