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ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
05/12/2018, 08:38
“Hablamos con nosotros mismos, pero no nos vemos. El “yo” reacciona a la persona que surge gracias a la adopción de la actitud de los otros. Mediante dichas actitudes, hemos introducido el “mí” y reaccionamos a él como a un ”yo”” (George H. Mead, Espíritu, persona y sociedad)

El movimiento nos afecta a todos, somos en el movimiento. Lo que no esté en movimiento no nos toca y queda como nada completa, esto es, concluye que no es. Dicho muy claramente, carecemos de noción para lo que no esté moviéndose (*).

El problema del movimiento no se refiere, como pudiera pensarse, sólo a los objetos que sentimos moverse, sino que la sensibilidad, al respecto, es sólo una parte de la extensión del movimiento.

Ahora, no me pregunto si podría especular con el movimiento estando quieto, sino, si, estando solo, podría pensar en alguien, en otro que fuese, de alguna manera, como “yo”.

Siempre que traigo la reflexión de Mead traigo con ella la reflexión moral o práctica de Kant. Prescindo de la de Mead, como he confesado, porque cuento con la de Darwin y, sobre todo, con la del titan Peirce; sin embargo, no logro prescindir de todo de Kant.

La reflexión de Kant al respecto no se preguntaba otra cosa que si había un fundamento o razón para las acciones (**), un principio “primero”, para decirlo de cara al problema. Con un inmenso cinismo, Kant defendió que, si no hubiera un principio primero, habría que buscarlo. Él no lo encontró, y lo solucionó con abstracciones que, en su figuración, lo negaban; no afirmaba nada que fuese, que hubiera una moral. Quería derivar su existencia del concepto de posibilidad, de que “si puedo”, y, conforme a la esencia del deber, “debo”. Ante semejante reflexión, uno no debe dar crédito a Kant. Así vista, es puro cinismo, un fracaso de la razón; sin embargo, visto más de cerca, Kant se pregunta por el alma y lo que no se limita al fenómeno. Mantiene el puesto de la razón porque, de perderlo, sería irrecuperable en absoluto, todo se desmoronaría; por ello dio la espalda a los sentimientos, porque, de haberlos, y de ser activos, serían en oposición a la razón (***).

(*) La especulación de la que recientemente he hablado, esta era, si, estando quieto, podría pensar la movilidad, no era una ocurrencia ociosa. Especulaba, más bien, con un problema. Me dije, “al ver algo, no sólo se ve de manera simple, sino que el desarrollo de la vista es de una manera esencialmente activa (****), aun cuando no se vea nada”. Me dije de nuevo, tratando de ser todavía más especulativo, “si hay un indicador de una actividad primera de la que deriva la segunda mientras - la segunda - la sustituye - la primera -, una seria duda acerca de lo inmediato de la experiencia, ¿no debieras pensar por encima del rigor de esa experiencia, pues lo primero podría estar siendo negado?”.

(**) Las reflexiones de Kant tienen mucho recorrido y no conviene solucionarlas a toda prisa. Esto es, cuando se piensa en haber superado su reflexión, no es extraño comprobar que Kant ya se había apercibido del problema, incluso, que hubiera propuesto, de alguna manera, su solución.

(***) Kant era consciente de esto pero, por lo que yo sé, apenas lo desarrolló.

(****) Al ver algo moverse no sólo se mueve el objeto que vemos, sino que la capacidad de verlo tiene implícito el movimiento, no al revés; esto sería, si la vista fuese inactiva, no inferiría ninguna movilidad.