Han pasado doce años y desde la magnitud que ello supone, aún estoy implicado en el vórtice que me dejó aquella relación.
Ahora con el paso del tiempo y la veleidad de los instantes, los deseos se convierten en objetivos, la añoranza en reflexión,
el desasosiego ha dejado de asombrarme, el abatimiento en las evocaciones no me quitan el sueño.
En el cambio, mi cometa perdió la cola y se trocó en planeta, todo aquello que hacía sentirme único se perdió en su estela,
me convertí en uno más, en otro naúfrago de la galaxia de estrellas fugaces, en un longevo habitante del mundo
de los que ya no esperan, los que se acuerdan del nombre de los dias.
Camino raras veces en tu calle imaginaria, pero ya no vives allí, te fuistes sin las llaves y los muebles,
tan solo te llevastes en un rincón de la maleta, los últimos besos de mi boca.