Los creyentes en Cristo se cuentan por más de mil millones. No entraremos aquí a abordar quiénes en realidad siguen su doctrina devotamente. Lo que sí queremos señalar es cómo la creencia en Jesucristo ha servido para perpetrar no tan sólo un ataque contra el ser humano, como advertía Nietzsche, sino también contra una cultura de auténtica liberación en los aspectos biológicos, sociales, económicos, morales y, a veces, hasta políticamente. En el aspecto biológico, las iglesias cristianas, comenzando por la Iglesia Católica, han tendido a lanzar una campaña de desinformación sobre el sexo, basándose solamente en su malutilización. Esto, que parece honesta orientación para muchos cristianos, no es más que una estrategia demagógica de las iglesias, especialmente la Iglesia Católica, para mantener el control estrecho sobre personas y familias. Cuando la Iglesia Católica aboga por la familia como base de la sociedad, no lo hace en términos de una familia de roles complementarios, sino en el sentido antiguo 'el paterfamilias' , donde los padres imponen su voluntad a sus hijos y el marido lo hace a la vez sobre la mujer. De esto no debemos sorprendernos, pues es esta la estructura que encaja a la perfección con las estructuras jerárquicas de la Iglesia, donde una alta jerarquía que debe su puesto a la élite vaticana ejerce un control tanto disciplinar como doctrinario sobre el resto del clero y también la feligresía. La defensa que el Papa y la Iglesia Católica, principalmente, hacen de la familia cumple la finalidad de asegurar la temprana indoctrinación en el cristianismo de los proles para evitar su futura deserción a través de imágenes y experiencias que le inhiban de decidir con plena voluntad y conciencia su destino credencial y moral. En el aspecto económico, vemos cómo han surgido en Occidente las iglesias de la prosperidad, en el bando protestante, y los movimientos como el Opus Dei, en la Iglesia Católica, que justifican una vida de lucro y comodidad como forma de vivir el cristianismo. Esta iglesias y movimientos tienden a mantener vivo el fenómeno del cristianismo en una era de desenfrenada globalización al pretender conciliar la doctrina cristiana con el libre mercado. De ahí la influencia recíproca del Opus Dei en las clases empresariales, en España, y de Comunión y Liberación con la burguesía, en Italia. Ambos pretenden desizquierdizar la Iglesia Católica, y reducir el catolicismo a una religión más de consumo doméstico. En el plano social, el auge de estas iglesias y movimientos sólo puede significar el desenmascaramiento del cristianismo como la religión que mayor manipulación ha ejercido en favor de las élites, como método para asegurar su supremacía ideológica. Ejemplos hay demás, como en el apoyo que brindó Lutero a los príncipes alemanes cuando los campesinos se rebelaron contra ellos, el cual a su vez se fundamenta legítimamente en el paulinismo tolerante con la esclavitud de la época romana; ejemplos hay en el apoyo incondicional al Opus Dei por parte del actual Papa, Juan Pablo II, como pago por haber sufragado al sindicato independiente Solidaridad, en la Polonia comunista. En el aspecto político, esto parece no verse, pero la mano de las iglesias está presente contra la igualdad y los derechos. Fue en EEUU donde iglesias fundamentalistas apoyaron el desmoronamiento del Welfare State o Estado del Bienestar llevado de la mano de Ronald Reagan, atentando contra el derecho a rescatar económicamente a los más necesitados. También se le puede notar en estos últimos días en la negativa, tanto de la Iglesia Católica como de múltiples iglesias protestantes, al matrimonio entre homosexuales. Todo por temor a perder su influencia ideológica que se remonta al emperador Constantino. En el aspecto moral vemos cómo pugnan por mantener su monopolio sobre la moral, o sea sobre decidir qué es bueno y que no. Vemos cómo lanzan sus cruzadas moralistas contra cualquier empresa o político disidente. Organizaciones como Pro Vida, Columbus of Knight, entre otras, constituyen parte de la artillería contra estilos de vida que surjan fuera de la esfera de influencia del cristianismo. Su emcomienda es la de mantener el cristianismo ante la disidencia tan amplia de sectores como la ciencia, la educación, la filosofía, el New Ages -que ellos condenan por no someterse al dogma cristiano-, la moda en la vestimenta de la juventud durante las últimas décadas, entre otros. Ante esta vista panorámica del cristianismo, no debe sorprender sus próximas embestidas. Las que, desde luego, ya no son tan cristianas como para separar el 'dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios'.
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