DICEN POR AHI QUE SE ESTÁN PUBLICANDO MANUSCRITOS ENCONTRADOS EN LA BASURA, DE BRAM STOKER.... ¿SERÁ VERDAD? AQUI ..... EL CONTENIDO.... BAJADO DE UNA REVISTA BRITANICA....

Por supuesto que lo que a continuación voy a publicar no es todo el contenido. Es una prte de los manuscritos encontrados en la basura de Stoker, el escritor de EL CONDE DRACULA Estos escritos inéditos, vendrían a ser la segunda parte de este libro. Para cualquier duda, contactarse conmigo............
La presentación ha sido extraida de una revista Loundinense; de la misma revista ha sido extraidolos VI capitulos que a continuación se muestran. Y yo he adjuntado un resumen del primer libro. Faltan publicarse los demás capítulo, y serán publicados por partes en el transcurso de este año...
Disfruten....!




El retorno de Drácula

Presentación

Sin lugar a dudas la fascinación por descubrir un mundo perdido nos lleva a inmiscuirnos en los trascendentales sucesos que esconde la historia; de no ser así, muy poca importancia encerraría la idea de palpar un nuevo descubrimiento. Y así tuvo que ser en este caso, gracias a Dios. Pero nosotros, los seres humanos, ambientados a este sistema complejo, no nos conformamos con la idea de un contexto general; ni siquiera una insignificante concordancia nos impresiona, sino que por el contrario, nos conduce al arreglo perfecto que finalmente que se convierte en fraude.

Y la historia, como algunos creen, nunca se repite. Tampoco varía. En suma, lo que interesa es que sea verídica; de no ser así, los esfuerzos son nulos y la importancia por conseguirla constituye un componente de la basura.

Ahora bien, ¿qué sucede cuando no es suficiente una respuesta acertada? He ahí lo enmarañado de pronosticar un desenlace correcto y de distribuir bien las interpretaciones; o como alguna vez lo dijo Allan Poe : "El poder analítico no debe confundirse con el simple ingenio, porque mientras el analista es necesariamente ingenioso, el hombre ingenioso está con frecuencia notablemente incapacitado para el análisis". Bien, por ahí se enrumba el objetivo de esta presentación. No cabe duda que el lector ya habrá notado que lo que quiero expresar esta dirigido a discernir un hallazgo. Claro que sí, no es inequívoca tal suposición. Veamos, para empezar voy a relatarles algo que me sucedió cuando era muy joven. Cierta vez me dijeron que en algún país existían hombres que sorbían la sangre de otros, dejándolos sin vida y terriblemente desangrados. Fue tan impactante esta revelación, que en toda la noche perdí el sueño; luego en la escuela, le conté al profesor sobre mi frustración y este se rió de mi ingenuidad. Recuerdo muy bien su rostro, y a veces me pongo a reír de aquel suceso. Pero aquella vez, lo que sentí fue algo terrible. Incluso creí conveniente cambiarme de escuela para no sentirme avergonzado. Ese mismo año vi la película Nosferatu , dirigida por el celebre director Murnau y basada en la adaptación del libro de Bram Stoker, El Conde Drácula. Por contradictorio que parezca, mis miedos a partir de ahí desaparecieron y fueron suplantados por el deseo incontenible de sumergirme en el análisis del pensamiento de Stoker. Se entenderá, si tienen paciencia de ponerse a pensar en ello, que dicha resolución me llevó a realizar mi tesis de licenciatura en este tema. Y adivinen lo que descubrí... ¿No lo adivinan? Les ilustro: Stoker era mucho más que Drácula.

Todo empezó hace casi un siglo. Stoker estaba postrado y esperando la muerte. En su lecho, nada lujoso por cierto, su última novela, La madriguera del gusano blanco, acababa de ser corregida y enviada a sus editores. Corría el año 1911.

Durante los últimos cinco años una enfermedad obtenida por el exceso de placer sexual en las calles, le condujo a optar por el adormecimiento de su cuerpo, usando para tal efecto, alcohol y drogas. Pero él no era malo, claro que no; la rigidez de su mujer y el deseo de ausentarse de la realidad le llevaron por ese rumbo. Su brillantez carecía de incomprensión, por eso el año 1887, formó parte de la secta ocultista Hermetic Order of the Golden Dawn (la Orden Hermética del Alba de Oro), a la cual pertenecieron personajes como el poeta W. B. Yeats, el escritor de ciencia ficción Arthur Machen, el escritor de temas paranormales Algernon Blackwood, MacGregor Mathers, Allan Bennett, Aleister Crowley, William Wym Westcott entre otros. En este círculo aislado destacó por su genialidad. Sin embargo, con la evolución de su enfermedad y el factor económico en contra, comprobó que no eran necesarios la locuacidad y el ingenio para sobrevivir, menos aún, destacar por la aversión a Dios. A juzgar por lo que dijeron en su momento algunos de sus críticos, lo entendió muy tarde; y es que en los días que continuaron la ulterior publicación de su última novela, no recolectó las utilidades que esperaba. Talvez el efecto de los narcóticos contribuyó en el descenso de su creatividad, o quizá fue el abandono de su aparente amigo y actor Henry Irving, que en 1878, le propuso al escritor que se convirtiera en su representante. Cuando este le planteó la idea, Stoker no lo dudó y pocos días después se trasladó con su esposa, Florence Balcome, a Londres. Fue allí, en la capital inglesa, mientras se convertía en el máximo responsable de la compañía de Irving, donde empezó a crear relatos fantásticos. Parecía el génesis de un clímax prospero, sin embargo, Stoker no imaginaba que años después, en 1912, moriría aislado y en la miseria.

Drácula se convertiría en un best seller luego de ser llevada al cine. Su autor ya no estaría y al parecer todo había culminado para él. Era su única novela reconocida; no contaban las otras diez que escribió. "Las drogas le adormecieron el cerebro" , figuró en un articulo biográfico años después. Y lo que póstumamente se suscitó, ¿no contaba para la historia? Sólo un fraude. No se pudo concebir la idea de que la historia nos mostrara una segunda parte de la vida de Stoker. Sí, era la segunda parte de su vida... él resucitó. Alguien descubrió unos manuscritos inéditos , en la basura. Seguramente fue una persona cercana a él, o tal vez no; lo que sí es indudable, es que era la segunda parte de Drácula y que ningún editor no lo pudo publicar nunca. En abril del año 1985, en honor a la celebración de la muerte de Stoker , cierto director de una revista Londinense se aventuró a publicar en forma segmentada aquellos manuscritos ; y también fue un intento fallido, debido a las denuncias que se produjeron. Hoy en estos días, hemos recuperado alguna copia de esos benditos manuscritos y gracias al consentimiento de nuestro director, se va a revelar su contenido, admitiendo desde luego, su dudosa procedencia. En fin, somos conscientes de reservarnos la legitimidad, admitiendo las criticas que podrían suscitarse al respecto. No obstante desde la óptica de este medio, reitero, hemos creído conveniente darle cabida como un suceso histórico. Me explico mejor. Aquí algo del manuscrito: "Él se mantuvo sólo, muy apartado del resto, acompañado de la tristeza y de la noche... Tenía conciencia de que la existencia de un creador le permitiría vivir una nueva vida; una mejor vida". Lo que expresa Stoker en estas líneas va más allá del personaje; aquí el personaje y él es uno. Es el año 1911, no lo sabe con exactitud pero sabe que no vivirá más. Sus mejores amigos se han ido. La sífilis casi ha acabado con él. ¿Y aquel circulo al que pertenecía? ¿Por qué no le extendían la mano? Frente a él, su obra maestra pronto sería arrojada a la basura. Dios le consolaría luego, ¡qué importa si no se acuerdan de él! Aquí otro fragmento: "Es permisible la idea de no recuperar la noción de la existencia después de mirar a través del pasado, o es igual, suponer los reencuentros emocionales del consumo de sinceridad en tus peores épocas... sin duda (una sola oportunidad) es la faceta perfecta para un reencuentro. ¡No hay más que decir!¡Un cambio al amanecer!¡Nuevo tiempo!". ¿Se han dado cuenta? No es el temor de abandono de sus últimos días de vida lo que sólo le perturbaba. Al parecer en esta nueva novela enterró sus temores y tristezas suscitados en los momentos de agobio. No se puede a cabalidad especificar el tiempo que le tomó terminarla; aunque sí es seguro que la empezó inmediatamente después de terminar la primera parte. ¿Cómo estoy seguro de aquello? Muy simple, la casa Christie's de Estados Unidos, subastó en el año 2002, el ejemplar original escrito a máquina de la novela Drácula. La existencia del documento, que apareció en público por primera vez, no se conoció hasta 1984. Se trató de 430 páginas escritas en una de las primeras máquinas de escribir, tituladas originalmente "No muerto" (Undead) y con varios apuntes a mano anotados por el escritor británico. La versión incluye un pasaje en el cual se cuenta la destrucción del castillo del vampiro, pero que aparece tachada por el propio autor, sin duda para realizar una segunda parte. ¿Que me dicen a eso?

Ya que no me gustaría arruinarles la curiosidad antes de nada, sobre el estilo voy a rescatar sólo dos cosas. La primera es que en este caso, el autor se siente substraído por el deseo de narrar las cosas desde un perfil que refleje el pensamiento de los personajes, evitando ser muy consecuente con la descripción de los lugares geográficos, algo realmente muy bueno. La cuestión segunda es la coincidencia que ejerce en el recorrido de su expresividad, no inmutándose ante las dificultades por obtener cosas nuevas y, en este caso si, ha recogido la experiencia de sus otros escritos, como la casa del juez.

El 20 de abril de 1912, Stoker dejó de respirar. Bien, eso es todo. ¡Disfrútenlo!


Samuel J. W.
Enero del 2005
The dark's scenery's

IN. de T.: Aquí lo que se pretende, es que mediante este medio, se ponga a conocimiento de los lectores la segunda parte de este libro perdido. Creemos que es necesario analizar un poco las dimensiones de las variantes a la que el actor se somete.
N. de T.: Edgar Allan Poe. Extraído del celebre relato: Los crímenes de la Rue Morgue.
N. de T.: En realidad la definición de Nosferatu, responde a la denominación del “clan de los ocultos”. Este clan aparece luego de la caída del imperio de Caín, esto según el libro de Nod en la versión que hizo Aristotile de Laurent en inglés. Aquí el autor considera a nosferatu como una denominación de no muerto; sin embargo, es indudable que haya tenido conocimiento de su procedencia.
N. de T.: La primera vez que se proyectó fue en 1921.
N. de T.: Secta o grupo que se dedicaba a tratar temas ocultos, desligada completamente de Dios.
N. de T.: Texto bajado de Internet.
N. de T.: Todo parece indicar que estos manuscritos fueron desechados por el autor debido al abandono que sufrió por sus amigos. Probablemente nunca se arrepintió ante Dios; pero trató en los últimos momentos de existencia abandonar todas las cosas malas que le tenían postrado, entre ellas, su obra maestra.
N. de T.: 20 de abril de 1912.
N. de T.: No recuerdo el nombre de la revista; pero ya no existe tal.
N. de T.: Nueva York-ANSA. El volumen original de esta novela es 529 paginas, con todas las notas.
N. de T.: En este relato el autor denomina a las cosas por el nombre genérico, sin descubrir los detalles que circunscribe dicha denominación. Dice:“La casa del juez; la enorme rata de mirada tal” Y para dirigirse a los personajes, los llama: “La señora tal”.


Resumen de "El conde Drácula", de Bram Stoker.
(m-rata)

Para aquellos que no leyeron el libro, aquí un resumen.

Jonathan Harker, representante de una compañía de ventas, se dirige a Transilvania hacia el castillo de un extraño personaje, para informarle sobre la compra de su nueva propiedad, en Londres. Lo único que sabe del hombre con quien tratará, es que se hace llamar Conde Drácula. A juzgar por lo que observaría luego, Jonathan comprueba que es el único ser humano que habita aquel castillo.

Mientras los días avanzan, Jonathan se va percatando de las costumbres de aquel hombre. Un día descubre una habitación y en ella encuentra a dos mujeres que le seducen. Al parecer son las hermanas del conde, las mismas que tienen la intención de morderle el cuello. Pero llega el conde a tiempo, y les prohíbe seguir con su cometido.

Drácula, al descubrir las intenciones de su huésped, le encierra en una habitación y le sustrae su ropa. También le hace escribir algunas cartas dirigidas a su novia, indicando su pronto regreso. Con todo esto evidentemente el conde pretende engañar a la novia de Jonathan, tomando su apariencia para que le vean en la ciudad. Pero Jonathan, luego de descubrir que tanto Drácula como sus hermanas eran vampiros, y luego de pedir inaceptadamente (al conde) que le deje ir, huye aprovechando su ausencia.

Por un tiempo Jonathan se sumerge en la clandestinidad. Pero mientras tanto, Wilhelmina Murray (Mina), novia de Jonathan, que intercambia cartas con su amiga Lucy Westenra, decide pasar un tiempo con ella. En tanto su visita, Mina descubre un comportamiento inusual en su amiga. Entonces le comunica a Arthur Holmwood (lord Godalming) su novio, el cual al encontrarla pálida con el paso de los días, le pide ayuda a su amigo, el doctor John Seward, que a su vez, al ver lo extraño y complicado del caso, le transmite sus dudas a su amigo el doctor Abraham Van Helsing. Ulteriormente se sumaría a brindar su ayuda Quincey P. Morris, también amigo de Arthur.

Como Quincey P. Morris y John Seward estuvieron enamorados de Lucy, no dudaron en brindarle su magnánimo apoyo. Entre tanto Mina marcha a Hungría con Jonathan, y ahí se casa con él.

John Seward, responsable de un sanatorio para lunáticos, descubre en uno de sus pacientes la rara costumbre de comer moscas; se extraña aún más al comprobar que su deseo por las cosas que tienen vida se van incrementando, llegando incluso hasta querer vidas con alma. Posteriormente descubre que Drácula acabó con él, luego de engañarlo. Este le dijo que le daría seres vivos más grandes.

La enfermedad de Lucy la hace parecer excesivamente pálida. Pierde sangre y es imposible en un inicio descubrir porqué. Se le hace varías trasfusiones de sangre para que no muera. Finalmente muere por un descuido de su madre, que abre la ventana sin saber que Van Helsing la había cerrado por precaución. Este último ya conoce la extrañeza de su enfermedad: ella es la víctima de Drácula.

Más tarde Lucy se convierte en un Vampiro. Van Helsing en tal caso les comunica y después de espiarla y comprobar la verdad, el propio novio le clava la estaca en el corazón; pues según la tradición, eso acababa con Nosferatu, o no muerto.

En adelante lo que se pretende es acabar con Drácula. Este lo supuso y huyó; pero antes hace de Mina su victima e incluso le da de tomar su sangre, talvez con el objetivo de leer sus pensamientos. Van Helsing, usa estas circunstancias a su favor, hipnotizando a Mina para saber donde esta el Conde. Pero tienen que apresurarse pues si no acaban con él, Mina se convertirá en Vampiro.

Finalmente, luego de esterilizar (o echarle agua vendita y ajo) a las cajas que trae el conde (no puede descansar en otro lugar que no sea sobre la tierra de su imperio, por eso llevó varías cajas y lo distribuyó por todo Londres), le siguen los pasos. En Transilvania lo acorralan y después de una acometida tediosa, lo matan. En esta lid Quincey P. Morris fallece.

Siete años más tarde en un día cualquiera, se vuelven a juntar los sobrevivientes. Los esposos Harker cuentan con un hijo, que lleva el nombre de Quincey P., en honor a la valentía de este. Arthur Holmwood por su parte parece estar feliz con su matrimonio; pero finge, pues no se volvió a casar. El reencuentro transcurre sin novedad, no obstante ignoran los Harker que el niño Quincey, engendrado en una de esas noches de casería, es el mismísimo hijo del Conde, procreado por medio de su propia sangre.





Dracula, el retorno

Para mi hijo.


Drácula, el Retorno


Preludio

Él se mantuvo sólo, muy apartado del resto, acompañado de la tristeza y de la noche. Su hijo era la razón por la cual volvería. Llevaba su propia sangre y gran parte de su vida: el destino no se atravesará en su contra. Y aunque no era feliz, ¡lo más importante se encontraba allá, atravesando las cárcavas!... Tenía conciencia de que la existencia de un creador le permitiría vivir una nueva vida; una mejor vida.


I

Inexplicables muertes

Sobre la colina, en Bistritz, atravesando la niebla que rezagaba el ambiente de los últimos meses del año, el castillo se mostraba desconcertante y sumido en un aire de tenue tristeza. Como esperando la respuesta de un guía y movidos por una solemnidad indescriptible y unísona, los lobos aullaban. A esa misma hora, en el condado de York, en Scarborough, alguien registraba la muerte de dos viejos amigos. Sin duda que estos hombres debieron resistirse mucho, pues los cuerpos estaban llenos de cicatrices y ensangrentados, como si la persona o lo que fuera causante de esta desventura, hubiese tenido mucha destreza y fuerza, la necesaria para estampar sus dedos y uñas en la piel de ambos y a la vez. Más tarde, en la noche, la mansión de los Harker, en Whitby, se incendió de la forma más rara y repentina; nada se pudo hacer para extinguir sus llamas. Luego del incendio, se encontraron los cadáveres de los dos fallecidos esposos, de la sirvienta, y del mensajero de la oficina de servicios postales. Pero por más que se removiera el lugar, no hubo por ninguna parte los restos del joven Quincey P. Harker Murray, hijo único y heredero, que a juzgar por las evidencias no estuvo aquella noche en casa. ¿Sería acaso un sospechoso? Cerca de donde todo esto ocurrió, se encontró sangre en el suelo.

El hombre que aseguró haber visto el crimen de los dos amigos, indicó a la policía que talvez podría tratarse de dos extranjeros. Argumentó esta suposición debido a las facciones que se produjeron en sus rostros al observar el ambiente, y auque no los oyó hablar, dedució que conocían muy bien el inglés; de no ser así, no hubieran podido escribir lo que él recuperó luego de que estuvieron muertos. Y mostró el fino papel en el cual decía: “Confío en que si no llegamos a tiempo, sea llevado este mensaje a Jonathan y Mina, en Whitby... Ha regresado el Conde y lo estamos siguiendo”.

La oficina de correos indicó, coincidentemente, que un telegrama dirigido a Jonathan Harker, enviado aquella tarde, expresaba algo así como “estén preparados, pronto habrá luna; ¡El conde ha regresado!”

La señora del sesenta y cinco, un poco molesta por la presencia de la policía, aseguró que no tenía nada que ver. Simplemente el mensajero estuvo ahí, se tomó unas cuantas copas, y a eso de las seis de la tarde, continuó con sus labores.

Al investigar más sobre los cadáveres de los amigos encontrados, un reportero descubrió que ambos eran doctores y que vivían en algún condado de la Ciudad de Gales, cuidando de un sanatorio para locos. Curiosamente aquella casa había sido rebuscada y no saqueada, mientras que las puertas, abiertas de par en par, se mostraban vacías sin nada ni nadie que las atravesase. Los dementes habían escapado y, según las declaraciones de Patrick Hennessey, ayudante que sobrevivió de milagro y que últimamente casi no recordaba nada, el doctor de mayor edad, llamado Abraham Van Helsing, había notado en los últimos días un cambio en el comportamiento de sus pacientes, llegando con esto a la conclusión de que el instinto les estaba abriendo pasó a una dimensión desconocida, en la cual, se encontraba presto a reponerse el único ser capaz de volver a la vida después de haber ahorrado fuerzas. Al comunicarle a su amigo, el doctor John Seward, este se puso intrigado, con un semblante poco usual en su rostro, similar al que poseyó cuando uno de sus pacientes que comía moscas, se intentó matar estrellando su rostro contra el suelo, asegurando luego que él no lo había hecho, si no que fue un ser que le prometió cosas que tenían vida y que nunca se las dio, y por esta promesa no cumplida al no querer dejarlo entrar por la ventana, este ser lo cogió como a un muñeco de trapo y le destrozó varios huesos. El ayudante confesó y estaba seguro que Nosferatu, como le llamaban aquellos locos a ese ser desconocido, debió ser alguna imaginación que les sugirió la demencia, pues nunca apareció. Mas bien fueron ellos mismos los que con una fuerza desconocida rompieron los barrotes de sus celdas y abrieron las puertas de todas las habitaciones en busca de no sé qué, y luego huyeron a no sé dónde. Dijo además que el recuerdo no le era tan claro y que ni siquiera tenía la idea de lo que debía de hacer en esos momentos: estaba solo y no pudo contra tantos. Alguien tuvo que haberlo golpearlo, pues cuando se despertó, tenía la cabeza llena de sangre y a nadie al rededor. Le dio las gracias a Dios y prometió hacerlo siempre. Estaba vivo y, lo último que le dijo al reportero, fue que renunciaría para siempre a su labor de asistente.

Una semana más tarde, otra muerte enriqueció las interrogantes de la policía. Sucedió que el tren de las once, dirigido al norte y con cientos de pasajeros a bordo, se estrelló con algo que parecía un ser humano, y que, por el contrario de lo que se esperaba, el vehículo no hizo más que detenerse por el impacto y estremecerse. Quien murió no fue el que interceptó el tren; fue uno de los pasajeros. Se llamaba Arthur Holmwood y era amigo de los esposos Harker y de los doctores Abraham Van Helsing y John Seward, todos muertos en extrañas circunstancias. Holmwood mantuvo una mirada de terror hasta el segundo final de su estancia sobre la tierra: no pudieron cerrarle los ojos. Por lo que se sabía de él, su padre había muerto ya hacía varios años, al igual que su prometida; esto le sirvió de excusa para no volver a casarse. La continuación de su vida, ulterior a la perdida de sus seres queridos, la pasó solo, viajando por cualquier rincón a donde le llevase el destino. Previo a tomar el tren que lo llevaría a la muerte, recibió noticias de sus amigos; que estaban bien pero que necesitaban de él en forma urgente y necesaria. Nada se supo más de él, salvo las notas de su diario.

En los días que precedieron el posterior cambio de luna, lo único que por la noche se escuchó fue el canto desentonado y místico, como nunca, de los lobos en las colinas. El temor se apoderó de la ciudad que casi nadie salía de sus casas una vez que el sol se ocultaba. Tal fue el estupor, que cuando la policía recuperó los restos de los cadáveres que a diario caían en las alturas, la ciudad se sumergió en un mar de miedo y especulaciones, y no dudaron, en ninguna de las formas del pensamiento, en creer que el mismo diablo era quien destrozaba las gargantas de esos pobres locos que se escaparon. Los cuerpos fueron recogidos en diferentes posturas de huida, siempre con las gargantas destrozadas, pero además, sin una gota de sangre. ¿Cómo es que llegaron a lugares tan alejados?.

La última noche de luna, alguien llamó a la puerta del ayudante del fallecido doctor Abraham Van Helsing, y al recorrer el cerrojo, el pobre viejo vio a una mano apresarlo por la cabeza, envolviéndole el cuello con la otra hasta sacarlo hacia afuera. Distinguió en la cara de aquel hombre extraño unas mandíbulas provistas de dientes sobresalientes, finísimos, dispuestos a clavarse en su cuello desnudo. Pero al iniciarse la ejecución de este acto, la luz que de alguna forma reflejó el crucifijo que llevaba puesto, encegueció sus ojos y le quemó el rostro. Entonces el pobre viejo fue arrojado contra los muros de la pared hasta quedar inconsciente. Por la mañana lo único que se pudo rescatar de sus declaraciones antes de morir, fue lo mismo que los rumores de los vecinos y lo que ya todo el mundo sabía: sin duda era el mismo demonio que mató a los locos.

La colina más alta:
“Del suplemento registral de los archivos de medianoche”. (Un año antes
del primer asesinato)

El trabajo fue arduo, pero antes de que suceda lo que era evidente, trasladé con anticipación la caja de tierra a la colina más alta, donde aquella grieta en una de esas rocas, de la cual se puede observar su castillo, me brindó seguridad; una falsa seguridad inventada por sus pronósticos retrógrados.

El retorno del rey estaba cerca, tenía que prepararme para su regreso. Sangre de su sangre. Pronto estaré junto a él, cerca de su castillo, en Bistritz, Transilvania.

29 de Noviembre: “The Dailygraph”

Arthur Holmwood, que respondía a un diagnóstico de hombre solitario y de pocos amigos, viajaba en unos de los vagones intermedios del tren de las once. No llevaba equipaje. El viaje debió parecerle largo, razón por la cual durante algunas horas, no hizo más que escribir en un pequeño cuaderno. Luego llegó la noche y eso fue lo último que se supo de él, informaron algunos pasajeros.

La señora Maria B. Seymour Moore, asistente de sus negocios y de cualquier asunto personal que viajaba junto a él, mencionó que a eso de las once de la noche, ella salió por el pasillo para satisfacer sus necesidades fisiológicas; pero en cuanto estaba presta a regresar, escuchó un ruido como si se rompiera algo. Evidentemente en esos momentos el tren acababa de chocar. Fue muy rápido y tan raro el estruendo, mencionó, que no tuve la menor duda de que se trataba de algo extraño.

Cuando se dirigió al vagón en donde viajaba, descubrió vacío el lugar y la ventana rota. La sangre estaba por todos lados.

Se levantó el cuerpo y se le mantuvo aislado de la multitud. Estaba pálido y ensangrentado, con el rostro sumido en una horrible expresión de horror. Por lo que se sabe acerca de lo que escribió, aquel cuaderno era su diario, el mismo que fue puesto a disposición de la policía del sector.

Por el momento la señora Seymour ha sido detenida, y se espera que en el transcurso de estos días, preste sus declaraciones y se esclarezca este misterioso atentado, que ha conmocionado a toda Inglaterra.


II

El diario de Arthur Holmwood

24 de noviembre

Me cuesta un gran esfuerzo escribir, no obstante, es necesario que lo haga por alguna precaución. No están andando bien las cosas. Desde que murió la esposa de Seward, me han precedido recuerdos que me hacen estremecer en las noches mientras duermo. Le he dicho a la señora Seymour que me informe de cualquier detalle sobrenatural, pero no ha sido suficiente su labor: ¡La pobre no se abastece!

Lo que más me intriga es esta carta de Helsing que me ha llegado en la mañana. ¿Realmente marcha todo en orden? ¿Tiene algo que ver con nuestro secreto? Aún no tengo idea como armar estos presentimientos. La duda me absorbe. Por otro lado, tengo que convencer otra vez a la señora Seymour que finja ser mi esposa. No se como lo voy a hacer, puesto que la última vez me dijo que no aceptaría otra vez semejante cosa. Pero en fin, sé que lo hará.

Anoche tuve una pesadilla: soñé que mi casa se sumía en un mar de sangre y que mis amigos se hundían junto a ella. Fui a tratar de rescatarlos y entonces, las paredes me golpearon y se rieron de mí. Cuando lo intenté otra vez ocurrió lo mismo, sólo que ya no eran paredes sino cadenas, que además me perseguían e intentaban atraparme. Desesperado huí como un cobarde. Me desinteresé de ellos, mis nobles amigos que hubieran dado su vida por conservar la mía, y seguí con mi desesperado recorrido. Cuando ya estuve lo medianamente lejos y sin nadie ni nada siguiéndome, me detuve para mirar y, absorto contemplé que mi casa ya no era mi casa. No estaba. Por el contrario vi el castillo del Conde Drácula más reluciente que nunca. Por más extraño que parezca, sentí que mis amigos habían sido exterminados por aquel monstruo. Así lo supuse y me sentí desgraciado, prefiriendo en tal instancia morir con ellos y dispuesto a lo que sea. En esos precisos instantes, de la oscuridad empezó a nacer una luz y a encenderse, y a medida que se acercaba, crecía y tomaba el aspecto de una mujer, bella, muy hermosa, como mi adorada Lucy. ¡Pero santo Dios, era ella! Me habló con ternura, diciéndome que la muerte no es tan desagradable y que no tema. Me dejé caer en sus brazos, y olvidándome de toda desventura, fui feliz; ella sonreía y al hacerlo, vi sus caninos relucir en la oscuridad, muy blancos. No me había percatado de lo que al alrededor ocurría, hasta que en un momento impredecible me di vuelta para mirar, y, lo recuerdo muy bien, descubrí una jauría de lobos, en círculos, como esperando el momento preciso para cumplir alguna ordenanza. La voz de mi amada Lucy acarició mis oídos. No temas, son simples portavoces, me dijo, e inmediatamente mi cerebro empezó a rebuscar recuerdos. Hasta que los encontré: ella no era mi amada, era un vampiro. Quise escapar; pero estaba en sus brazos, aletargado y semiinconsciente, preso de sus encantos. Claramente en mis últimos suspiros de agonía, avizoré unos dientes puntiagudos enmarcados en unos labios muy rojos. A pesar de todo la seguí amando, incluso ahora. Sin embargo algo sucedió: fue el crucifijo de mi cuello que la retuvo. Y grité, con mis ultimas fuerzas. De inmediato sentí que mi cuerpo era sacudido; del exterior, alguien pronunciaba cada vez más fuerte mi nombre. Era la señora Seymour que intentaba despertarme. Al lograrlo suspiró con alivio y no me pidió explicaciones. Debió tener alguna pesadilla, me explicó.

¿Y la carta del doctor Seward? ¿Por qué él está ahí? ¿Qué es lo que está haciendo en ese lugar donde murió Renfield?

Mas tarde: 11pm.
La señora Seymour me ha vuelto a despertar. Casi he tenido el mismo sueño. Esta vez después de ver a mis amigos ser incinerados, mi adorable Lucy me condujo por una puerta ancha y rudimentaria. Al atravesarla, mi respiración se hizo intensa y ella empezó a desvanecerse. Estaba marchándose para siempre, eso pensé. Haré lo que quieras, le dije. Si no te unes a mi no podrás salvarme, me respondió. Claramente vi que la cubría una sombra. No pude soportarlo: la llame con todas mis fuerzas. ¡Lucy! ¡Amor mío! ¡Te necesito! Y otra vez del exterior alguien pronunciaba mi voz. La señora Seymour intervino mis alucinaciones ¿Sigues amándola?, me preguntó.

Mas tarde: 1am.
No tengo sueño. He recorrido toda la casa y he descubierto que la señora Seymour llora. La vi por el judas de su puerta: una grieta minúscula cerca del cerrojo. ¿Que le estará pasando por la cabeza? ¿Será por ese caballero de Derby que no concilia el sueño? Pero de ser así, no hubiese permitido que el rechazo sea su respuesta cuando este la pretendía. Sí, yo lo sé. Lo admito; estuve espiándola cuando esto sucedió. El caballero le extendió la mano y le habló con las palabras más dulces que portaba en su memoria. Se arrodilló expresando su amor con lágrimas y con intensa ternura; luego la tristeza ensombreció su semblante y lo mantuvo meditativo, resignado, a tal punto que no escatimó esfuerzos para que a pesar de todo le brinde su apoyo y consideración. Ella accedió y se sintió en cierto modo culpable, por eso le expresó lo mismo. ¿Ella antes amó, como yo, y aún sigue amando? Vuelve a mi memoria esta interrogante que tantas veces hizo que confiara en ella. Y hoy que vuelvo a pensarlo no me cabe la menor duda. Ella es como yo: se compadece de mí y sufre, en silencio, las mismas penas que porto en mis recuerdos.

25 de noviembre.

Un día tranquilo. Ya está por ponerse el sol. He postergado dos viajes de negocios para que no intercedan con la prioridad que tengo. Mientras tanto, he revisado los estados de mi cuenta y han decrecido en el capital en casi uno por ciento en lo que va del año. La señora Seymour me sugiere que invierta en las plantaciones y que no las venda aún. Confío en ella y voy a disponerle los medios para que se encargue de todo. Es sin duda muy eficiente y eso me manifiesta seguridad; por el mismo hecho cuando todo vuelva a la normalidad, voy a poner mis bienes a su nombre. Talvez lo haga antes.

Mas tarde: 11.45pm.
Debo ser lo mas paciente con mis impulsos. ¡No lo volveré a hacer! He estado observándola otra vez. Estaba muy bella, voluptuosa: parecía un ángel. La he visto muchas veces, desnuda, y jamás la encontré tan... hermosa. Su tersa piel recibía muy bien las caricias de sus adorables manos. Sus ojos registraban un lugar diáfano, al encuentro de alguien que respondiera a su llamado. Y sus labios, despedían un aliento que podía sentirlo, suave, caliente, protector y con un aroma indescriptible. Sentí que mi vida se escurría por debajo de la puerta y se acercaba a donde ella estaba, para simplemente observarla más de cerca. La miré detenidamente, una y otra vez. La respiración se me aceleraba, se introducía por mis venas y recubría mi piel con una tensión insoportable. ¡No lo pude soportar más! Deslicé mis manos por la perilla de la puerta y esta cedió con facilidad, abriéndose silenciosamente. Me interné a través de ella y ya no sabía lo que estaba haciendo. Sólo avanzaba porque frente a mis ojos se encontraba mi bella y eternamente adorable Lucy. Nunca había visto tanta beldad en sus ojos, de modo que esa parte fue lo primero que besé. ¿Era Lucy? Era mi imaginación, estoy seguro. Sus labios se impregnaron de los míos y escuché que ella decía haber esperado tanto tiempo a que sucediera lo que ahora le parecía un sueño. ¡Te amo Lucy!, le interceptó mis palabras llenas de sinceridad. Ella no dijo nada y se desvaneció, reapareciendo un segundo después no como Lucy sino como la señora Seymour, que al igual que en ocasiones anteriores se había percatado de mi desvarío mental y había pronunciado mi nombre para despertarme. ¿Que ocurrió?, le pregunté avergonzado. Mirándome a los ojos como aludiendo saber lo que yo pensaba, se limitó a describir con pocos detalles lo que sucedió. Usted me confundió con Lucy, eso es todo, remató, y lo único que yo hice fue despertarlo.

Mas tarde: 12pm.
Ella también debió estar soñando. Si, soñaba que su único amor se encontraba con ella. O de no ser así, le he recordado a él. ¿Tanto amor siente? Es la segunda vez que he pasado por su habitación y todavía está llorando. ¿Dios, que estoy haciendo? Dije que no volvería a espiarla: ¡Soy despreciable! Vi su cara de preocupación en el momento que se cubrió con la sábana para que oculte su desnudez, la observé llena de temor inspirada por mis intenciones, la vi derrumbarse desesperada con esa terrible preocupación en su rostro sin maquillaje y decaído, la vi, de todos los ángulos que reflejan los actos de un demente y, ¿no siento compasión acaso por ella? ¡O Dios, cuídala de mí!

26 de Noviembre

Esta mañana la señora Seymour me ha comunicado que entiende perfectamente las circunstancias en las que ocurrieron los percances de la noche anterior. Me aconsejó, además, que me entretenga haciendo cualquier trabajo y que no piense mucho en mi amada extinta. Yo la comprendo; aunque más bien las cosas parecen inversas.

Después de enterarse de mi posterior viaje, me ha rogado que no la deje sola; le he dicho entonces, aprovechando la mejor de las oportunidades a favor de mis conveniencias, que no, pero que tendría que fingir ser mi esposa una vez más. Lo pensó unos minutos y aceptó. Ya no hay problemas con ese detalle; sólo me preocupa un poco mi personalidad. ¿Sucederá esta noche lo mismo que en la noche anterior? De ningún modo, no puede repetirse semejante deslealtad. ¡No otra vez! Le he obligado y ella me ha prometido cerrar su puerta para que yo no la moleste.

27 de Noviembre

La respuesta de un entusiasmo pronto a nacer en las revelaciones de mi resignación, me secuestró de la vida real y me transportó a un espacio moldeado a mis necesidades; me mantuvo diestro, atento a cualquier espectro y meditabundo. Las horas se enrumbaron sin retorno, escurriéndose lentas, segundo a segundo. Miré mi habitación. ¡Que noche tan extraña! El sueño no me visitaba, o al menos eso era lo que me insinuaba la noche; sin embargo, debió ser una ilusión ¡Tuvo que serlo! Ella estaba cerca, podía sentirlo. ¡Lucy! ¡Amor mío! La llamé para cerciorarme. ¿Realmente la tuve cerca? Oscuro, muy oscuro. Sentí pasos en la habitación, su respiración, sus manos, sus labios acariciando mis mejillas, mi cuello. Temí lo inevitable, lo que se suponía esperar de un hematófago. Y me besó. Aquí estoy, amor, soy tu Lucy, ámame. No la veía pero sentía su piel caliente estrechada junto a la mía. Fue tan real, que no puedo afirmar que fue un sueño. No temas, me consoló, sólo aprópiate de mí. A continuación también la besé, la besé tanto, que su calentura y su cuerpo, unidos, forcejeados por movimientos unísonos y de distinta variación, me transportaron a mis mejores épocas. En esos recuerdos, acumulé los más intensos y diversos sustratos de experiencia divina. Ahí estaba ella, esplendorosa, inasible, rustica y asperjada. El pasado y el presente, talvez el futuro. Su dulce cuerpo junto a su aroma me mantuvo suspendido en el tiempo, me desvió de la realidad, se fusionó con mi ser, se ahogó en mis entrañas y resucitó. Después se marchó, dejándome hipnotizado con sus encantos, en agonía. Al despertarme, lo primero que se me ocurrió fue mirarme en el espejo para descubrir las huellas de sus engañosos besos. Si encuentro las marcas, pensé, me da igual: cualquier cosa hubiera dado a cambio de una noche como esa. Vi mi reflejo y casi todo lo encontré conforme. Seguí mirándome, y noté que estaba desnudo. ¡Que sueño tan extraño! Mis meditaciones se prolongaron un momento más, hasta oír a la señora Seymour llamarme desde la puerta, indicándome que el desayuno estaba servido y que incluso lo traía con ella. ¿La señora Seymour llevándome el desayuno a la cama? Casi me resuelvo a reírme en su cara, pero afortunadamente no lo hice. Le agradecí e incluso le pregunté como había dormido. Me respondió que tan bien como yo. Esta última parte no le creo ¡Si ella supiera como pasé la noche! De todas formas me alegré de que estuviera tan contenta.

En el transcurso del día nada interesante.

No tengo ya nada más de que escribir. Lo que haré luego es acostarme, pues ya van a dar las diez. Eso es todo por hoy.

28 de Noviembre

Lucy me visitó de nuevo, y tengo que reconocerlo, de alguna forma se hace real a través de mis sueños. Me amó como nunca, con mucha más intensidad que en la noche anterior. Fue como si se estuviera despidiendo de mí para siempre. Así supuse que sería, por eso a pesar de que estoy triste, no estoy sorprendido. Además tengo que coordinar algunos detalles antes de mi viaje.

La señora Seymour llegará en cualquier momento y no quiero que me vea escribiendo, así que aquí concluyo, por ahora.

29 de Noviembre

Tengo miedo. Presiento que este es mi último día de existencia. Trato de describir exactamente lo que ocurre en mi alrededor. ¡Me cuesta mucho! La señora Seymour descansa frente a mí; le he dicho que no me interrumpa. De ves en cuando hago un alto, para pensar, y entonces la observo: casi siempre la encuentro ocupada en sus pensamientos. No creo que le interese mucho lo que yo esté haciendo, por cuanto voy a poner todo de mi parte para olvidarme de que ella esta aquí.

Sigo pensando en mi adorada Lucy. Mi mente esta repleta de ella: la necesito. Quiero decir que, cuando vino de donde haya estado, me ha desconectado de la realidad y ahora me es casi imposible pensar en otras cosas.

Harker... Mina... probable... sangre en mi sueño... Conde Drácula... Lucy... horror... Transilvania.


III

30 de Noviembre: “The Dailygraph”

La testigo que viajaba con Arthur Holmwood aún sigue detenida. A pesar de que no hay pruebas suficientes para que esto continúe, no ha dicho palabra alguna y pareciera que le importa poco su libertad. Por su parte la policía a descubierto que aquel hombre asesinado en el tren de las once, sufría algún tipo de locura expresada en deseos eróticos dirigidos a una mujer que no existe, llamada Lucy. Indicaron además que aquella mujer inexistente, era para la víctima algo así como un vampiro que pretendía absorberle la sangre.

Las investigaciones sobre el contenido del diario seguirán siendo investigadas, y se espera, que el contingente asignado para la requisa de su casa, en Nottingham, encuentre las pruebas necesarias para dar con el asesino. También a la señora Seymour se le seguirá instando a brindar sus declaraciones.

El caballero de Derby

La celda yacía espantosamente descolorida, sucia, con barrotes bañados de óxido y ensombrecida por la ausencia de sol. En el extremo izquierdo, una pequeña figura humana encogida y con los brazos entrecruzados, arrodillada con dirección al oeste, por donde apenas una pequeña franja de luz mostraba una parte del horizonte, divagaba con la dirección del destino de su mirada. Al otro extremo, cerca de la puerta, un hombre de contextura mediana y de apariencia modesta, con una chaqueta color caqui, un sombrero del mismo color y unos bigotes redoblados por puro estilo, intentaba en vano obtener alguna respuesta. Este hombre, había llegado desde Derby con el único propósito de visitar aquella celda.

1 de Diciembre: “The Dailygraph”

A dos días de la muerte de Arthur Holmwood, del caso del asesinato del tren de las once, la policía no da con ninguna pista para descubrir a los responsables.

No hemos encontrado ninguna evidencia en su vivienda que nos conduzca al desenlace; pero sí hemos supuesto que la tal señora Seymour sea la misma Lucy que hace mención aquel diario; lo creemos así porque hemos descubierto algunos de sus cabellos en la cama del señor Holmwood.

Estas fueron las declaraciones del contingente policial que requisó la casa de la victima. Por otro lado, la policía a descubierto que Holmwood era amigo de los esposos Harker y de los Doctores Seward y Van Helsing, todos estos últimos asesinados de forma extraña y misteriosa en la semana anterior. Es probable que exista una relación entre estos terribles crímenes sin resolver, por lo que se insta a la población, informar sobre cualquier suceso extraordinario.

El diario por su parte sigue siendo un misterio. De todo lo que escribió el día veintinueve, se ha rescatado el temor que sentía y una reflexión sobre su asistente. Lo demás que escribió, por razones que desconocemos, lo tachó luego con minuciosidad para que nadie entendiera. Apenas se han podido distinguir algunas palabras, entre ellas el nombre de la señora Harker, sangre, y conde Drácula.

En lo que respecta a la señora Seymour, reportes han indicado que en este último día no ha respondido a ninguna de las preguntas, ni a la policía ni a los extraños que llegaron a visitarla. Es posible que su vida este en riesgo, por eso ya se prohibió la visita de cualquier persona no registrada. Lo último que se sabe de ella es que hoy no ha probado bocado alguno y que está más pálida. Las investigaciones continuarán.


IV

Un nuevo amanecer:
“Del suplemento registral de los archivos de medianoche”

Día cero. Es permisible la idea de no recuperar la noción de la existencia después de mirar a través del pasado, o es igual, suponer los reencuentros emocionales del consumo de sinceridad en tus peores épocas. Es, al fin y al cabo, una mera suposición el especificar los antecedentes de tus perspectivas; en efecto, si que lo es. Tus perspectivas son variables siempre que tu existencia se comporte conforme a tu sinceridad. Así que, en cumplimiento de esta premisa, un día de nuevo sol es suficiente para apresurar los esfuerzos retenidos en la moraleja inflamada de la propia experiencia de vivir. ¡Vivir en aspectos de parecer y no de justificación! Pero el retraso se retracta con una sola oportunidad; sin duda la faceta perfecta para un reencuentro. ¡No hay más que decir! ¡Un cambio al amanecer! ¡Nuevo tiempo!


V

El castillo del conde

La misma sensación aterradora que la generación anterior vivió, retornó renovada a formar secuelas en las mentes de los ciudadanos. Un mundo de supersticiones, mitos, seres extraordinarios, leyendas, y cualquier misterio fundado basado en explicaciones sobrenaturales, se evaporó de las conjeturas y se almacenó en la idiosincrasia de la gente.

Los lobos se habían alborotado en las últimas noches.

Al contemplar la luna, muchas personas aseguraron haberla visto de un color rojizo, como separada de su ubicación habitual y unida al mismo tiempo a una sombra siniestra. Siguiendo su rastro, ubicando los destellos de sus reflejos hacia el oeste, atreviéndose un poco a la voracidad de los lobos, el castillo del conde se mostraba aterrador, combinado de una forma rara y perfecta con la escasa luz del cielo.

Sus puertas, si alguien las pudiera tocar, despedirían el polvo que nadie limpia. Al atravesarlas, el pasillo principal por el que Jonathan Harker se dirigió cuando vivía, expone los muros de las paredes interiores respetando su postura original. No hay nadie. ¡Se muestra claramente el abandono! Eso de que no hay nadie, es por lo de la estabilidad de los sucesos que lo evidencian. Nada ni nadie; aparentemente es una respuesta del sentido común, pero si adelantara los pasos por el segundo pasillo, atravesando la biblioteca, la habitación contigua... ¡Una habitación que sirvió a alguna mujer!

El misterio esta revelado: nadie esta en el castillo, por lo tanto, no hay porque temer.

¿Debería creer Transilvania en los consejos de aquellos avezados que recorrieron el castillo del conde? Sin duda que algunos lo hacen; no obstante la gran mayoría prefiere darle crédito a lo que se rumorea. Se cuenta, por ejemplo, que una mujer hermosa, de mirada dulce, de labios rojos y dientes muy blancos, con el pretexto de sentirse atraída hacía un noble caballero, se le interpuso varias veces a propósito en su camino, hasta conseguir que este le siguiera a donde ella le llevase. Aturdido por tanta belleza, aquel hombre se sintió profundamente enamorado y, simplemente desapareció. Lo curioso es que ella, que al parecer vive en aquel castillo, vuelve siempre, afirmaron varias voces. También se escucha en algunas zonas, que algunos niños han desaparecido, y otros, incluso adultos, han sido encontrados en el cementerio con la garganta destrozada y con una palidez casi tan blanca como la nieve.

2 de Diciembre: “The Dailygraph”

Al fin la señora Seymour a prestado alguna declaración. Esta mañana ha mencionado que Arthur Holmwood, del caso del asesinato del tren de las once, una vez le pidió que le ayudara a mentirles a los esposos Harker. La treta consistió en que ella fingiera ser su esposa. Así sucedió y luego, durante la visita que hicieron, escuchó una de las historias que la policía considera la más absurda de las locuras. En fin, a lo que se refirió la testigo es a una complicada caza, en la cual la presa era un vampiro llamado Drácula; el mismo que ejecutó a uno de ellos el día de su muerte. Según la testigo este ser no ha muerto sino que por el contrario a cobrado ya varías víctimas.

Como se sabe al respecto, los vampiros son seres mitológicos que no existen en la actualidad ni existieron nunca. Los rumores que se expandieron acerca de ellos siglos atrás, no fueron más que puras especulaciones de gente mal intencionada que pretendió difundir el pánico: eso es lo que algún demente pretende en estos días. Probablemente el causante de estas tragedias sea algún conocido de este grupo de víctimas, tan familiarizado con el tema de los vampiros. En efecto, el diario de Arthur Holmwood describe sus experiencias eróticas, casi pornográficas, con una supuesta mujer vampiro.

No hay nada mas que agregar. Seguiremos con el reporte.

Estigma

Minuciosamente el caballero de Derby, antiguo pretendiente y eterno admirador de la señora Seymour, intentó descubrir alguna evidencia con respecto a estos crímenes en serie. En constante asecho de los lugares en donde fueron recogidos los cadáveres de los locos, no descartó ninguna posibilidad de hallazgo. No encontró nada; pero está dispuesto a esperar lo necesario, o por lo menos, hasta que la policía deje de pensar que el asesino es alguien cercano.

Si intentaba ver de nuevo a la señora Seymour, le arrestarían y talvez hasta podrían condenarlo, pensó. Luego, más calmado, siempre en busca de una pista acertada, se entretuvo leyendo los últimos reportes de periódicos y revistas.

¿Quién era ese tal Drácula? Tenía que averiguarlo; sabía que algo encontraría si indagaba sobre él. Ya había escuchado ese nombre, y sabía que su castillo estaba en Bistritz, Transilvania. Así que cambió sus propósitos y partió.

Era evidente que las personas que le interpusieron precauciones y amuletos, no deliraron del todo como le habían descrito; por el contrario, encontró cierta verdad en sus historias. Semejante averiguación le condujo a la resolución de apuntar su objetivo a la requisa de aquel castillo.

Preparado para enfrentarse con las adversidades de su aventura, ululó con sus temores y los mantuvo apartados. Enseguida, con tenacidad inverosímil, dejó atrás la ciudad y se introdujo en la penumbra de aquel amanecer.

Resuelto, sin titubeos, pronto se escurrió por los indeseables parajes del medio.

Yermos poblados de rocas y de algunas plantas luchando contra el frío, se extendían por ambas márgenes de su recorrido. ¡Si que encajaban con el miedo! Tal vez para otro ser humano hubiese sido insoportable esta indagación; pero para aquel hombre, excitado por la desesperación de perder a la mujer que amaba, sólo era un acertijo tedioso. ¡Un maldito acertijo sin resolver!

Al promediar el medio día cambió de estrategia: decidió abordar el castillo por el lado inverso, siguiendo la ruta por donde los lobos desaparecían una vez culminada la noche. Y el nuevo rumbo le hizo sucumbir en sus esfuerzos, le mantuvo ocupado, tenso, agotándolo hasta el punto de hacerle dudar de sus intenciones. ¿Sus intereses estaban justificados? Se detuvo, renegó de sus esfuerzos, inventó excusas, y, no pudo desterrar la manía de formar imágenes de su eterna adoración. No volvió a detenerse en lo que del día restaba. Eso y ya para culminar el crepúsculo, una de las tantas cavernas que encontró, le brindó refugio.

La noche se sumergió en un ciclo aterrador de voces agudas.

Al despertarse, el hombre de Derby se apresuró a continuar. Ejecutó una zancada, seguido de un trote continuo y apresurado, uniforme; pero se detuvo al cabo de un rato al verificar leves pisadas en la arena. ¡Algún otro ser humano las hizo! Eran recientes, frescas, como si expresaran prisa. ¿Un demente que sobrevivió? ¿Uno que llegó hasta Transilvania? La sangre se acumuló en su desorientada cabeza, se paseó por todo su rostro, se aceleró... ¿Quien produjo las pisadas? ¿Acaso no era imposible que desde Gales, un loco recorriera ciudades para llegar hasta ahí? Para descubrir el límite de las huellas y encontrar a su protagonista, las siguió con extrema precaución. Media hora mas tarde el viento borró toda señal. Hasta ahí sus avances; enseguida retornó a su objetivo central y en todo el día, se apresuró más de lo que esperaba y nuevamente la noche le reportó perdido.

Otro refugio de presunto tenor altísono, de abiosis, de aire cruel, ¡de criaturas endemoniadas! O el aborigen adéfago no conforme con ninguna intrusión se mantenía oculto, aguaitando, preparándose para efectuar el golpe certero en el intruso. Su arma secreta y acuminea, presta a ensuciarse de sangre humana, oculta está entre él, quien quiera que sea o lo que fuese, y entre la matriz de sus facciones faciales. La noche yace distinta, y tras ella el manto de penumbra, acompañándola, sugiriéndola expresividad y triviales respuestas. ¡Y he ahí lo inexplicable! ¡Lo aterrador de la abarcia! Sin embargo la cueva mostró ausencia de vida; o los organismos que la habitaban se sumergieron en los rincones y ahí permanecieron.

De un momento a otro, inventando seguridad, el hombre de Derby observó mientras al exterior se dirigía, un punto pequeño rutilando la frente de un hombre. EL fulgor iluminaba por completo el contorno de su rostro y descubría dos agujeros ojizainos. Sí, tuvo que ser aquél quien dejó los rastros la noche anterior. Él, no podría ser otro, o al menos la probabilidad se calificaba aproximada. Y ahí estaba, confundiéndose con la noche y abrazándola, esparciéndole sus aires de misantropía. A juzgar por sus apariencias y el aspecto de su fisonomía, la edad, lo supuso, no le llegaba a los veintiuno. Siguió con sus observaciones. ¿Estaba loco? Le miró a los ojos, y estos parecían pintados con sangre; o más bien representaban la coloración perfecta de la luna en un crepúsculo sobre un espejo de agua. Y el punto pequeño de la parte superior intermedia de su cabeza, brillante, ¿no era acaso una señal de maldición? Un punto nada más, a la distancia sí; empero de cerca, observando con detalle... ¿Qué era aquello? ¿Qué representaba?... Parecía una cicatriz, un corte... sí, lo descubrió: ¡Una cruz diminuta impresa con fuego!

Los lobos se apartaban de él, no le hacían daño; por el contrario se alejaban cuando este se les acercaba. El caballero de Derby por su parte, estaba dispuesto a perder incluso la vida, con tal de saber el paradero de aquel hombre extraño. Lo decidió, y casi al amanecer, cuando este se marchaba, le siguió los pasos. Fue difícil hacerlo, pues el extraño a veces corría con desesperación y a veces se detenía, para mirar. Pese a todo, el término de la ruta recorrida fue una colina muy alta, en donde reposaba una gigantesca roca con una grieta de aproximadamente tres metros de ancho.

La espera para conocer el interior de aquella caverna se prolongó hasta la salida del sol, e inmediatamente, con mucha precaución, registrando poco a poco el interior, descubrió lo que en el suelo reposaba. Al principio no concibió el hallazgo. ¿Cómo fue llevada aquella caja hasta aquel lugar? Siguió con su inspección y no encontró nada en ningún rincón. Sólo faltaba abrir la caja y ver lo que dentro de ella había. Lo hizo. Desclavó las tapas y... ahí estaba. ¡Lo encontró!

¿Cómo fue que pudo entrar en la caja y cerrarla por fuera? ¿Qué haría con él? ¿Era el mismo hombre que vio antes? ¿Estaba muerto?... Sin entender lo que representaba el quedarse inmóvil, lo que hizo fue observar. Al cabo de unos instantes, distinguió con gran esfuerzo que la cruz de su frente sangraba. Se acercó aún más y esto le llevó a reconocer unas líneas chamuscadas y contorneadas con tizne. ¡Se quemaba! La sangre que gota a gota se deslizaba por la herida, se evaporaba con la calentura y borboteaba, expeliendo un hedor recalcitrante y nauseabundo.

Aquel hombre estaba maldito, creyó, y en respuesta a su deducción, extrajo de su chaqueta un crucifijo y lo aprisionó fuerte entre los dedos de su diestra. Seguido se inclinó para revisar los harapos que traía puesto.

Con extrema precaución procedió con su cometido, logrando en el acto extraer una pequeña cartera de cuero con algunos papeles en el interior. Una hora después se enteraría que la identificación de aquel hombre que en la caja dormía, respondía a Quincey P. Harker Murray; pero mientras tanto, antes de pensar en la dirección de sus intenciones, se acercó otra vez al rostro estigmatizado, y junto a él, el crucifijo tembló como resistiéndose a permanecer sostenido. El caballero de Derby, alarmado por el suceso, dudó en permanecer inmóvil. Enseguida sintió que la respiración del joven se aceleraba, se volvía más intensa, y sus ojos se abrieron al unísono conforme en el estigma reaparecía una llama fosforescente, radiante, a tal punto de iluminase el contorno de su ovalada cabeza. Tal efecto hizo prevalecer en la parte inferior unos labios semiabiertos, circundantes de unos dientes muy blancos, que a juzgar por el juicio de quien los observaba, los dos intermedios se volvieron agudos y crecieron un poco, llegando a propasar sus labios inferiores. Paralelamente la piel de su rostro, y luego del resto de su cuerpo, se cubrió de pelos ásperos y excesivamente negros. En medio de toda esta metamorfosis, el cuerpo se retorcía como si sintiera dolor, se encogía, a tal punto que en el inicio del resultado final, no volvió a extenderse sino que por el contrario se redujo mucho más, emulando la forma de un ave. En las alas se formaron unas nervaduras. Este último cambio le indujo a que fácilmente reconociera la especie: era un murciélago. Sin que tuviera tiempo el animal extendió vuelo y cruzó a través de sus manos. Luego cuando salió, sólo lo pudo ver dirigiéndose en dirección al castillo del conde; que a propósito, desde ahí para llegar hasta él, la distancia en vuelo no era mucha.

¿Que relación tenía aquel hombre con el castillo? ¿Tenía algo que ver el estigma con las supersticiones que escuchó? ¿Aquella cosa o monstruo mató a los Harker y al resto?

El castillo permanecía desolado, sin cambios, visible y muy cercano. Determinó que no era oportuno seguir al murciélago, pues el abatimiento que ya casi le traía abajo, no le permitió las fuerzas necesarias para pretender tal acometido.

Los implementos del caballero de Derby se componían de un equipaje liviano; las provisiones que llevó consigo se le habían terminado y no existía forma alguna de acceder a nuevas.

Si iba a morirse, lo menos que podía hacer, era descubrir la identidad de aquel hombre estigmatizado.

Uno por uno retiró los papeles de la cartera. “Identidad: Quincey Harker Murray; Hijo de... nacido... en Whitby...” Y en los demás objetos y apuntes: “Registro de comportamiento... Suplemento registral de los archivos de medianoche”.

¿El hombre del estigma era hijo de los Harker? ¿Él los mató?


VI

Suplemento registral de los archivos de medianoche

Día siete. Hoy, un año después de la gran hazaña que le complace, se ha representado en apariencias y me ha dicho que esta preparándose. Eso es satisfactorio, pero hay una respuesta que no le hizo bien, o no le mantuvo informado de lo que pretendía; en ese asunto, de responsabilidad mía, el apresuramiento no se dispuso a mi favor, por eso le fallé.

Día seis. La presencia del astro menor no se debe mostrar antes de la extinción de los míos. Le debo respeto y voy a cumplir con esta orden; no puedo por ningún motivo retrasarme. Tampoco puedo pensar que la propia exclusividad es fácil de obtener. De ser así, no habría tenido que planificar el juego que me conducirá al propósito buscado.

Día cinco. Se extinguen. A un minuto de promediar la medianoche, han desaparecido de la faz terrestre. No estarán más. Pero te ruego, gran maestro, que tengas piedad con sus almas; no sea que te atormenten y te hagan buscar refugio. Lo harás bien. Tú siempre estuviste en las peores circunstancias y jamás perdiste; ellos creyeron que sí, y fueron destruidos para siempre.

Día cuatro. Cae la carnada en tus manos. Es tuyo el mérito. Me has propiciado tanto valor, que no tuve descensos de piedad en ninguna de las agresiones; lo que sí sentí, fue felicidad al rozar tanta sangre por todas partes. Y después aquel manjar rojo reforzaba mis fuerzas, casi hasta hacerme tan fuerte como tú. ¡Fui tan fuerte casi como tú! Gracias; eres el mejor.

Día tres. Siguen cayendo. Sus cuerpos están sin alma. ¿Dónde se refugiaran? Primero es el pronóstico de no reservar las desdichadas respuestas de aliento conmovedor; luego, y en conclusión, el encierro conllevará el desenlace de esos aires que alguna vez asesoraron cuerpos con vida. Y se perderán en el tiempo y formarán un solo espíritu.

Día dos. El último en mis manos. Alivié su sufrimiento: le permití apartarse de su tortura y contemplar algo más que eso. Muy ingenuo fue en creer que su amada había resucitado. Iba a apropiarme de su cuerpo, pero aquella mujer siempre interrumpía; hasta se aprovechó de él fingiendo ser mí creación. No importa; ya está resuelto.

Día uno. Insolente testigo. No le temas; despierta en paz. Se interpuso pero ya me encargué de él. Fue el más difícil: ¡Su ******** cruz me ha marcado para siempre! Sí la sangre de mi sangre que me procreó no me libera, talvez no conciba la felicidad nunca más.


VII

3 de Diciembre: “The Dailygraph”

¡Alerta!

La señora Seymour, del caso del asesinato del tren de las once, ha desaparecido esta madrugada sin dejar rastros. No ha forzado ningún barrote ni a utilizado llaves, por lo que se presume, algo tiene que ver con esto el causante de los otros crímenes relacionados.

Se desconoce su paradero y es probable que en el transcurso de estos días se le encuentre muerta. Por el momento, lo único que se sabe es que sus últimas palabras del día anterior, repetitivas por cierto, fueron: Hacia ti voy, amo; te pertenezco.

Según el guarda, que en algún momento se quedó dormido, la señora Seymour parecía en un inicio muerta; sin embargo enseguida, se incorporó y su belleza irradió de esplendor al ambiente, mostrándose rejuvenecida y muy vivaz.

Aseguró además el vigilante, que todo el tiempo estuvo insinuándole, como queriendo que se acercase a ella

Eso fue lo último que se observó en su celda.

Registro de comportamiento demencial. (grabado en fonógrafo)

5 de Octubre.
Disturbios en los procesos continuos de cambio. No ha variado en nada desde hace dos meses. Por lo demás, todo apunta a que en el cambio de luna, se vislumbrará lo que tanto tememos.

6 de Octubre.
No cabe duda que esta mañana fue la más rara de todos estos días. Esa falsa paz, converge en un punto que será decisivo para que se remonte en tiempo real el desempeño de Nosferatu, o por lo que indica el desempeño, algo muy parecido.

7 de Octubre.
Es muy grave; esos aleteos tuvieron que pertenecer a un murciélago. No cabe duda que ha retornado. No hay tiempo que perder. Entró una vez y lo puede hacer cuantas veces quiera.

(...)

El hombre del retrato

Se observó una y otra vez y más inseguro que nunca, sintió ganas de morir. Su vida era un asco.

Sí al menos no tendría esa cara tan horrible, pensó, no le importaría ser tan pequeño y deforme. Lamentablemente no tenía opción para elegir: estaba condenado a morirse sin méritos. Hasta en eso la mala suerte le había correspondido. En fin, aparte de ser feo, era inútil. Y aunque algunos de los cuadros que había pintado, recibieron buena cantidad de dinero, no era consuelo para su subsistencia.

Lo dudó un momento antes de aventarse. Y la vio, motivo por el cual desistió de su intención.

Aquella tarde, mientras se miraba en el espejo, pensó en la dama que se dirigió a él, sí, fue a él. ¿A quien más podría ser? ¿Acaso no estaba solo? Sí no se hubiera interpuesto ante a sus ojos, no estaría con vida.

La mujer le miró no con asco; su mirada hizo que no se sintiera triste. Juraría que hasta le sonrió. Que hermosa que era, se dijo, y no dudó en pensar que por primera vez en toda su vida, alguien le había expresado amor. Por lo menos esta vez no sintió deseos de exterminarse. Rara fue su felicidad; en ella reconoció a la figura de su dicha y la retrató en un cuadro de tamaño natural. Su creación parecía divina, a tal punto que su presencia entorpecía a los que la miraban. Pero era sólo para él. Nadie, por más dinero que le ofrezca, se quedaría con ella: ¡solo para él!

Desde que la vio no volvió a saber de ella. ¿Dónde estaba aquella criatura hermosa? La buscaba por todas partes, por los lugares menos precisos; y no estaba. Descubrió entonces la forma adecuada de no pasar por alto sus búsquedas: sencillamente mostraba el retrato e imploraba que le comuniquen de cualquier suceso concerniente. Su fama traspasó la frontera y se le reconoció en todas partes. En donde iba le atendían o por lástima o por lo conmovedor de su historia. Desde entonces, pintaba cuadros de su inalcanzable felicidad y los intercambiaba por comida, o se los regalaba a las prostitutas a cambio de favores. Sus nuevas creaciones no eran nada comparadas con el retrato de tamaño natural; sin embargo, quienes se conseguían una muestra, la vendían a muy buen precio.

No tenía paz en su mundo interior: sus pensamientos estaban bloqueados. De pronto comprobó que el inédito suelo que sus pies pisaban, era un lugar nuevo para él. Más pronto de lo que creyó, conoció la ciudad y descubrió sus costumbres. Inmediatamente, al oír los comentarios de muchas personas, fue a dar con un silencioso precepto de sus descripciones: la mujer que describes, le dijeron, responde a un alma sobrenatural.

Aquella noche la soñó desnuda. Ella le acariciaba y le indicaba el camino que debía seguir, y él, sin descubrir de lo que podría tratarse, le siguió los pasos. La vio resplandecer en la oscuridad, sí, una vez más igual que en la primera vez, hermosa. Esta vez la tendría para siempre. Te necesito, le dijo, y miró a su alrededor. Todo era tan extraño, como si aquel lugar fuera un cementerio... ¡Lo era! Y abrió los ojos, ¿pero acaso seguía siendo un sueño?... Los sepulcros se ordenaban frente a él, en línea recta. No le quedó la menor duda: su sueño era real. Se encontraba solo, y a juzgar por su ubicación, debió trasladarse hasta ahí dormido.

Traía consigo el retrato; eso le infundió valor. En un inicio creyó que sencillamente anduvo somnámbulo, no obstante, cuando levantó la mirada para descubrir la salida, reconoció a la protagonista de su sueño. Para cerciorarse comparó su descubrimiento con el retrato, y, ¡por Dios!, era ella. Se disipó su temor: se le escapó y se perdió en sus ansías de deseo. Ella le miró a l