ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
02/03/2019, 08:16
“Así, por lo tanto, sostengo que esa persona no es un nombre de segunda intención sino de primera, y que formalmente significa la doble negación de la comunicabilidad y connota naturaleza intelectual” (Duns Scoto, Ordinatio)
¿Cómo sabría que me estás mirando, que estás mirando hacia mí, si no esperase, de alguna manera, que la mirada se dirija a alguien?
La espera de la mirada supone la reciprocidad, de alguna manera, devolverla. Si miro un espejo y me extraño al verme (*), más me debiera extrañar de que vea que me miras al verte.
(*) No hay tal extrañeza, sino, generalmente, gusto al verse. En términos de reconocimiento y su esencia ínfinitamente problemática (**), un problema que ningún hombre podrá resolver enteramente jamás, “yo” se enlaza, en principio, que no con prioridad en su desarrollo y dialéctica consecuente, consigo mismo. “Yo” sabe que es “yo” y no es otra cosa.
(**) Que “yo” siga siendo y permanezca contradice su no-ser afirmándose por encima de su contradicción, se renueva a cada instante, sin descanso. “Yo” no se contradice con una abstracción, no hay pensamiento que logre que no sea (***).
(***) Los sentimientos, mucho más sutiles y profundos que el pensar, cuentan con semejante capacidad negativa. En el mejor de los casos, una especulación podría acariciar el pensamiento de que alguien no fuese (****), si antes pudiera pensar que alguien fuese.
(****) La especulación, sin embargo, no podría alcanzar la negación sino invirtiendo una afirmación. Las negaciones, en su primer tramo (*****), son síntesis que presuponen la experiencia.
(*****) Este primero no deja de ser “primero”, no cede su puesto ante otro que sea “segundo”, “tercero” o cualquier otro; por muchos términos que se añadan, ninguno va a evitar que lo que es sea.
¿Cómo sabría que me estás mirando, que estás mirando hacia mí, si no esperase, de alguna manera, que la mirada se dirija a alguien?
La espera de la mirada supone la reciprocidad, de alguna manera, devolverla. Si miro un espejo y me extraño al verme (*), más me debiera extrañar de que vea que me miras al verte.
(*) No hay tal extrañeza, sino, generalmente, gusto al verse. En términos de reconocimiento y su esencia ínfinitamente problemática (**), un problema que ningún hombre podrá resolver enteramente jamás, “yo” se enlaza, en principio, que no con prioridad en su desarrollo y dialéctica consecuente, consigo mismo. “Yo” sabe que es “yo” y no es otra cosa.
(**) Que “yo” siga siendo y permanezca contradice su no-ser afirmándose por encima de su contradicción, se renueva a cada instante, sin descanso. “Yo” no se contradice con una abstracción, no hay pensamiento que logre que no sea (***).
(***) Los sentimientos, mucho más sutiles y profundos que el pensar, cuentan con semejante capacidad negativa. En el mejor de los casos, una especulación podría acariciar el pensamiento de que alguien no fuese (****), si antes pudiera pensar que alguien fuese.
(****) La especulación, sin embargo, no podría alcanzar la negación sino invirtiendo una afirmación. Las negaciones, en su primer tramo (*****), son síntesis que presuponen la experiencia.
(*****) Este primero no deja de ser “primero”, no cede su puesto ante otro que sea “segundo”, “tercero” o cualquier otro; por muchos términos que se añadan, ninguno va a evitar que lo que es sea.