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ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
04/09/2018, 04:05
“Podemos usar el término “dolor” como opuesto a “placer” y “doloroso” como opuesto a “placentero”, o podemos usar “dolor” para significar una especie de sensación que se halla en el mismo nivel de las del frío, calor y contacto” (Bertrand Russell, Análisis del espíritu)

Al tratar con las cosas que tengo alrededor, me fijo en unas y desecho otras. La propensión a fijar y validar cosas resulta natural, no carga con el dramatismo del contraste (*); sin embargo, la capacidad de desecho, que, en cierto modo, es tan natural y frecuente como la de recepción, resulta forzada, exige esfuerzo.

Lo que es desechado sigue una pauta negativa, tiene valores de contraposición que, ante la presencia de algo, lo niega.

La oposición no tiene consigo el momento negativo, no llega a negar el opuesto si no puede extenderlo hacia sí y, dicho con ironía, remontar la extensión, deandar lo andado.

El aspecto discursivo de la extensión, que puede sonar a tomadura de pelo, es de la mayor importancia (**). El discurso está a gusto, en calma y sin angustia, discurriendo, si es como es.

El contraste resulta natural en tanto esté en los términos del discurso (***), en tanto sea, de alguna manera, esperable. De lo contrario, exige esfuerzo y haber topado con una potencia negativa en él (****).

(*) A pesar de llevarlo consigo.

(**) El aspecto tautológico de las verdades analíticas, que las cosas son lo que son y afirman su afirmación, se ha tomado, con frecuencia, como una proposición vacía. Que la afirmación siga siendo afirmada ante las potencias negativas que podrían negarla es uno de los principales méritos que tiene que, sin embargo, queda oculto.

(***) Esto es, los términos por los que pasa el discurso tienen, de alguna manera, el contraste como una posibilidad que hay en ellos.

(****) La potencia negativa no implica reflexión, pero garantiza su la posibilidad de su realización. Hay muchas potencias negativas de las que, dado nuestro marco reflexivo, no sabemos nada.