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Ver la versión completa : Conversación a solas y descoordinación afectiva



ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
27/12/2018, 10:01
“En todas las esferas de la vida la forma es el comienzo de las cosas” (Oscar Wilde, El crítico como artista)

Estar a lo mismo que otro en situaciones como una conversación, por más simple que parezca, requiere una coordinación prodigiosa. Incluso diría que difícilmente recreable.

Pensar una misma cosa requiere coordinación, que lo pensado no se escape de las manos y se pierda el hilo. Se me escapan tantas cosas que tengo que apuntarlas.

Cuando luego las leo, con frecuencia, me digo, “no lo entiendo, ¿qué querría decir?”. Más allá de bromas, he reconocido que no entiendo algunas partes de lo que pienso o escribo.

Hay cosas que escribo que me resultan totalmente extrañas, "ininteligibles". Las escribí en un estado de excitación intelectual, en mi caso, imprescindible en la práctica de la filosofía. Puedo leer cuanto me dé la gana, que la mayor parte de lo que leo es, por lo general, un mero añadido a algo que ya sé (*). Sin embargo, no puedo sentarme a escribir cuando me dé la gana; si no estoy en determinadas condiciones, intelectualmente activo y “a tono”, siento una gran inseguridad, y rechazo lo que escribo (**).

Al leer estas cosas pienso, “¿tú has escrito esto?”. Es un sentimiento intelectualmente desubicado, frustrante, sin reconocimiento del autor. Aunque lo haya escrito yo, sé que, en ese momento que lo leo, no lo podría escribir; reconozco que no estaría a su altura.

Esta falta de disposición creadora, por así llamarla, es la cuestión principal a la que me refiero con “angustia filosófica”; sin embargo, no es un “vértigo ante la nada” (***), sino ante una posibilidad positiva no realizada, que está a la espera y se hace rogar (****).

(*) Irónicamente, los pequeños añadidos ocupan la mayor parte del quehacer filosófico. Entrar en detalles, la clave de una reflexión fina, puede ser una inversión a largo plazo, que tarde en dar sus frutos; la auténtica reflexión no es directa e inmediata, no sucede "pensando" (*****).

Las ideas de importancia tienen que ser pocas, debiera ser sólo una; de lo contrario, superarían la capacidad de pensarlas.

(**) No lo rechazo del todo. Todo lo que pienso y escribo está ahí, en los objetos de mis reflexiones y, en su mayor parte, en mis escritos. Si escribo es, principalmente, para dejar constancia de lo que pienso, que no se me escape. Eso que pienso y escribo queda ahí como quedan ahí muchas cosas que leo.

Lo que leo lo podría leer cualquier otro, el resultado sería prácticamente el mismo; ser un buen lector no consiste en leer mucho, sino en estar en condiciones de reescribir por uno mismo la obra o la reflexión en juego, a su manera, rehacerla.

(***) En buena parte, la angustia filosófica está en deuda con la reflexión de Kierkegaard. No obstante, las cuestiones que movían su reflexión no eran de tipo literario, por muy buen escritor que Kierkegaard fuese, algo fuera de toda duda. Kierkegaard, ciertamente, hablara del “vértigo” como una figura para referirse al mundo interior y del alma, esto es, no hay ningún vértigo que no sea interior que pudiésemos conocer externamente y por fuera; sin embargo, sus figuras tenían una contrapartida en cuestiones filosóficas a las que él imprimió su sello particular, a diferencia de otros filósofos que resuelven literariamente lo que requiere auxilio de la filosofía y su reflexión. Kierkegaard vuela especialmente alto en cuestiones filosóficas con la apariencia de ser un ejercicio estético.

(****) El desarrollo de la reflexión no sólo no es actual, es dramática y exige esfuerzo de suyo; no indica primera y directamente el camino y su cuestión pendiente, es un brote, lento y sordo, que apenas se nota.

(*****) El filósoso no piensa inmediamente y, por así decirlo, a toda prisa. Piensa, mejor visto, despacio. Los caminos que sigue, si se piensa de cierta manera, no están trazados. Al filósofo no le debiera inquietar ir a solas, no tener compañía. Pensar es, en este sentido, resolver el enfrentamiento con uno mismo.