Un predicador dominicano se trasladó un día a la vecina isla de Puerto Rico. Deseaba predicar el evangelio por las bonitas playas de ese país. Sacó su Biblia de su maletín y comenzó a predicar a unos pescadores que estaban preparando su embarcación justo antes de salir a altamar.
El predicador pensaba en Jesús cuando llamó a varios pescadores para que dejaran la pesca y se convirtieran en "pescadores de hombres".
Así, el predicador dominicano les exhortaba a que se arrepintieran y a que se convirtieran al evangelio de Jesucristo. De repente, todos los pescadores se subieron a su embarcación y se alejaron de la playa remando como locos. Los pocos pescadores que se quedaron en la orilla del mar se fueron corriendo como alma que lleva el diablo ...
Nuestro predicador se quedó solito en la playa, preguntándose por qué los pescadores habían huido despavoridos...
Se fue para una iglesita pentecostal de Ponce, al sur de Puerto Rico y habló con un pastor, a quien le explicó lo acaecido en la playa.
El pastor no entendía por qué los pescadores habían desaparecido al esuchar el mensaje de salvación del hermano dominicano.
"A ver, hermano, ¿qué les dijo usted para que se fueran volando?, le preguntó el pastor puertorriqueño.
"Yo no entiendo, helmano. Yo saqué mi Biblia de mi maletín y empecé a predical".
Sí, ¿pero qué mas les dijo usted?, indagó el pastor boricua.
"Puej yo lej dije que se arrepintieran y que obedecieran la palabra de Dioj".
"¿Y eso fue todo?", le contestó su interlocutor.
"No", le dijo el dominicano. "También lej dije que si se arrepentían, Cristo se llevaría todoj suj pejcados".
¡¡ El pastor puertorriqueño se revolcó de la risa !!
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