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Tema: necesito ayuda

  1. #1
    Forero inexperto
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    Predeterminado necesito ayuda

    necesito informacion sobre el dialogo de las cosas acaecidas en roma de alfonso de valdes, a ser posible los temas tratados en la obra. Es muy importante recibir la informacion lo antes posible. Gracias

  2. #2
    Forero inexperto
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    25 jun, 04
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    Predeterminado Re: necesito ayuda

    Diálogos de las cosas acontecidas en Roma (Alfonso de Valdés)

    Es tan grande la ceguedad en que por la mayor parte está hoy el mundo puesto, que no me maravillo de los falsos juicios que el vulgo hace sobre lo que nuevamente ha en Roma acaecido, porque como piensan la religión consistir solamente en estas cosas exteriores, viéndolas así maltratar, paréceles que enteramente va perdida la fe. Y a la verdad, así como no puedo dejar de loar la santa afición con aquel vulgo a esto se mueve, así no me puede parecer bien el silencio que tienen los que lo deberían desengañar. Viendo, pues, yo por una parte cuán perjudicial sería primeramente a la gloria de Dios y después a la salud de su pueblo cristiano y también a la honra este cristianísimo Rey y Emperador que Dios nos ha dado si esta cosa así quedase solapada, más con simplicidad y entrañable amor que con loca arrogancia, me atreví a cumplir con este pequeño servicio las tres cosas principales a que los hombres son obligados. No dejaba de conocer ser la materia más ardua y alta que la medida de mis fuerzas, pero también conocía que donde hay buena intención, Jesucristo alumbra el entendimiento y suple con su gracia lo que faltan las fuerzas y ciencia por humano ingenio alcanzada. También se me representaban los falsos juicios que supersticiosos y fariseos sobre esto han de hacer, pero ténganse por dicho que yo no escribo a ellos, sino a verdaderos cristianos y amadores de Jesucristo. También veía las contrariedades del vulgo, que está tan asido a las cosas visibles que casi tiene por burla las invisibles; pero acordéme que no escribía a gentiles, sino a cristianos, cuya perfección es distraerse de las cosas visibles y amar las invisibles. Acordéme que no escribía a gente bruta, sino a españoles, cuyos ingenios no hay cosa tan ardua que fácilmente no puedan alcanzar. Y pues que mi deseo es el que mis palabras manifiestan, fácilmente me persuado poder de todos los discretos y no fingidos cristianos alcanzar que si alguna falta en este Diálogo hallaren, interpretándolo a la mejor parte, echen la culpa a mi ignorancia y no presuman de creer que en ella intervenga malicia, pues en todo me someto a la corrección y juicio de la santa Iglesia, la cual confieso por madre.Argumento Un caballero mancebo de la corte del Emperador llamado Latancio topó en la plaza de Valladolid con un arcidiano que venía de Roma en hábito de soldado, y entrando en Sanct Francisco, hablan sobre las cosas en Roma acaecidas. En la primera parte, muestra Latancio al Arcidiano cómo el Emperador ninguna culpa en ello tiene, y en la segunda cómo todo lo ha permitido Dios por el bien de la cristiandad.Primera parteLatancio - Arcidiano
    LATANCIO ¡Válame Dios! ¿Es aquél el Arcidiano del Viso, el mayor amigo que yo tenía en Roma? Parécele cosa estraña, aunque no en el hábito. Debe ser algún hermano suyo. No quiero pasar sin hablarle, sea quien fuere.-Decí, gentil hombre, ¿sois hermano del Arcidiano del Viso?
    ARCIDIANO ¡Cómo, señor Latancio!, ¿tan presto me habéis desconocido? Bien parece que la fortuna muda presto el conoscimiento.
    LATANCIO ¿Qué me decís? Luego ¿vos sois el mesmo Arcidiano?
    ARCIDIANO Sí, señor, a vuestro servicio.
    LATANCIO ¿Quién os pudiera conocer de la manera que venís? Solíades traer vuestras ropas, unas más luengas que otras, arrastrando por el suelo, vuestro bonete y hábito eclesiástico, vuestros mozos y mula reverenda; véoos agora a pie, solo, y un sayo corto, una capa frisada, sin pelo; esa espada tan larga, ese bonete de soldado... Pues allende desto, con esa barba tan larga y esa cabeza sin ninguna señal de corona, ¿quién os podiera conocer?
    ARCIDIANO ¿Quién, señor? Quien conosciese el hábito por el hombre, y no el hombre por el hábito.
    LATANCIO Si la memoria ha errado, no es razón que por ella pague la voluntad, que pocas veces suele en mí disminuirse. Mas, decíme, así os vala Dios, ¿qué mudanza ha sido ésta?
    ARCIDIANO No debéis haber oído lo que agora nuevamente en Roma ha pasado.
    LATANCIO Oído he algo dello. Pero ¿qué tiene que hacer lo de Roma con el mudar del vestido?
    ARCIDIANO Pues que eso preguntáis, no lo debéis saber todo. Hágoos saber que ya no hay hombre en Roma que ose parecer en hábito eclesiástico por las calles.
    LATANCIO ¿Qué decís?
    ARCIDIANO Digo que, cuando yo partí de Roma, la persecución contra los clérigos era tan grande, que no había hombre que en hábito de clérigo ni de fraile osase andar por las calles.
    LATANCIO ¡Oh, maravilloso Dios, y cuán incomprehensibles son tus juicios! Veamos, señor, ¿y hallástesos dentro en Roma cuando entró el ejército del Emperador?
    ARCIDIANO Sí, por mis pecados; allí me hallé, o por mejor decir, allí me perdí; pues, de cuanto tenía, no me quedó más de lo que vedes.
    LATANCIO ¿Por qué no os metíades entre los soldados españoles y salvárades vuestra hacienda?
    ARCIDIANO Mis pecados me lo estorbaron, y cupiéronme en suerte no sé qué alemanes, que no pienso haber ganado poco en escapar la vida de sus manos.
    LATANCIO ¿Es verdad todo lo que de allá nos escriben y por acá se dice?
    ARCIDIANO Yo no sé lo que de allá escriben ni lo que acá dicen, pero séos decir que es la más recia cosa que nunca hombres vieron. Yo no sé cómo acá lo tomáis; paréceme que no hacéis caso dello. Pues yo os doy mi fe que no sé si Dios lo querrá ansí disimular. Y aun si en otra parte estoviésemos donde fuese lícito hablar, yo diría perrerías desta boca.
    LATANCIO ¿Contra quién?
    ARCIDIANO Contra quien ha hecho más mal en la Iglesia de Dios que ni turcos ni paganos osaran hacer.
    LATANCIO Mirad, señor Arcidiano, bien puede ser que estéis engañado echando la culpa a quien no la tiene. Entre nosotros, todo puede pasar. Dadme vos lo que acerca desto sentís, y quizá os desengañaré yo de manera que no culpéis a quien no debéis de culpar.
    ARCIDIANO Yo soy contento de declararos lo que siento acerca desto, pero no en la plaza. Entrémonos aquí en Sanct Francisco y hablaremos de nuestro espacio.
    LATANCIO Sea como mandáredes.
    ARCIDIANO Pues estamos aquí donde nadi no nos oye, yo os suplico, señor, que lo que aquí dijere no sea más de para entre nosotros. Los príncipes son príncipes, y no querría hombre ponerse en peligro, pudiéndolo escusar.
    LATANCIO Deso podéis estar muy seguro.
    ARCIDIANO Pues veamos, señor Latancio, ¿paréceos cosa de fruir quel Emperador haya hecho en Roma lo que nunca infieles hicieron, y que por su pasión particular y por vengarse de un no sé qué, haya así querido destruir la Sede apostólica con la mayor inominia, con el mayor desacato y con la mayor crueldad que jamás fue oída ni vista? Sé que los godos tomaron a Roma, pero no tocaron en la iglesia de Sanct Pedro, no tocaron en las reliquias de los sanctos, no tocaron en cosas sagradas. Y aquellos medios cristianos tovieron este respecto, y agora nuestros cristianos (aunque no sé si son dignos de tal nombre) ni han dejado iglesias, ni han dejado monesterios, ni han dejado sagrarios; todo lo han violado, todo lo han robado, todo lo han profanado, que me maravillo cómo la tierra no se hunde con ellos y con quien se lo manda y consiente hacello. ¿Qué os paresce que dirán los turcos, los moros, los judíos e los luteranos viendo así maltratar la cabeza de la cristiandad? ¡Oh Dios que tal sufres! ¡Oh Dios que tan gran maldad consientes! ¿Ésta era la defensa que esperaba la Sede apostólica de su defensor? ¿Ésta era la honra que esperaba España de su Rey tan poderoso? ¿Ésta era la gloria, éste era el bien, éste era el acrecentamiento que esperaba toda la cristiandad? ¿Para esto adquirieron sus abuelos el título de Católicos? ¿Para esto juntaron tantos reinos y señoríos debajo de un señor? ¿Para esto fue elegido por Emperador? ¿Para esto los Romanos Pontífices le ayudaron a echar los franceses de Italia? ¿Para que en un día deshiciese él todo lo que sus predecesores con tanto trabajo y en tanta multitud de años fundaron? ¡Tantas iglesias, tantos monesterios, tantos hospitales, donde Dios solía ser servido y honrado, destruidos y profanados! ¡Tantos altares, y aun la misma iglesia del Príncipe de los Apóstoles, ensangrentados! ¡Tantas reliquias robadas y con sacrílegas manos maltratadas! ¿Para esto juntaron sus predecesores tanta sanctidad en aquella ciudad? ¿Para esto honraron las iglesias con tantas reliquias? ¿Para esto les dieron tantos ricos atavíos de oro y de plata? ¿Para que viniese él con sus manos lavadas a robarlo, a deshacerlo, a destruirlo todo? ¡Soberano Dios! ¿Será posible que tan gran crueldad, tan gran insulto, tan abominable osadía, tan espantoso caso, tan execrable impiedad queden sin muy recio, sin muy grave, sin muy evidente castigo? Yo no sé cómo acá lo sentís; y si lo sentís, no sé cómo así lo podéis disimular.
    LATANCIO Yo he oído con atención todo lo que habéis dicho, y, a la verdad, aunque en ello he oído hablar a muchos, a mi parecer vos lo acrimináis y afeáis más que ninguno otro. Y en todo ello venís muy mal informado, y me parece que no la razón, mas la pasión de lo que habéis perdido os hace decir lo que habéis dicho. Yo no os quiero responder con pasión como vos habéis hecho, porque sería dar voces sin fructo. Mas sin ellas yo espero, confiando en vuestra discreción y buen juicio, que antes que de mí os partáis, os daré a entender cuán engañado estáis en todo lo que habéis aquí hablado. Solamente os pido que estéis atento y no dejéis de replicar cuando toviéredes qué, porque no quedéis con alguna duda.
    ARCIDIANO Decid lo que quisiéredes, que yo os terné por mejor orador que Tulio si vos supiéredes defender esta causa.
    LATANCIO No quiero sino que me tengáis por el mayor necio que hay en el mundo si no os la defendiere con evidentísimas causas y muy claras razones. Y lo primero que haré será mostraros cómo el Emperador ninguna culpa tiene en lo que en Roma se ha hecho. Y lo segundo, cómo todo lo que ha acaecido ha seído por manifiesto juicio de Dios para castigar aquella ciudad, donde con grande ignominia de la religión cristiana reinaban todos los vicios que la malicia de los hombres podía inventar; y con aquel castigo despertar el pueblo cristiano, para que, remediados los males que padece, abramos los ojos e vivamos como cristianos, pues tanto nos preciamos deste nombre.
    ARCIDIANO Recia empresa habéis tomado; no sé si podréis salir con ella.
    LATANCIO Cuanto a lo primero, quiero protestaros que ninguna cosa de lo que aquí se dijere se dice en perjuicio de la dignidad ni de la persona del Papa, pues la dignidad es razón que de todos sea tenida en veneración, e de la persona, por cierto, yo no sabría decir mal ninguno, aunque quisiese, pues conozco lo que se ha hecho no haber seído por su voluntad, mas por la maldad de algunas personas que cabe sí tenía. Y porque mejor nos entendamos, pues la diferencia es entre el Papa y el Emperador, quiero que me digáis, primero, qué oficio es el del Papa y qué oficio es el del Emperador, y a qué fin estas dignidades fueron instituidas.
    ARCIDIANO A mi parecer, el oficio del Emperador es defender sus súbditos y mantenerlos en mucha paz y justicia, favoreciendo los buenos y castigando los malos.
    LATANCIO Bien decís, ¿y el del Papa?
    ARCIDIANO Eso es más dificultoso de declarar; porque si miramos al tiempo de Sanct Pedro, es una cosa, y si al de agora, otra.
    LATANCIO Cuando yo os pregunto para qué fue instituida esta dignidad, entiéndese que me habéis de decir la voluntad e intención del que la instituyó.
    ARCIDIANO A mi parecer, fue instituida para quel Sumo Pontífice toviese auctoridad de declarar la Sagrada Escriptura, y para que enseñase al pueblo la doctrina cristiana, no solamente con palabras, mas con ejemplo de vida, y para que con lágrimas y oraciones continuamente rogase a Dios por su pueblo cristiano, y para que éste toviese el supremo poder de absolver a los que hobiesen pecado y se quisiesen convertir, y para declarar por condenados a los que en su mal vivir estuviesen obstinados, y para que con continuo cuidado procurase de mantener los cristianos en mucha paz y concordia, y, finalmente, para que nos quedase acá en la tierra quien muy de veras representase la vida y sanctas costumbres de Jesucristo, nuestro Redemptor; porque los humanos corazones más aína se atraen con obras que con palabras. Esto es lo que yo puedo colegir de la Sagrada Escriptura. Si vos otra cosa sabéis, decidla.
    LATANCIO Basta eso por agora, y mirá no se os olvide, porque lo habremos menester a su tiempo.
    ARCIDIANO No hará.
    LATANCIO Pues si yo os muestro claramente que por haber el Emperador hecho aquello a que vos mesmo habéis dicho ser obligado, y por haber el Papa dejado de hacer lo que debía por su parte, ha suscedido la destruición de Roma, ¿a quién echaréis la culpa?
    ARCIDIANO Si vos eso hacéis (lo que yo no creo), claro está que la terná el Papa.
    LATANCIO Dicidme, pues, agora vos: pues decís que el Papa fue instituido para que imitase a Jesucristo, ¿cuál pensáis que Jesucristo quisiera más: mantener paz entre los suyos, o levantarlos y revolverlos en guerra?
    ARCIDIANO Claro está quel Auctor de la paz ninguna cosa tiene por más abominable que la guerra.
    LATANCIO Pues, veamos: ¿cómo será imitador de Jesucristo el que toma la guerra y deshace la paz?
    ARCIDIANO Ese tal muy lejos estaría de imitarle. Pero ¿a qué propósito me decís vos agora eso?
    LATANCIO Dígooslo porque pues el Emperador, defendiendo sus súbditos, como es obligado, el Papa tomó las armas contra él, haciendo lo que no debía, y deshizo la paz y levantó nueva guerra en la cristiandad, ni el Emperador tiene culpa de los males suscedidos, pues hacía lo que era obligado en defender sus súbditos, ni el Papa puede estar sin ella, pues hacía lo que no debía en romper la paz y mover guerra en la cristiandad.
    ARCIDIANO ¿Qué paz deshizo el Papa o qué guerra levantó en la cristiandad?
    LATANCIO Deshizo la paz quel Emperador había hecho con el Rey de Francia y revolvió la guerra que agora tenemos, donde por justo juicio de Dios le ha venido el mal que tiene.
    ARCIDIANO Bien estáis en la cuenta. ¿Dónde halláis vos quel Papa levantó ni revolvió la guerra contra el Emperador, después de hecha la paz con el Rey de Francia?
    LATANCIO Porque luego como fue suelto de la presión, le envió un Breve en que le absolvía del juramento que había hecho al Emperador, para que no fuese obligado a cumplir lo que le había prometido, porque más libremente pudiese mover guerra contra él.
    ARCIDIANO ¿Por dónde sabéis vos eso? Así habláis como si fuésedes del consejo secreto del Papa.
    LATANCIO Por muchas vías se sabe, y por no perder tiempo, mirad el principio de la liga que hizo el Papa con el Rey de Francia, y veréis claramente cómo el Papa fue el promotor della, y seyendo ésta tan gran verdad, que aun el mismo Papa lo confiesa ¿paréceos ahora a vos que era esto hacer lo que debía un Vicario de Jesucristo? Vos decís que su oficio era poner paz entre los discordes, y él sembraba guerra entre los concordes. Decís que su oficio era enseñar al pueblo con palabras y con obras la doctrina de Jesucristo, y él les enseñaba todas las cosas a ella contrarias. Decís que su oficio era rogar a Dios por su pueblo, y él andaba procurando de destruirlo. Decís que su oficio era imitar a Jesucristo, y él en todo trabajaba de selle contrario. Jesucristo fue pobre y humilde, y él, por acrecentar no sé qué señorío temporal, ponía toda la cristiandad en guerra. Jesucristo daba bien por mal, y él, mal por bien, haciendo liga contra el Emperador, de quien tantos beneficios había recebido. No digo esto por injuriar al Papa; bien sé que no procedía dél, y que por malos consejos era a ello instigado.
    ARCIDIANO Desa manera, ¿quién terná en eso la culpa?
    LATANCIO Los que lo ponían en ello, y también él, que tenía cabe sí ruin gente. ¿Pensáis vos que delante de Dios se escusará un príncipe echando la culpa a los de su consejo? No, no. Pues le dio Dios juicio, escoja buenas personas que estén en su consejo e consejarle han bien. E si las toma o las quiere tener malas, suya sea la culpa; e si no tiene juicio para es***** personas, deje el señorío.
    ARCIDIANO Difícil cosa les pedís.
    LATANCIO ¿Difícil? ¿Y cómo? ¿Tanto juicio es menester para esto? Decidme: ¿qué guerra hay tan justa que un Vicario de Jesucristo deba tomar contra cristianos, miembros de un mesmo cuerpo cuya cabeza es Cristo, y él su Vicario?
    ARCIDIANO El Papa tuvo mucha razón de tomar esta guerra contra el Emperador, lo uno, porque primero él no había querido su amistad, y lo otro, porque tenía tomado y usurpado el Estado de Milán, despojando dél al duque Francisco Esforcia. Et viendo el Papa esto, se temía que otro día haría otro tanto contra él, quitándole las tierras de la Iglesia. Luego con mucha justicia y razón tomó el Papa las armas contra el Emperador, así para compelirle a que restituyese su Estado al Duque de Milán, como para asegurar el Estado y tierras de la Iglesia.
    LATANCIO Maravillado estoy que un hombre de tan buen juicio como vos hayáis dicho una cosa tan fuera de razón como ésa. Veamos: ¿y eso hacíalo el Papa como Vicario de Cristo o como Julio de Médicis?
    ARCIDIANO Claro está que lo hacía como Vicario de Cristo.
    LATANCIO Pues digo quel Emperador contra toda razón y justicia quisiese quitar todo su estado al Duque de Milán, ¿qué tenía que hacer en eso el Papa? ¿Para qué se quiere él meter donde no le llaman y en lo que no toca a su oficio? Como si no toviese ejemplo de Jesucristo para hacer lo contrario, que, llamado para que amigablemente partiese una heredad entre dos hermanos, no quiso ir, dando ejemplo a los suyos que no se debían entremeter en cosas tan viles y bajas. ¿Y queréis agora vos que se ponga entrellos su Vicario con mano armada, sin que le llamen para ello? ¿Dónde halláis vos que Jesucristo instituyó su Vicario para que fuese juez entre príncipes seglares, cuanto más ejecutor y revolvedor de guerra entre cristianos? ¿Queréis ver cuán lejos está de ser Vicario de Cristo un hombre que mueve guerra? Mirad el fruto que della se saca y cuán contraria es, no sólo a la doctrina cristiana, más aun a la natura humana. A todos los animales dio la natura armas para que se pudiesen defender y con que podiesen ofender; a solo el hombre, como a una cosa venida del cielo, adonde hay suma concordia, como a una cosa que acá había de representar la imagen de Dios, dejó desarmado. No quiso que hiciese guerra; quiso que entre los hombres hobiese tanta concordia como en el cielo entre los ángeles. ¡Et que agora seamos venidos a tan gran estremo de ceguedad, que más brutos que los mismos brutos animales, más bestias que las mesmas bestias, nos matemos unos con otros! Las bestias viven en paz, y nosotros, peores que bestias, vivimos en guerra. Y entre los hombres, si buscamos cómo viven en cada provincia, en sola la cristiandad, que es un rinconcillo del mundo, hallaréis más guerra que en todo el mundo y no tenemos vergüenza de llamarnos cristianos. E, por la mayor parte, hallaréis que aquéllos la revuelven que debrían apaciguarla. Obligado era el Romano Pontífice, pues se precia de ser Vicario de Jesucristo; obligados eran los cardenales, pues quieren ser colunas de la Iglesia; obligados eran los obispos, siendo pastores, de poner las vidas por sus ovejas, como lo hizo y lo enseñó Jesucristo, diciendo: Bonus pastor animam suam ponit pro ovibus suis; mayormente siendo dadas sus rentas al Papa y a estos otros prelados para que, usando de su oficio pastoral, mejor puedan amparar y defender sus súbditos. Y agora, por no perder ellos un poquillo de su reputación, ponen toda la cristiandad en armas. ¡Oh, qué gentil caridad! ¡Doite yo dineros para que me defiendas, y tú alquilas con ellos gente para matarme, robarme y destruirme! ¿Dónde halláis vos que mandó Jesucristo a los suyos que hiciesen guerra? Leed toda la doctrina evangélica, leed todas las epístolas canónicas; no hallaréis sino paz, concordia y unidad, amor y caridad. Cuando Jesucristo nació, no tañeron alarma, mas cantaron los ángeles: Gloria in excelsis Deo, et in terra pax hominibus bonae voluntatis! Paz nos dio cuando nació y paz cuando iba al martirio de la cruz. ¿Cuántas veces amonestó a los suyos esta paz y caridad? Y aún no contento con esto, rogaba al Padre que los suyos fuesen entre sí una misma cosa, como Él con su Padre. ¿Podríase pedir mayor conformidad? Pues aún más quiso: que los que su doctrina siguiesen no se diferenciasen de los otros en vestidos, ni aun en diferencias de manjares, ni aun en ayunos, ni en ninguna otra cosa

    Segunda Parte
    LATANCIO Por acabar de cumplir lo que os prometí -allende de lo que en esto a la mesa habemos platicado-, cuanto a lo primero, vos no me negaréis que todos los vicios y todos los engaños que la malicia de los hombres puede pensar no estoviesen juntos en aquella ciudad de Roma, que vos con mucha razón llamáis sancta porque lo debría de ser.
    ARCIDIANO Ciertamente, en eso vos tenéis mucha razón, y sabe Dios lo que me ha parecido siempre dello, y lo que mi corazón sentía de ver aquella ciudad (que, de razón, debría de ser ejemplo de virtudes a todo el mundo) tan llena de vicios, de tráfagos, de engaños y de manifiestas bellaquerías. Aquel vender de oficios, de beneficios, de bulas, de indulgencias, de dispensaciones, tan sin vergüenza, que verdaderamente parecía una irrisión de la fe cristiana, y que los ministros de la Iglesia no tenían cuidado sino de inventar maneras para sacar dineros. Empeñó el Papa ciertos apóstoles que había de oro, y después hizo una imposición que se pagase en la expedición de las Bulas pro redemptione Apostolorum. No sé cómo no tenían vergüenza de hacer cosas tan feas y perjudiciales a su dignidad.
    LATANCIO Eso mismo dicen todos los que de allá vienen, y eso mismo conoscía yo cuando allá estuve. Pues venid acá: si vuestros hijos...
    ARCIDIANO Hablá cortés.
    LATANCIO Perdonadme, que no me acordaba que érades clérigo, aunque ya muchos clérigos hay que no se injurian de tener hijos. Pero esto no se dice sino por un ejemplo.
    ARCIDIANO Pues decid.
    LATANCIO Si vuestros hijos toviesen un maestro muy vicioso, y viésedes que con sus vicios y malas costumbres os los inficionaba, ¿qué haríades?
    ARCIDIANO Amonestarle hía muchas veces que se emendase, y si no lo quisiese hacer y yo toviese mando o señorío sobre él, castigarlo hía muy gentilmente, para que por mal se emendase si no lo quisiese hacer por bien.
    LATANCIO Pues vedes aquí: Dios es padre de todos nosotros, y dionos por maestro al Romano Pontífice, para que dél y de los que cabe él estoviesen aprendiésemos a vivir como cristianos. Y como los vicios de aquella Corte romana fuesen tantos que inficionaban los hijos de Dios, y no solamente no aprendían dellos la doctrina cristiana, mas una manera de vivir a ella muy contraria, viendo Dios que ni aprovechaban los profetas, ni los evangelistas, ni tanta multitud de sanctos doctores como en los tiempos pasados escribieron vituperando los vicios y loando las virtudes, para que los que mal vivían se convertiesen a vivir como cristianos, buscó nuevas maneras para atraerlos a que hiciesen lo que eran obligados. Y allende otros muchos buenos maestros y predicadores que ha enviado en otros tiempos pasados, envió en nuestros días aquel excelente varón Erasmo Roterodamo, que con mucha elocuencia, prudencia y modestia en diversas obras que ha escrito, descubriendo los vicios y engaños de la corte romana, y en general de todos los eclesiásticos, parecía que bastaba para que los que mal en ella vivían se emendasen, siquiera de pura vergüenza de lo que se decía dellos. Y como esto ninguna cosa os aprovechase, antes los vicios y malas maneras fuesen de cada día creciendo, quiso Dios probar a convertirlos por otra manera y permitió que se levantase aquel fray Martin Luter, el cual no solamente les perdiese la vergüenza, declarando sin ningún respecto todos sus vicios, mas que apartase muchos pueblos de la obediencia de sus prelados, para que, pues no os habíades querido convertir de vergüenza, os convertiésedes siquiera por cobdicia de no perder el provecho que de Alemaña llevábades, o por ambición de no estrechar tanto vuestro señorío si Alemaña quedase casi, como agora está, fuera de vuestra obediencia.
    ARCIDIANO Bien, pero ese fraile no solamente decía mal de nosotros, mas también de Dios en mil herejías que ha escrito.
    LATANCIO Decís verdad, pero si vosotros remediárades lo que él primero con mucha razón decía y no le provocárades con vuestras descomuniones, por aventura nunca él se desmandara a escrebir las herejías que después escribió y escribe, ni hobiera habido en Alemaña tanta perdición de cuerpos y de ánimas como después a esta causa ha habido.
    ARCIDIANO Mirad, señor, este remedio no se podía hacer sin Concilio general, y dicen que no convenía que estonces se convocase, porque era manifiesta perdición de todos los eclesiásticos, tanto, que si entonces el Concilio se hiciera, nos pudiéramos ir todos derechos al hospital, y aun el mesmo Papa con nosotros.
    LATANCIO ¿Cómo?
    ARCIDIANO Presentaron todos los Estados del Imperio cient agravios, que diz que recebían de la Sede apostólica y de muchos eclesiásticos, y en todo caso querían que aquello se remediase.
    LATANCIO ¿Pues por qué no lo remediábades?
    ARCIDIANO ¡A eso nos andábamos! Ya decían que las rentas de la Iglesia, pues fueron dadas e instituidas para el socorro de los pobres, que se gastasen en ello, y no en guerras, ni en vicios, ni en faustos, como por la mayor parte agora se gastan, e aun querían que los pueblos, y no los clérigos, toviesen la administración dellas. Allende desto querían que no se diesen dispensaciones por dineros, diciendo que los pobres también son hijos de Dios como los ricos, y que, dando las dispensaciones por dineros, los pobres, que de razón debrían de ser más previlegiados, quedan muy agraviados, y los ricos, por el contrario, privilegiados.
    LATANCIO No estéis en eso, que, a la verdad, yo he estado y estoy muchas veces tan atónito que no sé qué decirme. Veo, por una parte, que Cristo loa la pobreza y nos convida, con perfectísimo ejemplo, a que la sigamos, y por otra, veo que de la mayor parte de sus ministros ninguna cosa sancta ni profana podemos alcanzar sino por dineros. Al baptismo, dineros; a la confirmación, dineros; al matrimonio, dineros; a las sacras órdenes, dineros; para confesar, dineros; para comulgar, dineros. No os darán la estrema unción sino por dineros, no tañerán campanas sino por dineros, no os enterrarán en la iglesia sino por dineros, no oiréis misa en tiempo de entredicho sino por dineros; de manera que parece estar el paraíso cerrado a los que no tienen dineros. ¿Qué es esto, que el rico se entierra en la iglesia y el pobre en el cimenterio? ¿Quel rico entre en la iglesia en tiempo de entredicho y al pobre den con la puerta en los ojos? ¿Que por los ricos hagan oraciones públicas y por los pobres ni por pensamiento? ¿Jesucristo quiso que su Iglesia fuese más parcial a los ricos que no a los pobres? ¿Por qué nos consejó que siguiésemos la pobreza? Pues allende desto, el rico se casa con su prima o parienta, y el pobre no, aunque le vaya la vida en ello; el rico come carne en cuaresma, y el pobre no, aunque le cueste el pescado los ojos de la cara; el rico alcanza ocho carretadas de indulgencias, y el pobre no, porque no tiene con qué pagallas, y desta manera hallaréis otras infinitas cosas. Y no falta quien os diga que es menester allegar hacienda para servir a Dios, para fundar iglesias y monasterios, para hacer decir muchas misas y muchos trentenarios, para comprar muchas hachas que ardan sobre vuestra sepultura. Conséjame a mí Jesucristo que menosprecie y deje todas las cosas mundanas para seguirle, ¿y tú conséjasme que las busque? Muy gran merced me haréis en decirme la causa que hallan para ello, porque así Dios me salve que yo no la conozco ni alcanzo.
    ARCIDIANO ¡A buen árbol os arrimáis! Aosadas que yo nunca rompa mi cabeza pensando en esas cosas de que no se me puede seguir ningún provecho.
    LATANCIO Buena vida os dé Dios.
    ARCIDIANO Allende desto decían que, cuando a los clérigos fueron dadas las libertades y exenciones que agora tienen, eran pobres y gastaban lo que tenían con quien más que ellos había menester, y que agora, pues son más ricos que no los legos, y muchos gastan lo que tienen con sus hijos y mancebas, que no parecía honesto ni razonable que los tristes de los pobres fuesen agraviados con huéspedes y con imposiciones, y los clérigos, en quien todos los bienes se consumían, quedasen exentos. Decían asimismo que había tantas fiestas de guardar, que los oficiales y labradores recebían mucho perjuicio dello, y que pues se veía claramente que la mayor parte de los hombres no se ocupaban los días de fiesta en aquellas obras en que se debrían de ocupar, sino en muy peores ejercicios que los otros días, que sería bien se moderase tanto número de fiestas.
    LATANCIO ¿Paréceos que decían mal?
    ARCIDIANO ¿Y vos queréislo defender? ¿No vedes que los sanctos cuyas fiestas quitásedes se indignarían, y podría ser que nos viniese algún gran mal?
    LATANCIO Mas ¿vos no vedes que se ofenden esos sanctos más con los vicios y bellaquerías que se acostumbran hacer los días de fiesta, que no en que cada uno trabaje en ganar de comer? Si todas las fiestas se empleasen en servir a Dios, querría yo que cada día fuese fiesta; mas, pues así no se hace, no ternía por malo que se moderasen. Si un hombre se emborracha, o juega todo el día a los naipes o a los dados, o anda envuelto en murmuraciones, o en mujeres o en otras semejantes bellaquerías, parécenos que no quebranta la fiesta; y si con estrema necesidad cose un zapato para ganar de comer, luego dicen que es hereje. Yo no sé qué servicios son éstos. Pésame que los ricos tomen en aquellos días sus pasatiempos y placeres, y todo carga sobre los desventurados de los oficiales y labradores y pobres hombres.
    ARCIDIANO Por todo eso que habéis dicho no se nos daría nada, sino por lo que nosotros perderíamos en el quitar de las fiestas.
    LATANCIO ¿Qué perderíades?
    ARCIDIANO Las ofrendas, que se hacen muchas más los días de fiesta que los otros días. Decían ansí mismo que había muchos clérigos que vivían muy mal, y no casándose, tenían mujeres e hijos, tan bien y tan públicamente como los casados, de que se seguía mucho escándalo en el pueblo, por donde sería mejor que se casasen.
    LATANCIO ¿Y de eso pesaros hía a vosotros?
    ARCIDIANO ¿Y no nos había de pesar que de libres nos hiciesen esclavos?
    LATANCIO Antes me parece a mí que de esclavos os querían hacer libres. Si no, venid acá: ¿hay mayor ni más vergonzoso cautiverio en el mundo que el del pecado?
    ARCIDIANO Pienso yo que no.
    LATANCIO Pues estando vosotros en pecado con vuestras mancebas, ¿no os parece que muy inominiosamente sois esclavos del pecado, y que os quita dél el que procura que os caséis e viváis honestamente con vuestras mujeres?
    ARCIDIANO Bien, pero ¿no vedes que parecería mal que los clérigos se casasen, y perderían mucha de su auctoridad?
    LATANCIO ¿Y no parece peor que estén amancebados y pierdan en ello mucha más auctoridad? Si yo viese que los clérigos vivían castamente y que no admitían ninguno a aquella degnidad hasta que hobiese, por lo menos, cincuenta años, así Dios me salve que me parecería muy bien que no se casasen; pero en tanta multitud de clérigos mancebos, que toman las órdenes más por avaricia que por amor de Dios, en quien no veis una señal de modestia cristiana, no sé si sería mejor casarse.
    ARCIDIANO ¿No veis que casándose los clérigos, como los hijos no heredasen los bienes de sus padres, morirían de hambre y todos se harían ladrones, y sería menester que sus padres quitasen de sus iglesias para dar a sus hijos, de que se seguirían dos inconvenientes: el uno que terníamos una infinidad de ladrones, y el otro que las iglesias quedarían despojadas?
    LATANCIO Esos inconvenientes muy fácilmente se podrían quitar si los clérigos trabajasen de imitar la pobreza de aquellos cuyos sucesores se llaman, y estonces no habrían vergüenza de hacer aprender a sus hijos con diligencia oficios con que honestamente pudiesen ganar de comer, y serían muy mejor criados y enseñados en las cosas de la fe, de que se seguiría mucho bien a la república. Y, así Dios me vala, que esto, a mi parecer, vosotros mismos lo debríades desear.
    ARCIDIANO ¿Desear? ¡Nunca Dios tal mande! Mirad, señor: (aquí todo puede pasar) si yo me casase, sería menester que viviese con mi mujer, mala o buena, fea o hermosa, todos los días de mi vida o de la suya; agora, si la que tengo no me contenta esta noche, déjola mañana y tomo otra. Allende desto, si no quiero tener mujer propia, cuantas mujeres hay en el mundo hermosas son mías, o, por mejor decir, en el lugar donde estoy. Mantenéislas vosotros y gozamos nosotros dellas.
    LATANCIO ¿Y el ánima?
    ARCIDIANO Dejaos deso, que Dios es misericordioso. Yo rezo mis Horas y me confieso a Dios cuando me acuesto y cuando me levanto, no tomo a nadi lo suyo, no doy a logro, no salteo camino, no mato a ninguno, ayuno todos los días que me manda la Iglesia, no se me pasa día que no oigo misa. ¿No os parece que basta esto pasa ser cristiano? Esotro de las mujeres..., a la fin nosotros somos hombres, y Dios es misericordioso.
    LATANCIO Decís verdad; pero en eso, a mi parecer, sois mucho menos que hombres, y no sé yo si será misericordioso perdonar tantas bellaquerías si queréis perseverar en ellas.
    ARCIDIANO Dejarlas hemos cuando seamos más viejos.
    LATANCIO ¡Bien está! ¡Burlaos con Dios! ¿Y qué sabéis si llegaréis a mañana?
    ARCIDIANO No seáis tan supersticioso; sé que algo ha Dios de perdonar. Y veamos: ¿así querríades deshacer vos las constituciones de la Iglesia, que ha infinitos años que se guardan?
    LATANCIO ¿Por qué no, si conviene así a la república cristiana?
    ARCIDIANO Porque parecería haber la Iglesia en tanto tiempo errado.
    LATANCIO Muy mal estáis en la cuenta. Mirad, señor: la Iglesia, conforme a un tiempo, ordena algunas cosas que después en otro las deshace. ¿No leéis en los Actos de los Apóstoles que en el Concilio hierosolimitano fue ordenado que no se comiese sangre ni cosa ahogada?
    ARCIDIANO Leído lo he.
    LATANCIO ¿Pues por qué no lo guardáis ahora?
    ARCIDIANO Nunca había parado mientes en ello.
    LATANCIO Pues yo os lo diré. Estonces fue aquello ordenado por satisfacer algo a la superstición de los judíos, aunque conocían bien los Apóstoles no ser necesario, y así después se derogó esta constitución como cosa superflua, y no por eso se entiende quel Concilio errase. Pues desta misma manera, ¿qué inconveniente sería si lo que la Iglesia en un tiempo, por respectos y necesidades ordenó, se derogase agora habiendo otros más urgentes, por donde parece que con aquello se debría dispensar? Por cierto yo no hallo ninguno, sino que, como decís, no os estaría bien a vosotros.
    ARCIDIANO Dejémonos agora deso.
    LATANCIO ¿Pues no os parece a vos que fuera mucho mejor remediar lo que habéis dicho que pedían los alemanes y emendar vuestras vidas, y, pues os hacemos honra por ministros de Dios, serlo muy de veras, que no perseverar en vuestra dureza y ser causa de tanto mal como por no remediar aquello ha acaecido?
    ARCIDIANO Si los alemanes piden justicia en esas cosas, la Iglesia lo podrá remediar cuando convenga.
    LATANCIO Pues veis ahí: como vosotros no quesistes oír las honestas reprehensiones de Erasmo, ni menos las deshonestas injurias de Luter, busca Dios otra manera para convertiros, y permitió que los soldados que saquearon a Roma con don Hugo y los coloneses hiciesen aquel insulto de que vos os quejáis, para que viendo que todos os perdían la vergüenza y el acatamiento que os solían tener, siquiera por temor de perder las vidas os convertiésedes, pues no lo queríades hacer por temor de perder las ánimas. Pero como eso tampoco aprovechase, viendo Dios que no quedaba ya otro camino para remediar la perdición de sus hijos, ha hecho agora con vosotros lo que vos decís que haríades con el maestro de vuestros hijos que os los inficionase con sus vicios y no se quisiese emendar.
    ARCIDIANO Podrá ser lo que decís, pero ¿qué culpa tenían las imágines, qué culpa tenían las reliquias, qué culpa tenían las dignidades, qué culpa tenía la buena gente que así fue todo robado, saqueado y maltractado?
    LATANCIO Contadme vos la cosa cómo pasó, pues os hallastes presente, y yo os diré la causa por que, a mi juicio, Dios permitió cada cosa de las que con verdad me contáredes.
    ARCIDIANO Mucha razón tenéis, por cierto, y eso haré yo de muy buena voluntad, y oiré lo que me dijéredes de mucha mejor. Habéis de saber que el ejército del Emperador dejó en Sena esa poca artillería que traía, y con la mayor diligencia y celeridad que jamás fue oída ni vista, llegó a los muros de Roma a los cinco de mayo.
    LATANCIO Veamos, ¿por qué estonces el Papa no envió a pedir algún concierto?
    ARCIDIANO Antes el buen Duque de Borbón envió a requerir al Papa que le enviase alguna persona con quien pudiese tractar sobre su entrada en Roma. Y como el Papa se fiaba en la nueva liga que tenía hecha, y el ejército de la liga le había prometido de venirlo a socorrer, no quiso oír ningún concierto. Y cuando esto supo el ejército, luego el día siguiente por la mañana determinó de combatir la ciudad, y quiso nuestra mala ventura que, en comenzando a combatir el Burgo, los de dentro mataron con un arcabuz al buen Duque de Borbón, cuya muerte ha seído causa de mucho mal.
    LATANCIO Por cierto que se me rompe el corazón en oír una muerte tan desastrada.
    ARCIDIANO Causáronla nuestros pecados, porque, si él viviera, no se hicieran los males que se hicieron.
    LATANCIO ¡Pluguiera a Dios que vosotros no los toviérades! ¿Y quién nunca oyó decir que los pecados de la ciudad sean causa de la muerte del que los viene a combatir?
    ARCIDIANO En esto se puede muy bien decir, porque el Duque de Borbón no venía para conquistarnos, sino a defendernos de su mismo ejército; no venía a saquearnos, sino a guardar que no fuésemos saqueados. Nosotros debemos de llorar su muerte que, por él, no hay hombre que no le deba de haber antes envidia que mancilla, porque perdió la vida con la mayor honra que nunca hombre murió, y con su muerte alcanzó lo que muchos señalados capitanes nunca podieron alcanzar, de manera que para siempre quedará muy estimada su memoria. Sola una cosa me da pena: el peligro con que fue su ánima, muriendo descomulgado.
    LATANCIO ¿Por qué descomulgado?
    ARCIDIANO Porque con mano armada estaba en tierras de la Iglesia y quería combatir la sancta ciudad de Roma.
    LATANCIO ¿No sabéis vos que dice un decreto que muchos están descomulgados del Papa que no lo están de Dios? Y también el Papa no entiende que sea descomulgado el que está en tierras de la Iglesia con intención de defenderlas en todo lo que se pueda escusar que no reciban daño, como este Príncipe iba.
    ARCIDIANO Decís la verdad, pero el primer movimiento fue voluntario.
    LATANCIO Para eso le distes vosotros causa, y él era obligado a defender el reino de Nápoles, pues lo había el Emperador hecho su Lugarteniente general en Italia, y también él no iba a ocupar las tierras de la Iglesia, sino a prohibir que el Papa no ocupase las del Emperador y a hacer que viniese a concordia con su Majestad.
    ARCIDIANO Allá se avenga. Pues, tornando a nuestro propósito, el ejército del Emperador estaba tan deseoso de entrar en Roma, unos por robar y otros por el odio muy grande que a aquella Corte romana tenían, y otros por lo uno y por lo otro, que los españoles y italianos, por una parte, a escala vista, y los alemanes por otra, rompiendo con vaivenes el muro, entraron por el Burgo, adonde, como sabéis, está la Iglesia de Sanct Pedro y el sacro Palacio.
    LATANCIO Y aun muy buenas casas de cardenales. De una cosa me maravillo: que teniendo los de dentro artillería y los de fuera ninguna, podiesen ansí ligeramente entrar.
    ARCIDIANO Verdaderamente fue una cosa maravillosa. ¿Quién pudiera creer que, habiendo dentro de Roma seis mil infantes, allende del pueblo romano, todos determinados de defenderse, y muy buena provisión de artillería, aquella gente, a espada y capa, les entrasen, sin que muriesen más de ciento dellos?
    LATANCIO Y de los vuestros ¿cuántos murieron?
    ARCIDIANO Ya sabéis vos cómo siempre suelen en caso semejante añadir. Quieren decir que seis mil hombres; pero, a la verdad, no pasaron de cuatro mil, que luego se retrujeron a la ciudad. Y dígoos de verdad que yo tuviera esta entrada por muy gran milagro, si no viera después aquellos soldados hacer lo que hacían. Por do me parece no ser verísimile que Dios quisiese hacer tan gran milagro por ellos.
    LATANCIO Estáis muy engañado; sé que Dios no hizo el milagro por ellos, sino por castigar a vosotros.
    ARCIDIANO Creo que decís muy gran verdad.
    LATANCIO Maravíllome que, viendo muerto al Capitán general, no desmayaron (como comúnmente suele acaecer) y dejaron el combate.
    ARCIDIANO Sí, por cierto; en eso estaban los otros pensando. Antes su muerte les acrecentó el esfuerzo para acometer y entrar con mayor ánimo.
    LATANCIO Maravillas me contáis.
    ARCIDIANO Así pasa. Porque este buen Duque de Borbón era de todos tan amado, que cada uno dellos determinó de morir por vengar la muerte de su Capitán.
    LATANCIO Y aun eso debió de ser causa de las crueldades que se hicieron.
    ARCIDIANO Es cosa muy averiguada.
    LATANCIO ¡Oh inmenso Dios, y cómo en cada particularidad destas manifiestas tus maravillas! ¡Quesiste queste buen Duque muriese por esecutar con mayor rigor tu justicia! Pues veamos, señor: el Papa ¿dónde estaba estonces?
    ARCIDIANO En su palacio sin ningún temor; tan seguro, que faltó muy poco que no fuese tomado. Mas como él vio el pleito mal parados, retrújose al castillo de Sanct Ángel con trece cardenales y otros obispos y personas principales que con él estaban. Y luego los enemigos entraron en el Palacio y saquearon y robaron cuanto en él hallaron, e lo mismo hicieron en todas las casas de cardenales y otras gentes que vivían en el Burgo, sin perdonar a ninguno, ni aun a la mesma Iglesia del Príncipe de los Apóstoles. En esto tovieron harto que hacer aquel día, sin que quisiesen probar a entrar en Roma, donde alzadas las puentes del Tíber, nuestra gente se había fortalecido.
    LATANCIO Veamos: el pueblo romano y aun vosotros todos, cuando veíades las orejas al lobo, ¿por qué no os concertábades con el ejército del Emperador? ¿Qué teníades que hacer vosotros con la guerra que hacía el Papa?
    ARCIDIANO Por cierto muy poco, pero ¿qué queríades que hiciésemos? ¿Nunca habéis oído decir que allá van las leyes do quieren reyes? El pobre pueblo romano, viendo a la clara su destrucción, quiso enviar sus embajadores al ejército del Emperador para concertarse con él y evitar el saco, pero nunca el Papa se lo quiso consentir.
    LATANCIO Dígoos de verdad que esa fue una grande inhumanidad. ¿Y no valiera más que aquel pobre pueblo se librara, que no que padecieran lo que han padecido?
    ARCIDIANO Decís muy gran verdad, pero ¿quién pensara que había de suceder como sucedió? Luego los capitanes del Emperador determinan de combatir la ciudad, y esta misma noche, peleando con los nuestros, la entraron; y el saco turó más de ocho días, en que no se tuvo respecto a ninguna nación ni calidad ni género de hombres.
    LATANCIO ¡Válame Dios! Y los capitanes, ¿no podían remediar tanto mal?
    ARCIDIANO Ya hacían todo cuanto podían y no les aprovechaba nada, estando la gente encarnizada en robar como estaba. ¡Viérades venir por aquellas calles las manadas de soldados dando voces! Unos llevaban la pobre gente presa; otros ropa, oro, plata. Pues los alaridos, gemidos y gritos de las mujeres y niños eran tan grande lástima de oír, que aun ahora me tiemblan las carnes en decirlo.
    LATANCIO Y aun, por cierto, a mí en oírlo contar.
    ARCIDIANO ¡Pues es verdad que tenían respecto a los obispos o a los cardenales! Por cierto, no más que si fueran soldados como ellos. Pues ¿iglesias y monesterios? Todo lo llevaban a hecho, que nunca se vio mayor crueldad ni menos acatamiento ni temor de Dios.
    LATANCIO Eso debían hacer los alemanes.
    ARCIDIANO A la fe, nuestros españoles no se quedaban atrás, que también hacían su parte. ¿Pues los italianos? ¡Pajas! Ellos eran los que primero ponían la mano.
    LATANCIO Y vosotros, ¿qué hacíades estonces?
    ARCIDIANO Cortábamos las uñas muy de nuestro espacio.
    LATANCIO Mas de verdad.
    ARCIDIANO ¿Qué queríades que hiciésemos? Unos se metían entre los soldados, otros huían, otros se rescataban, y todos andábamos cual la mala ventura.
    LATANCIO Después de rescatados, ¿dejaban os vivir en paz?
    ARCIDIANO No les dé Dios más salud. En tanto peligro estábamos como de antes, hasta que ya no nos quedaba cosa ninguna que nos pudiesen saquear.
    LATANCIO Estonces ¿de qué comíades?
    ARCIDIANO Nunca faltaba la misericordia de Dios. Si no podíamos comer perdices, comíamos gallinas.
    LATANCIO ¿Y los viernes?
    ARCIDIANO ¿A qué llamáis viernes? ¿Vos pensáis que los soldados hacen diferencia del viernes al domingo? ¡Maldita aquélla! Que, a deciros la verdad, me parece una cosa muy recia que se tenga ya tan poco respecto a los mandamientos de la Iglesia.
    LATANCIO No lo tenéis vosotros a los mandamientos de Dios ¿y maravilláisos que los soldados no lo tengan a los preceptos de la Iglesia? Veamos: ¿cuál tenéis por mayor pecado, una simple fornicación o comer carne el Viernes Sancto?
    ARCIDIANO ¡Gentil pregunta es ésa! Lo uno es cosa de hombres, y lo otro sería una grandísima abominación. ¡Comer carne el Viernes Sancto! ¡Jesús! No digáis tal cosa.
    LATANCIO ¡Válame Dios, y cómo tenéis hermoso juicio! ¿Y vos no vedes que os valdría más comer carne el Viernes Sancto y otro cualquier día de ayuno que cometer una simple fornicación?
    ARCIDIANO ¿Por qué?
    LATANCIO Porque sería más saludable al cuerpo y menos dañoso al alma.
    ARCIDIANO ¿Cómo?
    LATANCIO ¿No es cosa muy clara que la carne es más provechosa quel pescado?
    ARCIDIANO Sí.
    LATANCIO Luego más saludable al cuerpo sería comer carne que pescado. Pues cuanto al ánima, ¿no ofende más a Dios el que peca contra sus mandamientos propios quel que peca contra los de la Iglesia?
    ARCIDIANO Claro está.
    LATANCIO Luego más se ofende Dios con la fornicación, que es prohibida jure divino, que en el comer de la carne, que es constitución humana.
    ARCIDIANO Confesaros he que tenéis razón, con una condición: que me digáis la causa por que no os parece más grave pecar contras las constituciones humanas que contra la ley divina.
    LATANCIO No nos enredemos más en eso, que tiempo habrá para todo. Agora prosigamos adelante nuestro propósito.
    ARCIDIANO Sea así. Dejemos eso para otra vez, y decíme agora: ¿qué razón había que pagasen justos por pecadores? Verisímil es que en Roma había muchas buenas personas que, ni en los vicios della ni en la guerra, tenían culpa y padecieron juntamente con los malos.
    LATANCIO Los malos recebieron la pena de sus maldades, y los buenos, trabajos en este mundo para alcanzar más gloria en el otro.
    ARCIDIANO A lo menos fuera razón que a los españoles y alemanes y gentes de otras naciones, vasallos y servidores del Emperador, se toviera algún respecto; que, sacando la iglesia de Santiago d'españoles y la casa de maestro Pedro de Salamanca, embajador de don Fernando, rey de Hungría, y don Antonio de Salamanca Hoyos, obispo gurcense, no quedó casa, ni iglesia, ni hombre de todos cuantos estábamos en Roma, que no fuese saqueado y rescatado. Hasta el secretario Pérez, que estaba y residía en Roma por parte del Emperador.
    LATANCIO En sólo eso debiérades de conocer que fue manifiesto juicio de Dios, y no obra humana, y que no se hizo por mandato ni voluntad del Emperador, pues ni aun a los suyos se tuvo respecto.
    ARCIDIANO Decís verdad; mas ¿no es muy recia cosa que cristianos vendan y rescaten cristianos, como aquellos soldados hacían?
    LATANCIO Recia, por cierto, pero tan común es entre gente de guerra, que no os debríades de maravillar que allí se hiciese, donde no solamente se solían vender y rescatar hombres, más aún ánimas.
    ARCIDIANO ¿Ánimas? ¿En qué manera?
    LATANCIO Yo os lo diré, pero a la oreja.
    ARCIDIANO No hay aquí ninguno.
    LATANCIO No me curo. Llegaos acá...
    ARCIDIANO Ya os entiendo.
    LATANCIO Pues ¿no os parece que tengo razón?
    ARCIDIANO Sí, por cierto, y muy grande; y agora conosco haber Dios permitido esto para que nosotros vengamos en conocimiento de nuestro error. Más os contaré. Los cardenales que estaban en Roma y no se pudieron encerrar con el Papa en el castillo fueron presos y rescatados, y sus personas muy mal tractadas, y traídos por las calles de Roma a pie, descabellados, entre aquellos alemanes, que era la mayor lástima del mundo verlos, especialmente cuando hombre se acordaba de la pompa con que iban a Palacio y de los ministriles que les tañían cuando pasaban por el castillo.
    LATANCIO Por cierto, recia cosa era ésa; pero habéis de considerar que ellos se lo buscaron, porque consentían que el Papa hiciese guerra al Emperador, y después de hecha la tregua con don Hugo, sofrían que en nombre del Colegio se rompiese y se hiciesen las mayores abominaciones que jamás fueron oídas. ¿Y cómo? ¿Pensábades que Dios no os había de castigar?
    ARCIDIANO ¿Qué podían ellos hacer si el Papa lo quería así?
    LATANCIO Cuando hobieran hecho todas sus diligencias por estorbarlo, si no les aprovechara, saliéranse de Roma y no quisieran ser participantes en tantas maldades. Sé que las puertas abiertas estaban. ¿No sabéis que agentes et consentientes pari poena puniuntur? Y también, si por otra parte sus pecados lo merecían o no, pregúntenlo a maestre Pasquino.
    ARCIDIANO No he menester preguntarlo, que quizá sé yo más que no él.
    LATANCIO Pues si lo sabéis, no os maravilléis de lo que vistes, sino de lo que Dios quiso, por su bondad infinita, disimular.
    ARCIDIANO ¿Qué decís de las irrisiones que allí se hacían? Un alemán se vestía como cardenal y andaba cabalgando por Roma de pontifical, con un cuero de vino en el arzón de la silla; y un español, de la mesma manera, con una cortesana en las ancas. ¿Podía ser en el mundo mayor irrisión?
    LATANCIO Veamos, ¿y no es mayor irrisión de la dignidad que el cardenal tome el capelo y haga obras peores que de soldado, que no que un soldado tome el capelo queriendo contrahacer a un cardenal? Lo uno y lo otro es malo, pero no me neguéis vos que lo primero no sea peor y aun más perjudicial a la Sede Apostólica.
    ARCIDIANO Es verdad; mas, a la fin, los cardenales son hombres y no pueden dejar de hacer como hombres; eso otro es perder la obediencia y reverencia a quien se debe, sin la cual ninguna república se puede sostener.
    LATANCIO Ya nos contentaríamos con que los cardenales fuesen hombres y algunas veces no se mostrasen menos que hombres. La obediencia puesta en malos fundamientos no puede durar. Mas, decíme: los Apóstoles ¿no eran hombres?
    ARCIDIANO Sí, pero a ellos manteníalos el Espíritu Sancto.
    LATANCIO Y veamos, ¿el Espíritu Sancto de agora no es el que era estonces?
    ARCIDIANO Sí.
    LATANCIO Pues si ellos quisiesen pedirlo, ¿negárseles hía?
    ARCIDIANO No.
    LATANCIO Pues ¿por qué no lo piden?
    ARCIDIANO Porque no lo han en gana.
    LATANCIO Pues desa manera suya es la culpa, y de aquí adelante conocerán cuán grande abominación es que, seyendo ellos columnas de la Iglesia, hagan obras peores que de soldados, pues les parecía muy abominable cosa que los soldados se vistiesen en hábito de cardenales. ¿Cómo no me decís nada de los obispos?
    ARCIDIANO ¿Qué queréis que os diga? Tractábanlos como a los otros. Deciros he lo que vi: que entre otros muchos hombres honrados que sacaban a vender a la plaza, llevaban los alemanes un obispo de su nación que no estaba en dos dedos de ser cardenal.
    LATANCIO ¿Qué? ¿A vender?
    ARCIDIANO ¡Qué maravilla! Y aun con ramo en la frente, como allá traen a vender las bestias; y, cuando no hallaban quién se los comprase, los jugaban a los dados. ¿Qué os parece desto?
    LATANCIO Mal, pero ya os digo que no se hizo sin misterio. Decidme: ¿cuál tenéis en más una ánima o un cuerpo?
    ARCIDIANO Una ánima, sin comparación.
    LATANCIO Pues ¿cuántas ánimas habréis vosotros vendido en este mundo?
    ARCIDIANO ¿Cómo es posible vender ánimas?
    LATANCIO ¿No habéis leído el Apocalipsi, que cuenta las ánimas entre las otras mercaderías? El que vende el obispado, el que vende el beneficio curado, aquel tal, ¿no vende las ánimas de sus súbditos?
    ARCIDIANO Decís muy gran verdad. Cierto, nunca me parecieron bien aquellas cosas, ni aquel dar beneficios a pensión, con condición que me rescatase a tanto por ciento, que es querer engañar a Dios.
    LATANCIO A la fe, querer engañar a sí. Pues desta manera, ¿cuántas ánimas habréis vos visto jugar a los dados?
    ARCIDIANO Infinitas.
    LATANCIO Pues veis aquí, de hoy más vendréis en conocimiento de vuestro error, y no os maravillaréis que aquellos soldados, que viven de robar, vendiesen los oficiales, pues vendíades los beneficios; ni los obispos, pues vendíades los obispados. Y es tanto más grave lo uno que lo otro, cuanto es más digna una ánima que un cuerpo. Antes les debéis de agradecer, pues no vendieron ningún cardenal.
    ARCIDIANO ¿No bastaba que los rescataban, y compusieron sus casas y todas cuantas había en Roma, que ninguna quedó libre?
    LATANCIO Vos no queréis acordaros de las bolsas que habéis descompuesto con vuestras composiciones. Pues no os maravilléis que descompongan agora las vuestras. ¿No habéis leído en el Apocalipsi: Reddite illi sicut et ipsa reddidit vobis, et duplicate duplitia secundun opera eius: in poculo quo miscuit vobis miscete illi duplum. Quantum glorificavit se [et] in deliciis fuit, tantun date illi tormentum et luctum [...] quia fortis est Deus qui iudicabit illam. ¿Qué os parece? A la fe, juicios son éstos de Dios.
    ARCIDIANO Las carnes me tiemblan en oíros. Pero decíme: ¿para qué o de qué sirve la perdición de tanto dinero? Que afirman montar el saco de Roma, con rescates y composiciones, más de quince millones de ducados.
    LATANCIO ¿A eso llamáis vos perdición? A la fe, dígole yo ganancia.
    ARCIDIANO ¿Cómo ganancia?
    LATANCIO Porque ha muchos años que todo el dinero de la cristiandad se iba y consumía en Roma, y agora tórnase a derramar.
    ARCIDIANO ¿De qué manera?
    LATANCIO El dinero que había de pleitos, de revueltas, de trampas, de beneficios, de pensiones, de espolios, de anatas, de espediciones, de bulas, de indulgencias, de confesionarios, de composiciones, de dispensaciones, de escomuniones, de anatematizaciones, de fulminaciones, de agravaciones, de reagravaciones y aun de canonizaciones y de otras semejantes exacciones, hanlo agora tomado los soldados, como labradores, para sembrarlo por toda la tierra.
    ARCIDIANO ¡Y qué negros labradores! Veamos, ¿de qué servía destruir aquella ciudad, de tal manera que no tornará a ser Roma de aquí a quinientos años?
    LATANCIO ¡Ya pluguiese a Dios!...
    ARCIDIANO ¿Qué?
    LATANCIO ¡Que Roma no tornase a tomar los vicios que tenía, ni en ella reinase más tan poca caridad y amor y temor de Dios!
    ARCIDIANO Pues el sacro Palacio, aquellas cámaras y salas pintadas, ¿qué merecían? Que era la mayor lástima del mundo verlas hechas estalas de caballos, y aun al fin todo quemado.
    LATANCIO Por cierto, sí. Mucha razón fuera que, padeciendo toda la ciudad, se salvase aquella parte donde todo el mal se consejaba.
    ARCIDIANO Pues la Iglesia del Príncipe de los Apóstoles, y todos los otros templos y iglesias y monesterios de Roma, ¿quién os podría contar cómo fueron tractados y saqueados? Que ni quedó en ellos oro, ni quedó plata, ni quedó otra cosa de valor que todo no fuese por aquellos soldados robado y destruido. ¿Y es posible que quiera Dios que sus propias iglesias sean ansí tractadas y saqueadas, y que las cosas a su servicio dedicadas sean ansí robadas?
    LATANCIO Mirad, señor, esa es una cosa tan fea y tan mala que a ninguno puede parecer sino mal; pero, si bien miráis en ello, hay en estas cosas a Dios dedicadas tanta superstición, y recibe la gente tanto engaño, que no me maravillo que Dios permita eso y mucho más, porque en estas cosas haya alguna moderación. Piensa el mercader, después que mal o bien ha allegado una infinidad de dineros, que todos cuantos males ha hecho, y aun hará, le serán perdonados si edificase una iglesia o un monesterio, o si diere una lámpara, o un cáliz o alguna otra cosa semejante a alguna iglesia o monesterio, y no solamente en esto se engaña, pareciéndole que hace por su servicio lo que las más veces se hace por un fausto o por una vana gloria mundana, como manifiestan las armas que cada uno pone en lo que da o en lo que edifica; mas, fiándose en esto, le parece que no ha más menester para vivir como cristiano, y seyendo éste un grandísimo error, no tienen vergüenza de admitirlo los que dello hacen su provecho, no mirando la injuria que en ello se hace a la religión cristiana.
    ARCIDIANO ¿Cómo injuria?
    LATANCIO ¿No os parece injuria, y muy grande, que lo que muchos gentiles, con sola la lumbre natural, alcanzaron de Dios, lo ignoremos agora los cristianos, enseñados por ese mismo Dios? Alcanzaron aquellos que no era verdadero servicio de Dios ofrecerle cosa que se pudiese corromper; alcanzaron que a una cosa incorpórea, como es Dios, no se había de ofrecer cosa que toviese cuerpo por principal oferta, ni por cosa a él mucho grata; dijeron que no sabía qué cosa era Dios el que pensaba que Dios se deleitaba de poseer lo que los buenos y sabios se precian de tener en poco, como son las joyas y riquezas, y agora los cristianos somos tan ciegos, que pensamos que nuestro Dios se sirve mucho con cosas corpóreas y corruptibles.
    ARCIDIANO Luego desa manera ¿queréis decir que no se hace servicio a Dios en edificar iglesias, ni en ofrecer cálices y otras cosas semejantes?
    LATANCIO No digo eso, antes digo que es bueno si se hace con buena intención, si se hace por la gloria de Dios y no por la nuestra; pero digo que no es eso lo principal; digo que más verdadero servicio hace a Dios el que le atavía su ánima con las virtudes que él mandó, para que venga a morar en ella, que no el que edifica una iglesia, aunque sea de oro y tan grande como la de Toledo, en que more Dios, teniéndole con vicios desterrado de su ánima, aunque su intención fuese la mejor del mundo. Y digo que es muy grande error pensar que se huelga Dios en que le ofrezca yo oro o plata si lo hago por ser alabado o por otra vana intención. Digo que se sirve más Dios en que aquello que damos a sus iglesias, que son templos muertos, lo demos a los pobres para remediar sus necesidades, pues nos consta que son templos vivos de Dios.
    ARCIDIANO Desa manera ni habría iglesias ni ornamentos para servir a Dios.
    LATANCIO ¿Cómo que no habría iglesias? Antes pienso yo que habría muchas más, pues habiendo muchos buenos cristianos, dondequiera que dos o tres estoviesen ayuntados en su nombre, sería una iglesia. Y allende desto, aunque los ruines no edificasen iglesias ni monesterios, ¿pensáis que faltarían buenos que lo hiciesen? Y veamos: este mundo, ¿qué es sino una muy hermosa iglesia donde mora Dios? ¿Qué es el sol, sino una hacha encendida que alumbra a los ministros de la Iglesia? ¿Qué es la luna, qué son las estrellas, sino candelas que arden en esta iglesia de Dios? ¿Queréis otra iglesia? Vos mismo. ¿No dice el Apóstol: Templum [enim] Dei sanctum est, quod estis vos? ¿Queréis candelas para que alumbren esta iglesia? Tenéis el espíritu, tenéis el entendimiento, tenéis la razón. ¿No os parece que son éstas gentiles candelas?
    ARCIDIANO Sí, pero eso nadi lo ve.
    LATANCIO Y vos, ¿habéis visto a Dios? Mirad, hermano, pues Dios es invisible, con cosas invisibles se quiere principalmente honrar. No se paga mucho ni se contenta Dios con oro ni plata, ni tiene necesidad de cosas semejantes, pues es Señor de todo. No quiere sino corazones. ¿Queréislo ver? Pues Dios es todopoderoso, si quisiese, ¿no podría hacer en un momento cient mil templos más suntuosos y más ricos quel templo de Salomón?
    ARCIDIANO Claro está.
    LATANCIO Luego ¿qué servicio le haréis vos en darle lo que él tiene, no queriéndole dar lo quél os pide? Veamos: si él se deleita con templos, si se deleita con oro, si se deleita con plata, ¿por qué no la toma toda para sí, pues es todo suyo?
    ARCIDIANO Quizá porque quiere que nosotros de nuestra voluntad se lo demos porque tengamos causa de merecer.
    LATANCIO ¿Cómo queréis vos merecer con dar a Dios lo que él menosprecia, si no le queréis dar lo que él os demanda?
    ARCIDIANO Luego ¿no querríades vos que hobiese estas iglesias que hay ni que toviesen ornamentos?
    LATANCIO ¿Cómo no? Antes digo que son necesarios; pero no querría que se hiciese por vana gloria; no querría que por honrar una iglesia de piedra dejemos de honrar la iglesia de Dios, que es nuestra ánima; no querría que por componer un altar dejásemos de socorrer un pobre, y que por componer retablos o imágines muertas dejemos desnudos los pobres, que son imágines vivas de Jesucristo. No querría que hiciésemos tanto fundamento donde no lo debríamos de hacer; no querría que diésemos a entender que se sirve Nuestro Señor Dios y se huelga en poseer lo que cualquiera sabio se precia de menospreciar. Decíme: ¿por qué menospreció Jesucristo todas las riquezas y bienes mundanos?
    ARCIDIANO Porque nosotros no las toviésemos en nada.
    LATANCIO ¿Pues por qué queremos darle como cosa a él muy preciosa y grata lo que sabemos que él menospreció y quiso que nosotros menospreciásemos, no teniendo cuidado de ofrecerle nuestras ánimas muy puras y limpias de todo vicio y pecado, siendo ésta la más preciosa y agradable cosa de cuantas le podemos ofrecer?
    ARCIDIANO No sé quién os enseñó a vos tantos argumentos, seyendo tan mozo.
    LATANCIO Pues mirad, señor: ha permitido agora Dios que roben sus iglesias por mostrarnos que no tiene en nada todo lo que se puede robar ni todo lo que se puede corromper, para que de aquí adelante le hagamos templos vivos primero que muertos, y le ofrezcamos corazones y voluntades primero que oro y plata, y le sirvamos con lo que él nos manda primero que con cosas semejantes.
    ARCIDIANO Vos me decís cosas que yo nunca oí. Pues que así es, decíme: ¿cómo y con qué le habemos de servir?
    LATANCIO Esa es otra materia aparte, de que hablaremos otro tiempo más de nuestro espacio. Agora proseguid adelante.
    ARCIDIANO Como mandáredes. ¿Qué me diréis, que los templos donde suele Dios ser servido y alabado se tornasen establos de caballos? ¡Qué cosa era de ver aquella iglesia de Sant Pedro de la una parte y de la otra toda llena de caballos! Aún en pensarlo se me rompe el corazón.
    LATANCIO Por cierto que eso a ningún bueno parecerá bien; pero muchas veces vemos que la necesidad hace cosas que por la ley son prohibidas, y que en tiempo de guerra esas y otras muy peores cosas se suelen hacer, de las cuales ternán culpa los que son causa de la guerra.
    ARCIDIANO ¡Gentil disculpa es ésa!
    LATANCIO ¿Por qué no? Y también, veamos: el que trae otra suciedad mayor que aquélla en lugar más sancto que aquél ¿no hace mayor abominación?
    ARCIDIANO Claro está.
    LATANCIO Pues decíme: si vos habéis leído la Sagrada Escritura, ¿en ella, no habéis hallado que Dios no mora en templos hechos por manos de hombres, y que cada hombre es templo donde mora Dios?
    ARCIDIANO Algunas veces.
    LATANCIO Pues ¿cuál será mayor maldad y abominación: hacer establo destos templos de piedra, donde dice el Apóstol que no mora Dios, o hacerlo de nuestras ánimas, que son verdaderos templos de Dios?
    ARCIDIANO Claro está que de las ánimas; pero eso, ¿cómo se podrá hacer?
    LATANCIO ¿Cómo? ¿A qué llamáis establo?
    ARCIDIANO A un lugar donde se aposentan las bestias.
    LATANCIO ¿A qué llamáis bestias?
    ARCIDIANO A los animales brutos y sin razón.
    LATANCIO Y a los vicios, ¿no los llamaríades brutos y sin razón?
    ARCIDIANO Sin duda, y aun muy peores que bestias.
    LATANCIO Luego desa manera, mayor abominación será traer en el ánima, que es verdadero templo donde mora Dios, los pecados, que son peores que bestias, que no los caballos en una iglesia de piedra.
    ARCIDIANO A mí así me parece.
    LATANCIO Pues ahí conoceréis cuán ciego teníades en Roma el entendimiento, que topando cada hora por las calles hombres que manifiestamente t

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