RodolfoCarmona
17/01/2002, 16:10
Aún hay tiempo de escribir alguna cosa. Lo que sea. Si quieres hablar de la inocencia, hazlo. Qué mas da que el mundo se empeñe en desmentirlo un instante más tarde. Si quieres hablar del carácter social de las termitas, hazlo. Debes saber que los arquitectos copian con descaro y sin pagar derechos de autor su ingeniería. Si quieres creer en duendes y doncellas, hazlo. Ahí afuera hay una multitud dispuesta a creer contigo lo que quieras.
Escribir es, definitivamente, un acto de ternura. Huye de aquel que te hable de venganzas y pasado.
Aún hay tiempo de escribir de una tormenta y de una extraña forma de locura: La única forma de ser cuerdo. El acto que antecede al hecho de ser.
Es tiempo de saber que todo es fugaz y perpetuo. Las palabras son alfileres donde colgar imágenes y sueños. Lugares arcaicos que nos hablan adentro, en ese lugar donde escondemos nuestros tesoros y nuestras misterios. Escribe. Escribe esos deseos que te queman, esa sed de abrir los ojos y verlo todo. Escribe.
Observa el jardín y los asilos. Contempla el mar y la bahía. Vislumbra el final de unos muslos y el deseo. Aspira el aroma de una mujer o de un hombre –como gustes–. Cuando dos seres se miran a los ojos y deciden amarse; todo sobra. Pregunta sobre el sol y las acacias. Conoce la luz de los desiertos y el sabor de los estanques. Corre un río en cada lugar por el que pisas. Báñate en él. Tu camino no se tuerce en los olvidos. No hay meandros para el fango. Eres barro, arcilla, detritus, fertilidad, vida.
Callar. Soñar. Amar. Copular, por qué no. Verbos que socorren a tu espíritu. Saber. Sabiduría de santón y de borracho. Saber. Sabiduría de [censurado] y monasterio. Saberes que te preceden y te sobreviven. Saberes que son cuando tu los aceptas.
El cuerpo es terreno movedizo. Húndete en él. Se tierra. Terrenal, si lo prefieres. El cielo no te espera. Nunca espera. Porque todo es cielo. El infierno, también.
Aprende el dolor y el gozo que encierran los sentidos. No tengas miedo de no creer en ti. No creas en patrias ni ideologías. Sabes como nadie que tu hogar es un corazón que palpita, una mano tendida, una inmensa blancura donde jugar con las palabras.
Escribe. Hay mil sílabas que importan. El resto sólo hacen compañía. Mil sílabas te esperan. Son tuyas. Sólo tuyas. Te pertenecen y les perteneces. Escribe sobre ti mismo y nos nombrarás a cada uno de nosotros. No existen nombres propios en la literatura. Todos los nombres nos contienen. Escribe pues de ti y lo harás del universo.
Escribir es, definitivamente, un acto de ternura. Huye de aquel que te hable de venganzas y pasado.
Aún hay tiempo de escribir de una tormenta y de una extraña forma de locura: La única forma de ser cuerdo. El acto que antecede al hecho de ser.
Es tiempo de saber que todo es fugaz y perpetuo. Las palabras son alfileres donde colgar imágenes y sueños. Lugares arcaicos que nos hablan adentro, en ese lugar donde escondemos nuestros tesoros y nuestras misterios. Escribe. Escribe esos deseos que te queman, esa sed de abrir los ojos y verlo todo. Escribe.
Observa el jardín y los asilos. Contempla el mar y la bahía. Vislumbra el final de unos muslos y el deseo. Aspira el aroma de una mujer o de un hombre –como gustes–. Cuando dos seres se miran a los ojos y deciden amarse; todo sobra. Pregunta sobre el sol y las acacias. Conoce la luz de los desiertos y el sabor de los estanques. Corre un río en cada lugar por el que pisas. Báñate en él. Tu camino no se tuerce en los olvidos. No hay meandros para el fango. Eres barro, arcilla, detritus, fertilidad, vida.
Callar. Soñar. Amar. Copular, por qué no. Verbos que socorren a tu espíritu. Saber. Sabiduría de santón y de borracho. Saber. Sabiduría de [censurado] y monasterio. Saberes que te preceden y te sobreviven. Saberes que son cuando tu los aceptas.
El cuerpo es terreno movedizo. Húndete en él. Se tierra. Terrenal, si lo prefieres. El cielo no te espera. Nunca espera. Porque todo es cielo. El infierno, también.
Aprende el dolor y el gozo que encierran los sentidos. No tengas miedo de no creer en ti. No creas en patrias ni ideologías. Sabes como nadie que tu hogar es un corazón que palpita, una mano tendida, una inmensa blancura donde jugar con las palabras.
Escribe. Hay mil sílabas que importan. El resto sólo hacen compañía. Mil sílabas te esperan. Son tuyas. Sólo tuyas. Te pertenecen y les perteneces. Escribe sobre ti mismo y nos nombrarás a cada uno de nosotros. No existen nombres propios en la literatura. Todos los nombres nos contienen. Escribe pues de ti y lo harás del universo.