Hacia finales de la decada de 1920, En México aún habia algunos hechos de armas de alguna consideración, derivados de las luchas revolucionarias. Ciertos generales habían empleado a civiles, de preferencia abogados, como secretarios particulares. En una ocasión. un general sorprendió a su secretario pasando secretos de guerra al enemigo. Enfurecido, ordenó que se formara una corte marcial al traidor para ser juzgado. Al enfrentarse a sus acusadores, el abogado replicó a sus acusadores que, siendo él un civil, no podía ser juzgado en un tribunal militar. El jurado, militar al fin, deliberó y conociendo lo tramposos que suelen ser los leguleyos, acordaron pedir instrucciones al ministro de guerra, que en ese entonces era el General Francisco Serrano, hombre conocido por su buen humor y su socarronería. El General Serrano envió un telegrama dirigidos a la corte marcial: El primero de ellos decía: El Sr. Licenciado Treviño tiene toda la razón y nosotros no podemos juzgarlo en su condición de civil. Por lo tanto, me permito emitir dos decretos. El primero, se nombra al Sr. Licenciado Treviño como General de División. El segundo: El Sr. general Treviño deberá ser pasado inmediatamente por las armas....
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