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ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
12/01/2019, 08:26
“«No soy bastante hermosa para él». Tal era el pensamiento de Eugénie, pensamiento humilde y fértil en sufrimientos. La pobre muchacha no se hacía justicia; pero la modestia, o mejor aún la inquietud, es una de las mejores virtudes del amor” (Honoré de Balzac, Eugénie Grandet)

Ninguna experiencia sensible es enteramente pasiva. La sensibilidad puede ser percibida, responde, de alguna manera, activamente a su opuesto pasivo (*).

Cuando miramos algo no sólo lo vemos, concentramos la vista en ello. La mayor parte de lo que haya en el campo de visión es negado (**), no llega a ser visto, queda, para decirlo con una imagen espacial, atrás.

Cuando miramos a alguien, no a un objeto cualquiera, hay una expectativa de reciprocidad en la mirada, esto es, una complejidad que no sólo vea, sino que, a su vez, espera ser visto (***). En las reglas de la vista, además del movimiento de ida y vuelta de lo que se ve, su reflexión implícita (****), no hay una expectativa de que lo visto devuelva la mirada (*****). El recorrido de la vista al que nos hemos referido es primariamente espacial, en principio, puede recorrerse sin nada más (******), pero no llegaríamos a la reciprocidad con sólo pensar el espacio.

(*) La oposición de lo activo a lo pasivo es vacía y circular; para hacerla extensiva requiere ir más allá de su forma inicial, a la que se remonta y de la que no sale sin impulso. Lo activo tiene primeramente el opuesto pasivo en su recorrido, es él del otro lado, va de uno a otro; de no ser así, si no hubiese otro al que ir, no serían opuestos. Empero, las reglas a priori de su discurso, las que prevalecen en su desarrollo, pierden validez según las oposiciones se vayan enriqueciendo y alcancen contariedad, esto es, una oposición que vaya más lejos de lo opuesto.

(**) Una negación que no es exclusiva de la vista, sino de toda experiencia sensible; si la experiencia sensible no fuese negada sin descanso, no llegaría a sentirse.

(***) Una cualidad que presupone la identidad de la vista con quien la ve, un sujeto de la misma que, digámoslo sin miedo, trasciende la capacidad de visión. La trascendencia, más allá de reparos materiales, indica un problema primero para la reflexión, tiene una intriga consigo.

(****) La reflexión espacial tiene resuelta, de alguna manera, que la vista es en el espacio; no obstante, no queda ahí, va mucho más lejos, es lo que va a ser, el espacio sigue siendo. Para decirlo de cara a la cuestión en juego, en la disposición espacial no hay lugar primero para su no ser, esto es, sólo se puede no ser en el espacio indirectamente y de la mano de otro que no sea "en" él (******).

(****) Lo relevante de la reciprocidad es que no se alcanza por experiencia, sino que ya es; es, dicho esencialmente, con prioridad sobre ella y, dicho temporalmente, antes que ella.

(*****) Está claro que esta simplicidad se vuelve compleja y llega mucho más lejos de lo que pudiera presumirse especulativamente.

(******) La disposición al lenguaje desatiende la dependencia del espacio con extrema facilididad, lo abstrae con sólo decir (*******).

(*******) Basta con atender a la importancia de la escucha en la maduración del lenguaje para comprobar que si el lenguaje no se escuchase, carecería, no ya de a quién referirse, sino de la garantia de su renovación.