Mi tejado
“Me juego el tipo mirándote a los ojos,
salgo corriendo pá meterme en remojo,
me has alterado poniéndote a mi lado,
yo que vivía tan feliz en un tejado”
Robe Iniesta.
Mi tejado es un tejado divertido. Yo no hace mucho que vivo en él, se lo gané a un viejo gato. Aquí me limo las uñas, veo pasar el tiempo (mi tiempo), me lamo el pelo, y cuento el número de personas que entran en la casa de los humanos que gané. Hay tres, uno es blanco marfil, con manchitas doradas en el lomo; otra es (porque esta es hembra, seguro) es negra mate, la que me da de comer; y luego hay uno pequeñito que me tira del rabo. No viene mucha gente, mejor.
Y así paso mis tardes de verano (veremos este invierno), observo, me observan y huyo y maúllo.
No sé porque, llevo un tiempo que cada vez me llega mas duramente un olor que me trastorna. Entonces recorro mi tejado, calculando el viento, oliendo el aire y casi ya te imagino.
Recuerdo el día que te subiste a mi tejado. No sé si fue una excusa lo de tu resfriado. Pero subiste, y a mi me temblaron las piernas. Dos sentimientos: -¡Eyy…que a mi no se me sube nadie a mi tejado! …Y – ¡Quédate para siempre!.
Tu sabías que olías tan bien…
Reconozco que el efecto que tuvo en ti mi paseo con el pecho erguido duró poco. Pronto viste asomar mi pancita cuando íbamos a beber aguas de nadie a tejados sin dueño. Pero nos miramos a los ojos, y casi nos vemos.
¿Recuerdas el día que me llamabas a gritos, muy angustiada, con ese lamento que me levantó de un salto todo? Ibas a despertar a todos los humanos, y no encontré forma mejor de callarte. Y funcionó. Bueno, durante un tiempo…miau miau miau.
Yo sé que un día te irás de mi tejado, y que no te acordarás de mí el próximo verano, o ¿quien sabe? Tal vez fue eso lo que vi cuando me asome.
Me dicen los vecinos que porque no busco otro tejado, que aún soy joven y podría aprovechar las calurosas tardes de verano para luchar por otro con dos zonas de aseo y afilador en todas las esquinas. Pero yo no me quiero mover de mi tejado. Algunas noches, como todos los veranos, creo volver a oler tu aroma. Me quedo tumbado, me concentro y me estiro. Entonces recorro de punta a punta mi tejado, calculando el viento, oliendo el aire y casi te vuelvo a ver...
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