El que quiera hacer apasionante a la Fórmula 1, tendrá que clonar a Michael Schumacher..." Tiene su gran cuota humorística pero en el fondo hay una porción de resignación e impotencia en esta frase que sintetiza una de las alternativas para poner freno a la —por el momento— incontenible superioridad de Michael Schumacher en la Fórmula 1. Y eso que la dijo alguien como Damon Hill, quien si bien sufrió la superioridad del alemán con los títulos que con el Benetton le ganó en 1994 y 1995, pudo desquitarse al año siguiente. Fue aquel 1996, en el que Michael daba sus primeros pasos de este ciclo en Ferrari que hoy transita con firmeza a puro títulos.

Lo cierto es que el tiempo sigue pasando y nadie puede contener esa marea roja que forman Michael Schumacher y el equipo Ferrari. Cambian los reglamentos, cambian los autos, cambian los rivales, se renuevan las expectativas pero el final de la historia siempre es el mismo, con Schumi campeón, con una facilidad que prácticamente desde el arranque le quitó interés a los campeonatos. Sistemáticamente esto se repite desde el 2000, con una catarata de victorias y títulos de Michael que le permitieron llevar la mayoría de los récords de la categoría a niveles que, en el mejor de los casos, costará décadas superar, si es que aparece algún otro fenómeno del volante. A propósito, Michael ¿es tan fenómeno como muestran sus impresionantes récords?

"No tenemos dudas. Por eso lo contratamos y por eso le pagamos lo que vale", dice Luca di Montezemolo, presidente de Ferrari, el equipo que, respaldado por la tabacalera Marlboro, le paga un sueldo anual de 38 millones de dólares, casi la mitad de los 80 millones de dólares (el resto lo junta por distintos contratos publicitarios) que colocan a Michael Schumacher como el segundo deportista mejor pago, detrás del golfista Tiger Woods. Parece mucho, pero ¿lo es para alguien que con 36 años, una familia bien constituida con esposa y dos hijos, toda la plata y la gloria que alguien pueda pedir, sigue arriesgando la vida 100 días al año, cada vez que se sube a la Ferrari en pruebas privadas, clasificaciones o carreras? "El dinero es importante, pero no lo es todo. Corro porque me gusta y es mi pasión", explica Michael.

La pasión, esa misma que también empuja a Valentino Rossi cada vez que se sube a su moto y arriesga todo, es uno de los grandes secretos para esta vigencia ganadora de Schumacher. También, a esa pasión, talento y buena suerte, Schumi suma su inteligencia para rodearse de fieles colaboradores. A similitud de Rossi, que llevó consigo a su fiel mecánico Jeremy Burguess, el alemán reclutó de Benetton a Ferrari a Ross Brawn, como responsable técnico y Rory Byrne, como diseñador. Dos piezas que junto a la experiencia de mando de Jean Todt resultaron clave para que en el equipo Ferrari todo comenzara a funcionar a pedir de Michael Schumacher, al punto que un veterano cronista de Grandes Premios puntualizó que "hasta los tradicionales fideos de los almuerzos de Ferrari se cocinan como quiere Schumacher". Puede ser cierto, tanto, como que esa mentalidad organizada y ganadora que le impuso Schumacher a Ferrari, que sumó 20 años sin un campeonato de pilotos, fue decisiva para terminar con esa sequía y comenzar una avalancha de éxitos.

"Schumacher gana fácil, porque no tiene rivales de jerarquía...", dispara Nigel Mansell, golpeando en uno de los flancos donde suele relativizarse la superioridad conductiva de Michael. También hay críticas que apuntan a lo decisivo que fueron las subordinaciones de los compañeros de turno de Schumacher para que el alemán careciera de mayores presiones en sus conquistas. Puede ser. "Les gané a los que tenía que ganarles en su momento", explica Schumacher, mientras que Rubens Barrichello, su actual coequiper, lo defiende tan bien como en la pista al señalar que "es imposible luchar contra Michael, porque tiene una estrella especial".

Nadie duda que Schumacher es la gran figura del automovilismo mundial. Incluso si nos guiamos por sus números, habría que extender su dominio a los 55 años de historia de la Fórmula 1. Sin embargo, es arriesgado afirmarlo porque las comparaciones son odiosas y especialmente cuando enfrenta circunstancias y tiempos tan diferentes como los que rodearon los pasos de Juan Manuel Fangio, Jim Clark y Ayrton Senna, las otras grandes estrellas de la Fórmula 1 con las que suele medirse a Schumacher. Esto no invalida su condición de grande del deporte mundial. Un grande que, como tal, y en plena vigencia, cada día quiere serlo más.