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Tema: Generación del 36

  1. #1
    Forero inexperto
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    05 jul, 04
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    Predeterminado Generación del 36

    Por favor, necesito que me ayuden en lo siguiente: necesito saber cual fue el motivo que originó la formación de la generación ligeraria del 36, o en que página web, libro puedo encontrar información al respecto, lo necesito super urgente, por favor...
    Me había dicho que un libro de Monte y Orlando encontaría algo pero, no sé cual, así es que quedé en las mismas.
    Se los agradeceré,

  2. #2
    Forero inexperto
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    25 jun, 04
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    Predeterminado Re: Generación del 36

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    LA NOVELA ANTES DE 1936

    Pervivencia del Realismo y del Naturalismo.
    La nueva narrativa del grupo del 98. Etapas, temas y estilo.
    La novela novecentista o de la generación del 14.

    Pervivencia del Realismo y del Naturalismo.
    La estética realista aún se mantiene en los primeros años del siglo XX. Además de la figura de Vicente Blasco Ibáñez, durante los primeros quince o veinte años del siglo deambulan por nuestra literatura representantes de la llamada novela erótica, algunos novelistas críticos o inclasificables como Alejandro Sawa.
    · Vicente Blasco Ibáñez (1867-192 ha sido vinculado a la generación del 98 por su edad e inconformismo ideológico. No obstante es nuestro novelista más cercano a la pureza naturalista (se le llamó "el Zola español"). Comparte con éste el afán revolucionario, la pintura de los ambientes sórdidos, la crudeza de los temas y la aportación de los nuevos estudios sobre genética o la evolución de las especies. Aunque presenta algunos descuidos en la composición y el estilo, destaca por el colorismo de sus descripciones, y la fuerza con que capta el mundo rural de su tierra valenciana. Sus mejores novelas son: Arroz y tartana (1894), La barraca (1894), entre naranjos (1900), Cañas y barros (1902), ambientadas en el campo valenciano y Sangre y arena y Los cuatro jinetes del apocalipsis con las que consiguió fama mundial.
    · Como novela erótica se conoce la que dentro de la estética naturalista mostró especial interés por las realidades del sexo. En esta línea se inscriben Eduardo Zamacois, Alberto Insúa y, sobre todo, Felipe Trigo (1864-1916), que aporta unas inquietudes progresistas y un alcance crítico sobre todo en Jarrapellejos (1914).
    · Una novela de corte regeneracionista: Cigés Aparicio (El vicario, de 1905)
    · Curiosa es la figura de Alejandro Sawa (1862-1909), personaje de la bohemia de París o Madrid, genio fracasado, rebelde ácrata. Sólo tiene interés Iluminaciones en la sombra (1910) prologada por Rubén Darío. Inspiró el personaje de Villasús de El árbol de la ciencia de Baroja y Max Estrella de Luces de Bohemia de Valle.
    La nueva narrativa del grupo del 98. Etapas, temas y estilo.
    La juventud del 98.
    La ruptura con el realismo del XIX va unido a las inquietudes modernistas y a la crisis de fin de siglo a la que se ha hecho referencia en el tema anterior, encontrando sobre todo un propósito de construir una prosa artística. Y hemos de referirnos a las novelas que se publican en 1902, destacables por su novedad artística: La voluntad de Azorín, amor y pedagogía de Unamuno, Camino de perfección de Baroja y Sonata de otoño de Valle: las cuatro representan la ruptura con la novela realista.
    Se caracterizan por:
    · El subjetivismo: ya no es la reproducción de la realidad, sino su reflejo en el individuo y los procesos que desencadena en la conciencia. La realidad se "tiñe" de sensibilidad personal.
    · Una clara preocupación artística: Los cuatro autores afrontan el relato como arte, con el propósito de renovar el estilo y las técnicas de la novela.

    La madurez del 98.
    Hacia 1910, cada autor ha desarrollado una fuerte personalidad, y su estética y sus ideas políticas son muy diferentes. Se configura en estos años lo que se ha llamado "mentalidad del 98": notas comunes a todos ellos en mayor o menor medida son:
    · Entronque con las corrientes irracionalistas europeas (Nietzsche, Schopenhauer, Kierkegaard…). Puede hablarse, en este sentido de neorromanticismo.
    · La preocupación existencial. Clásicos interrogantes sobre el sentido de la vida, el destino del hombre, etc.
    · El tema de España. Se trata desde un punto de vista totalmente subjetivo, pues proyectan sobre la realidad española los anhelos y angustias íntimos. Si en su juventud lo trataron en el terreno económico y social, en esta segunda etapa lo tratan en el plano de los valores, las ideas y las creencias: una respuesta abstracta y filosófica a los problemas concretos y prácticos de la situación de España.
    Estilo.
    · Repudiaron el prosaísmo de la generación anterior, realismo y naturalismo.
    · Presentan novedades estilísticas: voluntad de ir a las ideas, al fondo; voluntad, pues, conceptual. Sobriedad, voluntad antirretórica.
    · Gusto por las palabras tradicionales y terruñeras. Azorín hablaba del deber de "ensanchar el idioma"; se rescata el léxico de los pueblos o palabras clásicas.
    · El subjetivismo provoca un acentuado lirismo que desvela el sentir personal de los autores.
    · Fijan el ensayo moderno; renuevan profundamente la novela, que se abre a las vanguardias, expresionismo, impresionismo, novela de ideas, de sensaciones, de pinceladas emocionales; su teatro es apenas renovador, si exceptuamos a Valle.

    La novela novecentista o de la generación del 14.
    Características:
    Se denomina generación del 14 o novecentismo a un grupo de escritores nacidos en la década de los 80 que se distancian ideológicamente del 98 y el modernismo, incorporando nuevas técnicas y una nueva sensibilidad. En líneas generales, éstas son sus características:
    · Predican un reformismo burgués que va desde el liberalismo absoluto a posiciones socialdemócratas, siempre bajo el ideal republicano.
    · El novecentismo lo integra un nuevo tipo de intelectual, lejos de la bohemia modernista, con una sólida preparación universitaria, formados muchos de ellos en el extranjero, pretenden realizar un examen sereno y objetivo de los problemas de España con una voluntad de claridad racional.
    · Frente al casticismo, se definen por su europeísmo.
    · El tema de España sigue presente, desde una perspectiva "castellanocéntrica", política y administrativa; es frecuente la idea de la revolución desde arriba, desde el poder como concreción del elitismo que los caracteriza.
    En cuanto a su estética, los novecentistas presentan las siguientes características:
    · Huida del sentimentalismo, abandono del tono vehemente, apasionado.
    · Pulcritud, distanciamiento, equilibrio.
    · Intelectualismo, literatura culta, para minorías.
    · Busca de un ideal de "arte puro", con un lenguaje que huye de lo fácil y lo desmañado, que recurre a la función poética.
    Novelistas
    Destacan Gabriel Miró y Ramón Pérez de Ayala, siendo también interesante la novela de Wenceslao Fernández Flórez y Benjamín Jarnés. Todos ellos se caracterizan por una superación de los patrones narrativos y estilísticos del realismo, por su tendencia al lirismo, al intelectualismo, o, incluso al humor.
    · Gabriel Miró (1879-1930).
    Destaca por su gran sensibilidad, su temperamento voluptuoso y su capacidad de captar sensaciones: luces, colores, sonidos y sabores. Su narrativa está llena de lirismo, de emociones y belleza. En sus novelas, la acción deja de ser el elemento fundamental y pasa a ser soporte para sus espléndidas descripciones. Destacan Las cerezas del cementerio (1910), un amor apasionado en un sensual ambiente levantino; Nuestro padre san Daniel (1921) y El obispo leproso (1926) forman un bloque: suceden en Oleza (trasunto de Orihuela), atmósfera estancada en la que la inocencia y las ansias vitales se estrellan en el muro de la intolerancia religiosa.
    · Ramón Pérez de Ayala (1880-1962).
    Representa la llamada novela intelectual. Entre 1907 y 1913 publica varias novelas protagonizadas por Alberto Díaz de Guzmán, trasunto del propio autor, donde intenta novelar la crisis de la conciencia española desde el 98: Tinieblas en las cumbres (1907), A.M.D.G. (1910), La pata de la raposa (1912) y Troteras y danzaderas (1913). Quizá su mejor novela sea Belarmino y Apolonio (1921), donde los dos zapateros protagonistas ilustran diferentes actitudes ante la vida: comprensión y meditación, uno, expresión y acción el otro.
    · Wenceslao Fernández Flórez (1886-1964).
    Maestro de la novela humorística. Escribió Volvoreta (1917), Las siete columnas (1926) y tras la guerra, su novela más famosa, El bosque animado (1944).
    · Benjamín Jarnés (1888-1949)
    En una línea intelectual y lírica, destacan las siguientes novelas: El profesor inútil (1926), Locura y muerte de nadie (1929).
    · La novela de Ramón Gómez de la Serna.
    Como novelista rompe los moldes del género: se desinteresa del argumento y lo sustituye por cuadros, divagaciones, es su "novela libre". Destacan El torero Caracho (1927) y La nardo (1930).


    LA POESÍA ANTES DE 1936
    · Poesía modernista. Rubén Darío, Manuel Machado, Valle-Inclán.
    · Poesía del 98. Antonio Machado.
    · Nuevos rumbos: poesía "intelectual". Juan Ramón Jiménez.
    · Dos figuras interesantes: Fernando Villalón y León Felipe.
    · Las vanguardias. Penetración y desarrollo en España. La figura de Ramón Gómez de la Serna.
    · Vanguardia y poesía social. La generación del 27.

    Poesía modernista.
    · Hasta su muerte en 1916, la poesía en lengua española está dominada por Rubén Darío, estudiado en el tema 2. Lo acompañan otras figuras de diferente interés:
    · Manuel Machado (1874-1947). De espaldas a las cuestiones políticas y al margen de la visión crítica de los problemas de España del 98, refleja en su poesía el gusto decadente o las evocaciones históricas propias del modernismo, o la asimilación de los cantares populares andaluces. Sus obras más interesantes son: Alma (1900) y Cante jondo (1912).
    · Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936). En la línea modernista se sitúa Aromas de leyenda (1907) y va evolucionando hacia temas más diversos y cercanos a lo social. En La pipa de Kif (1919), libro que debiera ser revalorizado –como, quizá toda su poesía,- presenta temas suburbiales y tabernarios con un enfoque cercano al esperpento.
    · De menor importancia son las figuras de Francisco Villaespesa y Eduardo Marquina, a quienes nos referiremos como autores de teatro.
    · Los posmodernistas. El movimiento modernista se prolonga en una serie de poetas de segunda fila: Enrique de Mesa, Enrique Díez-Canedo, Emilio Carrere y Tomás Morales.

    Poesía del 98. Antonio Machado.
    La poesía de Valle se encuentra, como ya hemos comentado entre el modernismo y el esperpento. La poesía de Unamuno, bastante extensa y hasta hace unos años poco apreciada, es una biografía de su espíritu, reflejo de sus obsesiones y ajena a cualquier moda.
    · Antonio Machado (1875- 1939).
    Figura fundamental en la poesía española, no de este periodo, sino de todos los tiempos.
    Nace en Sevilla. Su padre es un conocido folclorista. En 1883, se trasladan a Madrid. Estudia en la Institución Libre de Enseñanza. Tras diversos trabajos en Madrid y París, en 1903 publica Soledades, que lo revela como un gran poeta. En 1907 obtiene una cátedra de Francés y es destinado al Instituto de Soria. Allí conoce a Leonor Izquierdo, una muchacha de apenas dieciséis años, con la que se casa en 1909. En 1910 y 1911, estudia en París un curso con Henri Bergson, filósofo que influirá enormemente en su poesía. En julio de 1911, Leonor cae enferma de hemotisis y regresan a Soria, donde muere en el verano de 1912. Desesperado, abandona Soria y se traslada a Baeza, donde reside hasta 1919, fecha en la que se traslada a Segovia. En 1927 es elegido miembro de la R.A.E. Conoce a Pilar Valderrama (Guiomar) en esos años y en 1931 obtiene definitivamente una cátedra en Madrid. Firme partidario de la república durante la guerra civil, se refugia en Francia con su madre, ambos enfermos, a comienzos de 1939, en Collioure, donde muere el 22 de febrero. Tres días después fallece su madre.
    Para Antonio Machado, "la poesía es la palabra esencial en el tiempo". En estas palabras, sintetiza su doble objetivo: captar la esencia de las cosas y el fluir del tiempo.
    · Soledades (1903-1907).
    En los años en que triunfa el modernismo, aparece, primero, Soledades (1903) y luego Soledades, Galerías y otros poemas (1907). Modernismo intimista, con cierta tendencia a la sobriedad expresiva, de veta fundamentalmente romántica y simbolista. Los motivos temáticos tan propios de Machado, la tarde, el agua, la noria, etc., constituyen símbolos de realidades profundas, de obsesiones. Su versificación revela un gusto pr metros modernistas como el dodecasílabo o el alejandrino.
    · Campos de Castilla (1912). Remitimos al estudio y valoración de la lectura.
    · Nuevas canciones (1924). Doce años después de Campos de Castilla, su impulso creador parece haberse agotado. Son poemas que contienen breves destellos de sentimiento, poemas minúsculos, puras intuiciones.
    · Últimos poemas. Fueron apareciendo en sucesivas ediciones de sus obras completas. Apenas escribe poesía. Entre las composiciones entre 1924 y 1936 cabe destacar el Cancionero apócrifo de Abel Martín y Juan de Mairena, las Canciones a Guiomar.
    · Poesías de la guerra (1936-39). Al estallar la guerra civil, Machado quiere ser poeta social, cívico al servicio de la república. Surgen una veintena de composiciones entre las que destaca "la muerte fue en Granada", elegía a la muerte de García Lorca.
    Nuevos rumbos. Poesía intelectual. Juan Ramón Jiménez.
    Remitimos aquí a las características de la llamada generación del 14 o novecentismo, pues a ella pertenecen, en mayor o menor medida, los poetas siguientes: Ramón de Basterra, Mauricio Bacarisse, Juan José Domenchina y José Moreno Villa, sobre los que se impone la figura de Juan Ramón Jiménez, con una poesía que refrena lo sentimental, que opone clasicismo frente al romanticismo anterior y que acentúa, ante todo, el lenguaje poético.
    · Juan Ramón Jiménez (1881-195.
    El propio Juan Ramón estableció tres fases en su poesía: Época sensitiva, hasta 1916, Época intelectual, hasta 1936, Época "suficiente" o "verdadera", de 1936 hasta su muerte. Unos comienzos modernistas, una etapa de depuración y progresiva intelectualización y la poesía desnuda, "pura", tan ansiada por el poeta.
    a. Antes de su etapa modernista, sus inicios Arias tristes (1903), poesía sencilla de formas, donde se observa un tono becqueriano, un neorromanticismo de elementos simbolistas.
    b. De su etapa modernista, destacan La soledad sonora, Poemas májicos y dolientes. De esta época es Platero y yo (1914-1917), verdaderos poemas en prosa que con una estética básicamente modernista, anuncian ya una voluntad de pureza.
    c. El proceso de búsqueda de una poesía desnuda, interiorizada, intelectual se haya en Piedra y cielo (191 y La estación total (1923 a 1936, publicado en 1944).
    d. Su etapa final es la del goce de la poesía verdadera, la poesía pura, donde Poesía es igual a Belleza-Perfección-eternidad, con un estilo cercano a los poetas místicos. Destacan En el otro costado (1936-1942) y Dios deseado y deseante (1948-1949).
    Dos figuras interesantes: Fernando Villalón y León Felipe.
    · Fernando Villalón (1881-1930). Sevillano, ganadero de toros bravos, muy querido por los poetas del 27, aportó aires nuevos a la poesía, agotado el modernismo, con un corte popular que recuerda a Alberti o a Lorca. Andalucía la baja (1926) o Romances del 800 (1929).
    · León Felipe (1884-196. Mantiene una postura distante de su generación, con una poesía humanizada, de poderoso acento primero humanista o religioso y luego social y político desde posturas de izquierda. De 1920 es Versos y oraciones del caminante, al que se suman El payaso de las bofetadas (193, Español del éxodo y el llanto (1939), El poeta prometeico (1942). En España fue conocido por su Antología rota (1957).
    Las vanguardias. Penetración y desarrollo en España. La figura de Ramón Gómez de la Serna.
    1. Vanguardia y poesía social. La generación del 27.



    EL TEATRO ANTES DE 1936

    1. Dos frentes en el teatro anterior a 1936.
    2. La comedia burguesa. Jacinto Benavente.
    3. El teatro en verso, teatro neorromántico.
    4. El teatro cómico.
    5. El teatro del 98. Tentativas renovadoras. Valle-Inclán.
    6. El teatro del 27. Federico García Lorca.

    Dos frentes en el teatro anterior a 1936.
    El teatro español de principios de siglo se puede repartir en dos frentes:
    · El teatro que triunfa: la "alta comedia" o la comedia burguesa, el teatro neorromántico, en verso, un teatro cómico tradicional, populachero y costumbrista.
    · El teatro innovador: las experiencias teatrales de los hombres del 98, el teatro de Valle, Ramón Gómez de la Serna; los impulsos renovadores de las vanguardias y el grupo del 27.

    La Comedia burguesa: Jacinto Benavente.
    La comedia burguesa se caracteriza por recrear ambientes de la burguesía y de la aristocracia, con personajes de buen tono, refinados, cultos e irónicos que dialogan con soltura y brillantez. Estamentos cuyas lacras satiriza, pero sin profundizar, sin ahondar en las tensiones sociales de la época.
    Jacinto Benavente (1866-1954) es la figura más representativa de este teatro. Tras un celebrado comienzo con El nido ajeno (1894) sucumbió a las exigencias del público burgués, atemperando el tono en sus siguientes obras. Destaca una excepción, Los intereses creados (1907), su obra maestra, farsa con momentos fantásticos de ironía y sarcasmo donde utiliza los personajes de la Commedia dell´arte italiana y del teatro clásico español, el amo educado, idealista y galán y el criado pícaro y astuto para censurar el materialismo, la pasión del dinero, una sociedad movida por el interés.
    El teatro en verso.
    De carácter postromántico, con elementos modernistas, va asociado ideológicamente a un rancio tradicionalismo que exalta los valores e ideales nobiliarios y las grandes gestas del pasado imperial.
    Eduardo Marquina (1879-1946) es quizá el más digno representante de este teatro. Escribió también poesía dentro de la corriente modernista. Cosechó grandes éxitos con Las hijas del Cid (190 y En Flandes se ha puesto el sol (1911).
    Francisco Villaespesa, también poeta, mira también las glorias pasadas en Doña María de Padilla (1913) y La leona de Castilla (1916).

    El teatro cómico.
    Dos géneros que alcanzan éxito de público: la comedia costumbrista y el sainete, con tipos y ambientes castizos tomados de los sainetes de D. Ramón de la Cruz, del s. XVIII o de la zarzuela.
    Los hermanos Álvarez Quintero. Serafín (1871-193 y Joaquín (1873-1944) llevan a la escena una Andalucía tópica y sin más problemas que los sentimentales, jovial y graciosa, donde reinan la felicidad y el salero. De sus más de doscientas obras, destacamos El patio (1900), Las de Caín (190.
    Carlos Arniches (1866-1943) presenta típicos personajes castizos (sereno, joven casadera, chulo, raterillo, etc.: chulapos y chulapas) en un Madrid pobre y marginado donde el garbo y la bondad hacen llevadera la miseria. Citamos El santo de la Isidra, (189, Los milagros del jornal (1924), como sainetes y dentro de sus "tragedias grotescas", La señorita de Trevélez (1916), y Los Caciques (1920).
    En un nivel inferior de calidad, que no de éxito, situamos el género llamado "astracán", cuyo creador es Pedro Muñoz Seca (1881-1936). Son obras descabelladas, pura caricatura, texto desarticulado, lleno de chistes, cuya única intención es provocar la carcajada. Destaca, sin embargo, un título en su producción, La venganza de don Mendo (191, hilarante parodia de los dramas románticos en verso al uso en la época.

    El teatro del 98. Tentativas renovadoras. Valle-Inclán.
    Los hombres del 98 protagonizaron un interesante intento de renovación de la escena española. A excepción de Baroja, todos ellos cultivaron el género dramático, con desigual fortuna. Mención aparte merece la figura de Valle-Inclán, cumbre del teatro español del s. XX.
    Miguel de Unamuno usó el teatro para presentar los conflictos humanos que le obsesionaban: es, pues, un drama de ideas, con un diálogo denso y sin concesiones a las exigencias escénicas. Destaca Fedra (1911) y El otro (1927).
    Azorín se acercó tardíamente al teatro con poca fortuna dentro de una línea irreal y simbólica. Destacan Angelina (1930) y Lo invisible (192, trilogía sobre el sentimiento de angustia ante la muerte.
    Mención especial merece la figura de Jacinto Grau, dramaturgo que fracasó en España pero triunfó en Londres, París o Berlín, autor de una obra que hoy atrae la atención de la crítica, El señor de Pigmalión (1921), farsa en que unos muñecos, anhelantes de vida, se rebelarán conrtra su artista creador.
    Ramón Gómez de la Serna, dentro de un ideal de "arte arbitrario", escribió obras alejadas del público de la época, que en su mayoría se quedaron sin estrenar. Anticipa el concepto de antiteatro de E. Ionesco y destaca su obra titulada Los medios seres (1929).
    Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936)

    El teatro del 27. Federico García Lorca.
    La g. del 27 no es sólo el grupo conocido de poetas; coexisten dramaturgos como Alejandro Casona y Max Aub o Jardiel Poncel y Miguel Mihura, cuya creación fundamental se da en la posguerra. El teatro del 27 se caracteriza por una depuración del teatro poético, la incorporación de fórmulas de vanguardia y el propósito de acercar el teatro al pueblo.
    Pedro Salinas escribe la mayor parte en el exilio. Destacan Judith y el tirano y El dictador.
    Rafael Alberti estrenó antes de la guerra dos obras interesantes: El hombre deshabitado (1930), de carácter surrealista: el hombre perdido ante un Dios absurdo y Fermín Galán (1931) sobre el famoso héroe republicano fusilado. En el teatro psterior a la guerra destaca Noche de guerra en el museo del Prado (1956).
    Miguel Hernández (1910-1942) comienza con ecos de Calderón en Quien te ha visto y quien te ve y sombra de lo que eras (1934), auto sacramental, para decantarse posteriormente por un teatro de corte social con ecos de Lope, El labrador de más aire (1937) o un teatro de propaganda en plena guerra Teatro de guerra (1937-3.
    Alejandro Casona es un dramaturgo total que se reveló en 1934 con La sirena varada. Su obra más interesante es posterior a la guerra La dama del alba, escrita en el exilio.
    Hoy se está recuperando buena parte del teatro de Max Aub, cuya producción más importante se da en el exilio, destacando sus piezas breves sobre el destierro Los trasterrados, San Juan, Morir por cerrar los ojos, etc.
    Federico García Lorca (1898-1936)


    LA NOVELA POSTERIOR A 1936
    1. La novela de posguerra (1939-1950).
    2. El realismo social en la novela (1951-1962).
    3. La renovación de las técnicas narrativas a partir de los sesenta.
    4. La novela en los últimos años.

    La novela de posguerra.
    La desorientación cultural de los primeros años de la posguerra es muy acusada en el campo de la narrativa. La novela de los años anteriores a la guerra, por unos u otros motivos no puede servir de modelo, exceptuando la obra de Baroja que, en algunos casos, sirve de ejemplo para ciertos narradores de la llamada generación del 36. Pero sobre todo es una época de búsqueda, de tanteo (novela psicológica, poética, simbólica, etc.).
    En 1942 aparece La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela y en 1945, Nada de Carmen Laforet. Estas dos obras marcarán el camino a seguir por otros novelistas en estos años. La primera inaugura lo que se dio en llamar "tremendismo", presentando una selección de los aspectos más duros de la vida española. La novela de Carmen Laforet, entonces estudiante de veintitrés años y por la que recibió el premio Nadal, mostraba la Barcelona de 1944 en un ambiente sórdido de mezquindad, de ilusiones fracasadas, una realidad cotidiana irrespirable con un estilo desnudo y un tono desesperadamente triste. Una línea (tristeza y frustración) que también se observa en la primera novela de Miguel Delibes, La sombra del ciprés es alargada (1947).
    Sin conexión –no la había en ningún caso en plena autarquía- con la narrativa europea, se da un enfoque existencial a ese reflejo de la vida cotidiana, basado en la tristeza y en la frustración, la soledad, la inadaptación, la muerte.
    Los personajes son seres marginales y desarraigados que encarnan el malestar del momento, pero sin denuncia social o política, imposible por la acción de la censura.
    El realismo social en la novela (1951-1962).
    La novela social será la corriente dominante entre 1951, fecha de publicación de La colmena de C. J. Cela y 1962, fecha de Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos.
    Lo social ocupa un lugar importante en la literatura española contemporánea: Machado, Lorca, Alberti, algunos grupos de prosistas. Pero es a partir de 1951, con La colmena de Cela –a la que debe añadirse La noria de Luis Romero, de la misma fecha-, cuando, coincidiendo con una mínima apertura del régimen de Franco, unas generaciones de jóvenes escritores comienzan a señalarse objetivos y caminos comunes en los distintos géneros, en lo que se ha llamado el "social-realismo". Ahora, el arte debe ser una representación de la realidad, la literatura, un instrumento de transformación del mundo, de ahí que planteen la necesidad de un arte de "urgencia", orientado a una reclamación acuciante de justicia. La creación artística debe ser "un acto moral" y "útil", y debe dirigirse a un público lo más amplio posible, "a la inmensa mayoría" dirá Blas de Otero, recordando, por oposición, al "a la inmensa minoría" de Juan Ramón Jiménez.
    Las dos novelas ya señaladas del año 51 y El camino (1950) y Mi idolatrado hijo Sisí (1953), ambas de Delibes, señalan con ojos críticos parcelas de la realidad española, Madrid, Barcelona, el miserable campo castellano, una familia burguesa.
    En 1954 se dan a conocer un conjunto de autores, nacidos entre 1925 y 1931, que reciben las denominaciones de generación del 50 o generación del medio siglo, y son: Ignacio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María Matute, Juan Goytisolo, Juan García Hortelano, etc.
    Los temas narrativos más recurrentes son:
    · la dura vida del campo, (Los bravos de Jesús Fernández Santos, Fulgor y sangre de Ignacio Aldecoa, ambas de 1954);
    · el mundo del trabajo, (La zanja, de Alfonso Grosso, de 1961).
    · panorámicas urbanas, (La colmena, La noria, La resaca, de Juan Goytisolo, de 195.
    · novelas sobre la joven burguesía desocupada, abúlica (Juegos de manos, de 1954, de Juan Goytisolo, Tormenta de verano, de 1962, de Juan García Hortelano; Entre visillos, de 1957, de Carmen Martín Gaite).
    Técnica y estilo:
    · Sencilla estructura, con predominio de la narración lineal.
    · Acción concentrada en un corto espacio de tiempo, a veces en un solo día, o menos, como en El Jarama de Ferlosio.
    · Preferencia por las novelas de personaje colectivo, además de en La colmena y La noria, en Los bravos, Dos días de setiembre, etc. y por las de personaje representativo, tomado como síntesis de clase o de un grupo: opuesto, por tanto, a la novela psicológica.
    · Enfoque objetivista de la realidad o su pretensión, al menos: la mirada del novelista es como la de una cámara de cine, recoge diálogos, vidas, paisajes sin intervención, es la "desaparición del autor".
    · Importancia del diálogo, con una apropiada variedad de registros.
    · El lenguaje es como el de una crónica periodística, desnudo, sencillo, directo.

    La renovación de las técnicas narrativas en la década de los sesenta.
    En la base de la renovación técnica de nuestra narrativa está la obra de algunos de los novelistas más importantes de la literatura del siglo XX: James Joyce, Marcel Proust, Franz Kafka, W. Faulkner; así como el influjo ejercido por el "nouveau roman" francés o la narrativa hispanoamericana, con el auge ("boom") que conoce en los años sesenta.
    Nuevos procedimientos narrativos:
    1. El "punto de vista". La posición del autor.
    Continúa, en la medida en que se prescinde de la omnisciencia, la "desaparición" del autor, la búsqueda de cierto objetivismo. Pero se da gran importancia al punto de vista –ángulo o perspectiva desde el cual el autor contempla los sucesos y los personajes-, siendo éste único o múltiple. Único, si se reduce el enfoque a un solo personaje; múltiple, si la historia se enfoca, alternativamente, desde diversos personajes. Ésta última adquiere especial relevancia e interés, y es lo que se dio en llamar el perspectivismo. Progresivamente irá reapareciendo el autor omnisciente.
    2. El tratamiento de la anécdota.
    La anécdota, el argumento, se reduce al mínimo. La novela de este momento da entrada a lo imaginativo, lo alucinante, lo irracional o lo onírico (Kafka, Faulkner, …).
    3. Procedimientos de estructuración.
    En la estructura externa desaparece el capítulo y predomina la "secuencia", separadas entre sí por espacios en blanco, sin numerar. En la estructura interna, destaca el uso del contrapunto, la técnica caleidoscópica, el desorden cronológico y el flash-back, estructuras caóticas donde el lector interviene ordenando los datos que obtiene, violentas elipsis en el desarrollo de la acción y la ausencia de desenlace, lo que se conoce como novela abierta.
    4. Los personajes.
    Retorna el análisis de personajes individuales, normalmente en conflicto consigo o con la realidad que lo rodea, personajes zarandeados o anulados por su entorno.
    5. Las personas de la narración.
    El relato en tercera persona no corresponde inevitablemente a la omnisciencia, puede ser el punto de vista de un personaje. La primera persona se presta para un detenido análisis del protagonista. Abundante uso de la segunda persona, bien a un tú que es un personaje al que el autor se refiere, bien un tú autorreflexivo.
    6. Diálogo y monólogo.
    Disminución del diálogo, cobrando fuerza otros procedimientos como el estilo indirecto libre y el monólogo interior.
    7. Las descripciones.
    Ahora, la descripción no tiene sólo función ambientadora, sino que adquiere valor en sí misma y los objetos descritos cobran tanta importancia como los personajes o los sucesos.
    8. Renovación estilística.
    Se generaliza el lenguaje poético, lenguaje enriquecido que potencia la expresión artística. La sintaxis es compleja, dejando paso a la exploración de nuevas posibilidades de la frase. La novela es como un cajón de sastre en el que cabe todo: prosa poética, fotos, dibujos, documentos históricos, textos periodísticos.
    Los novelistas que participan de esta renovación de la narrativa son, con la dificultad de la periodización, los "mayores" que habían comenzado su creación en años anteriores y los nuevos narradores que se incorporan ahora. Hay que destacar los siguientes:
    Los mayores, Camilo J. Cela (1916) con San Camilo 1936, Miguel Delibes (1920) con Cinco horas con Mario (1966) y Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999) con La saga/fuga de J.B. (1972), contribuyen al alejamiento del social-realismo o de la novela social.
    Además de esas tres novelas destacan Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín Santos (1924-1964), tomada como referencia para situar el inicio de la renovación narrativa; Señas de identidad (1966), de Juan Goytisolo (1931); Volverás a Región (1967), de Juan Benet (1927-1993); El mercurio (196 de José María Guelbenzu (1944).
    En 1975, Eduardo Mendoza (1943) publica La verdad sobre el caso Savolta, que supone, olvidando el experimentalismo, un retorno al gusto de contar historias y que, aunque mantiene muchas de las características de la novela renovadora, incide en la trama, la peripecia argumental y carga de intriga el argumento, iniciando así un proceso de acercamiento al lector y un considerable éxito de público en la narrativa de los últimos años.

    La novela en los últimos años.
    Los elementos más notables de la narrativa reciente son los de la narrativa tradicional: argumento comprensible, personajes definidos y estructura simple y lineal. De manera general se pueden observar las siguientes líneas narrativas: la novela de intriga, generacional, histórica, nuevas formas de realismo, experimentalismo, intimismo o novela estilística.
    En general, los nuevos novelistas que se dan a conocer en los últimos veinticinco años del siglo enlazan con la renovación iniciada en los sesenta y siguen siendo muy sensibles a la influencia de las literaturas europea e hispanoamericana.
    Como notas comunes a la mayoría de los narradores podemos señalar:
    · Un sentimiento de desencanto, tras los anhelos de transformación del mundo (mayo del 6.
    · Distanciamiento de los problemas colectivos, del compromiso político.
    · Reaparición de las preocupaciones existenciales y la intimidad.
    · Tono desenfadado y humorístico en muchas creaciones como muestra del escepticismo y el desencanto.
    La nómina de novelistas que publican durante esto últimos años es inmensa y, a falta de la necesaria perspectiva histórica, tan necesaria, debemos destacar los siguientes autores y novelas:
    La ya mencionada La verdad sobre el caso Savolta (1975), de Eduardo Mendoza (1943), que inaugura una nueva etapa narrativa, y que continuó con otras novelas también excepcionales: El misterio de la cripta embrujada (197, La ciudad de los prodigios (1986), La isla inaudita (1989), Una comedia sentimental (1997).
    Manuel Vázquez Montalbán (1939), poeta "novísimo" conocido por su narrativa y, sobre todo, por sus novelas policiacas protagonizadas por el detective Carvalho (Asesinato en el comité central, Los mares del sur, Lo pájaros de Bangkok, El premio), y que ha cultivado también la novela política y el ensayo.
    Francisco Umbral (1936): sus obras se sitúan en la confluencia entre la ficción, la autobiografía, la crónica periodística o el ensayo. Su novela se caracteriza por su riqueza léxica y su variedad de tonos, que van desde el lirismo y la ternura a la crítica y al cinismo. Destacamos Mortal y rosa (1975), emotivo libro sobre la muerte de su hijo y Las señoritas de Avignon (1995).
    Antonio Muñoz Molina (1956) incide en la línea de la novela de intriga. Sus obras se caracterizan por el realismo, la intriga, el argumento bien estructurado y la riqueza de su escritura. Entre otras, cabe destacar El invierno en Lisboa (1987), Beltenebros (1989), El jinete polaco (1991) y Plenilunio (1995).
    Javier Marías (1951), cuya narrativa mezcla magistralmente intimismo e intelectualismo, y en el que pesa, sin duda, su formación anglosajona, la minuciosidad del detalle y las digresiones morosas que surgen del pensamiento de los personajes. El hombre sentimental, Corazón tan blanco (1992), Todas las almas, y Mañana en la batalla piensa en mí (1995) son algunas de sus novelas.
    Juan José Millás (1946) trata fundamentalmente los problemas existenciales de una generación, la del 68: en La soledad era esto (1990), el fracaso idealista deja paso al poder del dinero; destacamos también El desorden de tu nombre y Tonto, muerto, bastardo e invisible (1995).
    La lista –inmensa- puede completarse con los siguientes novelistas: Luis Goytisolo(1935), Arturo Pérez Reverte (1951), Juan Manuel de Prada (1970), Luis Mateo Díez (1942), Luis Landero (194, Adelaida García Morales, Álvaro Pombo, Julio Llamazares, José Mª Merino, Javier García Sánchez, Félix de Azúa, Javier Tomeo, Lourdes Ortiz, y un larguísimo –afortunadamente- etcétera.


    LA POESÍA POSTERIOR A 1936
    1. La poesía en los primeros años de posguerra: tendencias y autores.
    2. La poesía social.
    3. Hacia una nueva poética: años 50 y 60.
    4. Los "novísimos".
    5. La poesía actual: tendencias entre las últimas generaciones de poetas.
    La poesía de Miguel Hernández. La poesía del exilio.
    La poesía en los primeros años de posguerra: tendencias y autores.
    En los poetas que no marchan al exilio, Dámaso Alonso encontró –en acepciones ya asumidas- dos caminos fundamentales: poesía arraigada y poesía desarraigada. No obstante, podemos encontrar otras tendencias de importancia en la poesía española de los años 40 y principios de los 50. Son las siguientes:
    Poesía arraigada. Bajo este epígrafe estarían, según Dámaso, aquellos poetas que se expresan "con una luminosa y reglada creencia en la organización de la realidad". En torno a la revista "Garcilaso" se agrupan un grupo de poetas que ven en Garcilaso de la Vega un ejemplo de claridad, perfección y orden. En formas clásicas, fundamentalmente el soneto, encierran una visión del mundo coherente, ordenada, serena, predominando la poesía sacra, la poesía amorosa y la poesía imperial, con un sentido de pura evasión; señalemos a José García Nieto (1914). En torno a la revista "Escorial" hay otro grupo de poetas de mayor interés, la llamada generación del 36: Luis Rosales (1910-1992), Leopoldo Panero (1909-1962) y Luis Felipe Vivanco (1907-1975), a los que podríamos añadir a Dionisio Ridruejo (1912-1975), jefe de propaganda de Falange que evolucionará a posturas progresistas, que desbordarán esta línea de clasicismo formal hacia una poesía de aliento social y renovación formal. En este sentido destaca la trayectoria poética de Luis Rosales, que en 1949 sorprende con La casa encendida.
    Poesía desarraigada. "Para otros, -decía Dámaso Alonso- el mundo nos es un caos y una angustia, y la poesía una frenética búsqueda de ordenación y de ancla. Sí, otros estamos muy lejos de toda armonía y de toda serenidad." En este sentido, destaca su Hijos de la ira (1944). Es en la revista "Espadaña" donde se dan cita los poetas de tono trágico, descorazonador, "tremendista", que se enfrentan a un mundo deshecho y caótico, invadido por el sufrimiento y la angustia. La religión, cuando aparece, lo hace con un tono de desesperanza. Este humanismo es de corte existencialista. En esta tendencia hay que incluir a Victoriano Crémer (190, Eugenio de Nora (1923), José Luis Hidalgo, Carlos Bousoño y los primeros libros de Blas de Otero y Gabriel Celaya.
    Otras tendencias. Inclasificables son José Hierro y José María Valverde que, alejados de postulados conformistas, escriben una poesía de corte existencial el primero y de carácter religioso el segundo. El "Postismo" es un movimiento de vanguardia (postsurrealismo, el último "ismo") fundado en 1945 por Carlos Edmundo de Ory (1923) que reivindica la imaginación, lo lúdico. Finalmente, el Grupo Cántico, creado en Córdoba en torno a la revista "Cántico" (1947-1949) se inclinó por una poesía de carácter culturalista y barroca. Pablo García Baena (1923) es su mejor representante.
    La poesía social.
    Esta poesía busca superar la angustia existencial para situar los problemas en un marco social. La poesía es un instrumento de transformación social ("un arma cargada de futuro" dirá Celaya en el poema que sirve como manifiesto de esta corriente); el poeta se hace solidario de los demás hombres, antepone el contenido sobre la forma adoptando un estilo sencillo y, a veces, prosaico. Se deja notar el influjo de A. Machado y M. Hernández, como poetas españoles, y de César Vallejo y Pablo Neruda, como hispanoamericanos, con España, aparta de mí este cáliz y España en el corazón, respectivamente.
    Gabriel Celaya (1911-1991) es el máximo representante con libros como Las cartas boca arriba (1951), y, sobre todo, Cantos íberos (1955); con él, Blas de Otero (1916-1979), que aunque se inicia en la religiosidad poética con Cántico espiritual (1942), incorporará la protesta social en sus siguientes libros, entre los que destaca Pido la paz y la palabra (1955), Ancia (195 y Que trata de España (1964); José Hierro (1922) se inició en el existencialismo pero evolucionó a una poesía social en Quinta del 42, para abandonar rápidamente este camino e iniciar una creación poética de tono intimista y exigencia estética con Cuanto sé de mí (1959), Libro de las alucinaciones (1964) y, recientemente, su Cuaderno de Nueva York (199.
    Hacia una nueva poética: los años 50 y 60.
    Aunque la poesía social se prolonga durante los años 60, comienzan a aparecer, ya en los 50, (conocidos como generación del 50 o del medio siglo) poetas nuevos que representan una superación de la estética social-realista, aunque en muchos de ellos siga presente el acento social. Destaquemos a Ángel González, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Francisco Brines, Claudio Rodríguez, Carlos Barral, José Caballero Bonald y José Agustín Goytisolo.
    Podríamos señalar los siguientes rasgos comunes a todos ellos:
    · Preocupación fundamental por el hombre que, en parte, enlaza con el humanismo existencial. Huyen de cualquier forma de patetismo o tremendismo en su creación.
    · Inconformismo ante el mundo que los rodea, pero se sienten escépticos sobre el poder de transformación de la poesía, como todas las generaciones posteriores.
    · Pere Gimferrer apuntó que "lo propio de estos poetas no es tanto el realismo histórico como la creación y consolidación de una poesía de la experiencia personal". En este sentido debe entenderse que reciban el nombre de "Poesía de la experiencia".
    · Por ello, sus temas suponen un retorno a la intimidad: el fluir del tiempo (Biedma: "sólo existen dos temas en mi poesía: el paso del tiempo y yo"), el recuerdo nostálgico de la infancia, el amor, el erotismo, la amistad, etc.
    · Su lenguaje surge de una exigente labor de depuración y concentración. Bajo una apariencia conversacional y antirretórica, aparece un mayor rigor en el trabajo poético. Cada poeta buscará, no obstante un lenguaje personal sin caer en el experimentalismo, con un tono cálido, cordial, cargado, a veces, de ironía.
    Destaca la obra de Jaime Gil de Biedma (1929-1990) recogida bajo el nombre de Las personas del verbo; Ángel González, con Tratado de urbanismo (1967); Claudio Rodríguez (1934-1999) con Don de la ebriedad (1953); José ángel Valente (1929) con A modo de esperanza (1955)
    (Nota: entre los poetas del 50 y los "novísimos" han quedado emparedados algunos poetas de interés. Citemos a Félix Grande y Antonio Gamoneda. Se distancian de los "novísimos" por la actitud que adoptan respecto de la realidad histórica, su poesía todavía guarda relación con la realidad concreta, aunque tamizan, criban la anécdota.)
    Los "novísimos". Remitimos al estudio de De los novísimos a los poetas del 90
    En 1970, José Mª Castellet publica una antología de poesía contemporánea de amplia repercusión titulada Nueve novísimos poetas españoles. Y son: Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Martínez Sarrión, José Mª Álvarez, Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Vicente Molina-Foix, Guillermo Carnero, Ana Mª Moix y Leopoldo María Panero, nacidos entre 1939 y 1948. Se observan en ellos los siguientes rasgos:
    · Estos escritores poseen una distinta "educación sentimental", en la que, junto a la formación tradicional, han intervenido decisivamente los tebeos o comics, el cine, la música (Pop, rock, jazz, blues, etc.), la televisión y los libros ahora conseguidos fácilmente, con lo que conectan con la poesía que se está haciendo en Europa y EE.UU.
    · Sus referentes culturales y literarios son amplios y diversos: desde los hispanoamericanos Vallejo y Paz a Aleixandre y Cernuda; pero señalemos el influjo que sobre ellos posee la poesía clásica grecolatina, los románticos ingleses, Auden, Yeats, Pessoa y, en España, el grupo "Cántico", Biedma, Valente, …
    · Sus temas van de lo personal (amor, erotismo, recreación de la infancia…) a lo político o público (Vietnam, sociedad de consumo…).
    · Cierta frivolidad en el tratamiento de los temas: Marilyn Monroe con el "Che", Groucho Marx con Karl Marx, Charlie Parker y Vietnam, etc., títulos de películas, canciones, elementos de la cultura del momento, en lo que se denomina "collage".
    · Su objetivo en cuanto al estilo es la renovación del lenguaje poético y, en este sentido, podemos hablar de un nuevo vanguardismo, con aspectos surrealistas por la ruptura con la lógica de un mundo absurdo.
    El cambio en las perspectivas retórica y poética se concreta en unas características comunes y en una serie de libros; así, destacamos como comunes a estos poetas estos elementos: el mar, el mundo clásico, el cosmopolitismo, la sacralización de la literatura por encima de la vida, el exotismo, los viajes fantásticos, el decadentismo y el verso libre; y los libros Arde el mar (1965), considerado el punto de partida de esta poesía, La muerte en Beverly Hills (1967), ambos de Pere Gimferrer; Teatro de operaciones (1967), de Antonio Martínez Sarrión; Cepo de nutria, de Félix de Azúa; Dibujo de la muerte (1967), de Guillermo Carnero.
    La poesía actual: tendencias entre las últimas generaciones de poetas.
    A la vez o unos años después de los "novísimos" se dieron a conocer otros poetas como José Miguel Ullán,, Antonio Carvajal, Antonio Colinas, Jenaro Talens, Clara Janés, Luis Alberto de Cuenca, Luis Antonio de Villena, Jon Juaristi, Jaime Siles, Andrés Trapiello, Julio Llamazares, Blanca Andreu, Clara Rossetti, Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes, Almudena Guzmán…
    Esta poesía española es rica en cantidad y calidad. La crítica discute actualmente por dónde van las tendencias o grupos y destaca los siguientes:
    · Neosurrealismo. Se destacan los elementos irracionales del lenguaje. Blanca Andreu (1959) con De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall (1981) se convirtió en emblema de esta corriente.
    · Refinamiento veneciano, como se denomina a una línea decadentista y esteticista, que arranca de Gimferrer y continúa con Jenaro Talens o Luis Antonio de Villena.
    · Culturalismo. Así se denomina a una corriente de poesía que se inspira en la propia poesía, o en el arte en sus diversas manifestaciones, y que puede ser de carácter clasicista. Antonio Colinas (1946) con Sepulcro en Tarquinia (1975), Luis Antonio de Villena (1951), que defiende un hedonismo narcisista en Viaje a Bizancio (197, Luis Alberto de Cuenca (1950) bucea en la literatura antigua en Scholia (1975) y nos remite al cine o la novela negra en El otro sueño (1987).
    · Narratividad. Lenguaje directo para una poesía que cuenta una historia. Destacamos a Almudena Guzmán (1964) con Usted (1986).
    · Barroquismo, que tiene sus raíces en el XVII, con Antonio Carvajal (1943) y Extravagante jerarquía (1983).
    · Una nueva sentimentalidad, cercana a la poesía de la experiencia de la generación del 50, que representa Luis García Montero (195El jardín extranjero (1983) o Habitaciones separadas (1906).

    EL TEATRO DESDE 1936
    1. El teatro de la posguerra.
    2. El teatro de los años 50 y 60: el social-realismo.
    3. Los años setenta: búsqueda de nuevas formas.
    4. Tendencias y autores del teatro actual.
    El teatro de posguerra.
    Al terminar la guerra civil, nuestros dos mejores dramaturgos han muerto, Valle y Lorca, y, entre los demás autores, la mayoría parte hacia el exilio (Casona, Alberti, Max Aub…); los viejos maestros, Benavente o Arniches, poseen escaso interés. A este panorama hay que añadir que el cine empieza a ser una seria competencia para el teatro pues el público lo prefiere como espectáculo de evasión o diversión.
    Durante los años 40 y principios de los 50 cabe señalar tres líneas:
    · Un teatro de alta comedia, en la línea del teatro de Benavente, caracterizado por ser las llamadas comedias de salón, que presentan una amable crítica de costumbres y la defensa de los valores tradicionales de la España triunfante y por el seguimiento de estructuras escénicas consagradas. Señalemos a José María Pemán, Juan Ignacio Luca de Tena, Edgar Neville y Joaquín Calvo Sotelo.
    · Un teatro cómico, donde encontramos cierto interés en el trabajo de autores como Jardiel Poncela y Miguel Mihura.
    Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) intentó renovar la risa en la escena española. Su humor está teñido de cierto absurdo y, frecuentemente, de inverosimilitud. Destacan Cinco corazones con freno y marcha atrás (1936), Eloísa está debajo de un almendro (1940), Los ladrones somos gente honrada (1941), Los habitantes de la casa deshabitada (1942) y Como mejor están las rubias es con patatas (1945).
    Miguel Mihura (1905-1977), pese a sus limitaciones es nuestro mejor dramaturgo de la posguerra. Destaca su habilidad para urdir tramas sorprendentes, desde la comedia de enredo a la policiaca, su magistral manejo de los recursos escénicos y su imaginativo humor, disparatado y poético, por el que puede ser considerado un precedente del teatro del absurdo. De 1932, aunque estrenada en 1952 es su mejor obra: Tres sombreros de copa. Mihura ha afirmado que todo su teatro responde a una misma línea: "la de ocultar mi pesimismo, mi melancolía, mi desencanto por todo, bajo un disfraz burlesco". En esta obra, Mihura muestra su concepción de la vida, el choque entre individuo y sociedad, que provoca descontento ante un mundo lleno de convenciones que atenazan al hombre y le impiden ser feliz. Otras obras son: El caso de la mujer asesinadita (1946), El caso del señor vestido de violeta (1954), Carlota (1957), Melocotón en almíbar (195, Maribel y la extraña familia (1959).
    · Un teatro de carácter existencialista, grave, preocupado, inconformista, en el que destacan dos obras y dos autores: Antonio Buero Vallejo y Alfonso Sastre.
    Antonio Buero Vallejo (1916-2000) presenta, tras ganar el premio "Lope de Vega" en 1949 Historia de una escalera, que muestra tres generaciones de varias familias modestas, con sus sueños e ilusiones, su resignación, sus amores, rencores, fracasos. Un drama sobre la frustración que provoca el medio social y la propia debilidad del ser humano para ser fiel a sus convicciones. En general, el teatro de Buero trata de inquietar, planteando los problemas pero sin dar las soluciones y, también, de curar al ser humano impulsándole a luchar contra las adversidades que impiden el desarrollo de la dignidad humana: sus obras son, finalmente, una lección de humanidad y una llamada a la esperanza. Señalamos tres etapas en la producción de Buero: En la primera destacan, además de Historia de una escalera, Madrugada (1953), Hoy es fiesta (1956), Las cartas boca abajo (1957) en una línea existencial, que llega hasta 1958; una segunda etapa se caracteriza por el enfoque social y el recurso al drama histórico, hasta 1970, donde escribe algunas de sus mejores obras: La Meninas (1960), El concierto de san Ovidio (1962), El tragaluz (1967). En su tercera época, manifiesta su voluntad de no permanecer al margen de las inquietudes experimentales de los años setenta; en esta etapa expone de manera más explícita los contenidos sociales y políticos y desarrolla los llamados efectos de inmersión, destacan La llegada de los dioses (1971), La Fundación (1974), Caimán (1981), Diálogo secreto (1984) y Las trampas del azar (1995). La Fundación se considera una de las cimas del autor.
    Alfonso Sastre (1926). Su obra Escuadra hacia la muerte (1953) marca un hito en el teatro de posguerra por su hondura existencial; después, defenderá un teatro realista de intención social con Muerte en el barrio (1955). En 1986 recibió el Nacional de teatro por La taberna fantástica escrita veinte años antes. En su ensayo titulado Arte como construcción, (195 que llevaba el subtítulo de El social-realismo: un arte de urgencia, expuso las claves de la literatura de los años 50 y 60, coincidiendo, en gran medida con las teorías de J. P. Sartre (¿Qué es la literatura?, de 1949)
    El teatro de los años 50 y 60: el social-realismo.
    Con Buero y Sastre pasamos a una etapa orientada al teatro social y/o de protesta. Un nuevo público, joven y universitario pide un nuevo teatro más cercano a la realidad y más crítico que agote la leve relajación de la censura en los últimos años cincuenta y sesenta.
    Sastre crea en 1950 el T.A.S. ("Teatro de Agitación Social"), que fue prohibido y en 1961 el GTR ("Grupo de Teatro Realista"), tras estos autores aparecen Carlos Muñiz (El tintero, de 1961), Lauro Olmo (La camisa, de 1962) y José Martín Recuerda (Las salvajes de Puente san Gil, de 1963). Los temas son la deshumanización, las ilusiones truncadas, la brutalidad social. Con una técnica realista, pueden seguir dispares caminos estéticos: esperpento, expresionismo, sainete, etc.
    Los años setenta: búsqueda de nuevas formas.
    Hacia 1970 otros autores se han lanzado a una renovación de la expresión dramática, superando el realismo y asimilando corrientes experimentales del teatro extranjero, con lo que surge una nueva vanguardia teatral. Por lo demás, siguieron estrellándose contra la censura y su audacia formal los alejó de los teatros convencionales, del público mayoritario y de cierta crítica hasta su marginación.
    El caso más interesante es Fernando Arrabal (1932), que tras su primera obra, Los hombres del triciclo (195 optó por continuar su teatro en el extranjero, donde ha alcanzado un gran reconocimiento. Creador del llamado "teatro pánico", desenfrenado y provocador, deudor del surrealismo, del esperpento y del teatro del absurdo, nos ha dejado El cementerio de automóviles, El arquitecto y el emperador de Asiria (1966), El triciclo (1961), Oigo, Patria, tu aflicción (1975), Las delicias de la carne (1983), etc.
    Los rasgos más comunes de este teatro serían:
    · Los temas giran en torno a la crítica a la dictadura, la falta de libertad, las injusticias, etc.
    · Se sustituye el enfoque realista por uno simbólico o alegórico.
    · Los personajes suelen ser tipos descarnados, estereotipados.
    · Se recurre a la farsa, a lo grotesco, a la deformación esperpéntica.
    · El lenguaje es directo, vibrante, pero también poético o ceremonial.
    · Se cultivan los recursos no verbales: sonoros, visuales, corporales, etc. por la influencia del cine, el circo, la comedia musical o la revista.
    · Abundan los grupos de teatro independiente, que actúan al margen de los teatros comerciales, destacando Los Goliardos o el grupo Tábano en Madrid, La cuadra en Andalucía, Akelarre en Bilbao y, sobre todo, los grupos catalanes, Els Joglars (Catalonia 92, Olimpic man, 1986, Ubú, president, 1995, La increíble historia del Dr. Floit y Mr. Pla, de 199, Els Comediants, (Dimonis, 1981, Mediterrània, de 1992, Libro de las bestias, de 1997), el Teatre Lliure, La fura dels Baus, (Noun, 1990, Ombra, de 1999), que siguen activos y llenos de vitalidad en la actualidad.

    Tendencias y autores del teatro actual.
    El teatro siempre ha estado en crisis, pero últimamente parece más acertada que nunca esa expresión: se premian y editan obras que, finalmente, no son llevadas a escena; los montajes son austeros, casi espartanos; los teatros privados sobreviven gracias a las subvenciones de la administración –que se iniciaron con los gobiernos socialistas- y cuyas excepciones mayores son el Teatro de La Abadía en Madrid y el Teatre Lliure en Barcelona, y es en las salas alternativas donde, con el apoyo de un público joven, se está abriendo un camino a la evolución de la escena española. Dicho esto, los rasgos y autores del actual teatro español serían:
    · Un teatro anticonvencional, de la mano de Francisco Nieva (1929), cuyas obras se caracterizan por el erotismo provocador, la sátira y la desmesura verbal y escenográfica. Señalamos Delirio del amor hostil (197, Caperucita y el otro (1997), Pelo de tormenta (1997) y La vida calavera (199.
    · Retroceso de las vanguardias y retorno a una línea de teatro tradicional, donde triunfa, por ejemplo, Fernando Fernán Gómez, con Las bicicletas son para el verano (1982), de un depurado realismo.
    · Teatro que conecta con los jóvenes y aborda realidades como la droga o la delincuencia, con José Luis Alonso de Santos (1942) y sus obras La estanquera de Vallecas (1981), Bajarse al moro (1985), Pares y Nines (1991), Yonquis y yanquis (1996). En esta línea también destacan Fermín Cabal (194 con obras como Esta noche, gran velada (1983), Travesía (1993), y Castillos en el aire (1995) y José Sanchís Sinisterra (1940) cuyos personajes preferidos son actores de teatro; así, en Ay, Carmela, (1986), El retablo de El Dorado (1993) y El cerco de Leningrado (1994).
    · La línea de teatro lúdico y circense que están llevando a cabo grupos como los citados de Els comediants y La fura dels Baus.


    LITERATURA HISPANOAMERICANA DEL SIGLO XX
    La narrativa hispanoamericana.
    · La pervivencia del Realismo (hasta 1945).
    · La novela de la Naturaleza.
    · Los temas sociales.
    · La novela indigenista.
    · La superación del realismo. El "realismo mágico" o "lo real maravilloso".
    · La nueva novela hispanoamericana: el "boom" de los años sesenta y su continuación en los últimos años.
    La poesía hispanoamericana. Tendencias fundamentales.
    · El modernismo (hasta 1920). Rubén Darío.
    · La humanización de la poesía..
    · Otras tendencias hasta los años 60.
    La poesía de vanguardia (años 20 y 30).
    La poesía pura.
    La poesía negra. Nicolás Guillén.
    · La poesía de la renovación. Octavio Paz.
    · La poesía hispanoamericana en los últimos decenios.

    La narrativa hispanoamericana.
    La pervivencia del Realismo.
    El realismo de la narrativa hispanoamericana está teñido de un lenguaje romántico y un tono poético y presenta las peculiaridades hispanoamericanas. Así, cabe distinguir las tres áreas temáticas siguientes:
    · La naturaleza. Diversa y de grandes proporciones, inexplorada en gran medida y cuyas fuerzas telúricas condicionan la vida humana. Rómulo Gallegos (venezolano, 1884-1969) destaca por su novela Doña Bárbara (1929), reflejo de la dura vida de los venezolanos en el marco de una naturaleza grandiosa y despiadada. Ricardo Güiraldes (argentino, 1886-1927) es el novelista de la Pampa y el gaucho; destaquemos Don Segundo sombra (19269); José Eustasio Rivera (colombiano, 1888-192, en La vorágine (1924), presenta las peripecias de un poeta en plena selva amazónica, hermosa y terrible, que devora a los hombres.
    · Los problemas sociales y políticos. La inestabilidad política, las continuas revoluciones o golpes de estado, los dictadores, etcétera son las tensiones más constantes en la literatura hispanoamericana. Las novelas sobre la revolución mejicana son las que destacan en este periodo. Destaquemos La sombra del caudillo (1929) de Martín Luis Guzmán.
    · La novela indigenista. Hay una novela que tiende a reflejar las desigualdades sociales: en la cumbre, la oligarquía aliada a las grandes multinacionales extranjeras, que explotan y acumulan las inmensas riquezas de los países latinoamericanos; en la base, los obreros de las grandes haciendas o dependientes de las omnipotentes compañías multinacionales, bananeras o mineras, masas paupérrimas e ignorantes de indios o mestizos. La novela realista es, sobre todo, una protesta contra estas desigualdades. Destaquemos El mundo es ancho y ajeno, del peruano Ciro Alegría (1909-1967). El tema indígena estará presente en otros novelistas posteriores (caso de M. A. Asturias, Alejo Carpentier, Juan Rulfo, etc.) con enfoques que desbordan la estética realista.
    La superación del realismo. El "realismo mágico" o "lo real maravilloso".
    Tras la II guerra mundial se observa un cansancio de la novela realista, no en cuanto a los temas, pues siguen siendo básicamente los mismos con la incorporación del tema urbano, sino en el tratamiento, que ahora se pasa a tratar con nuevos procedimientos.
    La renovación se concreta en:
    · Predominio del tema urbano, recreación del mundo de la ciudad, dando cabida a los problemas existenciales.
    · Junto a la realidad inmediata, irrumpe la imaginación, lo fantástico. Realidad y fantasía aparecen íntimamente ligadas, unas veces por la presencia de los mítico, lo legendario o lo mágico y otras por el tratamiento alegórico o poético de la acción. Es lo que conocemos como "Realismo mágico" o "lo real maravilloso" en denominación de Alejo Carpentier.
    · Estéticamente, las novelas presentan un mayor cuidado constructivo y estilístico. Se tiende a las innovaciones formales en la línea de los grandes novelistas europeos y norteamericanos, en mezcla con la asimilación del surrealismo, que por las peculiaridades americanas se adapta perfectamente a lo mágico y maravilloso.
    Cinco autores son fundamentales: Jorge Luis Borges, Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, Adolfo Bioy Casares y Juan Rulfo.
    · Jorge Luis Borges (Argentina 1899-1986). Obsesionado por la identidad humana, el tiempo, la eternidad, lo infinito, el mundo como laberinto, por todo lo irreal. De 1944 es Ficciones, libro que renueva la cuentística. Le siguen El Aleph (1949), El Hacedor (1950), El informe de Brodie (1970), El libro de arena (1975). En todos sus relatos, su intención es proponer al lector juegos mentales, invitarlo a complejos ejercicios de imaginación y exponer problemas metafísicos.
    · Miguel Ángel Asturias (Guatemala, 1899-1974). Bucea en los mitos primitivos americanos. El señor Presidente (1946), de apariencia política, es en realidad una profunda reflexión sobre el ser humano. Su trayectoria se cierra con Viernes de dolores (1972).
    · Alejo Carpentier (Cuba, 1904-1980). Con una de nuestras mejores prosas por su riqueza y perfección, asombra por la complejidad y seducción de sus estructuras narrativas. Destaquemos Los pasos perdidos (1953), El siglo de las luces (1962).
    · Adolfo Bioy Casares (Argentina, 1914-1999) impone el predominio de la ficción sobre la realidad, creando una forma de "novela metafísica" en La invención de Morel (1940).
    · Juan Rulfo (México, 1918-1986) ha pasado a la historia de la literatura con apenas 250 páginas, las que contiene su libro de relatos El llano en llamas (1953) y su novela corta Pedro Páramo (1955). Se caracterizan por una elaboración escrupulosa, el alejamiento del realismo, al que trasciende por la vía del mito, la superación de lo regional y social –siéndolo tanto- para desembocar en temas humanos de alcance universal, la incorporación de elementos fantásticos (maestro del "Realismo mágico") y un lenguaje y un estilo fascinantes surgidos del habla popular mejicana.
    La nueva novela hispanoamericana: el "boom" de los años sesenta y su continuación en los últimos años.
    En los años sesenta se produce lo que se ha llamado el "Boom" de la narrativa hispanoamericana. Los lectores europeos y, sobre todo, los españoles, leen con asombro y admiración La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa; Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato; El astillero de Juan Carlos Onetti; El siglo de las luces de A. Carpentier; La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes; Rayuela de Julio Cortázar; o Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.
    Estos novelistas (y otros) llevan las innovaciones vistas en el apartado anterior a sus últimas consecuencias, enriqueciendo la novela con nuevas aportaciones:
    · Preferencia por al novela "urbana".
    · Se mantiene el "Realismo mágico".
    · Renovación absoluta en el plano formal. No hay innovación de las señaladas para la novela española que no se dé en la novela hispanoamericana: ruptura de la línea argumental, cambios del punto de vista, caos temporal, contrapunto, técnica caleidoscópica, mezcla de personas narrativas, estilo indirecto libre, monólogo interior, etc.
    · En cuanto al lenguaje, se superponen estilos y registros, con distorsiones léxicas y sintácticas y un gusto por el lenguaje poético.
    Es un arte "nuevo" que ocupa un lugar principal en la literatura universal de todos los tiempos. Señalaremos cinco autores:
    · Ernesto Sábato (Argentino, 1914). Con tres novelas escritas –muy espaciadas en el tiempo- ocupa un lugar importante en esta narrativa. Se caracteriza por la perfección en la construcción de la novela, por la densidad de ideas y problemas que plantea y suscita y por la cercanía al ensayo. El túnel (194 fue su primera novela. Le siguen Sobre héroes y tumbas (1961) y Abaddón el exterminador (1974).
    · Julio Cortázar (Argentino, 1914-1984) inserta la fantasía en la cotidianidad con ecos surrealistas. Se reveló como un excelente escritor de cuentos, Bestiario (1951), Las armas secretas (1959), Todos los fuegos el fuego (1966), Queremos tanto a Glenda (1981), donde se imponen la casualidad, el humor y lo lúdico; pero es sobre todo su novela Rayuela (1963) su creación más intersante por su complejidad estilística y por una composición que permite al lector varios modos de seguir la lectura y participar recreando la novela. Destaquemos también 62: modelo para armar y La vuelta al día en ochenta mundos.
    · Carlos Fuentes (México, 192 ha manejado las más diversas técnicas. Crítico de la burguesía en sus novelas, destaca por la riqueza técnica y la mezcla de realidad e imaginación. Señalemos La muerte de Artemio Cruz (1962), Terra Nostra (1975), Gringo viejo (1985) y Diana (1994).
    · Gabriel García Márquez (Colombia, 192 es la figura más destacable de toda la narrativa hispanoamericana. Su obra fundamental, Cien años de soledad (1967) tiene un lugar destacado en la literatura española y universal. A la manera de un cuento de cuentos, los variadísimos episodios de la novela, perfectamente hilvanados, cuentan la historia de la familia Buendía y del mundo que la rodea, hasta componer una gran saga americana. Es una síntesis de todos los elementos de la narrativa hispanoamericana que se han señalado: la naturaleza, los problemas sociales y políticos, la humanidad cercana que es traspasada por una línea de imaginación sueño, deseo

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