Entre en la alcoba... Sobre un blanco lecho,
que mas que lecho parecia un nido,
estaba el angel de mi amor dormido
con las manos cruzadas sobre el pecho.
Por el escote del ropaje estrecho
que oprimia su talle reducido
podia verse, bajo un cuello erguido,
dos palomas de nacar en acecho.
Ante tanta pureza y hermosura
se estremecio mi pecho de ternura
y senti arder, como una hoguera, mi alma...
Despues crecio mi erotico embeleso
y ya sin tino, sin razon ni calma,
apague la bujia... y le di un beso
(J. Federico Barreto Bustios, Tacna 1868-1929)
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