PDA

Ver la versión completa : Oposiciones, dialéctica y sustancia



ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
08/12/2018, 08:08
“Hecho lo cual, regresó alegre y ágil al palacete de La Mole. “«¡Ahora vamos a vernos las caras!» - exclamó, encerrándose con llave en su cuarto y quitándose el frac.“ (Stendhal, Rojo y negro)

Al verme reflejado en el espejo, además de poner en duda que la asociación de imágenes sea la que produzca la experiencia del reconocimiento, pensé una posibilidad más problemática que no sólo contradecía la pasividad de la experiencia, sino que, en cierto modo, enriquecía que el reconocimiento fuese unívoco, que la imagen que se reconoce es la de uno.

De ser así, de reconocer una imagen como propia al mirar en el espejo y ver reflejado determinado tipo de imagen, que fuese de uno, se sabría, primeramente y sin relación dialéctica con la experiencia, que esa imagen que veo es mía. Si se aprendiese a reconocerse en el espejo tras verse repetidamente (*), si fuese otro el que se viera, ¿se reconocería su imagen como la propia? Me parecía una problemática con interés, puesto que “yo” podría ser otro, habría lugar para un “yo elástico”. Sin embargo, no basta con crear problemas, sino que debiéramos ser capaces de ponerlos en el camino adecuado, Así pues, me dije, “la dialéctica del reemplazo crece en un sustrato negativo, no tiene nada que le pertenezca propiamente; saborea en primera línea su nada, es, esencialmente, huérfana; no sabe por qué sabe lo que sabe, y, lo que es peor, toma ese galimatías por fundamento, nada más que una razón artificial que la garantiza”. Buscando la esencia de la que depende el problema, me dije, “¡ya está bien de frotamientos negativos! (**). ¿Y si, en lugar de acumular oposiciones sin “ton ni son”, pruebas, no con la oposición a otro (***), sino, lo que es incomparablemente más directo, con uno mismo en lugar del otro (****)?" Me pareció especialmente dramático problematizar el interés en el otro mostrando una propensión a uno mismo, una ventaja a priori sobre él.

(*) No se aprende a reconocerse ante la propia imagen. El reconocimiento es algo primario, que ya es; es, por tanto, "a priori".

Los valores básicos de la vista están ya en ella. A pesar de ciertos valores variables, su recorrido es fijo, invariable. Sólo varía en segundo grado, lo que, en un gran error, se toma, aconceptualmente, por experiencia. Ninguna experiencia sería asimilable, retroalimentable, sin una repetición esencial que tuviese la relación con su no-ser solucionada; su no-ser tendría un modo de ser asegurado, con garantía para la ejecución de su síntesis.

(**) Qué sea el no ser no puede responderse directamente, carecemos de otras respuestas que, en el mejor de los casos, las mediadas. Si no contamos con el recurso a la mediación, que exige garantías de las que carecemos, la negación es, así vista, insuperable; nos encerramos en el problema.

(***) Recuérdese que el problema del espacio se había dejado ya atrás; el problema, desde entonces, era otro personal.

(****) Sería, por tanto, al revés, no sería “el otro” o “yo”, una indiferencia cualquiera, sino, llegado el caso, a la hora de verse las caras, una diferencia positiva.