Había un viejo maestro Zen de nombre Nonoko, que vivía solo en una cabaña al pie de una montaña. Una noche, mientras Nonoko se hallaba sentado y meditando, un extraño irrumpió en la cabaña y, blandiendo su espada, conminó a Nonoko que le entregara su dinero.

Nonoko sin interrumpir su meditación, le dijo: “ Todo mi dinero está en una escudilla que se encuentra en aquel estante. Toma lo que necesites, pero déjame cinco yens, por que la semana que viene, debo pagar mis impuestos”

El extraño vació la escudilla y volvió a meter en ella cinco yens, como le había dicho el Maestro. Pero tomó también un hermoso jarrón que se encontraba en el estante.

“Trata ese jarrón con cuidado”, le dijo Nonoko, “puede romperse fácilmente”

El extraño echó una ojeada en torno a la pequeña y humilde estancia y se dispuso a marchar.

“No has dado las gracias”, dijo Nonoko.

El hombre dio las gracias y salió.

Al día siguiente, toda la aldea estaba alborotada. Eran muchos los que afirmaban haber sido robados. Alguien advirtió la falta del jarrón en el estante de la cabaña de Nonoko y le preguntó si él también había sido víctima del ladrón.
“ No, -dijo Nonoko-. le dí el jarrón y algo de dinero a un extraño, me dió las gracias y marchó. Era un tipo bastante amable, aunque un poco imprudente con la espada”.



Lo que hagas en la vida, tendrá eco en la eternidad.