ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
29/11/2018, 08:37
“Cuando hablamos de un yo o sustancia, debemos tener una idea conectada con esos términos, pues de lo contrario serían absolutamente ininteligibes. Toda idea se deriva de impresiones precedentes, pero no tenemos impresión alguna de un yo o sustancia como algo simple e individual” (David Hume, Tratado sobre la naturaleza humana)
Me he vuelto a acordar de David Hume esta mañana al verme reflejado en el espejo junto a mi hija (*). He preguntado, “¿cómo sabrías quién de los dos eres tú y quién soy yo si no te hubieses visto antes (**)?”. Ha sonreído y contestado rápidamente, “porque soy mucho más guapa que tú”.
(*) La otra ocasión me pregunté si Hume no hubiese podido pensar que verse reflejado en el espejo y reconocer la imagen como suya no era una adquisición de la experiencia (***).
(**) El añadido de la anterioridad tiene interés. Si el reconocimiento se remontase a un modelo "histórico", una cara que reconozco porque se ha visto antes, estaría en deuda con él, sería el origen de la capacidad de reconocimiento; sin embargo, lo que reconozco al verme reflejado en el espejo no es un conocimiento "cognoscitivo", sin lugar a diferencias consigo, sino un recorrido en el que pierde la garantía con la que contaba (****); surge una extensión en el recorrido que no se esperaba, no estaba entre sus términos.
(***) Tendría interés llegar a lo contrario, conseguir que pensases que, cuando te mirases en el espejo, me vieses a mí y reconocieses mi imagen como propia, la tuya. Se conseguiría, en el mejor de los casos, que, mediante cierta repetición (*****), hubiese la expectativa de ver mi imagen, no la tuya. El problema, no obstante, no sería de que se viera algo a lo que, luego, se le asignaría la cualidad de que fuese propio, sino de que los valores que enlazarían lo visto con a quién pertenecerían no estarían sujetos a auténtica modificación. Según sostengo, aunque la intuición se podría acostumbrar a ver a otro que no fuese uno, si cambiásemos la imagen del otro por la de uno (******), uno no dejaría de reconocerse al verse, en lugar de ver al que no es uno (*******).
(****) No hay una périda neta, sino un añadido del que el conocimiento no podría apercibirse sólo especulativamente y mediante la capacidad reflexiva.
(*****) Una falsa repetición, sin una unidad fundamental que la garantizase.
(******) El caso con auténtico interés, contrastaría con la indiferencia negativa por su prioridad sobre ella.
(*******) Al igual que uno se reconoce al verse, uno reconoce el que no es uno. Este otro reconocimiento, supuestamente negativo, que reconoce quién no es, es una negación verbal que no existiría por sí sola. Mejor visto, la negación sólo sería una extensión a la que, ante una dificultad (********), se pone término.
(********) La dificultad con la que se especula, atribuir valores personales a objetos vistos.
Me he vuelto a acordar de David Hume esta mañana al verme reflejado en el espejo junto a mi hija (*). He preguntado, “¿cómo sabrías quién de los dos eres tú y quién soy yo si no te hubieses visto antes (**)?”. Ha sonreído y contestado rápidamente, “porque soy mucho más guapa que tú”.
(*) La otra ocasión me pregunté si Hume no hubiese podido pensar que verse reflejado en el espejo y reconocer la imagen como suya no era una adquisición de la experiencia (***).
(**) El añadido de la anterioridad tiene interés. Si el reconocimiento se remontase a un modelo "histórico", una cara que reconozco porque se ha visto antes, estaría en deuda con él, sería el origen de la capacidad de reconocimiento; sin embargo, lo que reconozco al verme reflejado en el espejo no es un conocimiento "cognoscitivo", sin lugar a diferencias consigo, sino un recorrido en el que pierde la garantía con la que contaba (****); surge una extensión en el recorrido que no se esperaba, no estaba entre sus términos.
(***) Tendría interés llegar a lo contrario, conseguir que pensases que, cuando te mirases en el espejo, me vieses a mí y reconocieses mi imagen como propia, la tuya. Se conseguiría, en el mejor de los casos, que, mediante cierta repetición (*****), hubiese la expectativa de ver mi imagen, no la tuya. El problema, no obstante, no sería de que se viera algo a lo que, luego, se le asignaría la cualidad de que fuese propio, sino de que los valores que enlazarían lo visto con a quién pertenecerían no estarían sujetos a auténtica modificación. Según sostengo, aunque la intuición se podría acostumbrar a ver a otro que no fuese uno, si cambiásemos la imagen del otro por la de uno (******), uno no dejaría de reconocerse al verse, en lugar de ver al que no es uno (*******).
(****) No hay una périda neta, sino un añadido del que el conocimiento no podría apercibirse sólo especulativamente y mediante la capacidad reflexiva.
(*****) Una falsa repetición, sin una unidad fundamental que la garantizase.
(******) El caso con auténtico interés, contrastaría con la indiferencia negativa por su prioridad sobre ella.
(*******) Al igual que uno se reconoce al verse, uno reconoce el que no es uno. Este otro reconocimiento, supuestamente negativo, que reconoce quién no es, es una negación verbal que no existiría por sí sola. Mejor visto, la negación sólo sería una extensión a la que, ante una dificultad (********), se pone término.
(********) La dificultad con la que se especula, atribuir valores personales a objetos vistos.