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ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
26/12/2018, 08:52
“Aquellos que construyen bien los argumentos no deben comenzarlos ni terminarlos al azar, sino que deben atenerse a las fórmulas indicadas” (Aristóteles, Poética)

Las ideas no llegan caídas del cielo, como cuentan a los niños que, al caerle una manzana a Newton, descubrió la ley de la gravedad. Sucede de una manera infinitamente más lenta y filosóficamente más rica (*). Las ideas no surgen de repente.

No tengo la costumbre de practicar la filosofía sin mirar a alguna parte o con la vista puesta en el infinito (**). Semejante idea del quehacer filosófico sólo sería apropiada para una viñeta o un chiste. La práctica de la filosofía exige, además de cierto estudio, algo en lo que centrar el pensamiento, qué pensar. Si no se piensa y, lo que puede ser más importante, no se cuenta con cierto haber en el pensamiento, la práctica de la filosofía difícilmente puede aportar algo.

Los momentos en los que he sentido más angustia filosófica han sido aquellos en los que he intuido un problema (***), pero no tenía cómo hincarle el diente. Si una pregunta filosófica se remite a un problema, preferentemente especulativo, su práctica está viva, tiene asegurado, de cierta manera, una posibilidad positiva y (****), por tanto, que el pensamiento toque su objeto; si no lo tiene, pasará sin dejar rastro.

Que la reflexión aporte algo por sí misma pone en la reflexión una expectativa que, en la mayor parte de los casos, se verá incumplida; una vez llegue a algo, por su bien, esto es, para que la verdad mantenga su impulso, debe haberlo alcanzado necesariamente (*****), sin dejar cabos sueltos; el régimen reflexivo ha de estar, en su mayor parte, cerrado.

(*) Este pensar es selectivo, se piensa ésto, y no lo otro; uno tiene más contenido que el otro, no se elige pensarlo sin saber, de alguna manera, que un objeto es más rico que otro.

(**) Un infinito figurado y verbal. La vista, independientemente de lo que vea, está primeramente ya puesta en un objeto que segundamente puede ser indeteminado y no estar positivamente puesto, esto es, con cierta garantía en su no-ser.

(***) La angustia filosófica implica que la práctica filosófica no es gratuita, sino que llega con esfuerzo, tiene siempre deberes.

(****) La posibilidad positiva tiene los pies en el suelo y su opuesto ha sido, de alguna manera, realizado; esto es, no hay avance especulativo si el opuesto primario no se ha realizado. Su reflexión, por el contrario, no está colgada en el aire, sino que tiene punto de agarre, cierta seguridad en un objeto central.

(*****) Una necesidad que está en la naturaleza de la verdad y en que pueda ser conocida. Sin embargo, el esencia de la verdad y que sea conocida son una cuestión diferenciada que no puede resolverse ordinal y dialécticamente; la verdad está en el ser, no al revés, el ser en la verdad que se conoce, que no es la verdad sino, en el mejor de los casos, lo verdadero, un problema que compete a la existencia y el no-ser, no a la esencia y lo infinito del ser.