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Ver la versión completa : La luz y el sexo



RodolfoCarmona
25/02/2002, 17:59
Me maravilla esta luz. Me conmueve su plenitud, su gigantesco abrazo. El jardín dispone las hojas y las flores a su caricia más íntima. La luz es verde en el naranjo, blanca en las hortensias y roja entre las rosas. La luz es nuevamente luz en la mañana. Es, sencillamente, claridad, alegría.

El tiempo sobrevuela los días ajeno a nosotros. Viaja, recorre los cuatros puntos cardinales y regresa. Ese es su viaje, constantemente. Nosotros seguimos su estela mirando el devenir de las mareas, tratando de no caer por las esquinas del miedo –ese miedo que se pega, en ocasiones, al aliento–.

Ahora suena un violín. Suena envuelto en la tristeza, aunque lleno de tersura. Cuán difícil es comprender esta vida.

Está el cielo límpido. Los almendros, unos en flor y otros desnudos. Confusión. Todo se mezcla. Nada es definido, esta luz pone en evidencia las espinillas de lo cotidiano, pone de manifiesto que todo es un completo mestizaje entre la belleza y su contrario. Surge el dolor en la alegría y una sonrisa rompe en ocasiones el llanto. La felicidad siempre es incompleta.

Las flores se abren al insecto. Una abeja fecunda un panal de margaritas sin importarle el color de los pétalos lo más mínimo. Vuela suavemente, convertido en falo sagrado e irreverente. Dos mariposas se unen a la orgía. A veces creo que todo es una gigantesca copulación. Todo es una excusa para este desmesurado romance que es la perpetuación de todo lo que late y existe.

La Naturaleza derrocha esperma, se abandona al sexo, se deja llevar por los sentidos, promueve su exaltación a manos llenas. El ritual de apareamiento es el punto culminante de la vida, es la coordenada exacta donde la vida apuesta por la vida. A veces, exageradamente. Que se lo pregunten al macho de la araña viuda, o al salmón que remonta el río o al calamar que se ancla al fondo rociando semen.

Hay mil historias en la tormenta, aunque el rayo sólo nos cuente una. Historias que mucho tienen que ver con lo que hablamos. La tormenta es anticipo de lujuria entre los trópicos. Humedad, salvaje lubricación para las selvas.

Huele a placenta y a semilla. Huele a calor y a sabrosura. Huele a promesa y a luz, no lo olvidemos. Luz mediterránea, luz torrevejense…si es que es posible acotarla y definirla de tal modo. Luz, a secas. Dejémonos de localismos. Pues sólo nombra el sustantivo; el adjetivo es mero acompañante.

Hierve el agua en la cazuela, las voces surgen en la inmolación, la sal se pierde entre los dedos y no acuden las metáforas en auxilio del torero. Me juego lo que quieran a que la luna se acuesta con liguero.

Por fin se mueve el árbol. Por fin sale de paseo la pereza con que se había teñido el rostro la mañana. Por fin están las cosas en su sitio. Los perros dormitando, las flores conversando, las gentes por la plaza, dos tórtolas en el tejado y el jardín entero celebrando la boda del jazmín con la ventana. Trabajo ha costado conseguir que se abrazaran.

Por fin alcanzo a ver el mar al final de la avenida. Por fin me asomo a la ventana y te encuentro con mis palabras en tus manos. Sonrío. Por fin logré lo que buscaba: conversar contigo a la hora que tu digas.

No me preocupa ni el lugar ni el momento, ya lo sabes. Incluso se da la paradoja que duermes cuando hablo o viceversa. Pero…¿qué más da eso si sabemos decirnos lo que importa?.