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ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
03/07/2018, 06:48
"Hay más cosas entre el cielo y la tierra de las que se puedan soñar en tu filosofía" (Shakespeare, Hamlet)

Al llegar el verano, además de traer cosas que disfruto mucho, vienen las moscas, muchas moscas. En tanto puedo, trato de eliminarlas, pero se me escapan con frecuencia.

Esta mañana me he encontrado una de ellas en el baño, frente al espejo. “¡Qué ocasión tan afortunada!”, me he dicho, “no sólo la tienes a tiro, sino que es una ocasión para la reflexión”.

Por lo que sé, no todos los seres vivos son capaces de reconocerse reflejados en el espejo. Dígase, de manera simple, que reconocer-se exige una capacidad reflexiva que no se deriva primeramente del lenguaje, sino que el lenguaje deriva de la capacidad; hay una infinidad de cosas que no están disponibles a la reflexión. Al mirar en el espejo, sé que la imagen que el espejo refleja es la mía; ese que veo, de las cosas que podría ver, sé que soy yo (*).

Entonces, me he dicho, “tienes cierta ventaja sobre la mosca; ella es más hábil y rápida al moverse por el espacio (**), le resulta más fácil evitar que la golpee, pero la capacidad de sus movimientos ante los míos está limitada; no la voy a golpear directamente, por donde lo espera, sino indirectamente. Veo a la mosca, en cierto modo, en el mismo nivel espacial que ella, y la voy a golpear siguiendo las reglas de ese espacio; sin embargo, la mosca no cuenta con que mis disposiciones motoras y perceptivas (***), aunque son más lentas, tienen recursos que la mosca no tiene (****), como sacar ventaja de que reconozco en el espacio más valores que los inmediatos”.

(*) Me opongo totalmente a la interpretación causal y psicológica del cogito. La conciencia no se reconoce primaria y propiamente porque se experimente. La capacidad de reconocerse está por encima de que se relacione con la experiencia. Su capacidad es más primaria, deja de ser, por decirlo ordinalmente, después; esto es, la capacidad deja de ser segundamente. La realización de la capacidad, por el contrario, deja de ser primeramente. Es, para verlo de cara al problema, posterior, después; sin embargo, su posterioridad, en cuanto a su esencia fundamental, depende de una anterioridad, cede en su dialéctica. Esto es, a pesar de que llegue a ser, el proceso del que depende es anterior; cuando la posterioridad sea, antes de ello, ya era.

(**) Ésto lo sé porque se me han escapado muchas más moscas de las que he logrado atrapar. Su capacidad de anticiparse a mis movimientos es extraordinaria.

(***) La actividad motora y la percepción pertenecen a una misma trama con cierta elasticidad. La percepción tiene una intención motora, está encaminada a la ejecución de movimientos, a lo que está dirigida.

La percepción es una respuesta activa a un estímulo, va, a su manera, más allá de él. La respuesta motora tiene, en otro nivel, supuesta la percepción; es decir, no sería de no estar ligada a una percepción que, entre sus valores básicos, la desencadenase (*****).

(****) No sé qué recursos tiene la mosca. Sé que son muchos para evitar golpes. No sé, ni lo sabe nadie (******), "cómo es ser una mosca".

(*****) Se trata de una "síntesis inversa" a la que no se debe mirar directa sino indirectamente. Si se mirase directamente, se vería la acción motora, por un lado, o la percepción, por el otro. Semejante sesgo esconde el vínculo primordial que hay entre la acción motora y la perceptiva.

La percepción desencadena el movimiento, lo produce, a su manera, primeramente, que no esencialmente. El movimiento, visto desde la percepción, es después de que la percepción haya sido.

Este orden entre movimiento y percepción es inadecuado e irreflexivo, está atado a lo inmediato. Sea "M" el conjunto de movimientos posibles, m1, m2, m3, ..., y "P" las percepciones que desencadenen los movimientos, p1, p2, p3, .... Si no hay "p", "m" no llega a ser, la expectativa causal no tendría qué hilar. Ahora bien, siempre que haya un "m", hay un "p", no sólo potencialmente, esto es, como algo que pudiera ser, sino, más determinadamente, a pesar de que "m" no fuese y no llegase a ser (*******). Los "p" están segundamente como posibilidades a realizar, no sólo como "posibilidades neutras" (********), sino que tienen una preferencia disponible en ellas para cuando llegue la ocasión en que "m" sea.

(******) Si pongo en duda el cogito, no es, claro está, sólo el de los hombres, sino toda noción de sí, incluidas las moscas.

(*******) Esto es, los valores de "p" están, de algún modo, en "m" y no le son extraños; "m" reconoce "p" porque, aunque "p" todavía no haya sido, está en "m". Dicho de una vez, "p" está implícito en "m", pero no emerge ni es consciente, hasta que "m" sea.

(********) Lo decisivo de las posibilidades neutras está su positividad, no titubean, o su titubeo no es más que aparente. Vistas más de cerca, o sea, habiéndose recorrido y visto, de nuevo, a sí, no son indiferentes, sino que están preparadas con valores de tolerancia (*********).

(*********) El valor de tolerancia es un concepto preparado para admitir los valores negativos de manera compleja, esto es, en que su no-ser no implique que el ser no pueda seguir siendo a pesar de su fase negativa.

Visto en m y p, no hay m (m, no-m), si no hay p como posibilidad realizable, (p, no-p); sin embargo, puede haber modos en que p y m sean, (p, n), sin que sus valores estén inmediatamente expresados; es decir, pudiera ser que m y p no sean directamente consecuentes, m (m, no-(m, no-m) ...), p (p, no-(p, no-p) ...), sino que estén preparados para demorarse y admitir, sin drama ni sorpresa algunas, la oposición ajena o, más problemáticamente, la propia.