Auschwitz A 60 años de la liberación del mayor campo de exterminio
La liberación de Auschwitz cumple sesenta años. Entra en su edad mayor, comienza a sentir el paso del tiempo. Algunos crujidos en sus despertares le recuerdan dolorosamente que su cuerpo sigue existiendo aunque sus energías ya no son las mismas, ni sus ganas, ni su memoria. La liberación de Auschwitz es, curiosamente, más joven que los "liberados" que aún siguen vivos, pero entra, como ellos, en otra etapa de su vida. ¿Cómo fue la hoy llamada liberación para los otrora liberados ?
La memoria no es ni lineal ni fiel a los hechos ni siquiera igual a sí misma. Se recuerdan cosas importantes con la misma lealtad con la que se guardan nimiedades. Se olvida lo accesorio con la misma fuerza con la que se han perdido momentos trascendentes. A veces salta alguna cosa que estaba agazapada y nos sorprende con su vigencia y vitalidad. Otras, buscamos con desesperación evocar algo de un momento que sabemos importante y nos vemos inmersos en un vacío impotente.
Tendemos a idealizar algunos momentos de nuestro pasado. Momentos que a la hora de ser vividos nos sumergían en detalles banales, lejos de la perspectiva que tenían. Por ejemplo, el zapato que aprieta en la ceremonia de casamiento ocupa toda la escena en su momento, escena que después es colonizada por lo que queda registrado en las fotos. El zapato que aprieta: el cuerpo que se hace oír.
¿Qué decían los cuerpos de los liberados de Auschwitz aquel 27 de enero de 1945?, los cuerpos hambreados, vejados, enfermos, humillados de los que habían quedado en el Campo. Los casi muertos, los incapaces de la menor conducta, los vacíos de pensamientos, ésos estaban ese día, el día de la liberación , en el campo de exterminio conocido como Auschwitz. Los otros, la gran mayoría de los prisioneros, iba muriendo en una de las Marchas de la Muerte emprendidas por los nazis. Diez días antes, ante la avanzada del Ejército Rojo, decidieron no dejar testigos vivos que pudieran dar cuenta del horror que allí había tenido lugar. Forzaron a todos los que aún podían sostenerse en pie a caminar hacia tierras alemanas en el crudo invierno polaco. La gran mayoría fue muriendo por el camino. Unos de muerte espontánea (¿cómo se califica esa muerte? ¿natural? ¿cuál es la palabra para designar al que se muere luego de la atroz tortura a la que ha sido sometido?); otros por desfallecimiento, conducta por la cual eran asesinados sin más trámite. La marcha debía continuar: el que caía, debía morir para no impedir el paso ni frenar a la columna.
En Auschwitz habían quedado los que sólo respiraban. Ese milagro de la materia viva que persiste aún cuando todo la haga imposible. Un puñado de vivos-muertos, despojos que evocaban con dificultad su humanidad desdibujada, eso es lo que fue liberado en Auschwitz hace sesenta años. Cuerpos ausentes de personas, que clamaban en silencio lo más primitivo de lo esencial, que mantenían en sus miradas la hondura de la ausencia, eso es lo que los soldados soviéticos encontraron aquel 27 de enero de 1945 en las barracas abandonadas del Campo.
El cine ha inmortalizado las escenas de alegría en la liberación de Paris, las chicas jóvenes y vitales besando a los soldados americanos casi adolescentes, los bailes en las calles, la recuperación de los espacios públicos y la risa. La palabra liberación alude, en el imaginario colectivo, a estas escenas. Nada más lejos de la verdad para los desahuciados aparecidos sobre el barro y el hielo del campo de exterminio de Auschwitz.
Un querido amigo, Jack Fuchs, sobreviviente, entre otros, de Auschwitz, dice que luego de su liberación fue llevado a un hospital para su recuperación. Una vez allí, en una cama para él solo, acostado entre sábanas, pensó: "Ahora me puedo morir".
Diana Wang
Presidenta de "Generaciones de la Shoá en Argentina"
Autora de "Los niños escondidos. Del Holocausto a Buenos Aires" Editorial Marea, noviembre 2004 y "El silencio de los aparecidos" Acervo Editorial, noviembre 1998
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Vista aerea del campo de Auschwitz
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