ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
20/08/2018, 06:36
"Cuando dirijo mi vista a las cualidades conocidas de los objetos descubro de inmediato que la relación de causa y efecto no depende en lo más mínimo de ellas" (David Hume, Tratado de la naturaleza humana)
La percepción no se suma al movimiento externa o segundamente, adaptándose a él y yendo, para decirlo de manera muy gráfica, de su mano. El movimiento no es extraño a la percepción, sino, mejor visto, la percepción es conciencia de movilidad (*), algo puesto (**), la realización de una potencia. No hay ninguna potencia negativa o abstracta que pueda exceder su regla. La percepción sigue, pues, un camino determinado.
(*) La conciencia se usa para todo, como un trapo. Se la usa igualmente en sentido epistemológico que moral; pero no son, de ninguna manera, lo mismo, ni son intercambiables. La conciencia no puede ser todo, un comodín ante un problema, dicho con toda claridad, un fracaso de la capacidad reflexiva; no vale para todo si no se antepone para qué no vale.
(**) La percepción no es "en" el movimiento naturalmente, sin diferencias, para decirlo con una imagen espacial, dentro de él; la percepción no es en el movimiento como pez en el agua, sin tensión entre ellos. Sólo es así, sin drama, para la conciencia ingenua (***). Sólo se ve el movimiento perceptivo de cerca, teóricamente y, si vale la ironía, en abstracto. Si se viese sin capacidad abstracta y negativizante, sólo se vería un conjunto muy limitado de objetos (****).
(***) La conciencia ingenua a la que me refiero no es una conciencia especial; es, sencillamente, sensibilidad.
(****) Una limitación, dicho con toda la gracia, en su cualidad extensiva. La extensión primaria es lo que se viene a conocer como tiempo, absolutamente nada o una falta en los primeros principios que, inútilmente, se pretende extender.
La percepción no se suma al movimiento externa o segundamente, adaptándose a él y yendo, para decirlo de manera muy gráfica, de su mano. El movimiento no es extraño a la percepción, sino, mejor visto, la percepción es conciencia de movilidad (*), algo puesto (**), la realización de una potencia. No hay ninguna potencia negativa o abstracta que pueda exceder su regla. La percepción sigue, pues, un camino determinado.
(*) La conciencia se usa para todo, como un trapo. Se la usa igualmente en sentido epistemológico que moral; pero no son, de ninguna manera, lo mismo, ni son intercambiables. La conciencia no puede ser todo, un comodín ante un problema, dicho con toda claridad, un fracaso de la capacidad reflexiva; no vale para todo si no se antepone para qué no vale.
(**) La percepción no es "en" el movimiento naturalmente, sin diferencias, para decirlo con una imagen espacial, dentro de él; la percepción no es en el movimiento como pez en el agua, sin tensión entre ellos. Sólo es así, sin drama, para la conciencia ingenua (***). Sólo se ve el movimiento perceptivo de cerca, teóricamente y, si vale la ironía, en abstracto. Si se viese sin capacidad abstracta y negativizante, sólo se vería un conjunto muy limitado de objetos (****).
(***) La conciencia ingenua a la que me refiero no es una conciencia especial; es, sencillamente, sensibilidad.
(****) Una limitación, dicho con toda la gracia, en su cualidad extensiva. La extensión primaria es lo que se viene a conocer como tiempo, absolutamente nada o una falta en los primeros principios que, inútilmente, se pretende extender.