Dios transfiere el castigo que merece el pecador y lo imputa a un inocente. Es esto exactamente lo que hace cientos de años más tarde, esta vez con Su propio Hijo, Jesucristo,
"cargando en Él el pecado de todos los hombres". Esto tampoco parece "justo", pero es una demostración de que la imputación del pecado en otra persona es un anuncio de lo por venir, empero, con una justificación absolutamente distinta, debido a su propósito:
salvador. El castigo diferido al
fruto de la relación adúltera no significa pasar por alto el precio del adulterio, ni la sentencia divina, sino sólo
transferir la ira, y de un modo "alegórico" o tipológico, por decirlo de algún modo. Jesús tampoco debía de haber sido muerto, pero fue para conveniencia de todos.
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