Un documental de la cadena CBS abordó el problema contando que hoy en Norteamérica hay ocho millones de adictos al sexo virtual, que pasan mínimo once horas semanales frente a la pantalla. El programa, llamado “o.com: Cybersex Addiction”, y que será transmitido el lunes en el espacio “The Passionate Eye”, entrevistó a cuatro personas, todas ellas victimas o "forofas" (cada uno elije cual es su mejor definición) de esta atracción hacía el sexo online

El caso de Alan (56 años), un abogado, es dramático. Hace unos años instaló un computador en su oficina, invasión que él mismo calificó como “un regalo del diablo”. En una semana ya había localizado los sitios pornos que dominan la web. En dos o tres semanas se convirtió en un adicto.

Su vida entró en un remolino que alejó a familiares y amigos. Finalmente ingresó a un centro de rehabilitación para adictos. Ya recuperado, canceló el servicio de internet para protegerse a sí mismo.

Nicole, de 31 años, y la única adicta que aceptó mostrar su rostro en cámara, declaró: “Probablemente muera sentada frente a este ordenador”. La mujer, consultora en tecnología informática, incluso se viste adecuadamente para sus sesiones virtuales, porque su computador está equipado con una cámara de video: “No existe nada para mí aparte de esto”.

En el documental se cuenta que ella no tiene mucha comida en su casa y que pasa la mayor parte del tiempo en línea. “Es como si no existiera nadie más en casa. Es espeluznante”, dijo quejumbrosa.

Padre e hija

“o.com: Cybersex Addiction” se centra en los efectos de adicción y alienación que derrumban a las víctimas, y no se refiere a quienes ofrecen este sexo virtual en internet.

Una de las expertas en adicción sexual consultadas, Paulette Thomasson, explicó que esto es una enfermedad compulsiva como el alcoholismo, y que crece tan rápido como la propia expansión de internet.

Thomasson explicó las características de este tipo de enfermos: “Nunca han ido a una tienda de pornografía ni la han comprado. Tampoco han ido a una tienda de video triple X. Sin embargo, cuando el computador entra a su casa e internet a la privacidad de sus vidas, la adicción explota”.

La terapia de contraataque, según ella, consiste en suprimir el acceso a internet o bien contratar un servidor cristiano que bloquee ese tipo de sitios.

La mujer contó un caso que la dejó helada: “Atendí el otro día a una muchacha de 20 años con su padre, que reveló ser adicto al sexo. Ella explicó su problema: ¿cómo podía volver a confiar en él? ¿Acaso su padre también la había sexualizado a ella?”