PeRCeVaL
21/02/2019, 11:39
El año 2000 estuvimos cerca de comprar el fondo de comercio de una librería, tenía 17 años y ya faltaba poco para empezar la facultad. La librería era desprolija y hasta azarosa, se mezclaban libros de cultura egipcia con James Joyces hasta ese momento oculto pata mi y que años más tarde me desconsolaría totalmente con su "retrato del artista...". Muchos libros sucios y pocos best sellers. No voy a mentir recuerdo poco del hombre y su nombre hoy, son solo tres puntos suspensivos. Conceptualmente era un hombre de entrada edad, canoso, arrugado y anacrónico. Recuerdo perfectamente que me atendió como un comprador potencial al margen de mi corta edad y mi apariencia de maloliente púber desprolijo. Entre todos los regalos que me hizo, a saber, su amabilidad y su honestidad, también me dio un libro de Platón "El banquete" en una edición preciosa, aunque algo desgarbado, junto a un apuntador con la imagen de una rosa roja carmesí donde se notaban las espinas, y a su vez, estaba acompañada de una frase. Haciendo referencia a esta última me dijo: hoy puede que no la entiendas porque sos muy joven pero es una verdad. La frase era: "Las heridas cierran en silencio". En ese momento pensé que el silencio es lo mas parecido a la muerte, quizá las heridas cierran cuando nos acercamos a la muerte y ese camino es el tiempo.
Después consideré que lo estaba haciendo demasiado complejo y quizá era más sencillo y trivial, por ejemplo, la procesión va por dentro y las palabras no sirven, la expresión no sirven para curar.
Tiempo después retome la frase y volví a darle una vuelta más pero sin diferenciarme de la última interpretación, lo atribui a que el silencio es la falta de acción en el tiempo, y esto sería que las heridas cierran con paciencia.
Quizá las palabras no curan como creía el tio Sigmud.
Con el tiempo pensé y relacione la frase con la imagen del apuntador, una rosa es algo mundano y natural que al contemplarla es bellísima pero vivirla conlleva cierto peligro. La rosa es la vida misma, puede herirnos y la contemplación es el arte de saber silenciarse, apreciar y la postre reconciliarse con ella.
Hoy 19 años después descubro una fisonomía desgastada, arruinada, un cuerpo castigado, articulaciones que me reclaman y un alma llena de cicatrices, entonces me sonrió tibiamente y miro alrededor veo el verde y el naranja, miro pieles suaves, escucho las melodías que me arrastran al aire a volar, a ser parte de lo intangible y llegó a hundirme profundamente para seguir curandome, a reconciliarme con la vida.
Vuelvo a guardar el apuntador en la memoria para algún otro momento de trago amargo.
Después consideré que lo estaba haciendo demasiado complejo y quizá era más sencillo y trivial, por ejemplo, la procesión va por dentro y las palabras no sirven, la expresión no sirven para curar.
Tiempo después retome la frase y volví a darle una vuelta más pero sin diferenciarme de la última interpretación, lo atribui a que el silencio es la falta de acción en el tiempo, y esto sería que las heridas cierran con paciencia.
Quizá las palabras no curan como creía el tio Sigmud.
Con el tiempo pensé y relacione la frase con la imagen del apuntador, una rosa es algo mundano y natural que al contemplarla es bellísima pero vivirla conlleva cierto peligro. La rosa es la vida misma, puede herirnos y la contemplación es el arte de saber silenciarse, apreciar y la postre reconciliarse con ella.
Hoy 19 años después descubro una fisonomía desgastada, arruinada, un cuerpo castigado, articulaciones que me reclaman y un alma llena de cicatrices, entonces me sonrió tibiamente y miro alrededor veo el verde y el naranja, miro pieles suaves, escucho las melodías que me arrastran al aire a volar, a ser parte de lo intangible y llegó a hundirme profundamente para seguir curandome, a reconciliarme con la vida.
Vuelvo a guardar el apuntador en la memoria para algún otro momento de trago amargo.