PDA

Ver la versión completa : Viento



RodolfoCarmona
27/03/2002, 17:00
Viento. Todo danza en las afueras, en los entrapatios donde se cuelga la ropa mojada. Movimiento arbitrario que es el sueño de cualquier escritor que se respete. Estos días los avatares de la climatología encierran el misterio de lo indescifrable, ese estado de cosas que mucho tiene de exuberancia y poco de vacío.
El verde es un color que me hace compañía todas las mañanas. Esas mañanas en que la ventana se abre al jardín y se acomoda entre las hojas. Hojas de una vegetación contemplada y complaciente. Como en esos claustros medievales donde dios no habita, pero respira y ronca por los bronquios de la piedra.
El espacio de un cielo es siempre un cuadro de Monet. Pinceladas que invariablemente callan más de lo que dicen. La melancolía es un país, casi una nación, donde habitamos unos pocos. Cuando anochece, la luna se pone unas gafas oscuras y salimos buscando conversación y ternura. Buscamos, en el fondo, la teoría cuántica de la felicidad. Que ya es buscar.
No la encontramos, desde luego. Pero es hermosa la aventura del intento.
El viento hace figuras con la plastilina de la tierra, remolinos de polvo que serpentean por la calle y por la gente. Llega acompañado de las nubes. Unas nubes que como poemas de un Lorca neoyorquino, como prosa de Umbral –literaria y evocadora– me llevan más allá de lo accesorio.
Hay un encantamiento, un conjuro de dragones y princesas, una infantil ensoñación. Hay jauría de lobos corriendo tras el ciervo. Los sueños invariablemente tienen su ración de pesadilla. Pesadilla que en algunos casos se convierten en el sueño mismo. De eso sabía mucho Dostoyevski y muy poco el Comité Central de los soviéticos que nunca supo leer entre las líneas.
Un cuadro de membrillos encierra el dolor de la pintura tratando de escapar de los museos. Esos mausoleos donde recordar el olvido sin sospecharlo siquiera. La realidad es algo que en ocasiones se disfraza de ficción para sentirse realidad. De eso sabían mucho los surrealistas. Que en lo único que erraron fue en no reconocer que no hay nada más surrealista que la realidad desnuda.
Me resulta tan presuntuoso, ahora, hablar del universo o del tiempo, que no voy a hacerlo. Suena la alarma de un coche. Los sonidos de este nuevo siglo tienen la voz mecánica y de advertencia. Caminamos entre sirenas y claxones constantemente avisados de un peligro inminente y apocalíptico, como personajes de una novela de terror.
La vida se escapa en bicicleta. Abandona el escenario en la que es protagonista. Acude a su trabajo. Un trabajo que es un simple acto de supervivencia. El viento continua aleteando en la terraza. Pasa un gato por la barandilla haciendo equilibrios con la tranquilidad del que se sabe fuera de peligro. Y aquí estamos sorbiéndole las cuencas a una solitud en horas bajas. Una soledad impostora, cubierta con el burka; un burka que sólo deja al descubierto unos ojos seductores y oculta una incipiente sonrisa de hastío.